Abstract
Lingüística, Linguistics, Лингвистика, Языкознание, Языковедение, Sprachwissenschaft, Linguistique, 语言学
ESPAÑOL MEXICANO, MEXICAN SPANISH, ESPANHOL MEXICANO, ИСПАНСКИЙ ЯЗЫК В МЕКСИКЕ
MACROMANÍA Y MICROMANÍA EN MÉXICO / MACROMANIA AND MICROMANIA IN MEXICO / МАКРО-МАНИЯ И МИКРО-МАНИЯ В МЕКСИКЕ
[…] Sin duda alguna hoy la suerte del idioma español está en manos de los mexicanos, por cantidad de hablantes y por la difusión mexicana “internacional y masificada” de este idioma en los medios masivos de comunicación controlados principalmente por mexicanos […] El ejemplo de TELEVISA lo dice todo […] Y también está en las manos de los cubanos […] El control de los medios de comunicación por parte de los cubanos aquí en Estados Unidos es impresionante […]
[…] En todas las variantes del español hablado en México es frecuente el uso del “diminutivo” –de la misma manera que sucede en todo el resto de las variantes del idioma español–. No obstante, he oído con frecuencia hablar en este país de los “inconvenientes” del uso del diminutivo y de la tendencia mexicana a la “micromanía” […]
La existencia de TELEVISA, que “Actualmente es la compañía productora de medios en español más grande del mundo. Tiene presencia en México, América Latina, Estados Unidos, Europa, Asia y parte de África. Es la principal cadena productora y exportadora de programas a países de Sudamérica, Asia, África y recientemente Australia”, según http://es.wikipedia.org/wiki/TELEVISA y http://es.wikipedia.org/wiki/Televisa_Radio , lo dice todo […] En TELEVISA se habla y se escribe en el “español de México”, se traduce, se subtitula, se hacen doblajes […] en el “dialecto del español de México” […] Y también en la UNAM, es decir la Universidad Nacional Autónoma de México, considerada como la universidad más importante al nivel de toda Iberoamérica en cuanto a su presencia en la WEB, según el Ranking Mundial de Universidades en la Web, Enero 2008, del Laboratorio de Cibermetría del Consejo Superior de Investigaciones Científicas de España, según http://es.wikipedia.org/wiki/UNAM , se habla y se escribe en el “español de México” […] ¿Acaso no es esto razón suficiente para conocer cómo ha evolucionado el español de México a través de cinco siglos, y en contacto directo y especial con los idiomas nativos de México? […] México siempre ha ocupado un lugar destacado en América y en el mundo, tanto históricamente como en la actualidad, por múltiples circunstancias y razones, ya sean éstas buenas o malas, positivas o negativas. En México se ha registrado, al parecer y según algunos científicos e historiadores, la civilización número 12 en cuanto a antigüedad en el continente Americano: los olmecas […] En la actualidad México es un país multicultural, multiétnico, multilingüe, multiprotocolar, etc., y también tercermundista en todos los sentidos, y por todo esto es también un país multiproblemas: http://knol.google.com/k/panorama-de-méxico-en-el-siglo-xxi-los-principales-problemas-de-méxico-parte-i# […] México, los mexicanos de nacimiento y los descendientes de mexicanos, las empresas mexicanas, los amantes de las variadísimas culturas mexicanas y de las 12 grandes variantes de gastronomía mexicana nacional: http://knol.google.com/k/comida-mexicana-o-gastronomía-mexicana# están diseminados por los 5 continentes […] y con ellos también se ha diseminado el español hablado y escrito en México y los idiomas nativos o indígenas mexicanos, las palabras mexicanas, los significados mexicanos. En cualquier lugar de aquí de Nueva York, de California, de Chicago, de las Carolinas, etc., oímos a los mexicanos hablando en sus lenguas indígenas, en sus lenguas amerindias, y también en español y en inglés. Quienes hemos viajado y vivido por las diferentes geografías en donde se han asentado los mexicanos, y más concretamente en los Estados Unidos de América, hemos comprobado este “babel lingüístico mexicano” […] Quienes hemos trabajado en las más diversas empresas transnacionales, mundializadas, globalizadas, hemos comprobado el alcance de las migraciones mexicanas, y con ellas las trascendencias de la cultura mexicana y de las diferentes variedades de idioma español de México, es decir la trascendencia del macrodialecto del español de México […] solamente en Estados Unidos de Norteamérica son cientos los medios masivos de comunicación impresos, hablados […] el cine y la televisión […] No olvidemos que la suerte del idioma español está hoy marcada en especial por México, los mexicanos y sus migraciones […] son más 105 millones de mexicanos dentro de México y más 25 millones de mexicanos y descendientes de mexicanos en el extranjero […] ¿Acaso no es necesario e importante que tanto mexicanos como todos aquellos relacionados de una manera u otra con la cultura mexicana conozcamos la historia de la evolución del idioma español hablado y escrito en México y los nombres de cientos de personalidades trascendentales que han dedicado parte de su vida, sino es que toda, al análisis del desarrollo del idioma español de México, en contacto con tantos idiomas dentro del país y en las fronteras norte y sur y fuera de las fronteras también […]
Por ejemplo, México es, a saber, el único país de América que ha tenido, al mismo tiempo, dos “patriarcas”, dos “papas”, dos “cabezas de la Iglesia católica” –en este caso, una en Roma y otra en México (Arnulfo P. Hurtado (1956). El cisma mexicano. México, Buena Prensa y Mario Ramírez Rancaño (2006). El patriarca Pérez. La Iglesia católica apostólica mexicana. México, UNAM-Instituto de Investigaciones Sociales) y también dos presidentes de gobierno (en este caso, los dos dentro de México. El 5 de septiembre de 2006 el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, que es una institución mexicana, nombró a Felipe de Jesús Calderón Hinojosa presidente de México para el período 2006-2012. A su vez, el 16 de septiembre de 2006, la Convención Nacional Democrática, que es una organización mexicana, nombró a Andrés Manuel López Obrador, “también”, presidente de México para este mismo período) […]
La historia de México no sólo es trascendental, sino también compleja, y a veces muy difícil de entender tanto para los extranjeros como para los mismos mexicanos (Crespo, 2009): “[México es un] Extraño país abierto a los dos océanos y cerrado sobre sí mismo, a medio camino entre Europa y Asia, última frontera del mundo indígena y del mundo hispánico, en donde continúa la lucha iniciada hace más de dos mil años entre la Romania y la Germania y donde ni la Conquista ni la Colonia ni la Independencia ni la Reforma ni la Revolución han terminado. La historia de México no se entiende sin la historia de España y de los Estados Unidos […] En 1917 la promesa de Berlín a México: devolverle los territorios perdidos en 1848 si ataca al régimen de Washington, provoca la intervención de [Thomas Woodrow] Wilson [vigésimo octavo presidente de Estados Unidos] en la guerra europea y el que su país salga de la conflagración transformado en la gran potencia a cuya agonía estamos asistiendo” […] Y lo mismo sucede: muy difícil de entender, con la vida, antes y ahora, y la conducta de los mexicanos, con su ideología, su filosofía, su idiosincrasia, sus políticas, sus religiones y sincretismos y su identidad (?) o identidades (?), sus decisiones en absolutamente todos los aspectos de la vida, pero principalmente en política y temas partidistas, y sus relaciones con una buena parte del mundo, en especial con Estados Unidos, ese “vastísimo público no acostumbrado a escuchar el punto de vista del otro”: relaciones complejas y muy difíciles de entender (Sahagún, 1999; Clavijero, 1987; Silva, 1948; Paz, 1943; Álvarez, 1987; León-Portilla, 1978; Paz, 2000; Riding, 2002; Dresser y Volpi, 2006; Schettino, 2007; Bartra, 1992; Bartra, 2001; Béjar, 2007; Ibargüengoitia, 1998; Paz, 1943; Carrión, 1947; Iturriaga, 1951; Bermúdez, 1955; Garizurieta, 1952; Gómez, 1962; González, 1961; Loreto, 1961; Luquín, 1961; Segura, 1964; Uranga, 1952; Vasconcelos, 1926; Villegas, 1960; Zea, 1945; Zea, 1951; Arnaiz, 1947; Tello y Reynolds, 1981; Montaño, 2004; Fuentes, 2008; Zepeda, 2007; Loaeza, 2007: 58-60; Frausto y Grecko, 2008; Zepeda, 2008; Toledo y otros, 2008; Hernández, 2008; Sefchovich, 2008; Muñoz, 2008; Cedillo, 2007; Scherer, 2008; etc.) […]
En el extranjero tampoco se conoce a México, al verdadero y real México, a los verdaderos y reales Estados Unidos Mexicanos, a los verdaderos y reales mexicanos, incluyendo aquí no solamente a los “mestizos” mexicanos, es decir a la inmensa mayoría de los mexicanos –que habitualmente se niegan a “autorreconocerse” como mestizos–, sino también a los “indios” mexicanos y a los “negros” mexicanos, es decir a los tres componentes raciales de lo que hoy se llama “México”, de lo que hoy se llama “mexicanos” (Aguirre, 1984). Siempre se ha sabido que los extranjeros no conocen al México real, y no solamente me refiero a los “extranjeros distantes”, del Asia o de África o de Europa o de Australia; los extranjeros de nuestra América, de América Latina, los vecinos inmediatos de México, tampoco conocen a México. De México hoy se conoce en el extranjero aquello que más llama la atención, aquello que hoy, con el desarrollo de la información a nivel internacional, con el desarrollo del mundo noticioso, con Internet, no se puede esconder. ¿Y qué es esto…? […]
La característica principal del español de México es su especial polimorfismo, es decir “formas diferentes, formas varias” en el uso lingüístico, sobre todo en el uso del léxico, de las palabras […] lo que puede observarse al nivel de la lexicología o palabras que designan las múltiples y variadas realidades, en todos los sentidos, del país mexicano; al nivel de la semántica o significados que puede tener una misma palabra, como es el caso de la palabra “madre”, “chingar”, “gato”, etc.; en la fonética y la fonología, es decir en las variadas formas que puede presentar la pronunciación de una letra, como es el caso de la “x” mexicana […] Y esto, como ya sabemos, se debió, sobre todo, a la variedad de lenguas y dialectos halladas en el Nuevo Continente y a la misma variedad lingüística y dialectal de los conquistadores y de los negros esclavos introducidos en la Nueva España (Aguirre, 1984)[…] Para considerar algunas de las particularidades sociales, culturales, políticas y económicas de México se pueden consultar las Encuestas Nacionales sobre Cultura Política y Prácticas Ciudadanas, http://www.gobernacion.gob.mx/archnov/Resumen_de_resultados.pdf , http://www.cddhcu.gob.mx/cesop/doctos/Publicaci%F3n%20de%20Tabulados%20de%20Segunda%20ENCUP.pdf#search=’encup%202003′ , y la Primera Encuesta Nacional sobre Discriminación en México, http://www.sedesol.gob.mx/subsecretarias/prospectiva/subse_discriminacion.htm# . Esto nos ayudará a ampliar adecuadamente nuestros conocimientos en torno a algunos matices de las variantes sociolingüísticas del español de México […]
Todos conocemos la trascendencia de la literatura escrita en la fijación de la lengua […] en especial de la lengua culta […] En el ámbito de la literatura, entre las escritoras mexicanas más destacadas están: Sor Juana Inés de la Cruz, Elena Garro, Elena Poniatowska, Rosario Castellanos, Pita Amor, Ángeles Mastretta y Guadalupe Loaeza; y entre los escritores mexicanos más destacados están: Juan Ruiz de Alarcón, José Joaquín Fernández de Lizardi, Alfonso Reyes Ochoa, Octavio Paz, Carlos Fuentes, Juan Rulfo, Sergio Pitol y Carlos Monsiváis […]
¿Y cómo es el español que se habla en México? ¿Qué características sociolingüísticas tiene el idioma español hablado en México? ¿Por qué los mexicanos hablan y escriben un idioma español diferente a las variantes o formas o dialectos del idioma español de los demás hablantes de lengua española? ¿Por qué los mexicanos hablan el idioma español en unas 17 formas o dialectos geográficos de la lengua española de México? ¿Qué importancia tiene el idioma español de México o macrodialecto del español mexicano, tanto el hablado y escrito en México como el hablado y escrito en Estados Unidos? Los europeos y africanos, al llegar a América, se enfrentaron a un mundo lingüístico y social desconocido y, en el caso concreto de la América Hispánica, muchos de los conquistadores se dieron a la tarea –por supuesto obligatoria, sin opciones– de estudiar las lenguas y las culturas amerindias […]
Claro está que esos europeos a los que generalmente relacionamos con la Conquista de América: españoles, portugueses, ingleses, franceses, holandeses, etc., no fueron los primeros en llegar a América. Se ha comprobado que en el año 982, Erik Thorvaldsson, llamado Erik el Rojo (Jaeren, región costera del sur de Noruega, c. 940-c. 1010), llegó a Groenlandia. Estas comprobaciones se fundamentan en los vestigios de los cementerios y los poblados vikingos encontrados en el extremo norte de Terranova, isla que pertenece a Canadá, situada al NE. Desgraciadamente, estos descubrimientos vikingos no dejaron demasiadas huellas en la imagen del mundo tal y como la concebía la edad media. Es por eso que a veces se le ha denominado a estos hallazgos de los vikingos “descubrimiento inconsciente” o “simple encuentro”. Y, por otro lado, no podemos olvidar otras teorías acerca de quiénes fueron los primeros “conquistadores” de América, como es la teoría del inglés Gavin Menzies, expuesta en su libro 1421. El año en que China descubrió el Nuevo Mundo […]
El “descubrimiento” de un nuevo mundo fue labor de Cristóbal Colón (¿Génova 1451?-Valladolid 1506), el más grande navegante de todos los tiempos. El descubrimiento de América “es sin duda el encuentro más asombroso de nuestra historia” (Todorov, 1999). América fue descubierta en la madrugada del 12 de octubre de 1492, cuando llega Colón a la isla llamada Guanahaní, a la que el almirante le dio el nombre de San Salvador y hoy se llama Watling. De toda América, desde Alaska hasta la Tierra del Fuego, sobresalieron dos grandes áreas por su extensión, su poder, su cultura, su arquitectura y sus conocimientos: México y Perú. México, estado de la América del Norte, cuyas regiones más meridionales forman parte de la América Central, cuenta en la actualidad con 1 972 547 km2 y unos 105 millones de habitantes dentro del país, registrados en los censos poblacionales; pero además existen cientos de miles de otros mexicanos no registrados en esos censos […] Aquí en México aparecieron grandes civilizaciones como los olmecas, los aztecas y los mayas, entre muchas otras. El pasado mexicano conforma una de las seis grandes civilizaciones que dieron origen a las más antiguas comunidades humanas –junto a Mesopotamia, Egipto, India, China y Perú– altamente organizadas y sofisticadas. Perú, que es un estado de la América del Sur, con 1 285 216 km2, tiene unos 22 millones de habitantes. Aquí en Perú apareció la primera gran civilización de América: Caral. En Perú se registran importantes grupos indígenas del pasado como los de Caral, y otros que aún viven, como los incas y los quechuas […]
Tal y como conocemos por nuestra experiencia diaria en suelo mexicano, el pasado precolombino nos legó una inmensa variedad de conocimientos que abarcan múltiples esferas, y que han llegado a nuestros días gracias a la labor de muchos de los españoles que tocaron tierra americana con el encuentro de los dos mundos. Pero en ese legado de nuestros antepasados amerindios no se han encontrado estudios lingüísticos “propiamente dicho”. Es posible que sí hayan existido tratamientos lingüísticos, por lo menos entre ciertos grupos étnicos. Es posible que sí haya existido en área mexicana una tradición de reflexión acerca del lenguaje y de las lenguas, de los dialectos o formas de hablar un idioma o lengua, a juzgar por el avance cultural que en todos los órdenes lograron algunos de ellos. Y cuando planteamos esto nos estamos apoyando en la pluralidad de idiomas que se hablaban en México a la llegada de los europeos, de los españoles, es decir más de 170 idiomas o lenguas, que acaso motivaría observaciones sobre la diversidad del conjunto y sobre la corrección, pureza, elegancia y eficacia de cada uno; y el conocimiento y práctica de la escritura –técnica de registro gráfico de la palabra– que ejercían los grupos más evolucionados […]
Acerca de la trascendencia del náhuatl, la lengua mexicana, entre los mexicanos nos habla también el célebre filósofo, historiador, teólogo y políglota mexicano Francisco Javier Clavijero (jesuita, Puerto de Veracruz 1731-Bolonia, Italia, 1787), tal vez la primera gran figura de la conciencia americana: “No embaraza al comercio de los mexicanos la muchedumbre y variedad de lenguas que se hablan en las tierras de Anáhuac; porque la mexicana, que era la dominante, se entendía y hablaba en todas partes. Esta lengua era la propia y nativa de los acolhúas y aztecas y, según lo que decimos en otra parte, de los toltecas y de los chichimecas. Carece la lengua mexicana de las consonantes b, d, f, g, r y s, y abunda en l, x, t, z, tl y tz; pero siendo tan común la l no sé de voz alguna que comience con esa consonante. Carece también de esdrújulos, uno u otro muy raro que hoy se oye, parece introducido después de la conquista. Tampoco tiene voz alguna de terminación aguda. Sus aspiraciones son moderadas y suaves, ni es menester servirse de la nariz para su pronunciación. A pesar de faltarle aquellas seis consonantes, es lengua muy copiosa, muy cortesana, singularmente expresiva, por lo cual la han apreciado y celebrado cuantos europeos la han aprendido, hasta llegar algunos a concederle ventajas sobre la latina y la griega; pero yo, aunque conozco y confieso la excelencia de la lengua mexicana, no me atrevería jamás a compararla con la de los Homeros, Platones, Demóstenes, Sófocles y Eurípides […] Los más altos misterios de nuestra religión se hallan bien explicados en mexicano, sin haber sido necesario mendigar vocablos de otra lengua” (Clavijero, 1987)[…] Por su parte, el célebre fray Bernardino de Sahagún se refiere al idioma o lengua náhuatl en estos términos: “[…] por mi industria se han escrito doce libros de lenguaje propio y natural de esta lengua mexicana, donde allende de ser muy gustosa y provechosa escritura, hallarse han también en ella todas maneras de hablar, y todos los vocablos que esta lengua usa, tan bien autorizados y ciertos como lo que escribió Virgilio y Cicerón y los demás autores de la lengua latina” (Sahagún, 1999: 21) […]
Los sistemas de escrituras de los prehispánicos no eran ni remotamente semejantes a los conocidos en la Europa de la época de la Conquista: eran diferentes tanto por el material empleado para su confección como por el contenido –ideas, imágenes, signos…–. Todo esto nos indica que aparte de que con el mismo encuentro de las dos culturas, de partida, tuvieron que existir intérpretes, para la comunicación dialogada, personalizada, cara a cara, también existieron traductores que se encargaron de trasladar todas aquellas ideas nuevas, desconocidas, raras, diferentes, “preocupantes”, al latín, al español, al portugués y a otras lenguas europeas. El trabajo no fue fácil. En esta labor hubo de todo: buenos trabajos y malos trabajos, buenas interpretaciones y traducciones y malas interpretaciones y traducciones, como sucede en la actualidad en el macromundo de la traducción y de la interpretación, con todo y la existencia de técnicas tan sofisticadas desde todos los puntos de vista –lingüística, filológica y computacionalmente– para realizar traducciones en todos los campos del conocimiento y la actividad del hombre. Creo que vale la pena detenernos un poco en esta cuestión de la labor de la traducción en el momento del encuentro de los dos mundos.
A la llegada de los españoles a México se supone que existían unas 170 lenguas indígenas en esta área. Muchas de ellas desaparecieron sin dejar nada más que su nombre. Hoy tenemos entre 60, 77, 90 ó 100 lenguas nativas o indígenas –en dependencia del repertorio lingüístico que se consulte, del autor que se consulte– en este país. La desaparición de muchos de estos idiomas ha sido fatal, y hoy, en pleno siglo XXI, el llamado “siglo de la globalización”, debido a variadas causas pero principalmente debido al total descuido de estos idiomas y de los grupos indígenas mexicanos y sus culturas, por parte de los variados gobiernos ineficaces que ha tenido este país, y “debido a los fenómenos migratorios originados por la pobreza y la marginación de los indígenas mexicanos y porque en las escuelas públicas a sus hijos les enseñan español, más de 30 lenguas están a punto de desaparecer […] los gobiernos federal y estatal no tienen preocupación por la conservación de las lenguas o tienen a las etnias y sus costumbres en el abandono […]” (Valdez, 2009).
De todas esas lenguas nativas mexicanas, tres fueron las francas –también llamadas sabir, pidgin o lengua mixta–: maya, tarasco y náhuatl –este idioma para todo el reino de la Nueva España–. Hoy la situación es bastante diferente a la de entonces. Es cierto que muchas de estas lenguas desaparecieron, pero los que trabajan las variantes dialectales de la región saben muy bien cuán presente están estos idiomas amerindios, de una u otra forma –sobre todo en el aspecto léxico y fonético– en el español que se habla y se escribe en el México actual […]
Las inscripciones más antiguas de México están relacionadas con los olmecas, mil años antes de Cristo. Otros testimonios inscritos en piedra, como son los de la primera etapa de Monte Albán, en Oaxaca, son de aproximadamente el 600 a.C. Allí, en las “estelas de los danzantes”, están los primerísimos mensajes escritos, antecedente de cuanto llegó a ser la expresión de la palabra indígena. La escritura del México prehispánico era pictográfica, se hacía en piedras. Además, se empleaban, aparte de la piedra, la corteza de amate, la piel de venado –y posiblemente también la de jaguar– y el papel vegetal hecho con maguey. De aquí los códices o libros, que según su forma o contenido se denominan: lienzos, rollos, mapas, tiras o matrículas […]
Cuando se va a hablar de lingüística en México tenemos que considerar, obligatoriamente, la presencia de los frailes franciscanos en la Nueva España –México–, por el papel fundamental que desempeñaron en la cultura y desarrollo de esta región americana […] Uno de los grupos religiosos más importantes radicados en México fueron los franciscanos. A los religiosos franciscanos también se les conoce con el nombre de Hermanos Menores. Esta Orden fue fundada por San Francisco de Asís, un italiano que posee una cronología de su vida un tanto incierta, pero que sí se asegura que nació en Asís en 1182 y murió en la aldea de Santa María degli Angeli, cerca de Asís, en 1226. Los primeros franciscanos llegaron a México en 1523, y todo parece indicar que se aposentaron en Texcoco y se dedicaron de lleno al aprendizaje de la lengua náhuatl. Posteriormente fueron llegando otros frailes que también desempeñarían papeles fundamentales en la formación cultural y lingüística del área mexicana. Muy pronto estos religiosos se convirtieron en expertos conocedores de los idiomas indígenas, y muchos de ellos elaboraron tratados gramaticales y diccionarios, no por simple ejercicio intelectual, sino con el objetivo de acelerar la evangelización y la aculturación de los indios. Precisamente es aquí, en este aspecto del tratamiento lingüístico de las lenguas indígenas de México, donde radica una de las actuaciones más importantes de estos misioneros, porque esta actividad por ellos desarrollada permitió la conservación, si no de todas, por lo menos de una buena cantidad de lenguas indígenas del país, y durante los tres siglos coloniales fueron ellos casi los únicos que se encargaron de estudiarlas […] En el transcurso de los siglos XVI al XVIII se redactaron en Nueva España cerca de un centenar de obras de carácter lingüístico –cartillas, gramáticas, vocabularios– en lengua náhuatl –también llamada mexicano, mexicaneiro o azteca–, otomí, matlatzinca, tarasco, zapoteco, maya, huasteco, mixe, tzeltal, mazahua, ópata, heve o eudeve, cahita, cora, mixteco, popoloca, pame y totonaco –o totonaca–, entre otros. La mayoría de estos religiosos estaba familiarizada con las obras de Nebrija: Introducciones latinas y Gramática castellana. Es de tal manera que fueron apareciendo los trabajos salidos de las manos de los frailes. Algunos de ellos son: Arte para aprender la lengua mexicana, escrito hacia 1547 por fray Andrés de Olmos, quien también realizó en huasteco una gramática, un confesionario y una doctrina cristiana y en totonaca una gramática y un vocabulario; Arte novissima de la lengua mexicana, obra aparecida en 1753 y escrita por el fraile Carlos de Tapia Zenteno; Primera gramática de la lengua maya, escrita por fray Luis de Villalpando; Gran diccionario latino o calepino de la lengua maya de Yucatán, de fray Antonio de Ciudad Real; y un Diccionario español-mexicano mexicano-español, de fray Alonso de Molina. Otra personalidad destacable es la de Juan Guadalupe Soriano, franciscano descalzo, de quien se dice en el museo de Jalpan, Querétaro, que fue el más experto lingüista de su época, quien elaboró dos gramáticas, un vocabulario y una doctrina del pame, entre otras obras […]
El siglo XVI mexicano relaciona el nombre de uno de los hombres más importantes de la historia de la Nueva España, íntimamente ligado a una magna empresa lingüística y filológica, un hombre que ha sido llamado el primer antropólogo del mundo. Nos referimos a Bernardino de Sahagún (Sahagún, reino de León, España, entre 1499 y 1500-Ciudad de México 1590). Sahagún llegó a la Nueva España en 1529 con otros 20 frailes más de la Orden de San Francisco. Este fraile franciscano vivió una época de transición, y pudo percatarse de que la cultura mexica iba a desaparecer absorbida por la cultura europea. Y fue entonces que se adentró con singular tesón e inteligencia en la complejidad del mundo indígena. Escribió en náhuatl, castellano y latín. Desde 1547 empezó a investigar y recopilar datos acerca de la cultura, creencias, artes y costumbres de los antiguos mexicanos. Para llevar a cabo su tarea con éxito, inventó y puso en marcha un método moderno de investigación: hizo cuestionarios en náhuatl, valiéndose para elaborarlos de los estudiantes del Colegio de la Santa Cruz de Tlatelolco, avanzados en “romance”, esto es en latín y castellano, al tiempo que eran peritos en náhuatl, su lengua materna. De las manos de Sahagún salieron los materiales llamados Códices matritenses y Códice florentino o Manuscrito o copia de Sequera, por haber sido fray Rodrigo de Sequera, el superior de Sahagún, quien llevó esta versión a Europa. A Bernardino de Sahagún se le considera el padre de la investigación etnohistórica y social americana. La tan valiosa información que nos legó Bernardino de Sahagún había quedado en el olvido, hasta que el mexicano Francisco del Paso y Troncoso (Veracruz 1824-Florencia, Italia, 1916), profundo conocedor del náhuatl y gran historiador, publicó los originales conservados en Madrid y en Florencia con el título de Historia general de las cosas de Nueva España. Edición parcial en facsímile de los Códices matritenses. Lo que hoy entendemos por lingüística y filología se concatena estrechamente con las investigaciones hechas por Sahagún acerca de la lengua, los textos y la cultura en general de los antiguos mexicanos […] Sahagún dedicó más de cuarenta años a la realización de su gran obra, cargada de herencia de la antigua cultura y de tradiciones, himnos sacros, discursos de los ancianos, información sobre el calendario y las fiestas, los dioses y el ritual religioso, la medicina, plantas, animales y minerales del Anáhuac, así como de amplias recordaciones de lo que fue la Conquista. La obra de fray Bernardino, lingüística, filológica, culturológica y traductológica a la vez, sigue siendo fuente inapreciable para cuantos se acercan al idioma y la cultura del México antiguo, y buscan hallar las verdaderas raíces de la tradición y la comunicación verbo-corporal del mexicano moderno en sus muy variados contextos comunicativos situacionales […], tanto dentro de México como fuera de este país, en especial en los muy variados contextos de uso del español de México en los Estados Unidos de Norteamérica […] Creo que es necesario destacar aquí la labor lingüística y filológica de muchos frailes, indígenas en parte, que, por un lado, colaboraron con Sahagún y, por otra parte, desaparecido ya Sahagún, continuaron de manera independiente con la valiosa empresa de la investigación de las lenguas y las culturas nativas, que tanto han influido en lo que hoy llamamos “idioma español de México” […]
Otro grupo que ocupa un lugar destacado en la historia de la lingüística y la cultura en México es el de los jesuitas. Por jesuitas conocemos a los religiosos pertenecientes a la Compañía de Jesús, orden de clérigos regulares fundada por San Ignacio de Loyola o, lo que es lo mismo, San Iñigo de Loyola, y aprobada en 1540. San Ignacio era español, nacido en Azpeita en 1491 y muerto en Roma en 1556. Los jesuitas llegaron a México en el 1572, y era de pensar que la dedicación primordial a las misiones de indígenas implicara el estudio de las lenguas y las culturas indígenas. Los jesuitas escribieron diccionarios, gramáticas, sermones y catecismos en unas 30 lenguas: acaxe, cahita, cora, cachimí, chicorato, ópata meridional, guaycura, guasave, guazapare, maya, mazahua, medio tahue, náhuatl, otomí, zacateca, que no siempre llegaron a difundirse por la imprenta. Por mucho tiempo se consideró como la mejor gramática del náhuatl la escrita por Horacio Carocci (1579-1662). Otra gramática del náhuatl muy importante, por ser la primera en esta lengua, fue la del padre Antonio de Rincón (1550-1601). En otomí sobresalió Francisco de Miranda (1720-1787); en taraumar y tepehuán, Tomás Guadalajara (1649-17209); en cora, José Miguel de Ortega (1700-1768) y en cahita, Diego Pablo González (1690-1740). Los jesuitas fueron desterrados de la Nueva España el 25 de junio de 1767. El destierro y la supresión de la Compañía de Jesús hizo que muchos jesuitas se dedicaran a escribir en Europa acerca de lo que habían conocido en México. Esta Compañía, suprimida por el Papa Clemente XIII en 1773, fue restaurada en 1814 por el papa Pío VII. Un trabajo muy importante, salido de las manos de un jesuita, es el Catálogo de las lenguas de las naciones conocidas, editado por primera vez en Italia, en italiano, en 1786, y posteriormente en Madrid, en 1800, donde, basado en datos suministrados por los mismos jesuitas que habían estado en la Nueva España, el polígrafo español Lorenzo de Hervás y Panduro (Cuenca 1735-Roma 1809) clasifica por vez primera las lenguas de México. Casi un siglo más tarde un mexicano corregiría y ampliaría este catálogo. Nos referimos al ingeniero topógrafo, abogado, político, escritor y periodista Manuel Orozco y Berra (ciudad de México 1816-id. 1881), quien escribió, entre otros tantos materiales, Geografía de las lenguas y carta etnográfica de México (1864) […]
La segunda mitad del s. XVIII es testigo del nacimiento de uno de los hombres más destacados de la historia cultural y política de América: José Joaquín Fernández de Lizardi, “El Pensador Mexicano”, “El Maniático de la Educación” (ciudad de México, 15 de noviembre de 1776-ib. 21 de junio de 1827). La obra de Fernández de Lizardi es, al mismo tiempo, política, literaria, periodística, sociológica, historiográfica y lingüística. Este hombre fue el primer novelista de América al crear en 1816 la encantadora e instructiva obra El Periquillo Sarniento. Para el estudioso de la lingüística, de la dialectología, de la sociolingüística, de la pedagogía, es de interés el considerar la habilidad de este autor para describir la vida y las costumbres pintorescas de la Nueva España en sus postrimerías, al mismo tiempo que incurría en sus afanes moralizantes y educativos. Fernández de Lizardi recrea el lenguaje peculiar, la jerga estudiantil, el habla de los abogados y los médicos, la jerigonza de los jugadores, de los ladrones, del bajo mundo en general, el dialecto de los indios, la variedad léxica de las comidas, las bebidas y la indumentaria. Las leyendas, las supersticiones y el habla popular por él presentadas son de valiosísima ayuda para los que se interesan por el folclor. En resumen, las páginas de sus obras ofrecen un campo rico para los estudios lingüísticos, pues en ellas se halla el dialecto –o los dialectos– que resultó de la fusión de las razas española y azteca. Es una gran tristeza y pena que se desconozca la trascendental obra de Fernández de Lizardi. Su conocimiento, principalmente por parte de los educadores, maestros, universitarios y funcionarios y gobiernos de América, ayudaría en mucho a reflexionar acerca de las tan deterioradas educación e instrucción en este Continente […]
Otra gran personalidad de los estudios lingüísticos mexicanos es Joaquín García Icazbalceta (ciudad de México 1825-id. 1894). Considerado por algunos como el más eminente historiógrafo mexicano, García Icazbalceta desarrolló múltiples actividades, entre las cuales se encuentran el haber sido investigador, escritor, tercer presidente de la Academia Mexicana de la Lengua y de muchas otras sociedades nacionales y extranjeras, además de traductor. Ante todo, debemos destacar una labor realizada por él que presenta mucho interés para los estudios de traducción, interpretación, dialectología, lexicología y semántica en México: Provincialismos mexicanos y una edición póstuma: Vocabulario de mexicanismos, temas que, tal y como conocemos, son de gran importancia para la historia del español hablado en México, el español de América y los problemas de los dialectalismos entre los hablantes en general y, en especial, en los medios de comunicación masiva, en la traducción, en el doblaje. A García Icazbalceta siempre le interesó el estudio del español hablado en México. Uno de esos estudios lo leyó en una sesión de la Academia Mexicana y se publicó en el III tomo de las Memorias (1886-1891). Ya aquí él señalaba la urgencia de registrar estos modismos en un diccionario que los conserve antes de que desaparezcan. Y es así que escribe: “La destrucción es tan rápida, que los que hemos llegado a edad avanzada podemos recordar perfectamente voces y locuciones que en la época, por desgracia ya lejana, de nuestra niñez eran muy comunes, y hoy han desaparecido por completo”. Pero, desgraciadamente, sólo pudo disponer de material para su publicación hasta la letra G. Su obra fue concluida en 1899 por su hijo: Luís García Pimentel (ciudad de México 1855-id. 1930). Como es natural en este tipo de tareas, García Icazbalceta iba acopiando apuntes, papeletas y consultas que hacía a múltiples corresponsales, entre ellos a filólogos hispanoamericanos, con los que procuraba comparar y comentar los mexicanismos con otros provincialismos no mexicanos. Dijimos más arriba que García Icazbalceta no pudo concluir su obra, y que ésta fue terminada por su hijo, García Pimentel. Ahora bien, más tarde aparece una personalidad célebre de la historia lingüística mexicana del s. XX: Francisco Javier Santamaría (Tabasco 1886-Veracruz 1963). Este lexicógrafo, historiador, bibliógrafo y miembro de número de la Academia Mexicana de la Lengua, tendría a su cargo el “continuar [más de medio siglo más tarde] hasta la Z el vocabulario que García Icazbalceta dejó inconcluso hasta la G”, según sus mismas palabras, por cuanto, añadía: “[…] nos ha parecido de elemental e ineludible acatamiento y reverencia a su autoridad, no emprender una obra como trabajo desligado del suyo, sino llevar a término la constitución de su obra misma, reproduciendo desde luego todo aquello que él pudo realizar, para aprovechar más sus luces a la vez que revivir lo que parece que se va olvidando, ora por lo raro de su libro, cada vez más agotado, ora por la despreocupación o por el poco interés que existe por estas cosas del decir en el común de las gentes, aun cuando consoladoramente veamos que no ha muerto del todo la afición al cultivo del lenguaje ni de sus buenas formas por parte de las generaciones nuevas de intelectuales, que son las encargadas del codicilo de su conservación y su mejoramiento en los tiempos de incertidumbre o de azar que nos sucedan a los pobres aficionados que hoy rompemos nuestras lanzas enmohecidas y tomadas con orín, por esta causa noble y alta, que con estar avalada con la firma augusta del augusto padre don Quijote de la Mancha, ya estará dicho que es también augusta y noble” (Santamaría, 1992: XI-XII). Y ha sido así como se conformó el tan reconocido internacionalmente, pero desgraciadamente muy poco usado por los mexicanos –inclusive del mismo ramo de la lingüística, la filosofía, la comunicología y la traductología–, Diccionario de mejicanismos, cuya primera edición data de septiembre de 1959, y que constituye una de las obras más importantes que debe ser consultada por los especialistas del mundo de la comunicación y el público en general. Recomendamos […] la lectura de la Introducción de este material, la cual es un fragmento del discurso leído por el autor en su ingreso como Académico de Número en la Academia Mexicana de la Lengua, Correspondiente de la Real Academia Española, el 2 de abril de 1954.
A mediados del siglo XIX varios eruditos europeos se van interesando por el estudio de las lenguas y las culturas indígenas de México. Uno de ellos fue el alemán Wilhelm von Humboldt –o Guillermo de Humboldt– (Potsdam 1767-Tegel 1835), quien escribió un tratado gramatical del náhuatl. También los franceses se destacan en la lingüística mexicana: Henri de Ternaux-Campans, publicó en 1841 su Vocabulaire des principales langues du Mexique. En 1859 aparece la obra Vocablos de la lengua huave… comparados con los equivalentes en las principales lenguas de América del Sur y en las lenguas vecinas de Oaxaca y Chiapas, del abate y escritor francés Charles Brasseur (Bourbourg 1814-Niza 1874) y en 1816 Melanges sur différents idiomes de la Nouvelle Espagne, de H. de Charencey.
En la segunda mitad del siglo XIX, varios distinguidos hombres de ciencia mexicana se dedicaron a analizar, describir, clasificar y reunir materiales dispersos, siguiendo principios de la ciencia lingüística del momento. Se distinguieron, entre otros, Antonio Peñafiel (Hidalgo 1839-ciudad de México 1922), médico cirujano, proyectista y escritor. Él reeditó y comentó antiguos trabajos sobre lenguas mexicanas y compiló toponímicos de origen indígena. Otra personalidad lingüística del momento es Francisco Pimentel (Aguascalientes 1832-ciudad de México 1893), regidor y secretario del Ayuntamiento de México (1863). Fundó en 1875 la Academia Mexicana de la Lengua, junto con José María de Bassoco, Manuel Peredo, Alejandro Arango y Escandón, José María Roa Bárcena y otros. Pimentel escribió artículos sobre Michoacán, Texcoco y los toltecas. Fue el primero en sostener que los chichimecas no habían pertenecido a la familia mexicana, según lo habían asentado otros especialistas como Clavijero, Humboldt y Prescott. A él se deben títulos como Cuadro descriptivo y comparativo de las lenguas indígenas mexicanas o filología mexicana (1862-1865), “Descripción sinóptica de algunos idiomas indígenas de la República Mexicana”, en El Renacimiento (1869). Fue, junto con Manuel Orozco y Berra, uno de los pioneros del indigenismo en México y el primero en hacer un estudio sistemático y analítico de la poesía y la oratoria. Juan Francisco Belmar (Oaxaca 1859-?), autodidacta y estudioso de las lenguas poco o mal conocidas, quien escribiera las obras Estudios sobre la lengua mazateca, Estudios sobre el huave y el trike y Glotología indígena mexicana. Estudio comparativo y clasificación de las lenguas indígenas de México (1921), entre otras. Es considerado el lingüista mexicano más completo de su tiempo. Nicolás León Calderón (Michoacán 1859-ciudad de Oaxaca 1929), médico cirujano y partero, profesor de patología interna, de latín, ciencias naturales, etnografía, antropología física, antropometría y botánica, director de medicina y del Museo Michoacano, además de traductor, escribió unas 419 obras, entre las que sobresalen en la esfera lingüística: Silabario del idioma tarasco o de Michoacán (1886); Origen, estado actual y geografía del idioma pirinda o matlatzinca en el estado de Michoacán (1886); Familias lingüísticas de México. Ensayo de clasificación seguido de una noticia en lengua zapatula y de un confesionario de la misma (1901) y Vocabulario de la lengua popoloca, chocha o chuchona (1912). Publicó, además, numerosos vocabularios indígenas raros o desconocidos; entre ellos se destacan: Arte del idioma zapoteco de fray Juan de Córdoba (1886), Arte de la lengua othomí del P. Agreda (1888), Arte y diccionario tarasco de fray Juan de Lagunas (1890), Arte de la lengua tarasca o de Michoacán por Fr. Maturino Gilberti (1889) y Arte de la lengua othomí de fray Pedro de Cáceres (1907). Cecilio A. Robelo (Morelos 1839-Cuernavaca 1916), abogado, diputado, juez, magistrado, gobernador, director del Museo Nacional de Arqueología, Historia y Etnografía a partir de 1913. Adquirió gran renombre en la esfera de los estudios lingüísticos y filológicos. De su gran producción sobresalen las siguientes obras: Arte de jugar albures (1904), Vocabulario comparativo castellano y náhuatl (1889), Nombres geográficos indígenas del estado de Morelos (1897), Nombres geográficos mexicanos del Distrito Federal (1900), Nombres geográficos indígenas del estado de México (1900), Diccionario de aztequismos (1904), Nociones del idioma náhuatl (1912) y Toponimia maya-hispano-nahua (1913). Se destaca también en este período el inglés Lord Edward Kingsborough (Dublín 1795-id. 1837), vizconde de Kingsborough, quien publicó en Londres una monumental obra en nueve volúmenes intitulada Antiquities of México (1830-1848), la cual, además de facilitar por vez primera a los estudiosos la consulta en buenas reproducciones de los códices del México indígena, contribuyó también a sacar del olvido el texto de la Historia general de las cosas de Nueva España de Sahagún, así como las obras de otros cronistas.
El siglo XX se presenta para los estudios lingüísticos mexicanos como un siglo de gran incremento del tratamiento e investigaciones en esta rama, sobre todo en las primeras décadas. Y es aquí donde tenemos que destacar la presencia de investigadores extranjeros, que convirtieron al país en un gran laboratorio donde se ensayaron los más diversos enfoques teóricos y metodológicos. La mayoría de estos investigadores buscaba esclarecer cuestiones pendientes o cuya solución era imparcial o insatisfactoria. Así, por ejemplo, se volvieron a plantear los problemas de la agrupación de las lenguas, de sus interrelaciones, de su antigüedad en regiones determinadas, y de sus posibles relaciones con otras lenguas dentro y fuera del continente. En ello intervinieron los más destacados lingüistas, antropólogos e historiadores de la época, nacionales y extranjeros. No son pocos los nombres de personalidades ligadas a las investigaciones lingüísticas mexicanas. Entre ellos tenemos al antropólogo norteamericano Alfred Luis Kroeber (Hoboken, Nueva Jersey 1876-París 1960), que trabajó las áreas culturales de Norteamérica y la situación de los indios de California; el norteamericano Edward Sapir (1884-1939), que se dedicó a la descripción de las lenguas y culturas amerindias; el antropólogo norteamericano de origen alemán Franz Boas (Minden 1858-Nueva York 1942); el lingüista norteamericano Benjamín Lee Whorf (Massachusetts 1897-Connecticut 1941); el lingüista norteamericano Morris Swadesh (Massachusetts 1909-México 1967), uno de los fundadores de la glotocronología, que es una técnica estadística para establecer la época en que dos lenguas emparentadas se separaron o para medir el intervalo de tiempo que separa dos estados de una misma lengua, y creador de una nueva clasificación genética de las lenguas amerindias de América Central y de América del Sur; el lingüista norteamericano Kenneth Lee Pike (Connecticut 1912); N. McQuaown; W. Lehman; el arqueólogo y etnógrafo alemán Eduardo Seler (1849-1922), quien hizo un viaje de estudios por México entre 1887 y 1888; el mexicano Mariano Silva y Aceves (Michoacán 1886-Distrito Federal 1937), quien fuera, además de escritor, rector de la Universidad Nacional Autónoma de México y director del Instituto de Investigaciones Lingüísticas de la UNAM y creador, en 1937, de dos nuevas carreras: Lingüística Románica y Lingüística de Idiomas Indígenas de México; el también mexicano Miguel Othón de Mendizábal (ciudad de México 1890-id. 1945), el cual ocupó cargos de director interino y jefe del Departamento de Etnología en el Museo Nacional de Arqueología, asesor durante 1934-1940, en el período del presidente Cárdenas, del Departamento de Asuntos Indígenas y rector de la Universidad Obrera. Enseñó etnología, antropología, economía e historia de México; el mexicano Wigberto Jiménez Moreno (Guanajuato 1909-ciudad de México 1985), arqueólogo, filólogo, etnógrafo, etnólogo, creador del Mapa lingüístico de Norte y Centroamericano (1937), de la obras Distribución prehispánica de las lenguas indígenas de México (mapa hecho en colaboración con Miguel O. de Mendizábal en 1935), Fray Juan de Córdoba y la lengua zapoteca (1942), Tribus e idiomas del norte de México (1942), Los estudios lingüísticos en México (1968), Las lenguas y las culturas indígenas de Baja California (1972), entre otras; y el mexicano Pablo González Casanova (Mérida 1889-ciudad de México 1936). Estudió literatura y filología, y ya en 1913 se dedicaba al análisis y enseñanza de las lenguas indígenas. Fue uno de los más valiosos miembros del Instituto de Investigaciones Lingüísticas de México. Algunas de sus obras son las siguientes: “El mexicano de Teotihuacán”, “Ensayo etimológico de mexicanismos de origen azteca”, “Vocabulario chinanteca”, “El tapachulteca”, “Los hispanismos en el idioma azteca y Estudios sobre el español de Yucatán”.
En las investigaciones filológicas y lingüísticas mexicanas ocupa un lugar destacadísimo Alfonso Reyes Ochoa (Monterrey 1889-ciudad de México 1959). Abogado, diplomático, escritor, periodista, convivió con los escritores del 98, fundador de la cátedra de Historia de la Lengua y Literatura Españolas en la UNAM, presidente de la Casa de España en México –hoy El Colegio de México–, presidente de la Academia Mexicana de la Lengua –1957-1959–. Formó parte del Ateneo de la Juventud. Ha sido llamado “el más cumplido ejemplo de hombre de letras” y “enciclopédico y universal”. En verdad su obra desconcierta por la variedad de las formas literarias que adopta y de los temas que trata. De él dijo Gabriela Mistral: “Reyes ha logrado una cosa difícil como un repecho: hacer estimar del europeo al muy discutido hombre de la América española; hemos sido empinados en él […] Le debemos ni más ni menos que el haber dado testimonio de nosotros, el haber sido nuestra prueba irrefutable.” Manuel Gamio (D.F., 1833-id. 1960), el primero en reconocer la pluralidad cultural y lingüística de México en un sentido práctico, emprendió una investigación integral en la que dividió a México en diversas zonas, atendiendo las características de su población; trabajo en el que intervinieron investigadores de casi todas las disciplinas: antropólogos, arqueólogos, lingüistas, economistas, etcétera. Su interés por los problemas sociales y económicos de los indígenas y del medio rural aparece mientras trabajaba en la finca familiar, en los límites de Oaxaca, Veracruz y Puebla. Se ha dicho que Gamio es el primer indigenista moderno, dado que a partir del 1925 vemos que se interesa más por el problema del mejoramiento económico y social de los grupos humanos que por el aspecto histórico. También se ha planteado que “La obra de Gamio se emparenta con la de Bartolomé de las Casas y la de Tata Vasco. Sigue la salvadora tradición. Pertenece a la minoría de los hombres de América que no son cómplices, con su silencio, del crimen de genocidio que se ha venido repitiendo desde 1492. Don Manuel Gamio, desde su sitial en México, dirige, sin pausa, la gran cruzada. Lo vemos inhiesto, desde Magallanes hasta Alaska, como un vigía, como un acucioso centinela”.
Miguel León Portilla (ciudad de México 1926), destacadísima personalidad mundial, es, tal vez, el más célebre especialista en investigaciones prehispánicas, en todos los sentidos, en la América actual.
Otra personalidad de la lingüística en México es Juan Manuel Lope Blanch (Madrid 1929), intelectual muy conocido por sus investigaciones acerca del idioma español y, especialmente, por el tratamiento en torno al español hablado en México y la dirección que ha llevado en los estudios para la formación de los atlas lingüísticos de México. Juan Manuel Lope Blanch ha sido uno de los pocos especialistas que en México ha reflexionado acerca del lenguaje que se emplea en los medios de comunicación.
En el caso de las investigaciones lingüísticas orientadas en la esfera de la antropología debemos destacar que aquí el interés no ha sido únicamente científico, sino también el de resolver en la práctica los problemas de política cultural. A partir de la época cardenista, es decir entre 1934 y 1940, se ha intentado aplicar la investigación lingüística a programas de alfabetización y de educación bilingüe y bicultural, y más generalmente a los planes de incorporación de los indígenas al desarrollo nacional.
En México queda mucho por hacer en cuestiones de investigación lexicológica y terminológica. En lo tocante a las investigaciones terminológicas, tema prácticamente desconocido en México, debemos tomar en consideración la gran extensión geográfica del área y las múltiples variedades científicas y técnicas que todavía no han sido tratadas por los lingüistas, de donde se desprende que no se conozcan las características, sobre todo léxicas, de ellas.
Por otro lado, el problema no radica solamente en que México sea un país en donde se hablan varias lenguas, aunque la oficial sea el español. El problema se hace más complejo si consideramos que aparte de las 60 –ó 90– lenguas nativas que se hablan y escriben en México –véase el atlas de la distribución de las familias lingüísticas nativas de México–, la misma lengua española posee sus variantes dialectales dentro de los Estados Unidos Mexicanos. La situación lingüística actual de México es el resultado de nuestro pasado y de nuestra historia: el enfrentamiento entre el español y las lenguas indígenas que había antes de la Conquista. La dominación política de los españoles durante la Colonia exigía cada vez más el conocimiento de su idioma, subordinando las lenguas autóctonas a la lengua del conquistador. Para los dirigentes y los sectores ilustrados que consolidaron la independencia, el español ya era de hecho la lengua nacional, por ser el idioma que hablaban y porque era la lengua más difundida; sin embargo, todavía en la última década del siglo XIX y la primera del presente, aproximadamente el 38% de la población del país hablaba una lengua indígena. Cualquier persona, sin ser especialista en lenguas, lingüística o filología, sin poseer una gran erudición, sabe qué es una lengua: el sistema de signos vocales con el que se comunica un grupo humano; por ejemplo, son lenguas o idiomas el inglés, el ruso, el español, el francés, el italiano, el hebreo, el alemán, el japonés, el chino, etc. Por otra parte, si preguntamos a la misma persona qué es un dialecto, posiblemente dirá que es una lengua incompleta o degradada, que no tiene una gramática, que es algo propio de sociedades primitivas e incultas. Lo que es peor, dará como ejemplos el náhuatl, el otomí, el zapoteco o cualquier otra lengua indígena. Es evidente que en lo anterior hay, por una parte, la expresión de un prejuicio infundado y, por otra, la interpretación errónea de nociones lingüísticas. Desafortunadamente, esta combinación de equivocaciones está tan difundida y arraigada en México que hasta los mismos indígenas han llegado a llamar “dialecto” a su propia lengua nativa, o han visto que personas interesadas y bien intencionadas preguntan dónde pueden estudiar náhuatl, maya o algún otro “dialecto”, y aun los estudiantes de nivel universitario llaman dialectos a las lenguas nativas de México y América. Claro está que este error debe ser corregido de inmediato. Las lenguas nativas de México son tan lenguas como el español, el inglés o el ruso. No son dialectos. Claro está que dentro de ellas puede haber dialectos. Pero que quede claro que una cosa es lengua y otra es dialecto […]
Así pues, como sabemos, todo grupo social tiene sus subgrupos, sus divisiones, cualquiera que sean éstas (Ruano, 2007a), es decir que por ejemplo dentro de los llamados peninsulares, latinos o iberoamericanos o latinoamericanos o norteamericanos o centroamericanos o sudamericanos o caribeños, etc., es notorio diferencias, a veces abismales, en todos los aspectos de la vida; pero sobre todo en cuestión de razas y mestizajes, en la educación, en la medicina, en la economía, en la procuraduría de la justicia, en los derechos… Esto, claro está, también sucede con los mexicanos, que tanto al nivel de su imagen corporal interna como al nivel de su imagen corporal externa, y su conducta social, su conducta verbo-corporal, sus protocolos y etiquetas, ya sea en la vida pública, o en la vida laboral o especializada, o en la vida íntima, tienen sus rasgos particulares (Ramos, 2001; Paz, 2000; Bartra, 2001; Dehesa, 2005; Kras, 1990; Riding, 2002). Tenemos que destacar aquí la gran extensión geográfica de los Estados Unidos Mexicanos con el objetivo de recordar que toda lengua que se ubica en una región con evidentes variantes geográficas tendrá, obligatoriamente, evidentes dialectos: se nomina todo lo que existe en las diferentes zonas geográficas: lo tangible y lo intangible, flora, fauna, procesos y fenómenos climatológicos, vestuarios, gastronomías, etc.
La lengua española hablada y escrita en México, de la misma manera que muchas otras lenguas que se usan en este país, posee dialectos: geolectos o dialectos geográficos, sociolectos o dialectos sociales, tecnolectos o dialectos técnicos o dialectos científico-técnicos, etc. En lo tocante al español hablado en México, debemos destacar las zonas dialectales del español, lo que quiere decir que en México no hay una manera única o exclusiva de hablar el español, sino que se considera un número de dialectos, un número de formas, maneras, de hablar esta lengua. Las diferencias en estas maneras de hablar de los mexicanos están, sobre todo, en el léxico y la pronunciación. De aquí que podamos distinguir (según el Atlas cultural de México. Lingüística (1988). México, SEP-INAH-PLANETA) unas 17 maneras de hablar el español en México. Ellas son: 1. el español yucateco. 2. el español campechano (de Campeche). 3. el español tabasqueño. 4. el español veracruzano meridional. 5. el español veracruzana. 6. el español chiapaneco. 7. el español juchiteco o ístmico. 8. el español del altiplano oaxaqueño. 9. el español del altiplano meridional. 10. el español michoacano. 11. el español de las hablas occidentales. 12. el español del altiplano central. 13. el español de las hablas del noroeste. 14. el español chihuahuense. 15. el español bajacaliforniano septentrional. 16. el español de las hablas del norte. 17. el español de la zona de transición […]
Otro tema interesante en cuanto al estudio del español de México es lo referente al albur y las “malas palabras”, tan diferentes a las variantes de otros países de lengua española (Paz, 2000: 77-91; Rubio, 1925; Loaeza, 2007). Es más, el albur y las malas palabras empleadas en México son muy diferentes según la región mexicana de que se trate. A este tipo de vocabulario “malo” (?) o “sucio” (?) empleado en México, Armando Jiménez lo ha llamado Vocabulario prohibido de la picardía mexicana. El estudio de este tipo de lenguaje, el lenguaje de las llamadas “clases desposeías”, reviste gran importancia para los investigadores de muy diversas ramas porque estos análisis siempre brindan importante información sobre el comportamiento psicológico, culturológico, social, económico, político, ideológico y en general no verbal de los pueblos. Y, no es menos cierto, a veces este tipo de lenguaje es más expresivo, preciso y gracioso que el mismo idioma culto, y la conducta no verbal de sus usuarios adquiere ciertas particularidades discursivas en el diálogo, en especial en situaciones de socialización al calor de las copas y en los eventos y reuniones de gran importancia en la tradición mexicana como son el fútbol, las fiestas patrias, las manifestaciones y protestas populares, las fiestas pueblerinas, los toros, los mercados populares, etc.; pero también estas manifestaciones discursivas de tono vulgar o populachero están presentes en cualquier tipo de reunión, en escuelas y universidades de todo tipo, en boca de varones y de hembras, y hasta en ciertos programas televisivos y radiales.
El investigar las “palabras obscenas” (?) es de gran importancia porque detrás de ellas existen profundos orígenes etimológicos y psicológicos, comparaciones léxicas y semánticas que identifican lingüísticamente a un pueblo, cualquiera que sea éste, en una variedad con frecuencia desconocida, en especial en la medida en que ese pueblo posea contrastes raciales, étnicos, económicos, políticos, culturales, religiosos, sexuales, etc., muy fuertes. Recordemos que para que una palabra sea mala, sea considerada mala, se ubique en el mundo de las palabras malas, se necesita a más de una persona, una que la diga y otra –u otras– que la entienda. Morris Swadesh, uno de los lingüistas norteamericanos más importantes de todos los tiempos, que murió en México en 1967, decía: “que el valioso instrumento del habla tenga buenos o malos efectos, es algo que depende de los hombres solamente.”
Cuando nos referimos al idioma español hablado y escrito en México, enseguida recordamos “el cantinfleo”, “cantinflear” o “cantinflar”, el “discurso mítico”, es decir: “Hablar [y escribir] deshilvanadamente, disparatadamente (Jiménez, 1991: 47), una manera de expresarse, verbal y también corporalmente, peculiar de México, tanto al nivel de los emisores como al nivel de los receptores comunicativos, copiando al famoso y querido actor Cantinflas –Mario Moreno Reyes, 1911-1993–, también conocido como “El Mimo” y “El Cómico de la Gabardina”. El lenguaje verbo-corporal cantinflesco y el discurso mítico se pueden observar fácilmente en todas las esferas socioculturales y socioeconómicas de este país, en cualquier centro educativo y en cualquier medio masivo de comunicación. En el lenguaje político-gubernamental-administrativo mexicano el cantinfleo y el discurso mítico son unas marcas estilísticas (Ruano, 1992b; Loaeza, 2007:28); e inclusive las respuestas de los lenguajes corporales –aplausos estruendosos, miradas de aceptación, gestos positivos y de acuerdos, silbidos y chiflidos de apoyo y aceptación, variantes corporales sincrónicas interaccionales, etc.– y las respuestas de los lenguajes verbales –palabras y oraciones, tonos, acentos, modulaciones, voces naturales, onomatopeyas, etc., de aceptación y acuerdo– de los políticos y funcionarios que son enfrentados, cuestionados, increpados y ridiculizados en actos públicos abiertamente difundidos en todos los medios masivos de comunicación, sólo pueden ser clasificadas, en una inmensa cantidad de casos, como “discursos del absurdo”, “respuestas discursivas verbo-corporales del discurso del absurdo”, “la comunicación del sin sentido”, “la comunicación de las personas apartadas de la razón”, todo lo cual se produce con el objetivo de evitar las responsabilidades, de pretender no ser aludido, de evitar que se evidencie complicidades y componendas, de intentar abiertamente que cualquier culpabilidad recaiga sobre ese otro o esa otra que, en realidad y como es más que sabido, son todos y cada uno de los funcionarios, directivos y gobernantes. En este sentido la desfachatez, ¿o la ignorancia?, ¿o la rusticidad comunicativa?, de una inmensa cantidad de funcionarios y políticos de América y de Iberoamérica no tiene límites. ¡Cuántas sorpresas nos da cada día esta “filosofía del absurdo político iberoamericano”…!
En todas las variantes del español hablado en México es frecuente el uso del “diminutivo” –de la misma manera que sucede en todo el resto de las variantes del idioma español–. No obstante, he oído con frecuencia hablar en este país de los “inconvenientes” del uso del diminutivo y de la tendencia mexicana a la “micromanía” […]
Y este asunto de la “macromanía” mexicana, es decir el hacer las cosas en grande, en ciertos casos y por un lado, y por otro lado la “micromanía” mexicana, es decir el hacer las cosas a lo chiquito, a lo pequeño, a lo cortito, e inclusive mal, ya lo he comentado en http://knol.google.com/k/m%C3%A9xico-y-los-mexicanos-vistos-y-analizados-a-trav%C3%A9s-de-la-%C3%B3ptica-de-algunos#
El mexicano, según Iturriaga, es asimismo fatalista y supersticioso, aspectos derivados de sus antecedentes culturales, que le hacían depender de los propósitos de las fuerzas trascendentes y de los designios divinos.
Finalmente, señala que el mexicano es micrómano [de micromanía], es decir, tiene predilección por lo pequeño, que se encuentra implícito en la variedad de las formas diminutivas empleadas en el habla cotidiana y en “los pregones callejeros”, pero sobre todo en su peculiar afición por las miniaturas (Béjar, 2007).
[…] Y quiero aclarar aquí yo, Fernando Antonio Ruano Faxas […] que sí, es verdad, en general se puede decir que el mexicano promedio no tiene ni la más remota idea de lo que es hacer las cosas “a lo grande”, y mucho menos “bien”, salvo en el caso de la corrupción […] ¡Ahí sí, y a lo grande, y muy bien! ( http://knol.google.com/k/calidad-calidad-de-vida-y-corrupci%C3%B3n-parte-iv# ; Castañeda, 2011; Elizondo, 2011, etc.) […] De haber sido de otra manera, un país tan rico como México no estaría en la triste y lamentable situación que está hoy http://knol.google.com/k/la-guerra-perdida-de-m%C3%A9xico-contra-el-narcotr%C3%A1fico-m%C3%A9xico-en-estado-de-colapso# , http://knol.google.com/k/migrantes-o-espaldasmojadas-o-wet-back-o-indocumentados-o-sinpapeles-o-balseros# […] La macromanía no es objeto de devoción de los mexicanos […] Queda más que claro que, en general, los mexicanos son micrómanos, que la micromanía es parte de la mexicanidad, como también es parte de la inmensa mayoría de los pueblos de América Latina, de los pueblos tercermundistas y cuartomundistas, de los pueblos atrasados y en estado de barbarie […] Pero también existe una macromanía en México, muy de vez en cuando, una “macromanía idiota”, una “macromanía a lo pendejo”, una macromanía que aparece de la noche a la mañana “en ciertas circunstancias ya conocidas”, es decir hacer cosas desmesuradamente grandes, inmensamente grandes, que a nadie le importa, sólo para estar en los Récord Guinnes (Castañeda, 2011:202-209), o para “intentar” apantallar y confundir […] ¿Y qué se supone que tenemos que decir cuando vemos estas cosas desmesuradamente grandes que de vez en cuando construyen los mexicanos y que no reportan la menor importancia para nadie? ¿Habrá que decir “¡ASÚSTAME!”? […]
Aquí es necesario subrayar la interesante y productiva historia de los estudios lingüísticos mexicanos o en México; no obstante señalamos la carencia de análisis adecuados de los tipos de lenguajes empleados en los periódicos, en la radio, en el cine, en la televisión, algo que es de trascendental importancia: “El lenguaje no está sometido a leyes ciegas: en su condición de hecho humano está regido por voluntades humanas, y la voluntad de quien decide qué seguir puede ser influida por la de quien propone qué seguir, siempre que la apelación en que se apoye tal propuesta sea legítima, en función de las motivaciones del que puede seguir lo óptimo entre lo mejor. Ello significa que, gracias a los medios de difusión, se puede cuando menos insinuar una dirección a la lengua, la que le den los periodistas –redactores, traductores y correctores–, los locutores de la radio y de la televisión, los dramaturgos, los guionistas de cine, los novelistas y, en fin, todos los que disponen de un foro o una tribuna para expresarse a un público y ser leídos o escuchados. Ellos deberían resembrar y ahondar en sus conciencias la enorme responsabilidad que, en veces sin quererlo, asumen al constituirse en ejemplos ante quienes, con mayor o menor sentido de emulación, los consideran la autoridad en el empleo de la lengua. La intención que debe animar a la adopción de una norma idiomática, y a su sostenimiento como bastión de identidad nacional, es la de orientar, aconsejar, y, sin condenaciones hipócritas, señalar lo deseable, lo preferible.
El aparato comunicador nacional –e internacional– es el constituido por los medios de difusión; ése es la verdadera academia, la universidad popular, la viva, que asume espontáneamente la misión de estratificar el lenguaje, y envía a cada rango del espectro idiomático el grupo de voces que debe ocuparlo, sean términos técnicos, científicos, artísticos, palabras del ambiente, o giros coloquiales. Sobre todos estos niveles, por la especificidad de su peso, flotará el lenguaje culto, la norma general, que será una con la de cualquier otra comunidad de habla española, no importa su ubicación geográfica (Cohen, 1993), y también la falta de investigaciones lingüísticas aplicadas a las áreas especializadas del uso idiomático, como son los lenguajes especializados, científicos, técnicos, tecnojergas, etc.
El estado actual, es decir en pleno siglo XXI, que presenta el idioma español hablado y escrito en México en todos los niveles sociales, esferas socioculturales y regiones del país, se considera como caótico, algo que han demostrado ya las estadísticas internacionales y nacionales en torno a la educación y la ciencia, y múltiples personalidades mexicanas y extranjeras reconocidas en el ámbito de la educación, la cultura, las letras, las artes y el periodismo, como por ejemplo la reconocida escritora mexicana Guadalupe Loaeza (Loaeza, 2007: El ABC de las y los mexicanos).
En México, a pesar de la coexistencia multisecular de las lenguas indígenas con el español, lo que brinda un gran material para la investigación contrastiva o comparada por tratarse de lenguas en contacto, a pesar de la gran experiencia que obtuvieron los europeos en cuanto a la traducción, sobre todo los franciscanos y los jesuitas, no existen materiales especializados y actualizados que analicen la situación de las hablas regionales o técnicas. Esto, por supuesto, puede afectar la labor de los periodistas, de los traductores, de los reporteros y de los hablantes en general.
Philologist and Image Consultant Fernando Antonio Ruano Faxas
Филолог и консультант Фернандо Антонио Руано Факсас
ЯRConsultores de Imagen Social®
Hacia la calidad integral sin fronteras
http://openlibrary.org/a/OL807084A
http://openlibrary.org/search?q=ruano+faxas
http://openlibrary.org/search?q=ruano+faxas&offset=20
http://openlibrary.org/a/OL6500100A/Ruano-Faxas%2C-Fernando-Antonio-y-Paulina-Rend%C3%B3n-Aguilar
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[16] (1985). Gran colección de la literatura mexicana. La literatura de la Colonia. México, PROMEXA, p. 335.
[17] José Rogelio Álvarez (dir.) (1987). Enciclopedia de México, t. XII. México, Enciclopedia de México-Secretaría de Educación Pública, p. 7057.