Abstract
TABÚ, TABOO, ТАБУ, 禁忌 , TABOU, タブー , تابو
[…] Y se prohíben las “palabras feas”, las “frases feas”, el “albur” o doble sentido; pero no se prohíben las relaciones con los delincuentes, criminales, ladrones, narcotraficantes, lavadores de dinero, cómplices de curas violadores o pederastas o pedófilos […] como Marcial Maciel Degollado, los Legionarios de Cristo […] y hasta los mismos papas […] Se ha querido prohibir hasta la lectura del encantador libro AURA, de Carlos Fuentes […] pero no se prohíbe la lectura de los libros escritos por el criminal cura pedófilo Marcial Maciel Degollado, sino que al contrario, a los alumnos y hasta a los profesores de la Universidad Anáhuac “los obligan” a consultarlos […] en sus “diz que” cursos de postgrado, especialmente en los del área de Humanidades, dirigida por anormales, por seres dismorfóbicos, traumados, y por supuesto gatos arribistas […]
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RUANO FAXAS. CONFERENCIA SOBRE IMAGOLOGÍA DEL ARTE
TABÚ, LO PROHIBIDO PERO QUE TODOS EXPRESAN Y HACEN
El Gran Masturbador, de Salvador Dalí, 1929
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Habitualmente, el tabú está relacionado con la interdicción lingüística o sistema que prohíbe el uso de determinadas palabras o asociaciones léxico-semánticas, con los actos tabúes o actos que se prohíben según las sociedades, como son ciertos tipos de actividades y tendencias sexuales y con los alimentos tabúes, es decir comidas y bebidas que, por el motivo que sea, son restringidas o prohibidas. Estos alimentos tabúes casi siempre son prohibidos por motivos religiosos y culturales. El tabú está relacionado directamente con los prejuicios cognitivos.
El tabú lingüístico es muy común en todas las sociedades, desde la misma formación de la Humanidad. El tabú lingüístico se considera como una diferencia de hablas, y esto está relacionado, claro está, con los lenguajes corporales, por motivos de sexo, edad, categoría, status, rol, etc. El tabú, comúnmente, se refiere al carácter de un objeto, de una persona o de un comportamiento, que los designa como prohibidos o peligrosos para los miembros de una comunidad, de un grupo o de una persona. Esto mismo hace que se considere tabú el uso de una palabra o el hablar acerca de un tema, debido a determinadas restricciones sociales, religiosas, culturales, etc. Se llama tabú lingüístico a la prohibición de una palabra o combinación de palabras por razones religiosas, sociales, culturales, por miedo o de otro tipo. Evitar el tabú lingüístico implica la presencia del eufemismo, que es la manera de expresar de forma atenuada ideas o hechos cuya crudeza pudiera parecer demasiado brutal, desagradable o fuerte al oído (Ruano, 1993). En el caso de las culturas globalizadas, en cualquiera de los sentidos generales de esta palabra “globalización”, los hablantes deben tener cierto cuidado, debido a que muchos eufemismos pueden aparecer en otras áreas dialectales como disfemismos, es decir cuando se sustituye una palabra normal por otra más vulgar o familiar, o también pueden aparecer como términos neutrales, según sean las ideologías, los caracteres, los puntos de vista, como podría ser el caso de:
Canciller: Simple portero.
Noble: El que es fácil de conocer.
Obispo: Supervisor cualquiera.
Virgen: Hembra no tocada por el macho.
palabras que a través del tiempo han sufrido muchos cambios…[1]
También sucede que hay eufemismos de eufemismos, como ocurre con las siguientes palabras –léase de derecha a izquierda–:
aventura ← relación prematrimonial ← comerse la torta antes del receso,
entendido ← homosexual ← maricón
Todo parece indicar que la palabra tabú fue introducida en las civilizaciones occidentales por vez primera en 1784, debido a una publicación en lengua inglesa intitulada A voyage to the Pacific Ocean 1776-1780. Esta obra, escrita por el navegante y explorador inglés James Cook (1728-1779) en colaboración con J. King, refleja que la forma tabú es originaria de Tonga, estado insular del Pacífico sur –formado por las islas Tonga–, de unos 779 km2 y unos 97 000 habitantes:
Tabú es una palabra polinesia, cuya traducción se nos hace difícil porque no poseemos ahora la noción correspondiente. Esta noción fue aún familiar a los romanos, cuya sacer equivalía al tabú de los polinesios. El αγος de los griegos y el kadesh de los hebreos debieron de poseer el mismo sentido que el tabú de los polinesios y otras expresiones análogas usadas por multitud de pueblos de América, África (Madagascar) y del Asia septentrional y central.
Para nosotros, presenta el tabú dos significaciones opuestas: la de lo sagrado o consagrado y la de lo inquietante, peligroso, prohibido o impuro. En polinesio, lo contrario de tabú es noa, o sea lo ordinario, lo que es accesible a todo el mundo. El concepto de tabú entraña, pues, una idea de reserva, y, en efecto, el tabú se manifiesta esencialmente en prohibiciones y restricciones. Nuestra expresión «temor sagrado» presentaría en muchas ocasiones un sentido coincidente con el de tabú.
Las restricciones tabú son algo muy distinto a las prohibiciones puramente morales o religiosas. No emanan de ningún mandamiento divino, sino que extraen de sí propias su autoridad. Se distinguen especialmente de las prohibiciones morales por no pertenecer a un sistema que considere necesarias en un sentido general las abstenciones y fundamente tal necesidad. Las prohibiciones tabú carecen de todo fundamento. Su origen es desconocido. Incomprensibles para nosotros, parecen naturales a aquellos que viven bajo su imperio.
Wundt dice que el tabú es el más antiguo de los códigos no escritos de la Humanidad, y la opinión general lo juzga anterior a los dioses y a toda religión (Freud, 1981: 1758).
Todas las culturas tienen sus tabúes. La tradición judeo-cristiana está llena de tabúes. Al respecto, por ejemplo, consúltese en la Biblia “Levítico”.
El tabú lingüístico es un proceso muy frecuente que conduce a evitar algo, un acto, una conducta, un objeto, una palabra, que en una cultura determinada designa algo molesto, sucio, inoportuno, desagradable, etc., sustituyendo así una cosa, la que sea, por otra cosa menos comprometedora, más agradable. Así, por ejemplo, en el caso de las palabras-tabú, decimos invidente por ciego; minusválido por paralítico; seno o pecho por teta; pompi por nalga; pajarito o cosita por pene; económicamente débil por pobre; amiga o segundo frente por amante, etc. Los tabúes del lenguaje pueden aparecer por tres causas[2]:
Entre lengua y religión siempre ha existido una relación social muy estrecha, debido a que éstas son dos formas de la cultura. Entre lengua y religión se da una relación de colaboración cultural, de interferencias y de influencias recíprocas, lo que hace variado y extenso el espectro del análisis de esta relación.[4] En algunas religiones no se puede mencionar el nombre de su dios. Un ejemplo muy evidente del tabú por miedo es que en la República de Sudáfrica existe un pueblo negroafricano llamado zulú, que son unos tres millones, que a su vez hablan la lengua zulú, y entre ellos las mujeres no pueden –bajo pena de muerte– mencionar el nombre de su suegro y el de los hermanos de éste. Con el miedo están relacionados muchos tipos de tabúes. El tabú estuvo presente en las civilizaciones más avanzadas, como Grecia, Roma y el pueblo judío. Entre los griegos, y según Platón, se le prohibía a los guerreros comer pescado. En Roma el flamen dialis o sacerdote encargado del culto a Júpiter –el sacerdote mejor considerado entre los romanos– y su esposa estaban envueltos en una verdadera red de prohibiciones o tabúes: no podían montar a caballo, ni siquiera tocar a este cuadrúpedo; no podían pasar por debajo de una parra; les estaba vedado pronunciar algunos nombres, como el de macho cabrío; sólo podía cortarles el pelo un hombre libre, no un esclavo; no podían tocar un cadáver. Estos sacerdotes no podían realizar ningún trabajo, ni tocar el hierro, ni pasar una noche fuera de su domicilio. Debían estar casados por confarreación –forma solemne de matrimonio religioso, indispensable para desempeñar ciertos sacerdocios, como los flámines,[5] no podían divorciarse y sus mujeres estaban sometidas a obligaciones que las asociaban al sacerdocio. La flamínea no podía peinarse en ciertas festividades y era tabú después de oír un trueno, hasta no purificarse por medio de un sacrificio. Entre los judíos el tabú se manifiesta en varias prescripciones: todo lo relacionado con Jehová, el Dios de Israel, cuyo verdadero nombre es Yahvé o Jahbulon, tenía carácter prohibitivo; el arca de la alianza[6] exigía una respetable distancia; los nazarenos –los primeros cristianos– no podían tomar ciertos alimentos ni tocar los cadáveres; el parto hacía tabú a la madre, la cual se purificaba al cabo de cierto número de días; la lepra, la menstruación y las funciones sexuales ocasionaban períodos más o menos largos de impureza; algunos alimentos eran tabú para el israelita, y su impureza se comunicaba a los pucheros o vasos de tierra, los cuales habían de romperse en caso de haber contenido algún manjar de los prohibidos. En la construcción del Templo se proscribió el hierro.
2. Delicadeza: A veces en determinados grupos sociales no es fácil distinguir el tabú por delicadeza del tabú por miedo. Cuando se habla de temas desagradables, como la enfermedad o la muerte, las deficiencias físicas o mentales, de actos criminales o del fraude, el robo, la pobreza, la raza, los grupos migrantes; es por ello que decimos que alguien murió de una larga y penosa enfermedad y no decimos que murió de cáncer; decimos que alguien murió de una repentina enfermedad y no que murió de un infarto; en algunas regiones de la India la terrible enfermedad del cólera se ha llamado la señora del flujo; en Borneo la viruela se ha llegado a nombrar como hojas de la selva; en ciertas tribus de África la muerte se ha nominado como ir a casa e ir por leña; decimos Fondo Nacional de Microcrédito y no changarro; decimos persona del color o persona de color y no negro o negra; cuando decimos que a alguien se le aseguró –asegurar– queremos decir que se le detuvo –detener–, en especial si es un migrante; cuando en el lenguaje especializado de los medios decimos por pueblo, por grupo común, por perrada, por pelusa, círculo verde o foro verde, y, en contraposición a los “comunes”, por periodistas e intelectuales, círculo rojo o foro rojo; por patrón, empleador, etc.
3. Decencia y decoro: cuando se hace referencia al sexo, a determinadas partes y funciones del cuerpo no se emplean las palabras que popularmente las designan, sino otras más eufemísticas, menos impactantes a los oídos de los interlocutores de esa cultura. Por supuesto que todo lo que se relaciona con el tabú lingüístico está condicionado por la evolución y el cambio de las sociedades, de la misma manera que por la moda y los estilos: http://knol.google.com/k/fernando-antonio-ruano-faxas/estilo-o-estilos/19j6x763f3uf8/10# […]
Con frecuencia se plantea que a la hora de hablar y de escribir, los usuarios de las lenguas deben considerar la autorregulación lingüística, la autorregulación verbo-corporal, es decir, tomar en cuenta el contexto lingüístico, el lugar y las personas ante quienes hablarán o a las que se dirigirán los escritos, los discursos, con las que se dialogará, a las que se les mandarán los mensajes verbales y los mensajes corporales, es decir los mensajes verbo-corporales. En nuestros países subdesarrollados esto es una utopía. Antes de hablar de autorregulación lingüística y de autorregulación verbo-corporal, tenemos que hablar de una verdadera y realizable “política lingüística“, de una verdadera “planeación lingüística”, de “enseñar” a hablar y escribir a nuestros niños, a nuestros educandos, y hasta a los mismos intelectuales, a los periodistas, a los políticos, a los gobernantes, a los artistas, a los educadores y maestros en general, a todos aquellos que deciden la suerte cultural de los países. Todo esto se hace mucho más complejo, problemático, en las situaciones de grandes variantes dialectales geográficas y sociales de un idioma, como es el caso del idioma español, hablado y escrito en todos los continentes. Las variantes dialectales presentan unidades léxicas y variantes semánticas que pueden funcionar como tabúes lingüísticos o malas palabras en otras variantes dialectales del mismo idioma, lo que constituye un riesgo discursivo, en especial para los medios de comunicación masivos: radio, televisión, cine, Internet, para el discurso político, para el discurso periodístico, para el discurso literario, etc. (Río, 2001; Cela, 1975; Paz, 1988; Laguna, 1988; Gortari, 1988; Perednik y Perednik, 2006).
En el mundo moderno cuando las personas se encuentran por primera vez evitan el utilizar palabras inadecuadas, malsonantes o malas palabras; pero, al transcurrir la conversación, si se sienten a gusto, si comienzan a sentirse en confianza, si empiezan a dejar de preocuparse por cómo pueden ser juzgadas, entonces pueden aparecer algunas palabras y gestos tabúes de manera esporádica. Eso no es un problema en el mundo de las relaciones modernas.
En la cultura occidental es bastante común el jurar:
Por supuesto, casi todos juramos de vez en cuando. Incluso la gente que tiene un gran autocontrol deja escapar una o dos palabras subidas de tono cuando se da un golpe con un martillo, le toca la lotería o siente algún otro estímulo físico o emocional intenso. Pero el hecho de que alguien blasfeme de forma regular o inadecuada no refleja una pérdida de control temporal, sino una característica de su personalidad. Para evaluar el significado de las palabrotas, considera con cuánta frecuencia las utiliza una persona y en qué circunstancias. No juzgues de forma precipitada a alguien que suelte uno o dos tacos de vez en cuando; intenta determinar cuál es la causa de su arrebato (Dimitrius y Mazzarella, 1999: 208-209).
Hay pueblos que observan conductas lingüísticas y corporales extremas, por un lado tienden a ser muy conservadores –en comparación con otros grupos sociolingüísticos– en sus discursos habituales frente a desconocidos y, especialmente, frente a los extranjeros. Por otro lado, en situaciones de marcado estrés, como es el caso del tráfico vial, o bajo la influencia de algunas copas, estos discursos pueden pasar a los oídos y ojos de la mayoría como inapropiados o tabuizados.
Los tabúes relacionados con las “malas palabras” y los “gestos ofensivos” deben ser considerados a partir de:
1. Lo popular al nivel de todo un sistema lingüístico o al nivel de una situación de globalización. Es decir, para un usuario de un dialecto de una lengua la “supuesta” mala palabra o “supuesta” palabra altisonante o “supuesto” gesto ofensivo que dice o hace otro usuario de otro dialecto de la misma lengua. En situaciones de la gran variabilidad sociocultural, sociolingüística, dialectal, globalización, etc., muchas palabras y gestos o conductas comunicativas pueden no significar algo malo o desagradable (Gortari, 1988).
2. Lo vulgar generalizado. Una palabra o un gesto que todos saben que es “malo”, “ofensivo”, “desagradable”. Es decir, que debemos evitar por todos los medios decir esa palabra o hacer ese gesto.
3. Lo vulgar restringido o marginal. Son palabras y gestos prácticamente secretos, crípticos, que solamente conoce un grupo limitado, como sucede con las palabras y los gestos de los grupos de delincuentes o individuos sexualmente corruptos: violadores, pederastas…
Hacia la calidad integral sin fronteras
[1] Para considerar las variaciones semánticas en la historia de la lengua española, recomendamos ver: Martín Alonso (1968). Enciclopedia del idioma. Diccionario histórico y moderno de la lengua española, etimológico, tecnológico, regional e hispanoamericano. Madrid, Aguilar, y Joan Corominas (1954). Diccionario crítico etimológico de la lengua castellana. Madrid, Gredos.
[2] Independientemente de las ya conocidas clasificaciones freudianas: Freud, op. cit.
[3] El lingüista brasileño R. F. Mansur Guérios cita unos 24 animales cuyos nombres han sufrido prohibiciones en diferentes idiomas: abarca desde las hormigas, abejas y gusanos hasta los osos, tigres, leones, mariposas y ardillas. Véase R. F. Mansur Guérios (1956). Tabus lingüísticos. Río de Janeiro. Apud. Ullmann, 1968: 108. Otro texto muy interesante es: James George Frazer (1996). Objetos y palabras tabú. México, FCE.
[4] Eugenio Coseriu (1990). Introducción a la lingüística. México, UNAM, 57-58.
[5] Flamen. Sacerdote encargado del culto de una divinidad determinada; había 3 flámines mayores: de Júpiter, Marte y Quirino, antigua divinidad romana, parece ser el Marte pacífico, y 12 flámines menores.
[6] Arca de la Alianza. Cofre de madera de acacia recubierto de oro, en el que se guardaban las tablas de la ley y que se transportaba con la ayuda de dos barras de madera, considerada el trono de Yahvé, que desapareció tras la destrucción de Jerusalén (587 a.C.)