Filología Italiana, Imagología Italiana. Vida y obra de Leonardo da Vinci
Italian Philology, Italian Imagology. Life and Works of Leonardo Da Vinci
Итальянская Филология, Итальянская Имагология. Леонардо да Винчи: жизнь и деятельность
ESTADOS UNIDOS DE AMÉRICA. Parte de la conferencia impartida por el filólogo, imagólogo, paisólogo y lingüista cubano Fernando Antonio Ruano Faxas. Esta conferencia se impartió por primera vez en la Facultad de Filología en 1985.
«De Leonardo da Vinci se puede decir todo a lo grande, porque él lo es todo también a lo grande: “Leonardo, el hombre que estaba despierto cuando el resto del mundo dormía.”»
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[…] El Humanismo es un movimiento intelectual que se extendió, sobre todo, en la Europa del siglo XVI y que basa sus métodos y su filosofía en el estudio de los textos antiguos.
El Humanismo es el período que sigue a la edad media, y se fecha de diferentes maneras. En Italia, este movimiento aparece en el s. XV. Para Francia, España y Portugal, es el siglo XVI.
El Humanismo está marcado por el establecimiento de una nueva antropología filosófica y por el retorno a las fuentes grecolatinas. Por tal motivo, decimos que Humanismo y Renacimiento son dos términos inseparables.
La literatura orientó esa antropología y ese regreso a las fuentes, dentro de un movimiento dirigido por un conjunto convergente de datos históricos, religiosos e ideológicos. Los acontecimientos más importantes de la época del Humanismo son:
1. Reforma. Movimiento religioso del s. XVI, por el que una gran parte de Europa se sustrajo a la obediencia del papa, dando nacimientos a las iglesias protestantes.
2. Contrarreforma. La reforma católica que siguió, en el s. XVI, a la reforma protestante, y que tuvo por objetivos esenciales, como reacción contra esta última, el remozamiento espiritual de la Iglesia y la reconquista de los países y de las almas que se habían separado de Roma. En los primeros 20 años que siguieron a la rebelión de Martín Lutero del 31 de octubre 1517 (Teólogo y reformador protestante alemán. Eisleben, Turingia, 1483-id. 1546), las ideas protestantes habían ganado para la Reforma más de la mitad de Alemania, Suiza, Inglaterra y Escandinavia y habían penetrado en Francia y en Europa oriental; incluso en Italia y en España surgieron focos de las nuevas ideas. Para detener los progresos del protestantismo, el papa Paulo III (Alessandro Farnese. Canino 1468-Roma 1549. Papa 1534-1549) decidió combatir a los reformadores, restaurando en 1542 el tribunal de la Inquisición.
3. Grandes viajes de exploración.
4. Descubrimiento de América.
5. Invención de la imprenta. Las primeras tentativas de Gutenberg, en Estrasburgo, parecen datar de 1436. Hacia 1450, se asoció, en Maguncia, con el acaudalado Fust y con Peter Schöffer, hasta 1455. La primera edición atribuida a Gutenberg es el Speculum humanae salvationis.
6. Nuevas relaciones del escritor con la ciudad y el poder. Desde fines del s. XV, particularmente en Italia, en Florencia, en Milán y en Roma, las familias nobles y los papas estimularon la búsqueda de los intelectuales y artistas, a la vez que hicieron del escritor una especie de consejero.
El retorno a la antigüedad facilitó tanto las formas conceptuales como las literarias a partir de las cuales se hace posible pensar y describir la aparición histórica del individuo, aspecto ejemplar de la filosofía religiosa de Lutero; la vuelta a los grandes géneros antiguos, la epopeya y la tragedia, proporcionó las bases del testimonio de una historia nueva, tan abocada a la expansión del cristianismo como arraigada en la evidencia de las realidades nacionales, mientras que la jerarquía de los géneros reflejaba la jerarquía social. Por último, y paradójicamente, la primacía de la antigüedad no prohibía una literatura en lengua vernácula, puesto que se trataba de garantizar una lectura lo más exacta posible. Las traducciones de la Biblia, a partir de un texto purgado de añadidos medievales, fueron determinantes en el reconocimiento de la autoridad y en la difusión de la prosa vernácula. A partir de Italia, la homogeneidad del Humanismo y del Renacimiento es incuestionable, y se manifiesta hasta en Polonia, con Mikolaj Rej [1] y Jan Kochanowki,[2] y en Hungría con Bálint Balassi.[3]
El Humanismo como nueva antropología está presente primero en los precursores, Petrarca (Arezzo, Toscana, 1304-Arqua, Padua, Véneto, 1374) y Boccaccio (Certaldo, Toscana, 1313-id. 1375) (Ruano, 1996b), los cuales definieron la vida misma como valor y pusieron al hombre en contacto inmediato consigo mismo. Esta autonomía no excluye ni lo religioso ni la cristalización cósmica, pero sitúa al hombre en el centro del universo, concibe el alma como unión de lo temporal y lo universal, y el mundo terrenal como dominio donde se aplican los poderes del alma; a este respecto nada más claro que los tratados de Antonio Manetti (Matemático, arquitecto y escritor italiano. Florencia 1423-id. 1497): De dignitate et excellentia hominis; y los de Giovanni Pico de la Mirandola (Humanista y filósofo italiano. Mirandola 1463-Florencia 1494): Oratio de hominis dignitate. Como proyección extrema de esta visión, Erasmo de Rotterdam (Humanista neerlandés de expresión latina. Rotterdam c. 1469-Basilea 1536) y Michel Eyquem de Montaigne (Escritor francés. 1533-1592) impusieron el conocimiento de sí mismo, más allá de toda referencia cosmológica; el contenido de la vida es lo esencial, luego está el sujeto en su singularidad, rodeado, como lo muestran los Ensayos de Montaigne, de objetos y de acontecimientos insólitos. Esta reducción pragmática tiene como antecedentes obligados el lugar que ocupa el hombre en el universo: el neoplatonismo de Marcilio Ficino (Filósofo italiano. Toscana 1433-id. 1499) y de Pico de la Mirandola, ilustra, junto al tema del amor, los medios para fijar el destino humano y a la vez supraterrenal. Se esboza así la unidad del microcosmos y el macrocosmos, fundamentos de la ingeniería poética del Renacimiento. No hay aquí nada propiamente antirreligioso. Este dinamismo se convierte, en Lutero (Ruano, 1996a), en la relación del hombre con Dios, a partir del yo. Un humanismo de estas características es una legitimación de facto de la literatura contra sus detractores, ya fueran clérigos o laicos. Desde De genealogiis deorum gentilium (1350-1360) y en su vida de Dante, Boccaccio había afirmado la complementariedad de la poesía y la religión y había puesto de relieve la poesía de la Biblia. Argumento notable que, por la referencia a la alegoría, daba carta de ciudadanía a los autores paganos y establecía para el escritor la libertad de elección del tema, definiendo así a aquél como creador, al tiempo que sugería el fondo de la poética renacentista: un universo de relaciones míticas, capaz de crear evocaciones cristianas y paganas. La literatura adopta carices inevitablemente mitográficos, alegóricos, experimentadores del lenguaje. Es también retrato de la armonía, expresión de la gloria de ser uno mismo. Es incluso mística, y se interesa por la historia y la genealogía de los príncipes, dividida entre la tentación épica y la complejidad de la retórica, abierta a un barroquismo que comenzará a prevalecer hacia fines del s. XVI. Esta complejidad creadora no se opone a una clara conciencia crítica. Existe la certeza de pertenecer a una nueva era que exige desprenderse de todo sincretismo histórico, y existe también un interés filológico; todo ello origina un examen de las poéticas grecolatinas y una lectura de Aristóteles (Filósofo griego. Estagira 384 a. C.-Calcis 322 a. C), editado en griego, que pretende ser discriminatorio: los tratados de Antonio Sebastiano Minturno (Traetto 1407 ó 1500 ó 1502-Crotona 1574) y Julio César Escalígero (Filólogo y medico italiano. Riva del Garda 1484-Agen 1558) precisan la noción de mimesis, inseparable de una jerarquía de los géneros, los cuales deben permanecer claramente diferenciados. La epopeya, ilustrada por Aristóteles, Tasio, Luís de Camões (Escritor portugués. Lisboa 1524-id. 1580) y Pierre de Ronsard (Poeta francés. 1524-1585) demuestra que la fidelidad de la antigüedad posee una naturaleza ambigua. Hay en ellos un intento de literatura popular que contradice lo sublime propiamente épico y destruye la unidad de la forma. La referencia clásica sigue siendo indispensable para guardar las distancias con la inspiración medieval. Renovación de lo pastoril, con Angelo Ambrogini, llamado el Poliziano (Poeta y humanista italiano. Montepulciano 1454-Florencia 1494), la Arcadia de Sannazzaro, Tasio y Giovanni Battista Guarini (Escritor italiano. Ferrara 1538-Venecia 1612). Renovación de la oda, de la elegía, difusión del soneto. La amplitud para el lirismo alegórico, desde Miguel Angel Buonarroti (Llamado “El Joven”. Poeta italiano. Florencia 1568-id. 1642) hasta Ronsard, va unido a la habilidad para la versificación. Es el caso de la Pléyade, particularmente con Ronsard, Joachim du Bellay (Poeta francés. 1522-1560) y Rémi Belleau (Poeta francés. 1528-1577), que de la influencia grecolatina e italiana pasan a la tradición francesa. Aunque con más dificultad, esta renovación de la forma y de la inspiración también está patente en España, con Garcilaso de la Vega (Poeta español. Toledo 1501 ó 1503-Niza 1536), Cristóbal de Castillejo (Poeta español. Ciudad Rodrigo entre 1480 y 1490-Viena 1550) y fray Luis de León (Escritor español. Belmonte 1527-Madrigal de las Altas Torres 1591). En Portugal, Camões con Os Lusiadas, crea una epopeya nacional, mientras que Jorge de Montemayor (Escritor hispanoportugués. Montemor-o-Velho c. 1520-Piamonte c. 1562) compone, con Los siete libros de Diana, una novela pastoril. Luis de Argote y de Góngora (Poeta español. Córdoba 1561-id. 1627) lleva la renovación formal hasta la oscuridad, aunque su sistema metafórico es eficaz, en cuanto plantea siempre implícitamente una situación del escrito poético, en un juego de lo local y lo global dentro del discurso nobiliario. Más generalmente, lo alegórico producto del juego entre individuo y cosmos, no es nunca gratuito, sino que se manifiesta como recomposición restringida de un conjunto de relaciones establecidas objetivamente. Más tardía aún, la renovación literaria inglesa es ejemplar en el caso de Edmund Spencer (1552-1599) y, hacia fines del s. XVI, se produce una admirable eclosión poética con Sidney (Político y escritor inglés. 1554-1586), Christopher Marlowe (Poeta y dramaturgo inglés. 1564-1593), Michael Drayton (Poeta inglés. 1563-1631), Shakespeare (Poeta dramático inglés. 1564-1616), George Chapman (Dramaturgo inglés. 1559-1634) y John Donne (Poeta inglés. 1572-1631). Como sabemos, el panorama literario del s. XIV italiano ofrece una notable unidad, nacida del extenso empleo del idioma vulgar y del origen toscano de los escritores. En cambio, el s. XV presenta el espectáculo de dos literaturas contemporáneas y opuestas entre sí, que llevan hasta el extremo el desequilibrio que hemos observado en la obra de Petrarca, tema que ya hemos visto en nuestra conferencia anterior […]
En la Italia humanista la producción en latín es decididamente superior: son raros los escritores que, como Poliziano y Sannazzaro, sobresalen por igual en las dos lenguas: muchos prosistas y poetas se atienen resueltamente al latín y desdeñan el lenguaje popular como inculto y pobre de recursos. Por otra parte, la literatura en lengua vulgar, de toscana que era originariamente, se hace nacional; el valle del Po produce a Boyardo, y Nápoles da a Sannazzaro, el más sensitivo de los poetas humanistas italianos. El sentido de la italianidad, fundado sobre la lengua, se difunde en toda la Península, lo que causó la gradual desaparición de la producción en dialectos, todavía manifiesta en el s. XIV. Sin duda alguna, el siglo XV italiano fue un siglo de intenso y fecundo trabajo, y no solamente en el campo de las letras: las artes celebran triunfos que no oscurecerá el inmediato período áureo, el Renacimiento. Para este tiempo, la vida política es un hervor de esplendores y de ambiciones; en la historia de Italia no vuelve a encontrarse otro período tan dinámico y pujante de vida como el siglo XV. Las personalidades surgen en tropel, en un consciente, volitivo y orgulloso reafirmarse del yo individual, y más que literatos son artistas, príncipes, caudillos y papas.
La imprenta, recién inventada en Alemania, establece en Italia las primeras tipografías en Subiaco, Florencia, Venecia, Roma, Bolonia, Foliño y Pinerolo, entre 1465 y 1470, y penetra en la Península, procedente de Flandes, la pintura al óleo sobre tela.
Para nosotros, espectadores del s. XXI, los hombres del s. XV nos parecen como si estuvieran redescubriendo la vida y sus propias personas con nuevos ojos. El Humanismo influyó en todas las manifestaciones de la vida, y fue benéfico para los estudios y las artes, pues dio independencia crítica al pensamiento e hizo resurgir el ideal de la belleza clásica, después de prolongado olvido durante la edad media. En cambio, desde otro punto de vista, podemos quedar perplejos si observamos que en el campo estrictamente literario la imitación de los modelos o formas antiguos, en latín y en lengua vulgar, se convirtió en una tiranía, y el excesivo culto de la forma originó la indiferencia por el contenido.[4]
Desde el punto de vista filológico, el daño no fue grave porque la lengua italiana, como la castellana, se había formado en contacto con el latín –modificaciones más profundas sufrieron el inglés y el francés–; pero el continuo mirar hacia la antigüedad acabó por tener alejados a los literatos italianos de las fértiles zonas de la vida real. De aquí se desprende que sea lícito suponer que la novela no prosperó en esta época en Italia porque le faltaban modelos en la literatura latina, y otro tanto podría decirse del drama, que era un esquema de origen medieval y, por lo tanto, no estaba clásicamente consagrado; redújose a imitaciones de Séneca (Escritor, filósofo y político latino. Córdoba c. 3 a. C.-Roma 65 d. C.), a productos viciados por el malentendido canon de las tres unidades aristotélicas.
En la evolución del Humanismo italiano, que con sus últimas manifestaciones llega hasta la primera mitad del s. XVI, suelen distinguirse distintas fases que corresponden a su progresivo afianzamiento en la vida intelectual italiana. A principios del s. XIV aparecen sus precursores, algunos literatos vénetos: el poeta paduano Lovato de Lovati (1241-1309), que compuso un comentario métrico a las tragedias de Séneca; el notario, también paduano, Albertino Mussato (1261-1329), autor de obras históricas que imitan el estilo de Salustio (Historiador romano. 86 a. C.-c. 35 a. C.) y Tito Livio (Historiador romano. 64 ó 59 a. C.-17 d. C.), de un poema en hexámetros que trata del Gran Can de la Scala y de la tragedia Ecerinis, la primera europea de argumento contemporáneo; el historiador vicentino Ferreto de Ferreti (1294-1337), atildado prosista en La historia rerum in Italia gestarum, que abarca desde 1250 a 1318. Pero el renacimiento de la tradición clásica tiene lugar en Florencia, por obra de doctos de la generación siguiente a la Petrarca y Boccaccio, ambos iniciadores del entusiasmo por la antigüedad (Ruano, 1996b).
Entre los años de 1370 y 1420 se desarrolló el primer período humanista florentino, caracterizado por la ardiente rebusca de manuscritos antiguos y por el ansioso trabajo de investigación e interpretación. La figura más significativa de este período es Caluccio Salutati (1331-1406), canciller de la república florentina, que reunió 800 códices y fue autor de tratados mitológicos, filosóficos y políticos, del poema De fato et fortuna, así como de Epístolas públicas y privadas (325, repartidas en 16 libros). En torno a Caluccio se reunieron otros muchos colaboradores, todos ellos de gran talento (Prampolini 1956, t. V: 85-86).
Hay que apuntar aquí que al estudio del latín vino a añadirse el del griego, enseñado por auténticos maestros de Bizancio. Entre los italianos más sobresalientes en el estudio de la Grecia clásica, cabe destacar a Manuel Crisolora (1355-1415), iniciador del helenismo en Italia.
Otros dos célebres humanistas italianos fueron: Leonardo Bruni de Arezzo (1396-1444) y Poggio Bracciolini de Terranova (1380-1459), quien fuera descubridor en sus largos viajes por Europa de obras de Quintiliano (Retórico romano. c. 30-c. 100), Valerio Flaco (Poeta épico latino. c. 45-c. 90), Silio Itálico (Poeta latino. c. 25-101), Lucrecio (Poeta latino. c. 98 a. C.-55 a. C.), Plauto (Poeta cómico latino. 254 a. C.-184 a. C.) y Petronio (Escritor latino. † 66 d. C.). En la región del Adriático se distinguió Pedro Pablo Vergerio el Viejo (1370-1444), quien escribió el breve tratado en forma de carta intitulado De ingenuis moribus ac studiis, que recomienda los estudios liberales como medio único para la formación de la personalidad. El Humanismo de Roma se orientó hacia los estudios arqueológicos y epigráficos, y alcanzó el máximo esplendor durante el pontificado de los dos papas humanistas: Nicolás V (1397-1455. Papa en 1447-1455) y Pío II (1405-1464. Papa en 1458-1464). En Nápoles también floreció el Humanismo, gracias al impulso de Alfonso V el Magnánimo (1396-1458. Rey de Nápoles 1442-1458). En Umbría se destacó Gioviano Pontano (Político y humanista italiano. Umbría 1426-Nápoles 1503), el más grande de los líricos latinos del s. XV, con una abundantísima obra en verso. Para él, el latín no era una lengua muerta, lo dominaba en absoluto y lo plasma y dirige hacia metas prefijadas; tal vez le era más familiar que el lenguaje materno, ya que de éste sólo se posee unas cuantas cartas apresuradas. La abundante prosa de Pontano está redactada en latín ágil y vivo; evidentemente no le pareció que hubiera otro instrumento para la expresión literaria. En este aspecto es Pontano el humanista perfecto.
Mientras en Roma y Nápoles las academias estimulaban los estudios arqueológicos y la literatura pura, Florencia se adornaba en la segunda mitad del s. XV con la Academia Platónica, fundada por Cosme de Médicis el Viejo (Florencia 1389-Careggi 1464), en la que pronto se reunieron hombres como Marcilio Ficino (1433-1499) y Cristóbal Landino (1424-1504). Más tarde, atrajo a Juan Pico de la Mirandola (1463-1494) y tuvo entre sus ilustres miembros a Lorenzo el Magnífico (1449-1492) y a Poliziano (1454-1494), los más grandes triunfadores del llamado Humanismo vulgar. Los poemas de Lorenzo de Médicis derivan del repertorio popular, mientras que las Estancias de Poliziano idealizaban la corte medicea con un arte extremadamente sutil. Por su parte, Pico de la Mirandola fue una prodigiosa inteligencia, ávida de sabiduría universal; conocía el latín, el griego, el árabe, el hebreo y el caldeo. Junto a Lorenzo de Médicis y a Poliziano merecen un lugar dos personalidades insignes, que, sin dedicarse exclusivamente a la literatura, escribieron con vigor de estilo y densidad de pensamiento: Jerónimo Savonarola (1452-1498) y Leonardo da Vinci (Anchiano, cerca de Vinci, corazón de la Toscana, muy cerca de Florencia, Italia, 15 de abril de 1452-Cloux, Francia, 2 de mayo de 1519). Leonardo, genio universal, es un prosista originalísimo, conciso y preciso en sus tratados de ciencia o de arte, de filosofía o de moral; cada palabra, en sus períodos, desempeña una función necesaria; leerlo compensa del hastío que causan tantas frases adornadas y musicales, que son un fin en sí mismas. Leonardo se expresa con la máxima sencillez de recursos. Con él vagamos entre los hombres y las cosas, penetramos en los repliegues del espíritu, exploramos los secretos de la naturaleza e interrogamos el futuro; no hay argumento que se le escape ni realidad concreta o intelectual que deje de interesarle. De Leonardo se puede decir todo a lo grande, porque él lo es todo también a lo grande: “Leonardo, el hombre que estaba despierto cuando el resto del mundo dormía.” […]
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[…] Su cultura, su pensamiento, su arte, su ciencia, sus protocolos, su apariencia, su elegancia, sus códigos crípticos[5] y hasta sus ingeniosas y hábiles bromas: […] espantaba a las damas de la corte con leones mecánicos y en cierta ocasión convenció a un aterrado papa de que tenía guardado un dragón en una caja […] Sin embargo, sus bromas […] tenían a veces un filo sombrío, agudo y hasta malicioso. Prince y yo argumentamos que Leonardo perpetró el pasmoso y audaz –hay quien diría incluso perverso y repugnante– truco del Santo Sudario de Turín, el que, al creer de aún muchas personas, ostenta la verdadera imagen de Jesús. No obstante, la datación cronológica mediante carbono de 1988 demostró, más allá de toda duda, que se trata de una falsificación medieval o de principios del Renacimiento […] debe recordarse que Leonardo fue, antes que nada, un prestidigitador, un bromista, un ilusionista […] (Picknett, 2005: 40-41, 50-51).
¡Todo fue grande en Leonardo! Como muestra de su grandeza sólo basta recordar al Hombre de Vitruvio o Canon de las Proporciones Humanas (Ruano, 2003; Vinci, 1999):
[…] ¿Habrá alguna inteligencia que en Leonardo da Vinci no estuviera desarrollada en su máxima expresión? https://ruanofaxas.wordpress.com/article/que-te-consideras-inteligente-pero-de-19j6x763f3uf8-166-2/ , https://ruanofaxas.wordpress.com/2012/05/18/las-imagenes-no-verbales-y-las-imagenes-verbales-tienen-tantas-interpretaciones-como-los-colores-del-arco-iris-un-paseo-por-las-principales-culturas-influyentes-en-la-nueva-globalizacion-un-paseo-po/ , https://ruanofaxas.wordpress.com/article/percepcion-instintos-y-estereotipos-19j6x763f3uf8-95-2/ , http://knol.google.com/k/fernando-antonio-ruano-faxas/qu%C3%A9-te-consideras-inteligente-pero-de/19j6x763f3uf8/166# […] Siempre hablamos de la grandeza de Leonardo da Vinci, en especial por la pintura: “Como artista y sabio, Vinci explica que ‘la pintura, la lengua más bella del espíritu, es el único arte capaz de mostrarnos las cosas como son’. Por primera vez en la historia, el saber por el oído, es decir, por los otros, es sustituido por la visión directa y la intuición personales” (Grawitz, 1984: 38). Leonardo “mostró que conocía el hechizo de infundir vida a los colores esparcidos con sus pinceles prodigiosos” (Gombritz, 1995: 303). Vinci es reconocido, como todos sabemos ya, por la Mona Lisa, Monna Lisa o La Gioconda –retrato de una dama florentina llamada Lisa Gherardini, que se casó en 1495 con Francesco del Giocondo, obra considerada la más famosa del mundo. Está en el museo del Louvre, en París–, y también por La última cena, Il cenácolo o L’última cena –se pintó entre 1495 y 1498, cubre una de las paredes del refectorio o comedor del monasterio de Santa Maria delle Grazie de Milán–, que al considerar de otros críticos es la mejor de Vinci y la más famosa del mundo:
[…] Es una pena que nunca, o casi nunca, se hable de la grandeza del “maestro” que formó a Leonardo da Vinci, este genio de la Humanidad. Me refiero a Andrea de Verrocchio. Verrocchio alcanzó en sus tiempos una fama que lo hizo trascender, a través de su obra primero y, después, a través de la obra misma de da Vinci […]
Leonardo, genio más admirado que comprendido, en sus tiempos y ahora, tuvo un pensamiento artístico y científico y una sicología personal muy fuertes, muy diferentes, tanto en comparación con los hombres de su época como en comparación con los hombres del mundo moderno, lo que, obviamente, debió sorprender impactantemente a los que le rodeaban. En Leonardo todo es admirable, todo es grandioso, todo es críptico, todo es incógnito y todo es universal:
Sus contemporáneos miraron a Leonardo como a un ser extraño y misterioso […] Fue admirado como gran artista y requerido como músico excelente, pero, a pesar de todo ello, pocas personas podían vislumbrar la importancia de sus ideas y la extensión de sus conocimientos. La causa de ello está en que Leonardo nunca publicó sus escritos y que muy poco eran los que conocían la existencia de los mismos. Era zurdo y cuidó de escribir de derecha a izquierda, de modo que sus notas sólo pueden ser leídas con mediación de un espejo. Es posible que no quisiera que se divulgaran sus descubrimientos por temor a que se encontraran heréticas sus opiniones. Así, hallamos en sus escritos estas cinco palabras: «El sol no se mueve», que revelan que Leonardo se anticipó a las teorías de Copérnico que, posteriormente, pusieron en compromiso a Galileo (Gombrich, 1995: 294).
En un taller [el del maestro Andrea de Verrocchio, en donde estudio Leonardo] capaz de producir tales obras maestras, el joven Leonardo podía, ciertamente, aprender muchas cosas. Sería iniciado en los secretos técnicos de trabajar y fundir los metales, aprendería a preparar cuadros y estatuas cuidadosamente, procediendo al estudio de modelos desnudos y vestidos. Aprendería a estudiar las plantas y los animales curiosos para introducirlos en los cuadros y recibiría una perfecta capacitación en las leyes ópticas de la perspectiva y en el empleo de los colores. En el caso de otro muchacho cualquiera con alguna vocación, una educación semejante habría sido suficiente para hacer de él un artista respetable, y muchos buenos pintores y escultores salieron, en efecto, del próspero taller de Verrocchio. Pero Leonardo era más, era un genio cuya poderosa inteligencia será siempre objeto de admiración y maravilla para los mortales corrientes. Sabemos algo de la condición y productividad de la mente de Leonardo, porque sus discípulos y admiradores conservaron cuidadosamente para nosotros sus apuntes y cuadernos de notas, miles de sus páginas cubiertas de escritos y dibujos, con extractos de los libros que leía Leonardo, y proyectos de obras que se propuso escribir. Cuanto más se leen estos papeles, menos puede comprenderse cómo un ser humano podía sobresalir en todos los dominios diferentes y realizar importantes aportaciones en casi todos ellos. Tal vez una de las razones que lo hicieron posible fue que Leonardo era un artista florentino y no un intelectual. Él juzgaba que la misión del artista era explorar el mundo visible, tal como habían hecho sus predecesores, sólo que más cabalmente, con mayor intensidad y precisión. A él no le interesaba el saber libresco de los intelectuales. Al igual que Shakespeare, probablemente «supo poco latín y menos griego». En una época en la que los hombres ilustrados de las universidades se apoyaban en la autoridad de los admirados escritores antiguos, Leonardo, el pintor, no confiaba más que en lo que examinaba con sus propios ojos. Ante cualquier problema con el que se enfrentase, no consultaba a las autoridades, sino que intentaba un experimento para resolverlo por su cuenta. No existía nada en la naturaleza que no despertase su curiosidad y desafiara su inventiva. Exploró los secretos del cuerpo humano haciendo la disección de más de treinta cadáveres. Fue uno de los primeros en sondear los misterios del desarrollo del niño en el seno materno; investigó las leyes del oleaje y de las corrientes marinas: pasó años observando y analizando el vuelo de los insectos y de los pájaros, lo que le ayudó a concebir una máquina voladora que estaba seguro de que un día se convertiría en realidad. Las formas de las peñas y de las nubes, las modificaciones producidas por la atmósfera sobre el color de los objetos distantes, las leyes que gobiernan el crecimiento de los árboles y de las plantas, la armonía de los sonidos, todo eso era objeto de sus incesantes investigaciones, las cuales habrían de constituir los cimientos de su arte (Gombrich, 1995: 293-304).
FERNANDO ANTONIO RUANO FAXAS
DIPLOMADO EN IMAGOLOGÍA DEL ARTE
LAS INCÓGNITAS HISTÓRICO-ARTÍSTICAS DE LOS GRANDES DEL ARTE
LEONARDO DA VINCI
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[…] Está más que claro que Leonardo, al igual que toda la población de la edad media, temiera a todo y a todos, y en especial a la Iglesia: eran los tiempos de la Inquisición: ¡tiempos de gran turbulencia y grandes y mortales riesgos! Ésta es la época de la superstición más grosera y profunda, una época en que las creencias en la magia, la brujería y en todo tipo de encantamientos sincréticos y castigos divinos se extendió de una forma prodigiosa. Todo tenía que ser en silencio; de lo contrario, ahí estaba la Inquisición, y Vinci tenía que tener mucho cuidado, tal vez mucho más cuidado que otros: él rechazaba la autoridad y la concepción cristiana del mundo (Grawitz, 1984: 38).
Lo mismo que María Magdalena, el bastardo y quizá gay [homosexual] Leonardo fue un disidente, un genio atormentado sin el beneficio de una larga educación formal, mimado y halagado en las cortes de los grandes pero sujeto a su patronazgo, siempre desconfiado, casi siempre solo y nunca a salvo. Fue invariablemente el artista-prostituta, pagado (no siempre a tiempo) para producir el retrato triunfal o el insigne fresco religioso y que siempre lo vio todo desde fuera. Como disidente, atravesó oscuros siglos para encontrarse con otro: quizá el Leonardo travestido, con su disfraz de mujer de extraño, casi exagerado busto, tuvo por objeto representar a la propia Magdalena […] (Picknett, 2005: 43).
Cuando analizamos La última cena, recordamos toda la imaginación, reflexión, dedicación y conciencialización que Vinci tuvo en la preparación y la pintura de este cuadro: “Un testigo ocular nos refiere que vio a manudo a Leonardo trabajando en La última cena; afirma que se subía al andamio y podía estarse allí días enteros con los brazos cruzados, sin hacer otra cosa que examinar lo que había hecho, antes de dar otra pincelada” (Gombritz, 1995: 300). Aquí, en esta obra, vemos el personaje de Judas, separado, angustioso, hipócrita, traidor (?)…, y entonces recordamos una de las tantas historias acerca de los momentos en que Leonardo seleccionaba a los modelos para este cuadro. ¿Será verdad o no lo que al respecto, y durante siglos, se ha contado en Italia, en el mundo, y más concretamente en las clases de Filología, de Historia del Arte, de Imagología…? Mito o no, vale la pena recordar:
Según cuenta una leyenda apócrifa, el tiempo convenido para su terminación [la del cuadro La última cena] era de siete años [sabemos que su preparación duró unos diez años]. Las figuras representadas eran las de los Doce Apóstoles y Cristo mismo, los cuales eran pintados a partir de modelos de personas vivas.
El modelo vivo para la pintura de la figura de Jesús fue elegido primero, cuando se decidió que Da Vinci pintara este gran cuadro.
El pintor vio a centenares y centenares de jóvenes cuidadosamente, buscando encontrar una cara y una personalidad limpias de pecado. Finalmente, después de semanas de laboriosa búsqueda de un hombre joven de más o menos 19 años de edad, fue por fin seleccionado un modelo para la representación de Cristo.
Era un joven moreno de cabellos limpios y largos que hacían de su rostro el retrato de un carácter de pureza, un completo ángel. En ese momento el pintor se dio cuenta que por fin había encontrado a la persona que tanto tiempo estuvo buscando.
Durante los seis años siguientes Da Vinci continuó con el trabajo de esta sublime obra de arte. Una por una fueron elegidas las personas que encajaban en la representación de once Apóstoles, pero quedaba un espacio…
Era el del apóstol Judas Iscariote lo que faltaba para la tarea final de este maestro.
Según cuenta la leyenda, el apóstol traicionó a Jesús por treinta piezas de plata. Por semanas Da Vinci buscó a un hombre de rostro duro, un rostro marcado por años de avaricia, alguien que traicionaría a su mejor amigo…
Después de muchas experiencias y desalentado por la infructuosa búsqueda del tipo de persona requerido para representar a Judas, llegó la buena noticia. El hombre que por su aspecto debería cumplir completamente los requerimientos… ¡Por fin había sido encontrado en Roma, en una cárcel, condenado a morir por una vida de crimen!
Da Vinci hizo el viaje a Roma inmediatamente y trajeron a su presencia a ese hombre, fuera de su encarcelamiento, conducido hacia la luz del sol. Allí Da Vinci vio ante él la oscuridad, la traición, en un hombre moreno de cabellos sucios y largos que hacían de su rostro el retrato de un carácter de vicios, un completo ruin. En ese momento el pintor se dio cuenta que por fin había encontrado a la persona que tanto tiempo estuvo buscando.
Con el permiso especial del Rey, este preso fue llevado a Milán donde Da Vinci estaba pintando el fresco. Por seis meses el preso se sentó ante el pintor, en las horas designadas cada día, ya que el dotado artista continuó diligente su tarea de trasmitir el fondo de la pintura. Representaba al traidor del Señor. Cuando ya daba sus últimos toques, se dirigió hacia los guardias y les dijo:
—Eso es todo, es hora de que se lleven al prisionero de regreso.
En ese momento, el prisionero rápidamente eludió el control de los guardias, se acercó a Da Vinci con los ojos llenos de lágrimas, y le dijo:
—Maestro Da Vinci, míreme, ¿no me reconoce?
Da Vinci, mirando fijamente de cerca al hombre que había tenido a su frente durante seis meses, respondió:
—Nunca te había visto, hasta que te encontré en esa cárcel de Roma.
—Oh, Dios…, ¡qué bajo he caído! —dijo el prisionero, mirando al cielo con los ojos llorosos—. ¡Da Vinci, míreme otra vez, porque yo soy el mismo hombre al que usted pintó hace siete años como la figura de Cristo![6]
Pero, ahora todavía más, se agudizan nuestras reflexiones acerca de Leonardo da Vinci y la religión: el descubrimiento en 1978 del Evangelio de Judas, y su restauración, certificación de autenticidad, traducción y divulgación en 2006, y nada más y nada menos que a través de National Geographic Society[7] –Sociedad Geográfica Nacional–, institución más que prestigiosa, comprometida y científica, reconocida por más de un siglo al nivel internacional, nos hace pensar otra vez, y ya de manera muy profunda, acerca de varios detalles de la historia del Cristianismo […] Para estos tiempos, mientras en Florencia se desarrollaba un fecundo movimiento filosófico neoplatónico, en las otras ciudades de Italia la actividad humanista proseguía por obra de nuevos grupos de literatos y poetas (Prampolini 1956, t. V: 101-102) […] Casi no se podía esperar que, en medio de toda esta literatura en lengua latina, a menudo pagana o paganizante por las ideas, la lengua vulgar italiana, iniciada con experiencias de vida medieval y cristiana, pudiera prosperar o, cuando menos, proseguir su natural evolución. Tuvo, en efecto, escasos cultivadores en la primera mitad del siglo, pero, no obstante, éstos fueron de gran significación. Quien en aquella época, apasionada por el latín, tenía fe en la lengua materna, demostraba laudable independencia de la moda y, generalmente, sólo escribía en ella cuando tenía algo muy importante que decir. Por ejemplo, el fraile dominico Juan Dominici (1356-1419), quien, alarmado por la difusión de los estudios clásicos y preocupado por la educación cristiana de la juventud, compuso en florentino puro la Regola del governo di cura familiare y el Libro dell’ amore di carità. A la primera de las mencionadas obras pertenece el pasaje siguiente, conteniendo consejos a una madre sobre la educación de los hijos, pasaje que, por cierto, no revela entusiasmo por los métodos del Humanismo:
Pienso que nuestros antiguos vieron la luz enseñando a la niñez, mientras que los modernos están ciegos por permitir que sus hijos crezcan fuera de la fe. Lo primero que enseñaban era el Salterio y la Doctrina sagrada; y si querían avanzar más, tenían las moralidades de Catón, las fábulas de Esopo, la doctrina de Boecio, la buena ciencia de Próspero, sacada de San Agustín, y la filosofía de Eva columba o Tres leo naturas, con un poco de escritura sagrada poetizada en el Aethiopum terras; con otros libros parecidos, ninguno de los cuales enseñaba a obrar mal. Ahora crecen los hijos modernos, y así envejece la apóstata naturaleza en el regazo de los infieles, en medio de los actos deshonestos que solicitan al pecado la naturaleza aún incapaz de resistirse, enseñando cuantas malas acciones pueden imaginarse, con el estudio del Ovidio mayor, de las Epístolas, de Arte amandi y otros impúdicos libros suyos y escritos carnales. Y así se pasa por Virgilio, por tragedias y otros entretenimientos, que más enseñan a amar según la carne que muestran buenas costumbres. Y lo que es peor, esas tiernas inteligencias se llena con los modos de sacrificar a los falsos dioses y escuchan sus mentidos milagros y vanas metamorfosis; antes se hacen paganos que cristianos, y llamando primero a Dios, Júpiter o Saturno, Venus o Cibeles, que Padre sumo, Hijo y Espíritu Santo, de donde se origina el desprecio de la fe verdadera, la falta de respeto hacia Dios, el desconocimiento de la verdad y el triunfo del pecado (Apud Prampolini, 103-104) […]
La prosa en lengua vulgar fue en el Humanismo italiano mucho más importante que la poesía en lengua vulgar. La necesidad de intentar algo para impedir que decayese el uso literario de la lengua vulgar, movió al humanista León Bautista Alberti (1404-1472), el cual creó un excelente tratado llamado Della famiglia, en 4 libros, obra de argumento próximo a la realidad y de forma genuinamente toscana, si bien templada por la clásica gravedad del período. Si un ingenio universal como el de Alberti, versado en latín, griego, música, pintura, arquitectura, escultura, jurisprudencia, matemática, astronomía y mecánica, afirmaba que no debía odiarse tanto la lengua toscana “que cualquier cosa escrita en ella, por excelente que sea, desagrada”, era cosa de pensar si los escritores no se habían excedido en su idolatría por el latín, cuyo prolongado uso hubiese acabado por llevar a una literatura artificial y extraña la nación, porque, a pesar de todo, y no obstante los firmes lazos de la romanidad, el pueblo ya no hablaba ni entendía la lengua de Cicerón y de Virgilio.
En Ferrara encontramos otros importantes humanistas: Antonio Tebaldeo (1465-1537), Pánfilo Sasso (1447-1527) y Pandolfo Collenuccio (1444-1504) […]
Finalmente, mencionaremos a una trascendental figura del Humanismo italiano. Nos referimos a Mateo María Boyardo (Scandiano, Toscana, 1441-Reggio nell’ Emilia 1494). Entre 1469 y 1476 escribió un cancionero titulad Tres libros de amores –Amorum libri tres–, que contiene 180 composiciones amorosas dedicadas a Antonia Caprara y escritas según los esquemas petrarquistas. Su obra más importante es Orlando enamorado [Orlando innamorato], poema caballeresco, inspirado en los cantares de gesta. Iniciado en 1476 e interrumpido en 1492, quedó incompleto. Ariosto lo continuó en Orlando furioso […]
PARTE DE LA BIBLIOGRAFÍA EMPLEADA PARA ESTE CICLO DE CONFERENCIAS
Brown, Dan (2003). El Código Da Vinci. Barcelona, Umbriel.
Burstein, Dan (2006). Toda la verdad sobre el Código Da Vinci. Madrid, Temas de hoy.
Ferro Gay, Federico (1972). Breve historia de la literatura italiana. México, PORRÚA, No. 211.
Gelb, Michael J. (2000). How to Think Like Leonardo da Vinci. U.S.A., Dell.
Giuseppe, Petronio (1990). Historia de la literatura italiana. Madrid, Cátedra.
Gombrich, Ernst H. (1995). La historia del arte. México, Diana.
Gran Enciclopedia Larousse en 24 tomos. España, Planeta, 1991.
Grawitz, Madeleine (1984). Métodos y técnicas de las ciencias sociales. México, EDITIA, t. I.
Prampolini, Santiago (1956). Historia Universal de la literatura. Buenos Aires, UTEHA, t. V.
Ruano Faxas, Fernando Antonio (1996a). “Introducción en la lingüística. Panorama general de la lingüística desde la antigüedad hasta el siglo XVIII”. Conferencia impartida en la Universidad del Claustro de Sor Juana. México, Distrito Federal.
– (1996b). Filólogo, lingüista, traductólogo, imagólogo y paisológo cubano Fernando Antonio Ruano Faxas. “El siglo XIV italiano: el siglo de los 3 toscanos. Generalidades en torno a las vidas y las obras de: Dante, Petrarca y Boccaccio”. Conferencia impartida en la Universidad del Claustro de Sor Juana. México, Distrito Federal.
– (2003). El lenguaje corporal humano. Apuntes para el curso. México, Ediciones ЯR.
Tello, Antonio (2004). Leonardo da Vinci. Barcelona, Parramon.
Vinci, Leonardo da (1999). Cuaderno de notas. España, EDIMAT.
– (1999). Notas de cocina. Madrid, Temas de Hoy.
Vossler, Karl (1951). Historia de la literatura italiana. Barcelona, Labor.
White, Michael (2003). Leonardo: el primer científico. Barcelona, DEBOLSILLO.
Zöllner, Frank (2003). Leonardo da Vinci. Obra pictórica completa y obra gráfica. Köln, Taschen.
[1] Escritor polaco, nacido en Zorawno, junto al Dniéster, 1505-muerto en Rejowiec, al SO de Chelm, 1569. Calvinista apasionado. Por su literatura, en prosa y en verso, se le considera el padre de la literatura polaca. Obra maestra: El espejo de todos los estados, de1 1568, la cual reproduce un vivísimo cuadro de las costumbres de los antiguos polacos.
[2] Poeta y traductor polaco, nacido en Sysena, cerca de Radom, 1530-muerto en Lublin 1584. Sus obras maestras son una colección de elegías, Trenos, sobre la muerte de su hija Úrsula, y una traducción de los Salmos.
[3] Poeta y militar húngaro, nacido en Zólyom 1551-muerto en Esztergom 1594. Sus poemas amorosos, heroicos y religiosos lo convirtieron en el mayor lírico de su patria.
[4] No sucedió así con las restantes literaturas europeas, donde el Humanismo literario tuvo un desarrollo modesto, ya por sólida tradición extralatina, ya por su apego más decidido a la lengua nacional: Francia, España, Inglaterra, Alemania, Holanda, lo aceptaron, pero dominándolo.
[5] Recomendamos ver el documental Los secretos del Código da Vinci, producido y transmitido por National Geographic y la película El Código da Vinci, protagonizada por Tom Hanks y dirigida por Ron Howard.
[6] Según la versión de Wikipedia, www.wikipedia.com
[7] La National Geographic Society fue fundada en Estados Unidos el 27 de enero de 1888 por 33 hombres interesados en “organizar una sociedad para el incremento y la difusión del conocimiento geográfico”. Ellos habían comenzado a discutir la formación de la Sociedad dos semanas antes del 13 de enero de 1888. Gardnier Greene Hubbard se convirtió en su primer presidente, y su yerno, Alexander Graham Bell fue su sucesor. Su propósito es avanzar hacia el conocimiento general de la geografía y el mundo entre el público general. Para este fin, realiza becas de exploración y publica mensualmente una revista, National Geographic. The National Geographic Magazine, más tarde acortado a National Geographic, fue publicada por primera vez nueve meses después de la fundación de la sociedad. Se ha convertido en una de las revistas más conocidas alrededor del mundo y es fácilmente reconocida por sus característicos bordes amarillos Es una publicación mensual, aunque ocasionalmente se han realizado ediciones especiales. Además de los artículos sobre diversos lugares, historia y cada rincón del planeta, la revista es reconocida ampliamente por su calidad de edición y sus estándares en las fotografías, lo que la hace el hogar de los mejores periodistas gráficos en el mundo. Incluso publicó fotografías a color a comienzo del siglo XX, cuando esta tecnología era incipiente. También es muy conocida por los frecuentes mapas detallados que ofrece sobre las regiones que visita. Incluso los archivos de los mapas de la Sociedad han sido utilizados por el gobierno de los Estados Unidos en momentos donde sus recursos cartográficos eran limitados. Los suscriptores de la revista tienden a coleccionarlas (la gran parte de otras revistas tienen a ser descartadas después de haber sido leídas) y pueden adquirir cajas especiales para guardarlas por año. En el año 1960 se comenzaron a publicar fotos en la tapa frontal de la revista, anteriormente, sólo contenían texto. Una foto de portada del año 1984 fue el retrato de una joven refugiada de Afganistán de bellos ojos. Su imagen pasó a ser mundialmente famosa. Después de la invasión liderada por Estados Unidos a ese país, se realizó una búsqueda de la joven. Ella fue identificada en el año 2002 como Sharbat Gula. Su historia fue contada en la edición de marzo de 2003 de la revista. En el año 1995, National Geographic comenzó a publicarse en japonés, y fue la primera edición en un idioma local. Actualmente la revista es publicada en diferentes idiomas, incluyendo japonés, español, hebreo, griego, italiano, francés, alemán, polaco, coreano, portugués, chino, checo, rumano, ruso y holandés. La National Geographic Society también ha explorado el uso de la televisión como un medio para llevar los viajes de sus corresponsales y programas de interés educacional, cultural y científico al hogar de las personas. Los programas especiales del National Geographic se han emitido durante muchos años en Estados Unidos por la PBS, la televisión pública. Los programas televisivos empezaron en 1964 en la CBS, para trasladarse a la ABC en 1973 y finalmente la PBS (1975). En septiembre de 1997, la sociedad lanzó su propio canal televisivo, el National Geographic Channel que se puede ver por cable y vía satélite (Según información de Wikipedia, en www.wikipedia.com ).






