El conocimiento y uso de los “buenos” (?) protocolos muestra la cultura y el respeto de las personas. El empleo “acartonado” (?) de los protocolos muestra el mal gusto, las inhibiciones, la incultura, los tabúes, los vicios, los prejuicios, los complejos y los traumas sociales. En una buena cantidad de ocasiones, el empleo acartonado e insincero de los protocolos en un mundo globalizado y supuestamente desarrollado vaticina conductas desleales y negociaciones fraudulentas. Las rupturas bruscas de los más elementales protocolos de convivencia social ubican a las personas y grupos infractores en situaciones de rusticidad social, de atraso, de vandalismo y de barbarie. Los protocolos presentan fronteras muy delicadas, límites muy frágiles. Cualquier desacierto o supuesto desacierto relacionado con las palabras, con los gestos y los ademanes, es decir con el lenguaje verbo-corporal, puede crear verdaderos conflictos protocolares. En el tratamiento de los protocolos hay de todo, como en botica, y aquí aparecen individuos exclusivos, únicos, privilegiados, fascinadores, que son muy pocos, tanto de clase social baja como de clase social alta, que tienen una maravillosa característica llamada “carisma”. Estos individuos carismáticos siempre salen airosos, de una u otra manera, en cualquier situación de uso de los protocolos occidentales. Justamente por esto, tenga mucho cuidado en el tratamiento de los protocolos, y si usted no es justamente un “carismático”, entonces ¡cuidado…! Entre los protocolos más importantes y antiguos de la cultura judeo-cristiana está el establecido en la
Biblia, en Levítico (Douglas, 1998). Hay situaciones, lugares y momentos ideales en donde se puede comprobar la variedad real de protocolos y etiquetas del mundo, de los países, de los grupos humanos, de las esferas sociales, de las capas sociales, de las élites, de los estratos altos y bajos, del pueblo en general. Estas situaciones, lugares y momentos ideales son, por ejemplo: los aeropuertos, embarcaderos y estaciones de ómnibus o camiones y ferrocarriles internacionales, los festivales y premiaciones internacionales para el ámbito de la cultura: literatura, cine, teatro, etc., los juegos deportivos nacionales, regionales o mundiales como las copas internacionales de fútbol, los juegos internacionales de béisbol y los juegos olímpicos, los teatros, cines, circos, carpas, rodeos, lidias, guerras, peleas de gallos o de otros animales, carnavales, iglesias y cultos religiosos, templos, sinagogas, mezquitas, bodas, cumpleaños, bautizos, sesiones de espiritismo, sesiones de brujería, actividades de cultos y sectas religiosas, universidades y colegios internacionalizados, empresas internacionalizadas, reuniones o sesiones de trabajo de organizaciones internacionales como la ONU, la Unión Europea o UE, el Movimiento de Países no Alineados o NOAL o MPNA, la OEA, el MERCOSUR, el ex CAME, la Asociación de Naciones del Sureste Asiático o ASEAN, la Unión Africana o UA, los tribunales internacionales como la Corte Penal Internacional, la CIJ o Corte Internacional de Justicia, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, el Tribunal de Justicia Andino, la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas o CDI, etc… Debido a la situación de globalización y polimorfismo cultural que presenta el mundo moderno, es frecuente que por una razón u otra, pero en especial debido a reuniones de trabajo y viajes empresariales y de estudio, nos encontremos ante la pregunta de qué hacer cuando estamos reunidos con personas de diferentes grupos sociales, de diferentes categorías, de diferentes religiones, con extranjeros, etc. En estos casos, no se desespere: sencillamente consulte cualquiera de las tantas y variadas páginas de Internet que tratan los temas de protocolo y etiqueta y cualquiera de las tantas enciclopedias de Internet, como
Wikipedia y
Encarta. En Encarta, por ejemplo, remítase al país de las personas con las que socializará, ahí, hasta el final del artículo, encontrará el artículo MÁS FUENTES, y ahí LECTURAS ADICIONALES. En este artículo usted encontrará otro artículo que comienza con la palabra COSTUMBRES, más el nombre del país de que se trate. La información que ahí aparece le ayudará a desenvolverse en ese grupo social que le llama la atención, que le preocupa o con el que interactuará. Es necesario que recuerde que no todo lo que ahí se expone se cumple al pie de la letra, y que siempre se recomienda que usted use su buen tacto social, la cordura, la prudencia, la sensibilidad y los buenos hábitos de conducta social. Desgraciadamente, en este tipo socialización intercultural, cualquier error, “cualquier chispa”, puede incendiar la relación. El mundo está lleno de instituciones y casas editoriales que se dedican al tratamiento protocolar, a los protocolos. Entre las editoriales más importantes en este sentido para la comunidad iberoamericana está Ediciones Protocolo, con la siguiente página en Internet:
http://www.edicionesprotocolo.com/index.php. Para tratar protocolos y etiquetas en general en Internet, recomendamos, por ejemplo, las siguientes páginas:
http://www.protocolo.org/gest_web/proto_Portada.pl ;
http://www.enplenitud.com/cursos/ceremonial.asp ;
http://www.euroresidentes.com/protocolo/protocolo-etiqueta.htm ;
http://www.monografias.com/trabajos10/etprot/etprot.shtml?relacionados ;
http://www.protocolo.com/ ;
http://www.hola.com/gastronomia/etiqueta/ […] Cuando se analiza el lenguaje corporal, enseguida pensamos en el protocolo y la etiqueta. Llamamos protocolo al conjunto de reglas de cortesía y de urbanidad establecidas para determinadas ceremonias. También se le llama así al servicio encargado de aplicarlas. El protocolo se relaciona con la etiqueta, que si bien en un principio se refería al ceremonial de los estilos y costumbres que se debía observar en las casas reales y en actos públicos solemnes, hoy se refiere a toda ceremonia que se produce en la manera de tratarse las personas particulares o en actos de la vida privada, a diferencia de los actos de confianza y familiaridad. Los “buenos” protocolos están relacionados con las “buenas” educaciones y las “buenas” instrucciones. Los países y grupos con evidentes desajustes educativos e instruccionales no pueden tener buenos protocolos y buenas etiquetas, especialmente en situaciones de globalizaciones occidentalizadas. La ciudadanización de los buenos protocolos y las buenas etiquetas está en dependencia de las buenas educaciones y las buenas instrucciones desde la niñez, desde los primeros momentos de la formación cultural del niño (Ruano, 2000; Ruano, 2002a; Ruano, 2003e). Los grandes problemas comunicativos verbo-corporales que presenta la mayoría de los pueblos del mundo, en especial los pueblos que pertenecen al llamado “mundo occidental” (?), están relacionados con las disfunciones educativas e instruccionales que aparecen en los niños a temprana edad. Una buena educación y una buena instrucción no pueden confundirse con “cualquier cosa para enseñar” y “cualquier cosa para aprender”. Si queremos adultos educados, instruidos, portadores de buenos protocolos y de buenas etiquetas, entonces, irremediablemente, necesitamos de buenas escuelas y no de “ficciones educativas”. Recordemos que la sociedad es un sistema de relaciones entre los individuos que tiene por objeto la procreación, la defensa, los intercambios, la producción, etc. Con ese fin, la situación de los individuos en el seno del grupo y de los grupos en el seno de una colectividad debe ser significada. De tal manera, los ritos, las ceremonias, las fiestas, las modas, los juegos, son modos de comunicación por medio de los cuales el individuo se define en relación al grupo y el grupo en relación a la sociedad, a la vez que ponen de manifiesto el papel que allí cada uno asume. A través de sus actos, de su participación o su no participación, el individuo pone de manifiesto su identidad y su pertenencia al grupo. El protocolo y la etiqueta determinan la ubicación de las personas en un cortejo, alrededor de una mesa, etc. En este sentido hay que destacar la función de los saludos, que tienen por objeto iniciar o romper la comunicación según la relación que tengan los interlocutores: igualdad, superioridad, inferioridad, amistad, enemistad, indiferencia, deseo o negativa de comunicar. Los buenos modales, las buenas maneras y el saber estar son los signos por medio de los cuales el individuo manifiesta su pertenencia al grupo. Su conocimiento y su respeto por los usos lo identifican como un “hombre de mundo” o un “rufián”; son “contraseñas” y “signos de reconocimiento”. En este sentido tenemos que señalar que sería ideal, sería magnifico, que las personas pudieran combinar de manera armoniosa el “buen hablar”, según, por supuesto, las normas lingüísticas de su lengua y su dialecto, y el “buen estar” o “buenas maneras” de conducta, según las normas más elementales y universales de cortesía y protocolo. Una de las ciencias que ha logrado relacionar exitosamente los comportamientos sociales con los comportamientos lingüísticos es la Sociolingüística […] “La educación, cortesía, urbanidad [protocolos, etiquetas, etc.] son términos que todos conocemos y que no han variado [sustancialmente] su significado con el paso de los años [aunque sí se han ampliado, y mucho, las variantes significativas de estos términos según las culturas y las esferas de desempeño de los grupos humanos] La educación es un largo proceso, que comienza al nacer. Se refleja en cada actitud ante la vida, en nuestros gestos, en nuestra forma de hablar, en el tono de voz, en nuestra imagen física, en el respeto a nuestros semejantes… Supone la asunción de lo que llamamos modales, los comportamientos de cada persona que particularizan su personalidad entre el resto, que la distinguen y que reflejan su buena o mala educación. El diccionario de la Real Academia Española define “urbanidad” como «cortesía, comedimiento, atención y buen modo» y, en este sentido, el significado práctico del término ha ido perdiendo importancia con el paso del tiempo. Hace algunos años, en las escuelas, los profesores impartían a los niños una asignatura llamada urbanidad, en la que se les enseñaba cosas como la manera de sentarse o levantarse, tratar a los demás, utilizar los cubiertos en la mesa… las mínimas reglas básicas de educación. Esta asignatura se eliminó de los planes de estudio para que se abriera paso a otras materias, más útiles y de moda en los tiempos que corren. Ahora, en los colegios e institutos de secundaria se aprende informática, idiomas extranjeros, nuevas tecnologías, etc., y se obvia una materia imprescindible, necesaria para andar por la vida: la educación. Para convivir con el resto de los de nuestra especie hay que respetar una serie de reglas, normas que se incumplen en demasiadas ocasiones por pequeños, mayores y por miembros de todas las esferas sociales. Pautas sociales tan básicas como pedir las cosas por favor y dar las gracias, dar prioridad a las personas de mayor edad o no abusar de las palabras malsonantes se dejan de lado. Sin embargo, los modales nos distinguen y posicionan como personas. La cortesía y el saber estar se llevan allí donde uno va: en el hogar (con la familia), en la escuela, en el trabajo o en las relaciones de negocios. La persona que carece de estas virtudes, que ni siquiera las tiene en cuenta ni les da la importancia que realmente merecen, no es apta para convivir en armonía. La educación no puede ser una pose y debe surgir de manera espontánea, como un modo de ser inherente a cada persona. Debe ser un ejercicio diario, desde los primeros años de vida, una condición que se adquiere o no, que se aprende a tiempo o se convierte en una carencia difícil de cubrir. En 1853, Manuel Antonio Carreño publicó el llamado
Manual de urbanidad y buenas maneras, libro que llegó a ser un referente en [México,] Venezuela, en Sudamérica y en el resto del mundo. Desde entonces ha pasado siglo y medio, pero el texto de sobra podría valer para reflejar los comportamientos que la sociedad debe tener en cuenta para ser una sociedad “educada”. Éstas son palabras de Arantxa García de Castro, autora española de un texto excelente, que recomendamos en general a cualquier ciudadano, de cualquier país de cultura occidental y a personas que se desempeñan en situaciones de biculturalidad y pluriculturalidad, por el motivo que sea, a los maestros, a los educadores, a los instructores, a los comunicólogos, etc., pero que tiene que ser de consulta obligatoria para los especialistas en Imagen Pública, Ingeniería en Imagen Pública, Imagología, Sociología, Etología, Paisología, Protocología, Etiquetología, Hermenéutica Intercultural, Culturología, Traductología, Interpretología –es decir la ciencia que trata las técnicas, los modos, los procesos y los protocolos de la interpretación verbo-corporal en todas sus variantes”–, etc. Nos referimos al
Manual de las buenas maneras, que tiene su primera edición en Madrid, a cargo de la editorial LIBSA. Para considerar las particularidades pragmáticas de la cortesía, recomendamos: M. Victoria Escandell Vidal (1996). “El estudio de la cortesía”, en
Introducción a la pragmática. Barcelona, Ariel, 135-154 […] En cualquier proceso comunicativo que se realice entre los seres humanos hay que considerar a los hablantes ideales, a los discursantes ideales, es decir aquellos hablantes o discursantes que son portadores de todas las condiciones socio-lingüísticas, de todas las condiciones verbo-corporales, de todos los protocolos discursivos que un hablante o discursante o usuario de los lenguajes verbo-corporales “del contexto en cuestión” considera como ideales, suficientes, adecuadas, pertinentes, etc. La toma en consideración de las particularidades sociolingüísticas que porta un hablante es muy importante si recordamos que de ellas dependen en mucho la potencial atracción o el potencial rechazo que experimentarán los hablantes o usuarios de los lenguajes a la hora de establecer su comunicación (Abraham, 1981:244; Katz, 1966). Así por ejemplo, cuestiones como el origen de los hablantes, la cultura de los hablantes, la ideología de los hablantes, la categoría de los hablantes, la reputación, el prestigio, el liderazgo positivo, el liderazgo negativo, la raza, la imagen física o belleza o fealdad, la religión, el geolecto, el sociolecto, la pronunciación, el acervo léxico adecuado, el sexo o género, la simpatía, la pesadez, la versatilidad, el carisma, el poder de concentración y la no distractibilidad, el respeto, los problemas relacionados con la percepción, los rasgos y los elementos que se tienen en común, la gesticulación, la profesión, la especialización, los gustos, etc., afectan la competencia de los usuarios de los lenguajes y su sincronía interaccional, según sean los contextos discursivos públicos, especializados o laborales e íntimos o familiares, y según también la intercomunicación que se produce en las diferentes clases socioculturales y socioeconómicas. En la comunicación humana no sólo cuentan los idiomas, las lenguas, los dialectos, los lenguajes hablados y escritos, los lenguajes del silencio, los criterios en torno a los hablantes ideales, todos ellos con sus particularidades dentro de un mismo grupo sociolingüístico o en la comunicación intercultural, la comunicación interlingüística y la comunicación interdialectal, y con los conocidos problemas de equivalencias lingüísticas y gestuales: “[…] las unidades semánticas [así como también muchos de los gestos y mímicas] en el idioma o lengua original y al que se traduce tienen raramente significados iguales, pero ellos pueden funcionar igualmente en una u otra situación. […] El texto en el idioma de llegada debe corresponder, aunque sea con algunos rasgos distintivos, con el idioma de partida, y cuantos más rasgos distintivos de una situación dada coincidan con la significación contextual de los textos en las lenguas de partida y llegada, tanto mejor será la traducción” (Chernávina y Ruano, 1987a:
http://openlibrary.org/search?q=ruano+faxas&offset=20 ). Aquí es muy necesario que tomemos en cuenta los lenguajes corporales, debido a que éstos nos amplían la capacidad de entender el medio que nos rodea, la capacidad de entender al “otro”, a los “otros”, que interviene e intervienen en la comunicación diaria, habitual o especializada. Son muchos los grupos especializados que tienen que considerar este aspecto de la comunicación corporal, de los lenguajes corporales, en particular pedagogos, funcionarios, directivos, gerentes, sicólogos, sociólogos, siquiatras, trabajadores de aerolíneas y otros medios de transporte internacional que trabajen con grupos lingüísticos, grupos culturales y grupos étnicos diferentes, docentes, especialistas y grupos en general que trabajan con personas con discapacidades y limitaciones de todo tipo, etc., ya sean éstos niños, adultos o ancianos. El lenguaje corporal o lenguaje no verbal de tipo corporal transmite muchos significados y tiene diferentes objetivos, tales como: 1. Interés en otras personas, 2. Inicio y fin de una conversación, 3. Expresar sentimientos, 4. Impresionar e influir en otras personas. La imagen corporal, por sí misma, le “habla” a todos los componentes del “grupo”, personas que en promedio comparten códigos semejantes, de igual forma, parejo en promedio, salvo para aquellos “lectores” especializados, personas que pueden detectar signos especiales, que no todos pueden ver, y leerlos, decodificarlos, correctamente, en el mejor de los casos. Las imágenes corporales, las imágenes físicas de los seres humanos, han sido estudiadas desde muchas perspectivas, que han resultado en tipologías de gran ayuda para los especialistas en la imagen humana al nivel concreto de una ciencia y al nivel de la interdisciplinariedad. Es por esto que la imagen corporal, la imagen no verbal que se refiere al cuerpo humano, ya sea por la forma que presentan esas imágenes de manera general o debido a su estrecha relación con el discurso oral, debe ser explicada, en especial cuando el asunto es abordado por especialistas de una rama muy concreta de la imagen humana: comunicólogos, periodistas, pintores, escultores, dramaturgos, artistas, asesores de imagen, intérpretes, traductores, antropólogos, etnólogos, etólogos, filólogos, lingüistas, semióticos, semiólogos, traductólogos, cosmetólogos, cirujanos estetas, docentes y adivinadores. Tenemos que analizar, que estudiar, la comunicación corporal, la imagen corporal. Leer a la gente no es difícil, pero tampoco es como manejar un carro; no es una sola ciencia, sino el conjunto de conocimientos prácticos que se van adquiriendo con el tiempo, junto a muchos criterios y teorías salidas de muchas ciencias; es cuestión de saber mirar y escuchar; de tener paciencia para sacar, para extraer los datos necesarios de la persona o las personas analizadas, para identificar y comprender los patrones del lenguaje corporal, la voz y la conducta de cada individuo, la correlación comunicacional verbo-corporal en sus contextos específicos. En la práctica científica de “leer” a los demás no hay magia, no hay imaginería, sólo hay evaluaciones de patrones generales de comportamiento y desciframientos, evaluaciones que se han aprendido, a su vez, a través del tiempo, de la experiencia, y de muchos estudios y reflexiones interdisciplinarios y pluriculturales. También es verdad que algunas personas son algo así como lo que decía Sir Winston Churchill de Rusia: “un acertijo envuelto en un misterio dentro de un enigma”; pero éstas no son las muchas, sino las pocas, las extremadamente pocas personas; pero cuidado, que lo que sí sobra son los hipócritas y enmascarados, y a ésos sí que hay que dedicarles mucho más tiempo, y mucha más atención, en especial si se trata de pseudolíderes o líderes negativos o líderes fraudulentos que deciden la suerte de nuestras comunidades, que deciden la suerte del mundo. Si no puedes trabajar de manera profesional una imagen verbal, entonces abandona el trabajo y deja que otro colega (?) lo haga. Si no puedes trabajar de manera profesional una imagen corporal, entonces abandona el trabajo y deja que otro colega (?) lo haga. ¡Imagina entonces si pretendes trabajar la imagen “verbo”-“corporal” de una persona…! Si te metes en camisas de once varas, puedes pagar caro tu osadía con el desprestigio dentro del gremio. A la mayoría esto no le importa, pero si eres comprometido y sensato sé que sufrirás por estos errores, y creo que justamente de eso no se trata en la vida del profesional de la imagen verbal, del profesional de la imagen corporal, del profesional de la imagen verbo-corporal. En mi caso particular, como filólogo y sociolingüista de profesión, como imagólogo de profesión, después de más de treinta años de practicar de manera activa estas profesiones, desde muchos ángulos, lo que ya es una gran ganancia en este extenso campo, tengo que confesar que todavía paso trabajo a la hora de evaluar el lenguaje corporal de muchas personas y comunidades, en especial en estos tiempos de globalización, con tantos cambios de hábitos, tantas modas, tantas adopciones de protocolos foráneos, tanta pérdida de la cortesía tradicional, tantos “ires y venires” de clases sociales y clases económicas, tantas mascaradas, tantas pirotecnias discursivas… Esta tarea se me hace difícil en el trabajo y en la calle, en las consultas y en las reuniones sociales. Por eso, es imposible pretender que un curso exprés, que un estudio superficial y rápido, sin consultas de textos de clásicos del tema, sin análisis complejos de casos, de todo aquello que atañe al 93% de la comunicación, es decir la comunicación no verbal, la comunicación no verbal de tipo corporal, el lenguaje corporal, pueda convertir a un inexperto en un especialista del día a la noche. Esto sería utópico, por eso hay que trabajar duro y leer mucho, y leer, por supuesto, interpretando lo leído, sacándole la sabia del conocimiento a la lectura. Sé que esto en ciertos casos es un sueño guajiro, pero son mis pretensiones que mis alumnos lean, que investiguen, aunque su ubicación en países con barbáricos atrasos en la lectura, con deficientes sistemas educativos, con librerías tercermundistas, constituye el gran Goliat con el que tendré que enfrentarme… Sé que para muchas personas el estudio y análisis del lenguaje corporal, así como su uso correcto según sea el contexto –del mismo modo que sucede con el lenguaje verbal y sus variantes estilísticas y dialectales– podría considerarse como “una banalidad propia de un elitismo ocioso que finalmente no resuelve nada”, precisamente en estos tiempos en donde, tristemente, la mayoría de las personas tiene que luchar tanto para alcanzar las condiciones elementales de la vida, sin tiempo para “reflexionar” acerca de las conductas habituales de los seres que les rodean. Aquí, entonces, nada más habría que recordar que, en realidad […] es abrumadora la cantidad de gente que cada día, que cada hora, migra de un lado a otro, peor aún, de un lado atrasado y tercermundista en todos los sentidos a un lado desarrollado y primermundista en todos los sentidos… ¿y entonces qué…? […] muchas personas provenientes del tercer mundo creen que su vida como migrantes al primer está resuelta porque son “universitarios” (?) o porque “saben idiomas” (?)… ¡qué equivocados están…! […] en este sentido, la realidad, comprobada en la práctica cotidiana, es terrible para los migrantes o “espaldas mojadas” o “balseros” o “migrantes” o como se les quiera llamar en países como Estados Unidos de América, Francia, Gran Bretaña, Alemania […]
[…] en España los problemas no sólo no se acaban, sino que crecen como las sierpes de la cabeza de la gorgona Medusa, como he comentado ya: Los países hispanoamericanos –de donde somos la mayoría de los iberoamericanos, hispanos o latinos, grupos con características muy bien definidas pero también controvertidas (Cartagena, 2005)– siempre adoptaron –y señalamos aquí que algunos grupos en particular lo siguen haciendo hoy desesperadamente–, en mayor o menor medida, los modelos de España –hasta que se empezaron a adoptar modelos de Francia, Estados Unidos y la Unión Soviética, según los países, las épocas, las culturas y las líneas políticas–, de “los españoles [que] como personas, así como la historia de España o la cultura española, se distinguen […] sobre todo por presentar en forma exagerada y dramática, y casi siempre con violentas contradicciones, [sus] características humanas […] [de una] España [que] se opuso al mundo moderno: a la Reforma, a la ciencia, al progreso, a la libertad de conciencia y al libre comercio, al auge de la burguesía y al desarrollo industrial” (Sánchez Barbudo, 1980: 181), de una España que en “palabra hablada” y “palabra escrita” era la más fanática, que juraba defender el catolicismo a como fuera lugar, creando así una interminable lista de horrores contra el mismo pueblo español y su historia –muestra genuina de lo cual es el Franquismo, entre 1939 y 1975: se calcula que fue medio millón de muertos, aparte de los perseguidos, exiliados y desplazados–, contra las pueblos conquistados por España, contra las colonias españolas, y contra la evolución del pensamiento científico nacional e internacional (Figueroa, 2002) y los más elementales derechos humanos, de una España con una “masa popular” que no tenía otra cultura superior o enriquecedora que no fuera la religiosa (Alatorre, 1991: 189-192) y que todavía hoy, en pleno siglo XXI, sigue teniendo grandes problemas educativos (Ruano, 2007b; Sánchez Dragó, 2008), de una España y unos españoles –que como la mayoría de los pueblos, claro está– han vivido y viven aún cargados de “mitos” y “mitoides” (García de Cortazar, 2003; Miró, 1993), de una peculiar mitología bélica, que condicionan pensamientos y actos de la mayoría de los españoles, al nivel nacional e internacional; de una España marcada dolorosamente en la actualidad por los horrores de esa época terrible y fascista llamada Franquismo, de una España y unos españoles que en pleno siglo XXI siguen confundiendo “dictadura” con “movimiento político y social de tendencia totalitaria” (Ruano, 2007b); de una España simbólico-franquista desdibujada, principalmente en la persona del “rey espurio”, del “rey impuesto” por Franco: Juan Carlos de Borbón (
http://openlibrary.org/b/OL22709711M/La-XVII-Cumbre-Iberoamericana-en-Chile.-El-caso-Ch%C3%A1vez%2C-Ortega%2C-Rodr%C3%ADguez-Zapatero-y-Juan-Carlos-o-A-prop%C3%B3sito-de-las-nuevas-elecciones-2008-en-Espa%C3%B1a-o-La-trascendencia-del-%22%C2%BFPor-qu%C3%A9-no-te-callas%3F%22?%22 ; Sanz, 2006; Silva y Macías, 2003; Rodrigo, 2005); de un suelo español en donde todavía, a estas alturas, se oyen los gemidos de los cientos de cuerpos que fueron sepultados clandestinamente por Franco, de una España sin autorespeto (Sánchez Dragó, 2008;
http://www.youtube.com/watch?v=pZRe78L-W_k ). Pero hay que aclarar que es verdad que “Era imposible que las nuevas razas americanas hicieran su propio camino y desaprovecharan las rutas que ya estaban trazadas en el mundo. Los descendientes de los conquistadores tenían a través de la sangre española un vínculo con Europa y […] no podían ser indiferentes a los platillos que estaban servidos. Sentían, al contrario, gran deseo de comerlos […] Pero, en aquel momento, sí se encontraban en medio de un mundo primitivo que no respondía a sus necesidades” (Ramos, 2001:33). Sencillamente, al decir de Alfonso Reyes, fuimos “convidados al banquete de la civilización cuando ya la mesa estaba servida”. La decisión, o única opción, de adoptar muchos modelos españoles la seguimos pagando muy caro los hispanoamericanos, pero también los mismos españoles de España. Esa obstinación, esa soberbia, han creado odios y rechazos a España y los españoles. Por eso muchos pueblos del mundo han visto a España y a los españoles, y a sus descendientes conquistados, con desprecio, y con satisfacción, por los tantos fracasos de España y las colonias españolas a través de la historia y en la actualidad. Es un desacierto fatal copiar los modelos de vida de pueblos que a través de su historia han permanecido en la angustia de vivir en laberintos de fantasmas históricos, inquietudes, dudas, inseguridades…, y encima de todo eso, desenfrenados egotismos. Es un desacierto fatal cifrar esperanzas en pueblos y gobiernos que proyectan futuros fundamentados en nociones fabulosas del pasado […] España, hoy, todavía, no ha podido “cerrar con siete llaves el sepulcro del Cid”. Cuando vemos los terribles problemas de la España actual –principalmente esa triste participación de España (dirigida en su momento por un desgastado, aturdido, torpe y desinformado José María Aznar) en el ataque a Iraq–, la mayoría heredados del pasado, no podemos hacer otra cosa que recordar las palabras de Ortega y Gasset: “Dios mío, ¿qué es España?” (Ortega, 1990) […] Cómo esperar que a través de la “opinión pública” se pueda prever un comportamiento sensato y positivo, unos protocolos y unas etiquetas comunicativas sanas, respetuosas, adecuadas si, además de la agnosis, padecemos de amnesia. Cualquier cosa nos confunde, a unos más y a otros menos, pero nos confunde. Si en Estados Unidos –con todo su desarrollo económico, científico, sus grandes universidades, sus medios masivos de comunicación tan sofisticados, etc.– dos de cada cinco estadounidenses no saben qué partido –y sólo hay dos partidos– controla su parlamento, ni saben dónde están los países del mundo (Erikson y otros, 1988) –tal vez sí tengan una noción geográfica de aquéllos países a los que han atacado y a los que van a atacar–, y las mentiras y los crímenes internacionales de su partido gobernante, el Partido Republicano, y de su presidente, George Bush –como ya lo ha expresado de alguna manera el Partido Demócrata de este país y Barack Hussein Obama–, así como los desastres económicos, las terribles crisis financieras, de alcances internacionales y la recesión, creados por ambos, es decir gobierno y presidente, son de dominio público (Greenspan, 2007; McClellan, 2007; Krugman, 2004; Krugman, 2008); y en España, todavía hoy, en pleno siglo XXI, los criterios, incluso de las clases “culturalmente altas” (?), que se tienen generalmente acerca de América Latina y de otros pueblos, sus dirigentes, sus religiones, sus capacidades bélicas, sus estrategias y tácticas, que se tienen acerca de los protocolos y las etiquetas más elementales, en verdad dan risa (Ruano, 2007b)…, ¿o pena? Entonces imaginemos cómo andan las opiniones (?) por acá por Iberoamérica […]Para quedar bien y caer bien en cuestiones de comunicación humana en los discursos nuestros de cada día en la vida pública, en la vida laboral o especializada y en la vida íntima o familiar hay que tener conocimientos de muchas más cosas que el lenguaje verbal, hay que saber hacer muchas más cosas que mover el cuerpo, hay que dominar el arte de los protocolos y las etiquetas, y en situaciones de globalización discursiva esto va todavía más allá: aquí, en este tipo de comunicación verbo-corporal globalizada, es decir en este tipo de comunicación verbal y de comunicación no verbal tan disímil y polifacética, hay que conocer –o por lo menos saber que existen– toda una serie de “vericuetos culturales” y “toques de variabilidad carismática”, llamados generalmente realias, culturemas, “puntos ricos o rich points”, etc. (Ruano, 2002b), que nos brindan todo un arsenal multisensorial de estrategias emisoras-receptoras de comunicación que nos ubican en la posición de los verdaderos y reales controladores de los discursos, precisamente por el conocimiento que llegamos a tener de las más versátiles situaciones discursivas de la cultura que sea, en el idioma que sea, en el dialecto que sea, en la clase social que sea… Recordemos que los signos, los signos que sean, verbales o no verbales, están ahí, en el ambiente discursivo, en la interacción discursiva, pero que sólo “se actúan”, “toman vida”, “se prenden”, “saltan comunicativamente”…, cuando los usuarios que intervienen en el discurso manejan “el mismo código” discursivo para esa secuencia oracional verbo-corporal o verbal-no verbal y para ese contexto discursivo en concreto, que está rodeado de toda una serie de “situaciones contextuales”, o lo que es lo mismo que dos o más personas entren en interacción discursiva verbo-corporal, o verbal, o corporal, o verbal-no verbal, o no verbal, etc., durante un tiempo determinado en un lugar concreto con entorno especificable, etc. (Dittmar, 1971). Justamente en el conocimiento y la práctica de los variados protocolos y etiquetas según los contextos discursivos verbo-corporales está el quid del triunfo social, justamente ahí radica el arte de quedar bien y de caer bien. En este sentido, recordemos: ¿qué hace una persona común todos los días? Se levanta e interactúa con su familia, con sus hijos, los prepara para desayunar e ir a la escuela, ahí habla y gesticula “familiarmente” con los componentes del núcleo familiar; luego sale a la calle, lleva a sus hijos a la escuela, ahí habla con los profesores de la escuela, sigue camino a su trabajo, va por la calle, toma el bus, el metro, el tren, el coche, el taxi, y ahí emplea un lenguaje verbo-corporal “público”, con palabras y gestos de saludo, con frases que contienen mensajes de “buenas”, “hola”, “permiso”, “disculpas”, “por favor”, “permítame”, etc., y luego llega a su trabajo, en donde también saludará según los protocolos de salutación de las diferentes áreas, países y esferas socioculturales, pero aquí interactuará con personas “profesionales”, “técnicos”, con subordinados y superiores, y todos ellos emplean lo que se llama “lenguaje profesional”, “lenguaje especializado”, “lenguaje técnico”, que se caracteriza por ciertos comportamiento “profesionales” tanto en el aspecto del lenguaje corporal como en el aspecto del lenguaje verbal. En este caso del lenguaje verbal en el plano especializado o profesional o técnico, las “palabras comunes” son sustituidas con mucha frecuencia por los “términos”, e inclusive la palabra común puede adoptar aquí una significación no común, no habitual, sino una significación especializada (Ruano, 1989; Chernávina y Ruano, 1987a:
http://openlibrary.org/search?q=ruano+faxas&offset=20 ; Chernávina y Ruano, 1987b:
http://openlibrary.org/search?q=ruano+faxas&offset=20 ). Creemos conveniente abundar un poco en torno a la sobreactuación discursiva. La sobreactuación discursiva se presenta en contextos sociolingüísticos en donde aparecen, de entrada, “protocolos en conflicto”, en donde existen “limitaciones” en el uso de los lenguajes, limitaciones con, por ejemplo, el lenguaje verbal fonéticamente articulado, el fondo léxico pertinente, las destrezas sintácticas y estilísticas, las variantes de analfabetismo, etc. –recuérdese aquí, por sólo poner un ejemplo, el rostro de un niño que desea comunicar algo pero que no lo puede hacer con palabras: ¿cómo son sus gestos?, ¿cómo es su expresión facial?, ¿qué caras pone?, ¿cómo mueve sus hombros, brazos y manos?–, y también cuando aparece cualquiera de los cuatro tipos de manipulación (Ruano, 2003a:
http://openlibrary.org/search?q=ruano+faxas&offset=0 ), y por ello el cuerpo, los gestos, las muecas, el lenguaje corporal, la expresión facial, junto a ruidos y sonidos, desempeñan un papel primordial en la comunicación, como sucede, verbi gratia, en el cine mudo o cine silente, en el teatro, en las comedias, en el circo, en las carpas, en el lenguaje de signos o lenguaje de sordo-mudos, etc. Pero inclusive en los inicios del cine mudo muchos directores de películas recriminaban la sobreactuación de los actores que provenían del teatro, la sobreactuación que se producía en el teatro para que los espectadores, que estaban alejados de los actores, pudieran ver y entender los diferentes actos que se producían ahí, la sobreactuación que estaba bien para el teatro, pero que ya para el cine no era conveniente por verse artificial y desajustada. Imaginemos entonces en la actualidad, en el cine sonoro y en la comunicación que se produce en la vida “normal” y “civilizada”. Si los usuarios de los lenguajes, cualquiera que sean éstos lenguajes, tuvieran una idea, aunque sólo fuera somera, del significado social y del significado psicológico de la sobreactuación en la comunicación habitual humana, de las cargas negativas, degradantes e involucionantes que tiene la sobreactuación en la comunicación humana actual entre adultos normales, de lo evidente que es con la sobreactuación la falsificación del buen gusto discursivo y el atentado a la espontaneidad expresiva, y concretamente al nivel de las lenguas civilizadas, al nivel de los grupos sociales civilizados e instruidos “de verdad”, por supuesto que no la emplearían (Ruano, 1994) […] Usted no puede olvidar que los niños también tienen su “imagen pública”, que los niños también tienen sus “protocolos” y sus “etiquetas” (Sáenz y Crespillo, 1990; Sánchez, 1999; VV. AA., 2000), y que ellos valoran a los demás y también son valorados por los demás, niños y adultos, en la escuela y en la vida pública. En estos casos de rechazo social a infantes, lo primero que usted tiene que hacer es ver si la niña o el niño está siendo rechazado porque tiene una conducta parecida o una conducta idéntica a la suya, es decir, la conducta verbo-corporal de sus padres o familiares cercanos, que a su vez también son rechazados o marginados socialmente. Esto es muy común, porque las conductas de los padres y de los familiares y amigos cercanos son copiadas por los niños: “hijo de tigre, pintito”, “hijo de majá, sale pinto”, “de tal palo, tal astilla”. Si éste es el caso, pues corríjase usted primero, por lo menos inténtelo a ver qué pasa, y luego trate de dar un buen ejemplo a su familia con su forma de hablar, con su forma de gesticular, con sus hábitos de comer, con su aseo personal y su forma de vestir, con las formas de interrelacionarse con los demás, con sus protocolos y etiquetas, etc. […] El acto de fumar está relacionado con los “protocolos de la fuma” o “protocolos de los fumadores”. Fumar es una de las tantas tradiciones; pero también es un hábito que se relaciona con situaciones sicológicas especiales, con la “succión no nutritiva” y los llamados “pezones ciegos” (Morris, 1994:180-183). La historia del tabaco (Llanos, 1985) y el acto de fumar están ligados directamente con la historia del Continente Americano, en donde se registra la planta de tabaco hace unos 8000 años aproximadamente. La historia del tabaco también está estrechamente ligada a la historia de la Conquista, a la historia de Latinoamérica –todo parece indicar que fue Bartolomé de las Casas el primero en relatar, en 1527, en una lengua europea y de manera escrita, el uso del tabaco y las formas de fumar. Al respecto puede consultarse su obra Apologética historia de las Indias–, a la historia de las religiones, de la Inquisición, de la brujería, de la santería, a la historia de los más exclusivos, exquisitos y elevados protocolos y etiquetas del mundo entero, tanto entre hombres como entre mujeres…: Una de las plantas estimulantes que más importancia tiene en el mundo actual es el tabaco, otra solanácea del género Nicotiana, nombre dado por Linneo en honor del embajador francés en Portugal, Jean Nicot, quien introdujo el tabaco en Francia, para unos en 1560 y para otros en 1579. Si bien es cierto que existen varias especies del género utilizadas como fumatorio y masticatorio, solamente dos se difundieron en el resto del mundo: Nicotiana rustica y Nicotiana tabacum. La primera especie fue la enviada por Francisco Hernández al rey Felipe II en 1558, alabando sus virtudes medicinales. En el siglo XVI también alcanzó Europa la otra especie, es decir Nicotiana Tabacum, la de cultivo más común en todo el mundo […] La práctica de fumar se inició entre los aborígenes americanos, quienes también inhalaban el humo despedido de las hojas quemadas, o masticándolo. En Europa se empezó a fumar hacia 1586; era consumido en forma de rapé por los franceses y en pipa [recordemos que desde la prehistoria se registra el uso de las pipas por los suramericanos, y que en México también se registra el uso de las pipas por los nativos mucho antes de la llegada de los europeos del siglo XV] por los ingleses (Martínez, 1988: 49) […] El tabaco no solamente se ha fumado y se fuma; también se ha aspirado, masticado, tomado, comido, untado en el cuerpo, usado como colirio y empleado como lavativa, lavado anal o enema. Éstos han sido los usos que, tradicionalmente, los indígenas de América y los ciudadanos de otros continentes le han dado a los puros. Pero, al parecer, el tabaco o puro también puede ser empleado en otros “actos fantasiosos”, como nos ha mostrado la prodigiosa imaginación sexual del ex-presidente norteamericano Bill Clinton –al respecto puede consultarse la siguiente página en Internet:
http://www.yatv.com/video/yatv2_video_n_219894_1.html# –. Todos conocemos las estrictas restricciones acerca de fumar y las actitudes cada vez más hostiles contra las tabacaleras, los productores de tabacos y cigarros, los fumadores, etc., más los daños que ocasiona este hábito a la salud de los fumadores activos y los fumadores pasivos –incluyendo al feto–: “El consumo del tabaco, planta estimulante de origen americano, está sólidamente arraigado entre los usos y costumbres sociales de muchos países que desconocían sus propiedades hace solamente cuatro siglos” (Martínez, 1988: 46). No obstante, es muy frecuente que en determinadas ocasiones, especialmente las grandes ocasiones, según las esferas sociales y sus tradiciones y protocolos, los hombres y algunas mujeres fumen puros, lo que se considera entre muchos grupos un signo de distinción, de elegancia, de poder, de bonanza y de buena imagen. En estos casos, recomendamos consultar las normas de la etiqueta del fumador de puro, porque es evidente que la mayoría de las personas que fuman puros en sociedad en muchos lugares, y en este caso concreto en el Distrito Federal, no conocen en parte o en lo absoluto esta exquisita tradición y sus rigores. En lo tocante a la etiqueta del fumador de puros, de la misma manera que para cualquier otro fumador de cigarros, es necesario tener en cuenta que no en todos los países y culturas está bien visto o es de buen gusto el encender el cigarrillo o puro al otro o la otra: vecino o invitado, funcionario o nuevo colega, asistente al evento o transeúnte, salvo ciertas circunstancias como cuando un mesero o sirviente se acerca para prender o encender tu cigarro, puro o tabaco. En algunos lugares, esto puede ser visto como una invasión a la privacidad y al espacio personal, como una violación al protocolo personal del acto de fumar, puede ser visto como una ofensa o un desconocimiento del acto de fumar, especialmente si lo que se va a fumar es un puro y más concretamente un excelente puro. De aquí que recomendemos que tanto funcionarios como ejecutivos, que constantemente están en estrecha relación con otros grupos culturales, con otros grupos sociales, se asesoren de manera correcta al respecto de los protocolos del puro, y tomando en cuenta también que el tabaco se cultiva en muchos países, en más de 125 países, entre los cuales los mayores productores son China, India, Brasil, Estados Unidos, Turquía, Argentina… (Mackay y Eriksen, 2002). Los mejores puros son los de Cuba, y también son agradables –pero jamás comparables– los puros de Santo Domingo e Indonesia. En Cuba hay tres provincias en donde crece el buen tabaco: Oriente, Las Villas y Pinar del Río. Justamente la tierra roja del lugar llamado Vuelta Abajo, en la provincia cubana de Pinar del Río, hace al tabaco cubano inigualable. Además, Cuba esta situada muy cerca del Trópico de Cáncer, con una humedad relativa del 79% y una temperatura media de 25 grados, lo que hace el ambiente ideal para mantener a los puros, tabacos o habanos frescos, en perfectas condiciones. Dentro de las restricciones más severas en cuanto a la fuma de puros, en este caso solamente de puros cubanos, están las leyes estadounidenses, que prohíben terminante la compra-venta y la fuma de puros cubanos en territorio de ese país, y que pueden llegar a sancionar hasta con 250 000 dólares de multa y/o 10 años de cárcel a una persona, y un millón de dólares de multa a una empresa o institución que violen esta ley. Por esto, justamente, los cubanos le llamamos al puro cubano en Estados Unidos “El Fruto Prohibido”. Como es conocido por todos, estas leyes estadounidenses que prohíben el consumo de puros cubanos en ese país son infringidas constantemente, a todos los niveles y en todas las esferas sociales, con todo y el alto riesgo que la infracción trae consigo. Con frecuencia se observa que muchos estadounidenses burlan las leyes de su país para asistir a las célebres reuniones de fumadores de habanos en Cuba, y para asistir también a los postgrados que sobre los protocolos del puro, tabaco o habano se imparten en cuba […] “Tabaco” es palabra que proviene del árabe tubāqe. En Cuba, por su tamaño y grosor, generalmente se les conoce a los puros o tabacos por once nombres. Si usted quiere impactar, hacerse notar, en una reunión social, lleve un Cohíba, que los que conocen de puros le envidiarán. Si es hombre, puede llevar un “Espléndido”, un “Corona Especial”, un “Siglo V”, etc.; si es mujer, éstos no le quedan; en este caso para usted es mejor un “Panetela” o un “Exquisito””; son de más caché entre las mujeres. Los puros cubanos han alcanzado en el mercado internacional el precio de 400 y 500 dólares por unidad, cada puro. ¿¡Por qué será!? […] En los lugares en donde hay muy poca humedad, los puros, tabacos o habanos deben ser guardados en un humidor, es decir una caja de madera especial que guarda la humedad y que la mantiene adecuadamente, a unos 21 o 22 grados de temperatura y entre 70 y 72% de humedad, lo que es medido por el higrómetro […] Muchas personas cortan los puros. Aclaramos aquí que no es habitual que nosotros los cubanos cortemos los puros con cortapuros, sino que lo hacemos con la boca, con los dientes; pero si es de su agrado cortar los puros con cortapuros, le recordamos que puede hacerlo de variadas maneras […] Los puros también están relacionados con la historia del smoking –en Estados Unidos al smoking se le llama tuxedo, de Tuxedo Park Club, en donde se estrenó por primera vez en este país esa prenda de vestir en 1866. Lo llevaba puesto Griswold Lorillard, un rico y elegante miembro de la alta sociedad–. En Inglaterra aparece en el siglo XIX esta prenda exclusivamente para ir a los clubes de billar y fumar puros […] El vestuario, la ropa, la joyería, los accesorios, los maquillajes, son un poderoso lenguaje que identifica, que une y que también separa, tanto a los grupos sociales como a las personas en particular. Así ha sido en el pasado y así es, también, en la actualidad. Lo ideal y práctico sería basarnos en el dicho popular que dice que “de la moda, lo que te acomoda…”; pero, como sabemos perfectamente, “del dicho al hecho hay un gran trecho”: tenemos que vestirnos según las temporadas, el clima y las ocasiones, es decir los protocolos y las etiquetas. Se ha dicho con frecuencia que “uno se viste como piensa”, y es verdad. Uno no solamente se viste como piensa, sino que también los ecosistemas, los estados de ánimo, los patrones sicológicos y sociológicos, influyen decididamente en la imagen física de los grupos sociales y de las personas. En los países en donde existe una marcada diversidad cultural y religiosa, el uso de “identificadores socioculturales y socioconfesionales” a través del vestuario es un problema, sin duda alguna, porque todos conocemos perfectamente la historia de conflictos, de todo tipo, entre los grupos religiosos, en especial entre judíos, árabes y católicos o cristianos, una lucha que se ha dado y se sigue dando, y que por supuesto también se seguirá dando, entre estos grupos diferentes y también dentro de cada uno de estos grupos, entre sus diferentes sectas y tendencias, una lucha que en la inmensa mayoría de los casos está cargada de las más terribles historias, las más despiadadas persecuciones, los más brutales genocidios y holocaustos, etc. E inclusive en los países en donde existen reglamentos sociales bien marcados en torno al respeto a los derechos humanos, a la libertad, a la democracia, al laicismo, al concepto de “república” y a la convivencia social, en donde existen leyes bien establecidas y que se cumplen –o por lo menos se cumplen más que en los países en donde es famoso el “incumplimiento” de las leyes y la corrupción de todo tipo–, este asunto de la portación de vestimentas y accesorios identificadores de afiliaciones religiosas es todo un problema […] Etiqueta es la ceremonia o acto que tiene que realizarse según el tipo de acto o actividad. También tiene que ver con el vestuario y la imagen física que debe portarse según los tipos de actos o actividades […] Una cosa es estar a la moda, seguir los hitos de la mota, preocuparse por estar a tono con la moda, que es lo que hace la inmensa mayoría de las personas, y otra cosa es ser la líder o el líder de la moda, ser la moda misma, es decir personas que, de manera individual, libremente y con mucho “glam” –glamour–, imponen las tendencias de la moda, como son los casos de la estelar, multifacética, hermosa y sensual Madonna –cantante, compositora, actriz, bailarina, productora, directora de cine, diseñadora de moda y escritora–, que en cuestiones de ropa, vestuario y modas es todo un espectáculo comparable con el espectáculo de magia y vestuario de David y Dania –
http://www.costumechange.com . Para considerar el arte en la transformación de vestuarios de David y Dania, véase, por ejemplo:
http://www.youtube.com/watch?v=XZodSCsMiBk y
http://www.youtube.com/watch?v=-p40L8amjjA&feature=related –, y del astro futbolístico inglés David Beckham. Los personajes más destacados de la sociedad –de cualquier sociedad: nacional, internacional, moderna, civilizada, occidental– suelen preocuparse más por vestir ropas más elaboradas y caras, y tienen mucho cuidado en la selección no sólo del modelo, sino también de las telas (Beltrán, 1993). Muestra de esto es el cambio “del día a la noche” que se produce en la imagen física de la mayoría de los individuos que logran ascender de clase socioeconómica, en los funcionarios, en especial los del área política y gubernamental, que al elevarse precipitadamente en su rango, y desconocedores de las múltiples y sofisticadas exigencias del buen vivir de las variadísimas altas esferas internacionales y de sus complejos laberintos de emociones y sensaciones, intentan por todos los medios, y en este caso a través de las buenas y caras marcas de ropa –obviamente casi siempre extranjeras–, dejar atrás el pasado de limitaciones tercermundistas, el pasado pueblerino y bucólico, e intentan brindar a su “nuevo mundo” una “nueva imagen civilizada (?), glamourosa (?), a lo europeo (?)”. “Desgraciadamente” (?) esto no siempre se logra: “El hábito no hace al monje”, frase que día a día los medios de comunicación confirman. Sucede que muchas personas olvidan que una “buena imagen” no se consigue solamente con una buena ropa. Con sólo ponernos unas “garras” de marca, de diseñador exclusivo, no alcanzamos esa imagen maravillosa que todos los que andan tras el triunfo desean. La “buena imagen”, más que nada, se logra con la gracia, el carisma, el buen gusto en general, la elegancia del porte o compostura, la distinción y naturalidad de los gestos y, de ser posible, un físico grato. Y en las sociedades civilizadas, respetuosas de la ley y de los más elementales códigos sociales, en esa “buena imagen” deben aparecer la cultura internacional, la cultura globalizada, el conocimiento artístico, científico y técnico, la lucidez del pensamiento, la armonía lógica de los lenguajes verbo-corporales, y también la marca de la honestidad, de la moralidad, del prestigio, especialmente en los funcionarios públicos. Para tener una buena imagen en el mundo desarrollado son muchas las inteligencias, los hábitos y las habilidades que se exigen (Ruano, 2003a). ¿De qué sirve una buena y cara ropa, una ropa de marca, en un rostro rústico, incivilizado o presocial? ¿Acaso el “hábito puede hacer al monje” reconocidamente desprestigiado, inmoral y corrupto? Un cuerpo desagradable o una figura desprestigiada o inmoral, aunque esté cubierto con el mejor de los hábitos, con la mejor de las ropas, solamente nos recuerda el dicho popular “La mona, aunque se vista de seda, mona se queda”. ¡Por eso, justamente, las exigencias que tenemos que tener con nuestro cuerpo y nuestro prestigio son muchas, muchísimas! Así es la vida moderna en las culturas civilizadas, y así es de difícil el camino del éxito. Afortunadamente, y para nuestra tranquilidad, en el mundo moderno existen cientos de libros y revistas que desempeñan la función de prontuarios o manuales de moda, estilo y protocolo, muy prácticos, que ayudan mucho a los hombres y las mujeres habituales, trabajadores, amas de casa, empresarios, etc., que desean dar una buena impresión a los demás a través de su forma de vestir, y existen muchos cursos de adiestramiento de imagen pública, a precios módicos y destinados a públicos variados. Y para los más ricos, los buenos y exclusivos asesores de Imagen Física. El principal factor determinante del tipo de ropa en las diferentes épocas y lugares es el clima: “La primera sorpresa que se llevó Cristóbal Colón el 12 de octubre de 1492 en la isla Guanahaní fue encontrarse unos habitantes que no vestían como los chinos ni como los indios [habitantes de la India], sino que iban “como su madre los parió”, en buen decir de don Cristóbal” (Lucena, 1988). En la evolución de la indumentaria también han influido los diferentes estilos o modas, los materiales y tecnologías disponibles, los códigos sexuales, la posición social, las migraciones humanas y las tradiciones. Queda claro que tanto el estilo como la moda: adornos y accesorios, son temas obligatorios a la hora de analizar la imagen corporal, el lenguaje corporal: Los adornos y los accesorios que emplea una persona pueden proporcionar pistas sobre su religión, estudios, aficiones, gustos y nivel económico. La ropa puede reflejar un determinado sistema de valores o estilo de vida. Y los hábitos de preparación personal pueden reflejar muchos aspectos del carácter. Pero aunque se consideren en conjunto, muchas veces estos elementos reflejan sólo los valores y la imagen que esa persona quiere proyectar de forma consciente en un momento dado […] Una ropa, un maquillaje o un peinado inapropiados, al igual que los gestos y las posturas inapropiadas, pueden reflejar muchas cosas. Hay varias posibilidades: Dejadez, Descuido, Pocos recursos económicos, Esa persona quiere llamar la atención, Un carácter artístico o excéntrico, No tiene sentido común, Valora sobre todo la comodidad en el caso del atuendo, Intenta demostrar que es espontánea, rebelde o inconformista y que no le importa lo que piense la gente, No le han enseñado a vestirse y a comportarse correctamente, En insensible y desconsiderada con los demás, Intenta imitar a alguien a quien admira –a una estrella de cine, televisión, un cantante, un líder gubernamental, monárquico o político, No tiene el atuendo adecuado para la ocasión, Tiene otras preocupaciones que son para él o ella más importantes, como criar animales, viajar, leer, etc., Es un naco, cheo o guacho, En un nuevo rico sin gusto, Es rústico, Está o se ve “chido” […] El aspecto físico es una de las muchas piezas que utilizarás para componer el puzzle [rompecabezas] del carácter de una persona. Pero es una pieza importante, y, como las demás, requiere una advertencia: las cosas no son siempre lo que parecen […] La gente cuyo aspecto se sale de la norma suele resultar incómoda, y la gente tiende a ignorarla […] Además de tener más de un significado, los rasgos físicos se pueden cambiar de un día para otro dependiendo de la situación […] El mensaje que envía el aspecto exterior de la gente es normalmente un poco más sutil. Casi todos los rasgos de la apariencia de una persona apuntan en varias direcciones, a lo cual hay que añadir el lenguaje corporal, el entorno y la voz (Dimitrius y Mazzarella, 1999: 69-74) […] Por supuesto que no podemos tratar el tema de “protocolo y etiqueta” sin considerar lo que es “sociedad”, lo que significa “sociedad”. ¿Qué entendemos, generalmente, por sociedad?: Sociedad es un conjunto o grupo de elementos vivos que tienen objetivos, fines, finalidades, conductas, comportamientos y culturas semejantes. Las sociedades animales reciben el nombre de los animales que la componen: sociedad de hormigas, sociedad de mariposas, sociedad de primates, sociedad humana, sociedad de ballenas, etc. Las ciencias que tradicionalmente han estudiado las sociedades y sus comportamientos son la Etología y la Sociobiología. En la medida en que se produce el desarrollo científico y técnico, van apareciendo nuevos enfoques para el estudio de las sociedades. Así, por ejemplo, hoy son muchas las ciencias que desde ópticas y enfoques diferentes estudian nuevos tipos de sociedades como la sociedad virtual, es decir grupos humanos que interactúan en el ciberespacio. Las sociedades humanas también se refieren a grupos jurídicos, económicos, mercantiles, científicos, técnicos, académicos, políticos, sindicalistas y a grupos con ciertos perfiles que pueden ser “perfiles evidentes” o “perfiles crípticos”, como algunas religiones, logias, grupos de santeros, grupos con perfiles de perversión, grupos clandestinos, etc. La sociedad humana, lo que generalmente también se considera como un hábitat, es una reunión permanente de personas, pueblos o naciones, que conviven y se relacionan bajo leyes comunes; es la agrupación de individuos con el fin de cumplir, mediante la mutua cooperación, todos o algunos de los fines de la vida o el conjunto de personas que viven según unas determinadas formas de comportamiento. La sociedad humana posee sus divisiones en clases, en grupos, en estratos, en niveles, en categorías, etc. Dicho con otras palabras, la comunidad social es el conjunto de individuos que tienen en común determinada cultura, y que, por diversos motivos, se sienten vinculados entre sí por una organización sociocultural dada y se reconocen como no partícipes en las culturas de otros conjuntos de individuos. Como tales, se definen como miembros de esa comunidad determinada. Entonces, podríamos decir, por ejemplo, que la comunidad social mexicana, que la sociedad mexicana, es la suma de los hábitos de comportamiento, del patrimonio de ideas y valores –con las normas y actitudes relacionadas y/o derivadas de ellos– y de las organizaciones sociales, etc., elaborados por un grupo de más de cien millones de personas que se reconocen participantes de esos hábitos, normas, actitudes, protocolos y organizaciones y sienten, por lo tanto, como distintos a los propios, los hábitos, las normas, las actitudes, los protocolos y las organizaciones de otras culturas; en consecuencia, sienten como distintos a los miembros de las comunidades sociales portadoras de esas otras culturas. Un ejemplo de todos esto es México: Bajo el nombre de “Estados Unidos Mexicanos” se agrupan comunidades divididas en más de 62 lenguas nativas, indígenas, y unos 90 pueblos, aparte del idioma español, que es la “lengua nacional”. Además de esto, en México existen muchas comunidades “minoritarias”, descendientes en la mayoría de los casos de migrantes, que desempeñan un relevante y decisivo papel en la economía, la política y la cultura, como es el caso de la comunidad mexicano-hebrea y mexicano-árabe. En el México del siglo XXI son más de tres millones de individuos, pertenecientes a grupos indígenas, que ni hablan ni escriben la lengua española. Solamente el Estado de Oaxaca presenta un complejo panorama social, político, económico y lingüístico en el cual conviven unas 13 lenguas indígenas junto al idioma español. Los grupos sociales, las clases sociales, las divisiones sociales, están inmediatamente relacionados con la llamada división idiomática o fronteras lingüísticas y, también, con las fronteras gestuales. Generalmente la división en clases se manifiesta al exterior como una diferencia de posición económica. Hay en la sociedad una capa de hombres que tiene que trabajar duramente todo el día para ganarse el sustento de la vida y hay otra capa que dispone de un cierto “tiempo suficiente”, es decir, que sólo tiene que dedicar parte de su tiempo a ganarse aquel sustento, y, además, puede elegir la medida y la índole de su trabajo. La pertenencia a una de estas clases está determinada en primer término por el nacimiento. Proceder de la una o de la otra clase da una esperanza de permanecer también en ella. Desde luego, sólo una esperanza, pues entre las clases tiene lugar un trasiego continuo. Unos suben, otros bajan. Las razones están, en primer lugar, en las cualidades personales. Altas dotes intelectuales, gran habilidad, energía, constancia, aplicación…, pueden allanar el camino hacia la clase alta; y, con frecuencia, necedad y pereza…, etc., llevan a la larga a descender a la clase o capa inferior. Hay instituciones sociales que dificultan o estorban un tal intercambio, pero las medidas de esta índole pueden esquivarse. Y es que junto a las cualidades personales hay que anotar el factor “fortuna”, “favor”, “azar”, que son fuerzas ulteriores que contribuyen a romper las fronteras, los límites, entre las clases. Los motivos principales en base a los cuales las comunidades se reconocen como tales –y distintas de otras comunidades– pueden ser étnicos, políticos o relativos a un aspecto de la cultura –como la lengua, la religión, la educación, la economía, la técnica, el folclor, la música, el baile, la gastronomía, los protocolos, las etiquetas, los gestos, las muecas, los hábitos, los gustos, las tradiciones, etc.–. El distinto grado de participación y usufructo de los recursos instrumentales de una sociedad y la distinta actitud frente a aspectos de la cultura de una comunidad diferencian, dentro de las comunidades sociales, a las clases sociales. Una clase social, como sabemos, es el conjunto de individuos que tienen características esenciales comunes e intereses particulares, diferentes o en contradicción, con los de otras clases. Las características que distinguen a las clases pueden ser de diversos géneros, pero en las sociedades modernas –en general– es el patrimonio el principal determinante de clase –lo que implica discriminantes tales como el ingreso, la educación, la instrucción escolar, la movilidad, el acceso al poder político, etc.–. Clases sociales y grupos sociales se interceptan recíprocamente: dentro de un grupo puede haber varias clases, así como que dentro de una clase puede haber varios grupos. El concepto de grupo social es un concepto no orientado, pues implica diferenciaciones dentro de una comunidad, pero no una “escala”; el de clase social, en cambio, es un concepto orientado, que implica diferenciaciones, y también, una jerarquía dentro de la comunidad. El grupo social se determina en base a criterios de homogeneidad y de cohesión de los miembros. El principal factor determinante de un grupo es, quizás, la copresencia de los individuos en un mismo territorio, más o menos delimitado; es decir, un factor geográfico. El factor geográfico, sin embargo, no es pertinente a la definición de las clases sociales. Un mecánico de la región de Querétaro, en México, y un tornero de Miami, en EE. UU., pertenecen a dos grupos distintos, pero a la misma clase; el presidente municipal y el barrendero de un pueblo de Querétaro pertenecen al mismo grupo, pero a clases distintas. A la hora de investigar, de analizar, a los grupos humanos hay que tener mucho cuidado con los criterios de evaluación que consideramos, que tomamos en cuenta, en especial en los tiempos modernos, caracterizados por una gran movilidad étnica, una gran movilidad grupal, y encuentros interculturales […] Muchos grupos, en apariencia, pueden “parecer” iguales o semejantes; pero la realidad es otra o puede ser otra. De tal manera, podríamos mencionar aquí la diferencia entre los grupos de maestros de América, África, Asia y Europa; la diferencia de los médicos en México, Suecia, Cuba, Estados Unidos y Senegal, etc.; la diferencia entre los escritores y periodistas de un hemisferio y de otro; la diferencia entre las amas de casa de Europa y América; la diferencia entre los educandos de Europa y América y el resto del mundo, o de Canadá y Estados Unidos, por un lado, y de la otra América, por otro lado; la diferencia entre los políticos y los aparatos gubernamentales, etc. Un ejemplo extremo para analizar hasta dónde pueden llegar las diferencias entre grupos aparentemente semejantes es la de los grupos indígenas de América. Es habitual que cuando hablemos de los grupos indígenas de América pensemos en la pobreza, e inclusive en la pobreza extrema. No es necesario cuestionarnos aquí el porqué: la realidad multisecular lo dice todo. Pero sucede que mientras que los grupos indígenas latinoamericanos, las tribus indígenas latinoamericanas, en su totalidad, siguen en un estado de extrema pobreza cabalgante, inclusive las tribus ubicadas en las zonas más ricas de América, como sucede con los pueblos, etnias y tribus indígenas de Chiapas, en México, o las del Amazonas, en Brasil o Venezuela, un grupo indígena o tribu indígena de Estados Unidos, la tribu Seminola, ubicada en Florida, se puede dar el exclusivo lujo de hacer negociaciones con la cadena de casinos y restaurantes Hard Rock Cafe para comprarlos en una cantidad que oscila aproximadamente los 965 millones de dólares. Diferencias de este tipo son las que hacen a este mundo más terrible y, por supuesto, explosivo (Ruano, 2003d). ¿Y cómo funcionan los grupos especializados, las “sociedades” laborales, las áreas laborales, en nuestra América?: En nuestros días de “globalización”, de “internacionalización”, pero también de una tremenda y ascendente confusión e inestabilidad al nivel internacional, es habitual que los grupos que trabajan en conjunto, mancomunadamente, y en este caso concreto en América Latina, ya sea al nivel educativo –en las escuelas, en los CES…–, o al nivel laboral –en las empresas, en los trabajos, en los changarros…– planteen que ellos trabajan “en equipo”. Lo que nunca se oye es que esos grupos digan que trabajan “en colaboración”. El “trabajo en equipo” y el “trabajo colaborativo” son dos cosas diferentes, que no se excluyen, que se interrelacionan, pero que son diferentes. En realidad, más que el “trabajo en equipo” es necesario y urgente el “trabajo colaborativo”. ¿De qué vale realizar un trabajo en equipo si no hay un trabajo colaborativo? Y sabemos que el hombre latinoamericano, y desde su infancia, por las múltiples circunstancias ya conocidas […] no está educado para realizar un trabajo en equipo y mucho menos un trabajo colaborativo. ¡Ahí están los resultados en la política, en la economía, en la medicina, en la educación, en el deporte, en la actividad empresarial, en el ámbito religioso, en el ámbito partidista, en el ámbito jurídico y legislativo…! Son muchos los ejemplos que demuestran esto en América, en especial al nivel de los ejecutivos y grupos que se desempeñan en la actividad gubernamental, administrativo-estatal, jurídica, partidista, etc., que son los que deciden las políticas y estrategias a seguir en los diferentes países y grupos humanos para el desarrollo (?) y la estabilidad de toda la comunidad, en sus diversos y complejos contactos socioculturales y sociolingüísticos. América Latina, en general, no tiene ni idea de lo que es, en ningún sentido, el trabajo en equipo y mucho menos el trabajo colaborativo, no obstante haber “intentos”, y algunos de ellos muy buenos. Si esto fuera de otro modo, nuestros desarrollos individuales –como personas y como países– y nuestros desarrollos grupales –como áreas geográficas y subcontinente– serían otros, en todos los sentidos, obviamente; si esto fuera de otro modo, nuestros índices de desarrollo humano –IDH– serían, sencillamente, otros. El trabajo en equipo y el trabajo colaborativo requieren de muchas más cosas que las que se plantean habitualmente, requieren de cosas tangibles e intangibles, como se ha demostrado ya. Sólo puede haber un verdadero trabajo en equipo cuando se ha aprendido a trabajar en equipo, cuando ha habido, a su debido tiempo, un verdadero “aprendizaje para el trabajo en equipo”. Sólo puede haber un verdadero trabajo colaborativo cuando se ha aprendido a trabajar colaborativamente, cuando ha habido, a su debido tiempo, un verdadero “aprendizaje colaborativo”. Creo que en este sentido, cualquier otro enfoque o tratamiento para el trabajo en equipo y el trabajo colaborativo en nuestras sociedades atrasadas, tercermundistas y llenas de conflictos que no parta de estos condicionamientos es una utopía. ¡Sin duda alguna! (Ruano, 2000). En ocasiones, las relaciones y tratamientos que se producen entre las personas al nivel de un grupo, ya sea en la historia o en la actualidad, pueden llegar a desconcertar a un individuo civilizado y respetuoso de las más elementales leyes occidentales (Ruano, 2003e; Ruano, 2008a; Melgar, 2004; Gudycunst, 1997; Meyer, Jean, 2005; Cacho, 2006; González, 2006; Fazio, 2004; Kras, 1990; Erdely y otros, 2005). “El modo en que utilice una persona los tratamientos [verbales y corporales] puede revelar su origen geográfico, experiencia y educación [clase social, clase económica, gustos, preferencias, hábitos, conductas, ideales, religiones y tendencias sexuales…] Los tratamientos también se pueden utilizar con ironía o para demostrar respeto, o se pueden ignorar a propósito […] Para saber si el uso de un tratamiento refleja el origen cultural, respeto o algún otro estado de ánimo puedes preguntar: «¿Trata esa persona a todo el mundo del mismo modo?» (Dimitrius y Mazzarella, 1999: 207-208). Los comportamientos, los hábitos de comportamiento social, la cortesía, están marcados por las normas, en muchos casos rigurosas, que imponen las sociedades en cada momento histórico concreto de la evolución de la humanidad: Aprender a comportarse de acuerdo con las normas que marca nuestra sociedad –ello no significa seguirlas: incluso para romper las reglas es necesario conocerlas de antemano– es uno de los objetivos del aprendizaje de la socialización. Como resultado, contamos con un cierto conocimiento sobre los patrones que rigen la cortesía, y sabemos distinguir cuándo un acto es cortés y cuándo no. De otro lado, dentro de una comunicación presidida por algún tipo de principio general de cooperación, el uso del lenguaje [cualquiera que sea éste] tiende a mantener el equilibrio entre las diferentes posiciones sociales que se relacionan en el discurso […] La cortesía puede entenderse […] por el conjunto de normas sociales, establecidas por cada sociedad, que regulan el comportamiento adecuado de sus miembros, prohibiendo algunas formas de conducta y favoreciendo otras: lo que se ajusta a las normas se considera cortés, y lo que no se ajusta es sancionado como descortés. Esta cortesía se ha interpretado como un mecanismo de salvaguardia que establecen todas las sociedades para que la agresividad de sus miembros no se vuelva contra ellos mismos […] es esperable que lo que puede ser cortés en una sociedad, sea descortés en otra. De hecho, contamos con ejemplos bien elocuentes de esta diversidad. Un occidental [no un latinoamericano, por lo que ya he explicado en el texto intitulado ¿Qué entender por calidad y calidad de vida en el trabajo?] es invitado a una cena por un rico árabe del desierto; ante la visión del suculento banquete preparado, el invitado se deshace en elogios relativos a los manjares allí expuestos; el anfitrión, algo contrariado, ordena inmediatamente a sus servidores que retiren todos los platos y que preparen una nueva cena: en su cultura, el que un invitado alabe la comida no se interpreta como un cumplido, sino como un signo evidente de desagrado [y] es fácil que un miembro de otra cultura [u otra categoría social, o grupo social, o esfera social, o estrato social…] cometa errores y se comporte de una manera inadecuada (Escandell, 1996: 136-138). Los tratamientos sociales en el mundo moderno están condicionados por las convenciones sociales; pero en la América prehispánica estos tratamientos sociales tenían, además y en especial, un fondo moral: El trato respetuoso y la finura de modales resultan generalmente de convenciones sociales, pero en el México prehispánico tenían en gran parte un fondo moral. Sahagún cuenta que ningún hombre descortés, vanidoso o vulgar era elegido dignatario. Cuando un alto funcionario hablaba en forma impropia o hacía bromas tontas, se llamaba tecucuechtli (payaso). Las clases superiores se distinguían por cierta gravedad en sus gestos y en su lenguaje. El ideal de un hombre educado era mostrarse humilde en vez de arrogante; sabio, prudente, pacífico y tranquilo. Pero además tales características debían ser profundamente sinceras. El padre advertía al hijo que debía ser franco ante “nuestro dios (Tezcatlipoca); que tu humildad no sea fingida pues te llamaría titoloxochton (hipócrita) o titlanixquipile (fingidor); pues nuestro dios ve lo que hay en tu corazón y sabe todas las cosas secretas”. Si veía algo reprobable, el azteca bien educado debía pretender no haberlo notado y callarse. Cuando se le llamaba, no había de esperar a que ocurriera por segunda vez. Debía mostrar respeto ante los mayores y compasión ante los infortunados. En el trato con las mujeres también se ordenaba mostrar cortesía y moderación. La cortesía se manifestaba incluso en el carácter del idioma. El náhuatl tiene formas, partículas y hasta conjugaciones que indican respeto. El sufijo tzin agregado a un nombre o título subraya la reverencia o señala cariño. Timomati significa “tú crees”, pero timomatía podría traducirse “tú condesciendes a pensar” o “eres bondadoso en pensar”. Miqui significa “morir”; miquilla, “morir honorablemente” (Álvarez, 1987, t. IV: 1852). Queda claro así, entonces, que convivir en sociedad es todo un arte, un arte que le conviene cultivar al ciudadano común, pero en especial a quien pretenda considerarse un “ciudadano global”. Para ese ciudadano global, la convivencia social no se limita exclusivamente a tener una “buena imagen física pública”, o una “supuestamente buena imagen física pública”, unas “buenas relaciones públicas según los parámetros occidentales” o unas “malas relaciones públicas según los parámetros occidentales”. El ciudadano moderno tiene que estar consciente de los problemas que afectan su entorno: Nuestra civilización moderna es urbanizante: mueve, quizá erróneamente, a la mayor parte del género humano a concentrarse en ciudades […] Mientras se urbaniza la población, menos agradable, cómodas y bellas son las ciudades. Las ciudades modernas son problemas geográficos […] Los problemas de circulación en el interior y en los accesos de las ciudades cada vez más grandes y más pobladas se agravan […] La circulación automovilística se ha desarrollado de tal manera que las comunicaciones intraurbanas están paralizadas. El caudal de las calles está sofocado por la presencia de vehículos de los que cada uno ocupa una decena de metros cuadrados para transportar con frecuencia una sola persona […] ¿Son incurables algunos de los males de los que padecen las ciudades muy grandes? [Hay ciudades y] barrios [que] caen en estado de ruina por falta de reparaciones y atraen una población miserable que vive –mal– de los subsidios de la asistencia pública
en el mejor de los casos, algo que queda fuera de la suerte latinoamericana. Otros muchos factores tienen que estar presentes en el ciudadano global para que pueda desarrollarse adecuadamente en una sociedad mundializada (Kung y Kushel, 1993). Uno de esos factores, tal vez el principal, es el arte de negociar. Constantemente nos estamos expresando, verbalmente –de forma hablada o de forma escrita– y no verbalmente –con el cuerpo, con los gestos, con los signos gráficos, los dibujos, gráficos y garabatos que hacemos sobre un papel, etc.–, consciente e inconscientemente. Constantemente estamos negociando (Coria, 1996; Bourdoiseau y otros, 1982: 441-479), verbal y corporalmente, en la vida pública, en la vida profesional y en la vida íntima, mediante los protocolos, mediante las etiquetas, mediante la conversación, la plática, los gestos y los ademanes, la imagen física, los aromas, los olores, el aliento, el maquillaje, ya sea a través del diálogo personal, cara a cara, o a través de los diversos medios de comunicación: teléfono, computadora, teleconferencia, etc. […] Hoy nuestras negociaciones pueden realizarse al nivel de grupos y comunidades que conocemos, de nuestras comunidades y culturas, en nuestros idiomas y dialectos, con nuestros gestos, y esa ya es una gran ventaja. En otros casos, nuestras negociaciones, nuestros tratamientos, se realizan con grupos y culturas, en idiomas y dialectos, que no conocemos bien, o que de plano no conocemos (Whittle y otros, 1998; Curry, 1999; Ertel, 2000). A veces sucede que tenemos que pensar muy bien nuestras estrategias para negociar, es decir preparar cuidadosamente nuestra negociación (Narisna, 1999; Missenard, 2000), porque la otra parte o las otras partes del diálogo son un tanto difícil (Kritec, 1998; Stone y otros, 2002). Nuestras relaciones diarias son complejas dentro de nuestras mismas comunidades; más complejas aún en situaciones de internacionalización, cualquiera que sea ésta. La palabra “globalización” suena muy bonita, parece interesante; pero la realidad es otra: ¿Quiénes participan en una globalización? ¿Están todos los participantes preparados, de igual manera y en todos los sentidos, para esa globalización? ¿Acaso podemos hablar de un verdadero ciudadano global sin tomar en cuenta criterios como “derecho a la paz y al respeto ajeno”, “tolerancia”, “libertad”, “principios”, “valores”, “reglas”, correlación vida-tiempo-muerte (Cereijido, 1988; Fulton, Markusen, Owen y Scheiber, 1981) –no sólo en tiempos de paz, como objeto de análisis científico, sino también en tiempos de guerra–?: ¿quiénes ven a la muerte como en realidad un concepto culturalmente aprendido?, ¿es bueno o malo morir?, ¿quiénes son los aceptadores de la muerte?, ¿quiénes son los negadores de la muerte?, ¿quiénes son los retadores de la muerte?, ¿quiénes mueren con gusto y quiénes no?, ¿quiénes sienten fascinación por la muerte (Paz, 2000: 97)?, ¿los grupos que sienten fascinación por la muerte son jóvenes o viejos, se consideran iniciadores de nuevos ciclos históricos o consideran que están en el ocaso de sus historias?, ¿quiénes van a una guerra deseosos de morir, quiénes van a una guerra temerosos de morir, quiénes van a una guerra resignados ante la muerte?, ¿cuáles son las tradiciones, los protocolos y las etiquetas para un funeral? (Álvarez, 1987, t. VI: 3063-3069), ¿qué nos espera después de la muerte a unos y a otros, a, por ejemplo, cristianos, judíos, musulmanes, animistas, hinduistas, budistas, politeístas…? La muerte, un tema que está directamente relacionado con un tipo específico de inteligencia, es decir con la Inteligencia espiritual o existencial, se refiere no solamente a “la muerte como tal”, como la conocemos hoy los occidentales, sino también a la existencia misma aquí, en el plano terrenal, y también en un determinado “otro lugar” que a veces llamamos “el más allá”, esté donde esté, a la vida misma aquí, en el plano terrenal, y también en un determinado “otro lugar”, esté donde esté, y, final y obviamente, a la muerte. Es decir, aquí nos referimos al conocimiento en torno a quiénes somos, de dónde venimos y a dónde vamos, con todo y sus interpretaciones grupales y personales, hoy y a través de la historia según los diferentes contextos socio-culturales, con sus ideas sincréticas, místicas, mágicas, filosóficas, míticas y mitoideas. Me parece que este es un tema muy interesante en nuestras culturas, que son el resultado de tres grandes grupos sociales tan diferentes: amerindios, europeos y africanos. Si nosotros, los humanos de este mundo tan complejo, pudiéramos, por fin, interpretar y entender mejor toda la parafernalia en torno a la vida y a la muerte somática y a la muerte cerebral, desde el ángulo que sea y a través de la ciencia y la filosofía que sea, según los contextos culturales, entonces nuestras vidas y nuestras muertes, finalmente, serían menos tortuosas, menos complejas, más tranquilas, más dignas, menos indignas y trágicas (Ruano, 2003e). ¿Es que acaso todavía no hemos visto que hay regiones y países que en tiempos y en la actualidad más que llamarse “regiones” y “países”, por la causa que sea, deberían ser llamados “regiones-morgues”, “países-morgues”? ¡Han sido y son en esos lugares tantos los muertos! Hay regiones y países en donde, “antes o ahora” y “antes y ahora”, la cultura diaria de la vida es, sencillamente, la cultura diaria de la muerte. Leamos y oigamos las letras, la música, de la mayoría de los himnos nacionales de nuestros diversos países. ¿A qué hacen referencia esas letras y esas músicas desde hace siglos? ¡Han sido y siguen siendo himnos de guerra! ¡Tratan la guerra, el combate, la muerte, la agonía, los conflictos, el dolor, la humillación, la esclavitud, la discriminación, el lamento y las frustraciones de los desposeídos, de los descamisados, de los pobres, es decir el grito de desesperación de la inmensa mayoría…! Por ejemplo, el himno nacional cubano dice: “Al combate corred bayameses…” El himno nacional mexicano: “Mexicanos al grito de guerra…” El himno chileno: “Si pretende el cañón extranjero nuestros pueblos osado invadir; desnudemos al punto el acero y sepamos vencer o morir. Con su sangre el altivo araucano nos legó por herencia el valor; y no tiembla la espada en la mano, defendiendo de Chile el honor…” El himno venezolano: “¡Abajo cadenas! Gritaba el señor; y el pobre en su choza libertad pidió: a este santo nombre tembló de pavor el vil egoísmo que otra vez triunfó. Gritemos con brío: muera la opresión. Compatriotas fieles, la fuerza es la unión; y desde el Empíreo el Supremo Autor, un sublime aliento al pueblo infundió…” El de Ecuador: “Indignados tus hijos del yugo que te impuso la ibérica audacia, de la injusta y horrenda desgracia que pesaba fatal sobre ti, santa voz a los cielos alzaron, voz de noble y sin par juramento, de vengarte del monstruo sangriento, de romper ese yugo servil…” El de Argentina: “Pero sierras y muros se sienten retumbar con horrible fragor, todo el país se conturba por gritos de venganza, de guerra, y furor. En los fieros tiranos la envidia escupió su pestífera hiel, su estandarte sangriento levantan provocando a la lid más cruel. ¿No los véis sobre Méjico y Quito arrojarse con saña tenaz y cuál lloran bañados en sangre Potosí, Cochabamba y la Paz? ¿No los véis sobre el triste Caracas luto, y llantos, y muerte esparcir? ¿No los véis devorando cual fieras todo pueblo que logran rendir?…” El himno nacional de Colombia: “Cesó la horrible noche. La libertad sublime derrama las auroras de su invencible luz. La humanidad entera, que entre cadenas gime, comprende las palabras del que murió en la cruz. “Independencia”: grita el mundo americano. Se baña en sangre de héroes la tierra de Colón. Pero este gran principio “el rey no es soberano” resuena, y los que sufren bendicen su pasión. Del Orinoco el cauce se colma de despojos, de sangre y llanto un río se mira allí correr. En Bárbula no saben las almas ni los ojos si admiración o espanto sentir o padecer…” Claro que aquí podríamos argumentar que estos himnos nacionales de Iberoamérica fueron creados en un tiempo pasado, contra el dominio de España y Portugal, y que por eso están llenos de palabras, ideas y músicas belicosas. ¿Pero y cuál es la verdadera realidad de nuestros pueblos latinoamericanos hoy? ¿Es que acaso ya no están en conflicto nuestros pueblos latinoamericanos, nuestros hermanos todos, unos contra otros, hermanos contra hermanos? ¿Es que acaso, como vemos tan claramente, los protocolos de la guerra, los protocolos de la hostilidad, no están a la orden del día en América? ¡Oh, triste realidad! Es asquerosa la indiferencia cómplice de la sociedad latinoamericana ante los conflictos, las guerras y los dolores del subcontinente, de “la otra América”. ¿¡Ah, qué no le prestamos atención a todo esto!? Muy bien: ¡tiempo al tiempo! ¿Cómo se supone que los seres humanos de este planeta, tan poblado y tan diverso, debemos enfrentar la psicología y la sociología de la agonía? […] En nuestro mundo occidental tememos a la muerte, y por esto evitamos todos los actos y ritos que rodean a la muerte y el luto. La aflicción nunca es atractiva, pero la aflicción que aparece debido a la muerte es en extremo rechazada. La vida y la muerte son actos inevitables, y así como la gente nace y vive, lo que es motivo de regocijo y festejo, para lo cual existen muchos protocolos, también la gente muere, y asistimos a velorios y entierros, y todo esto también tiene sus ritos, sus protocolos, sus tradiciones, sus formas de comportamiento verbal y no verbal. En los velorios y entierros de los grupos occidentales –grupos mestizados racial y culturalmente, en mayor o menor medida–, es decir en los “ritos funerarios”, siempre hay algo interesante y novedoso que observar, en especial la confusión y la torpeza de algunas personas ante la realidad de la muerte y del dolor humano. En estos eventos las conductas verbales y no verbales de las personas pueden ser muy variadas. Por tal motivo se han establecido parámetros que nos ayudarán mucho a salir airosos de estas situaciones en la cultura occidental (Carreño, 1968: 361-367; Bourdoiseau y otros, 1982: 423-426). Toda actividad relacionada con las costumbres funerarias o ritos funerarios de cualquier cultura, inclusive la muestra de las emociones, implica la presencia de signos, símbolos y significados concretos y particulares en contexto. En los ritos funerarios se destacan como signos particulares: 1. el color o cromatismo simbólico, 2. el pelo y la forma que adopta éste en parientes y amigos del difunto, 3. los sonidos o ruidos en el funeral como ruidos que hacen con la boca, cantos, palmadas, campanas, tambores, trompetas, matracas…, y 4. las prácticas para el tratamiento del difunto o cadáver, que son extremadamente complejas, variadas y plurisemánticas. Todas las actividades que se relacionan con los ritos funerarios, con los cadáveres, con los difuntos, con los velorios, se ha denominado tradicionalmente en sociología, antropología, tanatología, estudios de ciencias sociales, filología, lingüística e imagología como ritos de paso –Arnold van Gennep (1960).
The Rites of passages. Chicago, University of Chicago; William Golding (1983). Ritos de paso. Madrid, Alianza–, es decir “ceremonias que marcan el paso de una fase de la vida o de un estatus social a otro”, lo que se refiere a ritos que se relacionan con los estados más importantes en la vida de los seres humanos, que son, principalmente, 1. Nacimiento, 2. Pubertad, 3. Matrimonio, 4. Muerte. Para los occidentales promedio, el rito funerario de algunos grupos humanos puede ser algo sorprendente, traumático e inconcebible, como se muestra en esta imagen […] El “arte de convivir en sociedad”, “de convivir en grupo”, varía mucho, sus matices son diferentes, en dependencia del lugar en donde se conviva. Así, no es igual el comportamiento y las exigencias comportamentales de los individuos que viven en un pueblo, una capital de provincia (González, 1985) o una metrópolis como el Distrito Federal de México, Tokio o Nueva York, en donde “las modas”, los cambios, se producen con una vertiginosidad abismal (Novo, 1985). No son los mismos esfuerzos y conductas de socialización y respeto, el mismo tipo de cortesía, que emplean los hombres que viven en espacios amplios, acondicionados por toda una serie de factores positivos, que afectan de manera grata al ser humano, que en espacios estrechos afectados por toda una serie de aspectos negativos. No es lo mismo habitar en una casa con todas las condiciones de vida, que en un condominio, en un departamento, con toda una serie de desventajas (Ibargüengoitia, 1998: 74-75). No es lo mismo el comportamiento de las personas en una ciudad con poco tránsito vehicular que en una ciudad considerada entre las tres áreas con mayor tránsito vehicular del mundo, y éste es el caso del D. F. ¿Cómo actúan las personas en tales condiciones? ¿Se observan las leyes del tránsito? ¿Y la cortesía vehicular? ¿Cuáles son los códigos de comportamiento vial, los civilizados y controlados por la ley y el respeto? ¿Quiénes tienen el derecho vial entre conductores y peatones, todos o solamente algunos? ¿Conducimos en todos los lugares de la misma manera? ¿Por qué en algunos lugares nuestro comportamiento como conductores y peatones es uno y en otros lugares otro? ¿Qué condiciona o controla este comportamiento? ¿Para qué sirve el claxon del vehículo? ¿Tiene el claxon otras extensiones semánticas, se emplea para otra cosa que no sea el uso para el que se diseñó?: Estábamos en una reunión hablando de un ausente. Una señorita humanitaria le reclamó a un amigo mío: –¿Por qué dices que te cae mal, si no lo conoces? Mi amigo contestó: –Lo único que sé de él es que ha instalado en su coche un claxon que toca “La Marsellesa”. ¿Te parece poco? No sólo no lo conozco, sino que me cae mal y no tengo ganas de conocerlo. Cuando escuché estas palabras sentí el escalofrío característico de cuando descubre uno alguna gran verdad. Bufón, hablando de los escritores, dijo: “el estilo es el hombre”; nosotros podemos agregar que, entre analfabetos, el claxon es el hombre. No sólo el claxon, sino la manera de usarlo. La señora que en vez de bajarse del coche a abrir la puerta de su casa, toca el claxon un cuarto de hora para que venga la criada a abrirle, el señor que detiene el coche (generalmente un Mustang) y da acordes estruendosos mientras espera a su novia que está en el baño maquillándose precipitadamente, el que da un trompetazo en cada esquina, sin disminuir la velocidad, como diciendo “abran cancha que lleva bala”, o el que a fuerza de tocar el claxon va a lograr poner en marcha el automóvil descompuesto que está parado frente al suyo, están poniendo en evidencia, no una característica superficial, sino la hediondez que brota de los más profundo de su alma detestable. En apoyo de esto que acabo de decir, que no es más que un preámbulo, voy a narrar aquí un suceso del que fui partícipe el otro día, que me tiene muy preocupado. La cosa fue así. Estaba yo tranquilamente jugando “scrabble” con una amiga mía que vive en un condominio, cuando de pronto empezamos a oír el sonido de un claxon, modesto pero estridente, que tocaba dos veces en rápida sucesión, pasaban quince segundos y volvía a tocar: pip, pip; quince segundos, pip, pip. Así pasaron cinco minutos. Se suspendió el juego, porque no podíamos concentrarnos. Al cabo de cinco minutos, nos levantamos de nuestros asientos y fuimos a la ventana, que es de un quinto piso. Vimos lo siguiente. Abajo, en el patio, había un Datsun blanco que no podía estacionarse porque había otro coche parado en el lugar que le correspondía al dueño del Datsun. Hay que advertir que en ese condominio cada propietario paga diez mil pesos por los seis metros cuadrados del estacionamiento. El dueño del Datsun seguía pip, pip, quince segundos, pip, pip. Aproveché una de las pausas para gritar con voz estentórea: –¡Oiga, cállese! Y la siguiente, para agregar: –¡Vaya a la caseta de policía y no esté…! –aquí dije una palabra que quiere decir “molestando”, que es un poco más fuerte, pero no es ninguna de las dos más fuertes que pueden usarse en el mismo contexto y que son las primeras que se nos vienen a la cabeza en estos casos (Ibargüengoitia, 1998: 85-87). Estos son patrones de conducta que se copian, se heredan, de generación en generación: El único defecto que tienen los niños [en situaciones de desajuste comportamental] es que son idénticos a sus padres. En efecto, lo primero que aprende a hacer el niño […] al llegar a este mundo, es llorar para que se atienda a sus necesidades. Lo siguiente que aprende es a tocar el claxon del coche de su papá, con el mismo objeto. Y toca el claxon, y toca más, y al cabo de cincuenta años sigue tocándolo con esperanzas de lograr con ello fines tan diversos como son: hacer que un coche descompuesto que obstruye la circulación se componga súbitamente y eche a andar, o bien, que se esfume con todo y ocupantes; avisar a los conductores de vehículos que viajan por las calles transversales que se les acerca un coche conducido por un individuo que está dispuesto antes a morir que a ceder el paso; avisar a unos niños que están desayunando que ya se hizo tarde para llegar a clases; avisarle a una criada reumática y atareada que ya llegó la patrona y que está afuera de la puerta, con el coche atravesado, entorpeciendo el tránsito y la llave de la puerta en la bolsa, pero sin ganas de bajarse y usarla, etc. [Esto aparte del] señor que ha instalado en su coche un conjunto de bocinas que produce las primeras notas de una canción pasada de moda, cuya letra dice: “Yo nací en esta ribera del Arauca vibrador…” […] El defecto de los claxons radica precisamente en la característica que estimula su uso, y es la siguiente: el lenguaje del claxon es rudimentario e impersonal, pero estridente y no es posible ignorarlo […] El hombre que vive en la ciudad y se acostumbra a escuchar claxons llega a discernir, a través de los sonidos que éstos emiten, no sólo “el mensaje”, sino el estado de ánimo, el carácter, el sexo y la posición social del ejecutante. Ah, y sobre todo, su capacidad mental [Y existen formas de sustituir estos ruidos que hacen los claxons y bocinas, y una de ellas] que es la que me parece más lógica, consiste en colocar en los automóviles, en vez de bocinas, una ametralladora (Ibid., 88-90) […] Otro tema interesante para analizar en la comunicación no verbal, en los protocolos del tránsito y la vialidad, es el tráfico vial y las formas y lugares de estacionarse o parquearse, en especial en áreas con elevado tránsito vehicular. ¿Cómo considerar a las “culturas modernas”, que aspiran a un estado de mundialización económica, política y cultural, pero que siguen estacionando en las aceras o banquetas, que ocupan deliberadamente los estacionamientos ajenos, especialmente en los condominios y empresas, que ocupan los estacionamientos para discapacitados, que obstruyen el paso entre aceras y calles para discapacitados en sillas de ruedas, que no respetan las señales de tránsito y las indicaciones de velocidad según las áreas de conducir? Es aquí donde tenemos que tener mucho cuidado, especialmente si somos funcionarios, ejecutivos, mandatarios, diplomáticos, conductores de programas reconocidos, de alta difusión o de difusión internacional, comunicólogos y periodistas célebres, etc., si somos personas que vamos a decidir de alguna manera la suerte de nuestras sociedades culturalmente desajustadas, en este mundo tan internacionalizado, y étnicamente y protocolarmente tan diverso, inclusive al nivel de un mismo país, de una misma región. El “hacer lo que uno cree”, sin respaldos normativos, sin reglas, sin fundamentos, sin asesorías, a la buena de Dios, tiene sus efectos negativos, y, frecuentemente, sus nefastos resultados (Ruano, 2005a). ¡Es penoso, y triste, ver cómo se comportan en pleno siglo XXI algunos mandatarios y altos funcionarios religiosos del mundo! ¡Esos comportamientos desajustados, disfuncionales y patológicos son una vergüenza para la civilización humana! El funcionario, directivo o empresario de nuestros tiempos es una persona que en su socialización habitual o especializada no solamente “habla” con palabras, sino que también “dice con su imagen pública”, con sus “gestos”, con sus “hábitos”, con su “cortesía y etiqueta”, quién es, de qué núcleo familiar procede, cuáles son sus estratos sociocultural y socioeconómico, cuáles son sus valores y normas de cortesía y respeto; pero además también “habla” de “una empresa”, de “un país”, de “una nacionalidad”, de “un gobierno”, de “un partido”, de “un grupo”, y por “su comportamiento” pueden “pagar justos por pegadores”… ¿¡Se imagina los alcances de un error de este tipo!? ¿¡Se imagina constantes y seguidos errores de este tipo!? ¿¡Se llaman “errores” o…!? Los ejemplos que muestran esta realidad no solamente son muchos, sino que con frecuencia son demasiado evidentes por garrafales. Tenemos que cuidar aquellas debilidades que pudiera mostrar nuestra conducta: “Parece adecuado afirmar que algunas personas tienen un ‘déficit’ en su competencia comunicativa con respecto a determinados tipos de situación, aunque la palabra queda despojada de su aguijón si se considera que tales déficits están extendidos a lo largo de la sociedad, y que cada uno de nosotros tiene su propia esfera particular de déficits –‘laguna’ podría ser un término más adecuado–” (Hudson, 1981: 238). Es por todo esto que los individuos que desean superarse socialmente, humanamente, culturalmente, laboralmente, que desean ascender en la escala social o laboral, que desean ser mejores en este mundo internacionalizado, deben recibir cursos especializados de desarrollo personal –y no solamente cursos técnicos o científico-técnicos–. Es por esto que tanto las organizaciones internacionales, como los gobiernos, como las empresas, como las familias, deben preocuparse por la creación y desarrollo de los “cursos de inmersión cultural”. Estos cursos de inmersión cultural adiestran a las personas en el tratamiento cultural, lingüístico, protocolar, religioso, etc., con otras personas de otras culturas, de otros países, de otras esferas, con otros idiomas, con otras tradiciones, con otros protocolos y etiquetas. El ideal es que desde temprana edad, desde la escuela primaria y en la misma casa, los individuos reciban estos conocimientos, hábitos y habilidades culturales de manera efectiva y actualizada. Recordemos que hay países, como Estados Unidos, Rusia, China, España, México, Brasil, etc., que dentro de sus mismas fronteras tienen una inmensa variedad étnica, lingüística, protocolar y religiosa que es prácticamente desconocida por los propios connacionales, por sus mismos ciudadanos. ¡El problema es mayor de lo que imaginamos! Sencillamente echemos una mirada a nuestro alrededor. Para un grupo, para una persona, que domine estos conocimientos las relaciones públicas, las relaciones laborales, y hasta las relaciones íntimas, serían mucho más fáciles, menos complejas, menos traumáticas, menos conflictivas. ¡Este mundo es un mundo de competencias! ¡Sólo los aptos sociales, culturales y científico-técnicos lograrán una vida mejor! Claro está que en nuestros días nosotros los iberoamericanos ya no emulamos o competimos con la etiqueta y cortesía de una España conquistadora, ni con una Francia cargada de miles de maneras protocolares. Hoy nuestras comparaciones en este sentido “son muy fáciles”: se realizan con nuestro “líder” económico, político y cultural del norte, Estados Unidos (Ruano, 2003a). Hoy ya pasó al olvido el Manual de Carreño –y todos los otros textos de su estilo–, porque “así lo exige la modernidad”. ¡Cuidado! Creo que la confusión ha ido demasiado lejos en este sentido. Por lo pronto debe quedar claro que no podemos trabajar imagen pública, imagen social, sin tener en cuenta estos relevantes aspectos de los tipos de lenguaje –aquí me refiero especialmente a los cuatro tipos de lenguaje acerca de los cuales habla Desmond Morris: 1. Lenguaje de información, 2. Lenguaje de sentimiento, 3. Lenguaje exploratorio, 4. Lenguaje de cortesía (Morris, 1996: 223-225)– y la convivencia grupal, sin tener en cuenta los modos convencionales –conocidos como MC– de cortesía y descortesía, sin tener en cuenta las etiquetas y los protocolos más importantes de un mundo globalizado y exigentemente competitivo, sin tener en cuenta los protocolos de actuación –la pericia y la creatividad para manejar apropiadamente factores tales como el espacio, el movimiento, la voz, la oportunidad, los turnos del diálogo, los gestos y ademanes, la vestimenta y todos los demás elementos de la actuación misma–, en particular en los actos públicos y en las reuniones sociales especiales, en las fiestas. La vida social y laboral modernas exigen una constante valoración y revaloración de la imagen, especialmente de la imagen profesional, una gestión cuidadosa del cambio de imagen, una cultura del cambio de imagen, bien programada, bien asesorada, minuciosamente calculada […] Y este cuidado de la imagen no se refiere solamente a las personas, sino también a los grupos, a toda la empresa, a toda la institución. Es por esto que en el cuidado de las imágenes debemos tomar en cuenta muy seriamente la imagen institucional […] Las instituciones, organizaciones, empresas, personas, grupos sociales, comités organizativos, grupos de logística, empresas organizadoras de eventos y secretarias o asistentes que habitualmente se encargan de realizar las convocatorias e invitaciones a reuniones, encuentros, eventos, fiestas, etc., tienen que ser escogidos, seleccionados, con mucho cuidado, con mucho tacto. Sabemos que en mucho países y grupos sociales habituados a la improvisación y al “ahí se va” esto es prácticamente imposible, debido a la misma deficiente preparación de los cuadros, al desconocimiento que tienen los pueblos y las organizaciones acerca de ciertas normas protocolares elementales que rigen la conducta social civilizada en el mundo moderno. Digo esto porque a veces no es agradable oír o leer ciertas invitaciones, especialmente las muy pomposas, formuladas por personas inexpertas en este tipo de actividad. Peor aún es llegar al lugar en donde se realizará el encuentro o reunión y toparse “de plano” con un verdadero desastre logístico u organizativo, si es que a un tal desastre se le puede llamar en el lenguaje protocolar “logística” u “organización de eventos”. Por otro lado, con cierta frecuencia vemos cómo algunas personas, que generalmente “se enteraron ayer” de que existen las buenas maneras, intentan conducirse con variantes protocolares que no solamente son inoperantes por obsoletas, sino que sencillamente les quedan ridículas, porque son comportamientos humanos superficialmente gentiles e insinceros, porque “tropiezan”, no saben cómo se trabajan esos exquisitos detalles del protocolo civilizado; pero también es verdad que es muy agradable y calmante, por lo menos para las personas educadas –y no me refiero aquí a los llamados “estirados” en México, o “bitongos” en Cuba–, ver que en el entorno inmediato hay personas que usan la cortesía sincera como una estrategia para mantener y manejar las buenas relaciones: “El arte de las relaciones es, en gran medida, la habilidad de manejar las emociones de los demás [y, para esto, se supone que son necesarias ciertas estrategias elementales] que rodean la popularidad, el liderazgo y la eficacia interpersonal. Las personas que se destacan en estas habilidades se desempeñan bien en cualquier cosa que dependa de la interacción serena con los demás; son estrellas sociales” (Goleman, 2001: 64-65). Se cuenta que una vez en cierta conversación una persona dijo que la cortesía era innecesaria y que no era más que un “aire”, a lo que le replicó un famoso general francés: “También una rueda está llena de aire, y sin embargo ese aire sirve para amortiguar los baches del camino…”
[…] La ideología del desprecio y el discurso del desprecio siempre se han manifestado, en todos los tiempos y en todas las culturas, en todos los lenguajes: verbales y no verbales. Tanto la ideología del desprecio como el discurso verbo-corporal del desprecio tienen dos variantes: 1. lo que piensa, siente, dice y hace “el despreciador” y 2. lo que piensa, siente, dice y hace “el despreciado”. Los protocolos, los códigos, las señales, los signos, los significados, que se producen en la comunicación entre despreciadores y despreciados, al nivel público, al nivel laboral y al nivel íntimo, han sido múltiples y variados a través de la historia. En el mundo actual los protocolos del desprecio varían según los continentes, los países, los estados, los grupos sociolingüísticos, las instituciones, los sexos y los criterios sexuales, las categorías, las profesiones, las religiones y las creencias, la intensidad de la exclusión social y la marginación, los criterios de derechos humanos, los índices de pobreza, los índices de desarrollo humano (IDH), las divisiones entre grupos desarrollados y grupos subdesarrollados, grupos ricos y grupos pobres, etc. Algunos de los protocolos del desprecio son tan sutiles que la mayoría de las personas no los detectan e interpretan en su verdadera y real magnitud. Este tipo de discurso nació con la misma creación del ser humano: “¡hay que agredir al otro que no es como yo y que no piensa como yo!”, “¡el que no es como yo y no piensa y actúa como yo, que no se ve como yo, es, sencillamente, una amenaza para mí y para los míos, y por eso tiene que ser destruido!” En los mamíferos no humanos, especialmente en los primates, también se observa este tipo de pensamiento y discurso del desprecio, en donde la agresión es el rasgo principal. Lo preocupante aquí es que en pleno siglo XXI la ideología del desprecio y el discurso verbo-corporal del desprecio siguen estando presentes con todo su esplendor barbárico entre los grupos humanos “supuestamente civilizados”, y, lo que es peor, están marcadamente presentes en grandes potencias y organizaciones mundiales que deciden total y absolutamente el presente y el futuro, la vida y la muerte, del planeta y de todas sus comunidades, desde las más civilizadas y sofisticadas hasta las más tribales –de “tribu”– y hordales –de “horda”–, algo que puede comprobarse claramente en las conductas internas y externas, en las políticas nacionales y exteriores, en las relaciones nacionales y las relaciones exteriores, de países como Estados Unidos, Rusia, Gran Bretaña, España, Italia, China, Bolivia, México, Brasil, Cuba, Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú, Guatemala, El Salvador, Haití, Israel, Líbano, Afganistán, Iraq, Irán, Egipto, India, Pakistán y muchos otros. La ideología del desprecio y el discurso verbo-corporal del desprecio se producen toda vez que alguna persona, organización, entidad, comunidad, país, estado, continente, etc., de la forma que sea, encubierta o abiertamente, daña, agrede, afecta, escisiona, segrega, humilla, mutila, discrimina, manipula, extirpa, no toma en cuenta, al otro, a los otros, y a sus necesidades, intereses y valores. Sin duda alguna, en la actualidad tanto la ideología del desprecio como el discurso verbo-corporal del desprecio son conductas que habitualmente están presentes en organizaciones, instituciones y personas con fuertes traumatismos psico-sociales, con elevados niveles de frustraciones de todo tipo, con fuertes complejos, todo lo cual, en estas supuestas situaciones de civilidad humana, sólo podrían considerarse como “imágenes fuchi”, imágenes degradantes, imágenes asqueantes, imágenes rústicas. Las ideologías del desprecio y los discursos verbo-corporales del desprecio, según los contextos, están cargados de una muy variada plurisignificación. Desgraciadamente, debido a la ignorancia y la incultura, debido al analfabetismo y al analfabetismo funcional, debido al desconocimiento de los más elementales protocolos de convivencia social y pacífica, muchos grupos sociales, muchos grupos humanos, muchas élites, inclusive “cultas” (?), no conocen, y de ahí que no puedan decodificar o interpretar, leer, los claros o sutiles discursos e ideologías del desprecio. En las ideologías y los discursos del desprecio lo más triste y penoso es ver cómo los mismos blancos desprecian a su mismo grupo blanco, los mismos negros desprecian a su mismo grupo negro, los mismos indios desprecian a su mismo grupo indio, los mismos religiosos de un mismo grupo desprecian a los religiosos de su mismo grupo, los mismos políticos de un determinado partido desprecian a los políticos de su mismo partido o grupo, etc., en donde el desprecio se transforma en un comportamiento masivo de todos contra todos. Claro que aquí podríamos añadir que sería bueno preguntarnos que en una tal situación de “todos contra todos” a dónde se supone que nos conducimos, a dónde se supone que queremos llegar, si no es al caos y a otro de los tantos “apocalipsis”… ¿No sería bueno y “prudente” que los líderes y estrategas de las ideologías del desprecio, sus “ilustres y calificados asesores” (?) y los grupos humanos (?) confundidos se replantearan estas ideologías antisociales y conflictuantes? ¿Acaso ya no tienen suficientes lecciones en la historia y la actualidad? ¡Cuidado!: cuando “los despreciados” toman el poder, la suerte de “los despreciadores” se transforma en una verdadera pesadilla… ¡Cuidado!: los despreciados pueden transformarse en despreciadores. “Se supone” que cualquier persona del mundo moderno y globalizado actual puede entender el mundo que le rodea, por lo menos su “mundo inmediato”, que puede oír y ver las noticias en cualquiera de los tantos medios masivos de comunicación…; pero no está de más “alertar”, por si el caso fuera otro. Miremos lo que está pasando en América en Estados Unidos, en México, en Cuba, en Chile, en Venezuela, en Ecuador, en Argentina, en Nicaragua, en Brasil… Para considerar en alguna medida las ideologías del desprecio y los discursos verbales y no verbales del desprecio, recomiendo ver, entre cientos de filmes, la película estadounidense, de corte multicultural, Babel, del director mexicano Alejandro González Iñárritu […]