Tomado del libro del filólogo, lingüista, imagólogo y paisólogo Fernando Antonio Ruano Faxas, El lenguaje corporal humano. Un enfoque imagológico en base a criterios verbales y no verbales, disponible en http://openlibrary.org/b/OL21783353M/El_lenguaje_corporal_humano._Un_enfoque_imagol%C3%B3gico_en_base_a_criterios_verbales_y_no_verbales . También se han publicado versiones de este texto en http://openlibrary.org/b/OL22661782M/Crestomat%C3%ADa_filol%C3%B3gico-ling%C3%BC%C3%ADstica , en http://openlibrary.org/b/OL22661498M/La_comunicaci%C3%B3n_no_verbal
y en http://openlibrary.org/b/OL22662037M/%E2%80%9CComunicaci%C3%B3n_no_Verbal%E2%80%9D__en_Colectivo_de_Autores._Imagolog%C3%ADa._Todo_lo_que_necesita_saber_para_crear_su_Imagen_P%C3%BAblica._M%C3%A9xico__Random_House_Mondadori-Grijalbo__pp._139-161 .
ATENCIÓN
[…] este asunto de adquirir aquellos “alimentos vivos” no era tan fácil; queda claro que para atrapar animales tan grandes, fuertes y veloces era necesario corregir algunas formas del cuerpo y algunas formas de la vida en sociedad, especialmente entre los machos, y entre los machos y las hembras –las hembras estaban generalmente ocupadas en el cuidado de la cría–, entre los adultos y los pequeños, entre los sanos y los enfermos, entre los aptos y los ineptos. Por ejemplo, había que mejorar la orientación espacial o geográfica, definir territorios, saber en dónde estaban ubicados ciertos lugares importantes y decisivos para la vida, la protección y la subsistencia, para la cacería; había que reconocer terrenos, espacios, cotos de vida, de poder y de caza marcados por señales de otros grupos de animales, de otras especies, y de animales de la misma especie; había que entrenar al cuerpo para decodificar las señales, ya fueran verbales –gritos y ruidos realizados por individuos con la boca, ya fueran de su grupo o no– y no verbales –ruidos, sonidos y absolutamente todo lo que no estuviera relacionado con la producción verbal, es decir señales corporales de animales de su misma especie o no, de su mismo grupo o no, como por ejemplo los olores, tipos y texturas de los fluidos corporales: excrementos y eses fecales y también las señales del medio circundante como los ruidos y el fuego de los volcanes, las nubes, los temblores, la lluvia, los terrenos secos, las turbulencias y fenómenos marítimos, las corrientes y crecidas de los ríos, las granizadas, el verdor de las plantas que indica presencia o cercanía de agua potable, etc.–. Para subsistir en situaciones tan complejas había que agudizar los sentidos: vista, oído, olfato, gusto, tacto; había que adaptar el cuerpo para correr, para perseguir y para huir; había que emplear herramientas y crear herramientas; había que crear técnicas de caza; había que definir bien quiénes apoyaban en ciertas actividades y quiénes eran los apoyados; había que establecer status y roles (Ruano, 2003c): diferenciar aún más el papel de los sexos, los fuertes mandan y los débiles obedecen, los hombres a la cacería y las batallas y las mujeres en el hogar o cuevas o cavernas; había que aprender a compartir los alimentos y aquí cuentan las cantidades de alimentos por individuo; había que colaborar socialmente, había que organizar mejor socialmente y laboralmente al grupo, es decir “trabajar en equipo”, algo que al parecer se logró en aquel entonces incivilizado y presocial; pero que hoy, en nuestro mundo civilizado (?) y social (?) sigue siendo un gran problema (Ruano, 2005a; Ruano, 2003a; Ruano y Rendón, 1997); había que mejorar y precisar la comunicatividad de las expresiones faciales, es decir el lenguaje corporal, y de las variantes de vocalización, es decir el lenguaje verbal. Pero también, además, luego de adquirir los alimentos hubo que crear “despensas”, es decir guardar y conservar alimentos, etc. Por eso, en la evolución del hombre y su relación con el consumo de alimentos vemos no solamente un “desarrollo del cuerpo humano en todos los sentidos”, sino también un “desarrollo cultural y técnico”, “un desarrollo en su sistema de vida”. Es incuestionable que a través de la historia de la Humanidad las comidas y las bebidas, es decir la alimentación, han estado estrechamente ligadas con la religión, con los ritos socioconfesionales o ritos religiosos (Contreras y Gracia, 1994; Schmidt-Leukel, 2002; Arizpe, 2009), algo muy común en las sociedades “altamente jerarquizadas, codificadas y ritualizadas”, como la de los aztecas y los mayas […]
[…] “Su sentido del olfato [de los ciegos] era extraordinariamente sutil; podían distinguir las diferencias de cada individuo con la misma facilidad que un perro” (Wells, 1899). E inclusive para los que pueden ver; pero que no tienen ante sus ojos a las personas, animales en general y objetos, y que sólo pueden distinguir y clasificar en determinados casos gracias al olfato, las sorpresas que pudieran recibir son mucho más grandes de lo que imaginan, y si lo duda, vea por ejemplo los siguientes videos:
[…] Y si tomáramos que el olfato es justamente el más emocional de nuestros sentidos y la función que desempeña éste en nuestra autodefensa y en nuestro bienestar diario, entonces otro sería nuestro criterio al respecto de la importancia del olfato. El olfato es uno de los cinco sentidos, con el cual se perciben los olores. La nariz, equipada con nervios olfatorios, es el principal órgano del olfato. La nariz es el órgano del sentido del olfato, que también forma parte del aparato respiratorio y vocal […] Los nervios olfatorios son también importantes para diferenciar el gusto de las sustancias que se encuentran dentro de la boca. Es decir, muchas sensaciones que se perciben como sensaciones gustativas, tienen su origen, en realidad, en el sentido del olfato. Las sensaciones olfatorias son difíciles de describir y de clasificar. Sin embargo, se han realizado clasificaciones fijándose en los elementos químicos asociados a los olores de las sustancias. Ciertas investigaciones indican la existencia de siete olores primarios:
1. Acre –avinagrado.
2. Alcanfor
3. Almizcle.
4. Éter –líquidos para limpieza en seco, por ejemplo.
5. Flores.
6. Menta.
7. Podrido.
Estos olores primarios corresponden a siete tipos de receptores existentes en las células de la mucosa olfatoria. Las investigaciones sobre el olfato señalan que las sustancias con olores similares tienen moléculas del mismo tipo. Estudios recientes indican que la forma de las moléculas que originan los olores determina la naturaleza del olor de esas moléculas o sustancias. Se piensa que estas moléculas se combinan con células específicas de la nariz, o con compuestos químicos que están dentro de esas células. La captación de los olores es el primer paso de un proceso que continúa con la transmisión del impulso a través del nervio olfatorio y acaba con la percepción del olor por el cerebro […] la mayor parte del sabor de los alimentos proviene de su aroma, que va flotando hacia arriba por las fosas nasales hasta alcanzar las células presentes en la nariz, y también llega a estas células, a través de un corredor que se encuentra en la parte trasera de la boca. Nuestros botones gustativos sólo nos proporcionan cuatro sensaciones claras:
1. Dulce.
2. Salado.
3. Agrio.
4. Amargo (Morris, 1996: 211-215) […]
Los otros sabores provienen del olfato, y cuando la nariz es bloqueada por un resfriado, la mayoría de los alimentos parecen suaves o insípidos. Tanto el olor como el sabor requieren que incorporemos –inhalando o tragando– las substancias químicas que realmente se unen a los receptores presentes en nuestras células sensoriales. En etapas tempranas en la evolución, los dos sentidos tuvieron el mismo precursor, un sentido químico común, que le posibilitó a las bacterias y a otro tipo de organismos unicelulares localizar los alimentos o estar prevenidos de substancias perjudiciales. Cómo percibimos tales substancias químicas como si fueran olores es un misterio que, hasta hace poco, derrotaba a la mayoría de las tentativas para resolverlo. Estudios anatómicos mostraron que las señales de las células olfatorias presentes en la nariz, alcanzan el área olfatoria de la corteza después de sólo un único relevo en el bulbo olfatorio. La corteza olfatoria, en cambio, se conecta directamente con una estructura fundamental llamada hipotálamo, que controla la conducta sexual y maternal. Se dice que el humano promedio puede reconocer hasta 10000 olores por separado. Estamos rodeados por moléculas odoríferas que proceden de los árboles, las flores, la tierra, los animales, el alimento, la actividad industrial, la descomposición bacteriana y también de los humanos. No obstante, cuando queremos describir estos innumerables olores, a menudo recurrimos a las analogías crudas: algo huele como una rosa, como el sudor o como el amoníaco. Nuestra cultura coloca al olfato en tal bajo valor que nunca hemos desarrollado un vocabulario apropiado para describirlo. En Una historia natural de los sentidos, la poeta Diane Ackerman nota que es casi imposible explicar cómo huele algo, a alguien que no lo ha olido. Existen los nombres para toda una gama de matices de colores, escribe. Pero ninguno para los tonos y los tintes de un olor. “Pensamos que olemos con la nariz, pero esto es como decir que oímos con el lóbulo de la oreja”, escribe Gordon Sheperd, profesor de neurociencia en la Universidad de Yale. “De hecho, la parte de la nariz que podemos ver desde el exterior sirve sólo para recibir y encauzar el aire que contiene a las moléculas odoríferas”. Las neuronas que perciben estas moléculas, se encuentran en la profundidad de la cavidad nasal, en una porción de células llamada el epitelio olfatorio. Recordemos que la capacidad para percibir, para detectar, para sentir, los sabores dulces y amargos está relacionado directamente con la herencia, con la genética: “una de cada cuatro personas o tiene dificultad para percibir el sabor amargo, o no lo percibe en absoluto”,[430] y de aquí se desprende la representación de agrado o desagrado en el cuerpo humano, en la cara, por tales sabores, a través de los gestos. Recuerde cómo son los gestos de agrado o desagrado de los bebés, de los niños, de los ancianos, de las personas discapacitadas, de los enfermos, de los grupos humanos desinhibidos, de las personas extrovertidas o muy comunicativas, de las personas que no se reprimen en el ejercicio de sus facultades o hábitos, al saborear cosas dulces o cosas amargas […] El olfato también desempeña una función primordial en las relaciones amorosas y sexuales, en la atracción entre los individuos, ya sean heterosexuales u homosexuales. En ocasiones al olfato se la llamado “brújula del amor”. De tal manera, se habla del olor del amor para referirnos a las feromonas, que son señales químicas utilizadas como sistema de comunicación:
[Por qué muchas personas, especialmente de cultura occidental] subestiman la importancia de la nariz como receptora de mensajes. En realidad, somos tan reacios a olernos unos a otros que podemos llegar a suprimir el sentido del olfato. Es innegable que somos una sociedad superdesodorizada, y parece como si cada año los agentes de propaganda descubrieran un nuevo olor a desterrar. Vivimos temerosos del mal aliento, del olor corporal, de los olores en el hogar, de los olores genitales –a pesar de que cualquier animal que se respete sabe que este tipo de olor es agradable y resulta favorable en las relaciones sexuales. También parece una tendencia decidida a reemplazar los olores naturales por otros elaborados por el hombre, es decir, perfumes, lociones para después de afeitarse y otras cosas semejantes–. Debemos admitir que hay algo grotesco en el empeño que muestran las mujeres en librarse de sus propios olores biológicos y desodorizar hasta el último rincón de su cuerpo, para volver a untarse luego con un perfume elaborado con la almizclada fragancia sexual de algún otro mamífero más sabio. ¿Por qué [nos preocupamos] tanto por los olores humanos? Probablemente es nuestra inclinación antisensual: sospechamos de los placeres de los sentidos porque forman parte de los placeres del sexo. Sin embargo, de todas las experiencias que nos afectan, el ruido y el olor son los dos más irresistibles. Un individuo puede cerrar los ojos, puede negarse a tocar o a comer, pero le costará mucho trabajo evitar los ruidos producidos por los demás, y le será imposible cerrar la nariz a sus olores (Davis, 1995: 164-165).
[…] Las feromonas, al igual que las hormonas, afectan la conducta reproductiva o la fisiología de otros animales de la misma especie. Por ejemplo, las feromonas pueden atraer a parejas potenciales, excitarlas sexualmente, inhibir su agresión y alterar la actividad de su sistema endocrino. Las feromonas son sustancias bioquímicas liberadas al entorno junto con el sudor, la orina o la secreción de glándulas especializadas. La mayor parte de las feromonas es detectada por el olfato, pero algunas son ingeridas o absorbidas por medio de la piel. La primera observación acerca de la utilización de señales químicas en la comunicación animal se realizó en 1870 cuando el naturalista francés Jean Henri Fabre observó que las mariposas macho volaban muchos kilómetros para visitar a una hembra que el investigador tenía en su laboratorio. Todos nosotros gastamos una gran cantidad de dinero en perfumes, maquillaje, champús, jaleas para el cabello, cremas para el acné, etc., todo para la belleza, para la buena imagen. También ahora ya se venden muchos productos que al ser olidos por otras personas despiertan el amor pasional. En la actualidad se conocen más de medio millón de sustancias olorosas y 1500 aceites etéreos, muchos de los cuales son usados en los negocios para crear una atmósfera que influya sobre el cliente, relajándole, motivándolo para quedarse en la tienda y despertándole así las ganas de comprar. El famoso siquiatra Sigmund Freud escribió que al reprimir el sentido del olfato el ser humano ha reprimido su sexualidad. Nuestro propio cuerpo genera el más potente de los afrodisíacos. El olor corporal se deriva en gran parte de los fluidos desprendidos de las glándulas sudoríparas que los humanos tienen en las axilas, alrededor de los pezones y en las ingles. Cada uno de nosotros posee además una marca odorífica particular, como si se tratara de una huella dactilar. Este carácter excitante de los aromas personales es conocido desde la antigüedad. El órgano del olfato, la nariz, desempeña un papel importante en el amor. Si no nos gusta el olor de una persona tendemos a rechazarla. Sin embargo, una vez que nos acostumbramos al perfume del otro, éste actúa como un estimulante y permite que continúe la relación. La antropología contempla casos curiosos del folclor de los distintos pueblos como es el caso de las costumbres de las muchachas inglesas del siglo XVII de dar a oler al pretendiente una manzana pelada que previamente se habían colocado un buen rato debajo de las axilas. El escritor Luis Thomas atribuía su éxito con las mujeres a que impregnaba su pañuelo con olor a axila. Durante la ovulación, la mujer tiene más sensibilidad para captar las fragancias sexuales que desprenden humanos y animales. Para que la comunicación bioquímica se dé entre los humanos tiene que existir, obviamente, una corta distancia, cosa que no sucede entre otros animales (Ostrosky-Solís, 2000: 180-197; Davis, 1995: 167-173).[431]
El olfato también condiciona el comportamiento de los seres humanos a través de la aromaterapia[432] y la aloterapia, tratamientos que desarrolla la biotecnología. Mediante ciertos tratamientos de aloterapia, el individuo puede reducir sus impulsos o deseos de consumir comida y de esta manera llevar una dieta “natural” […]
La perfumería o arte de la elaboración de perfumes o fragancias o aromas apareció trascendentalmente en Egipto, India, China…, y luego entre árabes, griegos, romanos, etc., extendiéndose posteriormente a toda Europa. La América prehispánica ha dejado muchas y variadas muestras del tratamiento de las fragancias en todas sus culturas más relevantes. El tratamiento de las fragancias está relacionado directamente con la historia de las religiones, la mística, los cultos mágico-socioconfesionales y, por supuesto, con la belleza y los cuidados del cuerpo humano, ejemplo de lo cual es el tratado de belleza que escribió la famosa emperatriz Cleopatra, y que, aunque desaparecido este tratado, sabemos de él por las referencias que al respecto hacen el médico griego Galeno, el general romano Aecio y el médico bizantino Pablo de Egina.
En nuestros días el perfume más caro del mundo está relacionado con el nombre de Clive Christian. Este perfume, en su variante No. I Imperial Majesty, tiene un costo, el frasco de 500 mililitros, de unos 260,000.00 dólares, es decir unos 195,000.00 euros ó unos 2,600,000.00 pesos mexicanos. Existen variantes de perfumes de Clive Christian más baratos, como el 1872, con un precio de unos 30,000.00 pesos mexicanos […]
Son muchas las personas que no están de acuerdo con las características que presenta su nariz; pero “cambiar la nariz no es algo que pase desapercibido. Es el rasgo más marcado de la personalidad […] [Cambiarla siempre conlleva la posibilidad] de un choque de identidad [Por eso] la rinoplastia es más exitosa entre los jóvenes, que tienen más facilidad para asimilar una nueva fisonomía” (Kalil, 2001: 84) […]
Las negociaciones deben realizarse en determinados lugares con determinadas condiciones ambientales, ya se produzcan en una institución, en una empresa, en un restaurante, en un salón de fiestas y actos, en una oficina, en un área abierta, etc.: ¡el lugar de la negociación debe entrar por los ojos y por la nariz!, es decir que es importante la armonía visual, pero también la armonía olfativa, ¡y hasta la armonía gustativa!: el olor debe ser grato y no que el ambiente esté cargado con ciertos olores impactantes tales como “mal olor”, por el motivo que sea, u olores fuertes debido a ciertos alimentos o a ciertos productos de limpieza u odorantes artificiales como el incienso; del gusto o sabor…: ¡eso ya lo sabemos muy bien!, por nuestra experiencia en la gastronomía internacional; sencillamente no se aferre a “sus” gustos: los gustos de “los demás” también cuentan. En algunos casos, y está bien recordárselo aquí, justamente los gustos que no cuentan son los suyos –y es mejor que así sea, en el caso en que usted no tenga ni idea acerca de lo que es el “buen gusto”–. Algunas instituciones y oficinas sencillamente ¡apestan! a incienso: en tales casos no sabemos si estamos en una oficina o en la época medieval en la Catedral de Santiago de Compostela, con su famoso “botafumeiro”. Pero, claro está, de ser necesario, pues a ambientar el área de negociaciones y ventas con lo que se pueda. Los lugares que ocupan los negociadores o participantes en una junta o reunión son muy importantes, como muestro más arriba. Los ruidos y disturbios forman parte del ambiente: ¡cuidado con los celulares!
Veamos un ejemplo de lo que no debe suceder en una junta:
Recuerdo, dentro de los más de treinta años de trabajo que tengo en las más diversas situaciones culturales del mundo, que en cierta ocasión, en una institución que tenía todas las condiciones para realizar las juntas de trabajo en áreas ventiladas, tanto el director del área como toda la masa de trabajadores “estuvieron de acuerdo” en realizar aquellas reuniones en el lugar menos indicado: totalmente cerrado, sin ventilación, pequeño, con una mesa y unas sillas disparejas y disímiles que obligaban a todos a sentarse extremadamente pegados, juntos, y justamente en aquel pequeño espacio había, aparte de la diminuta e incómoda salita de juntas, dos “servicios sanitarios” que constantemente eran “usados” por trabajadores de dos áreas distintas de trabajo… Por si todo esto fuera poco, el director del área, que siempre presidía las juntas y que sencillamente padecía de una verborrea terrible y cantinflesca o acantinflada, que portaba una imagen corporal y física más triste que la del Quijote, estaba muy enfermo de problemas internos y digestivos, incluyendo cirugías mayores del abdomen, por lo que se había granjeaba automáticamente la lástima de todo el que le veía. Debido a su idéntico parecido con el famélico, enfermizo, psicopático, perverso e hipocondríaco Montgomery Burns –personaje de Los Simpsons: http://www.youtube.com/watch?v=2pqcESS0gRc –, ese era el mote por el que todos le conocían.
Casi siempre la introducción a las juntas era un pequeño y trágico discurso acerca de alguno de sus constantes tratamientos médicos, operaciones, endoscopias, gastroscopias, laparoscopias, colonoscopias, dietas, o alguna experiencia de cualquiera de los enfermos conocidos por él que también tenían el mismo padecimiento, y aquí todos escuchábamos atentos, interesados (?), y obviamente haciendo los respectivos gestos de pena, tristeza, solidaridad, compadecimiento, asco, etc., todo esto acompañado de las respectivas “palabras comodines” acordes con el funesto tema…: ¿ya imaginó el olor que despedía aquel pobre señor debido a su enfermedad? Desgraciadamente, para esos tiempos todavía no aparecía en el mercado el “celular o móvil japonés perfumador de ambientes” […] Otro dato: la persona que se desempeñaba como subdirectora del área, carente total y absolutamente de toda educación y rasgos de feminidad –dentro de sus hábitos diarios estaba hurgar, registrar, sin permiso por supuesto, las mesas y gavetas (“cajones”, en México) de las secretarias para comerse cualquier tipo de dulces o chucherías o lo que fuera–, padecía de miopía y usaba espejuelos –“lentes”, en México– y constantemente se llevaba las manos a los espejuelos para acomodárselos en la nariz, pero, de pasada, como su fuera un tic nervioso, al bajar los brazos, se llevaba las manos a los senos y entre “acomodadas” y “rascadas” de senos trascurría este espectáculo… Pero, además, algunos colegas, que padecían obesidad, tenían tratamientos médicos especiales que les hacían sudar y también sus alientos no eran justamente los más indicados. Por otro lado, y por si fuera poco todo esto, una de nuestras colegas, que se había divorciado, estaba en planes desesperados –del tipo de “con quien sea”– de conquista amorosa y usaba unos “perfumes con feromonas”… Otros dos colegas, “él” y “ella”, tenían una relación íntima afectivo-sexual y, de vez en cuando, se “hacían ojitos”, es decir se lanzaban unas miraditas –según ellos “inofensivas”, de “cariño”– de tipo circense, es decir ¡el maravilloso lenguaje del amor!… Otro colega, con una imagen ya de por sí desprestigiada, del que se decía que era tifitifi –“amigo de lo ajeno”, en México– y que tenía la dentadura más desaseada que pueda imaginarse en una sociedad civilizada, llevaba a las juntas una botella de agua grande de la que constantemente se empinaba y de ahí salía un molesto sonido “glu, glu, glu, glu…” que era, realmente, un espectáculo de comedia de horror. Otros dos colegas, que recibían el mote de dos personajes humorísticos de televisión, también llamaban bastante la atención, porque, además de los rasgos personales totalmente opuestos en los dos –uno, entre otras cosas, cargado de particularidades eróticas muy marcadas, lo que le acarreó bastantes problemas, y el otro, insípido, vulgar, inculto, torpe, disléxico…–, aparentemente eran íntimos amigos, pero no perdían oportunidad para hablar mal, con quien fuera, el uno del otro, y viceversa, y cuando el mayor de los dos hablaba emitía unos ruidos que nunca se supo si eran intentos para articular palabras o era que estaba proyectando la parte humorística del personaje televisivo con el que se le asociaba… Finalmente, otro colega, que según él era un gran pensador y al que todos le decían cariñosamente “El Metáforas”, siempre participaba efusivamente en las juntas, con el único problema de que casi nunca se le entendía lo que decía por ser “el gran pensador”, “El Metáforas” […] Si usted desea añadir algún otro dato a su información para recrear mentalmente aquel “ambiente” de juntas y negociaciones, le comento que las juntas empezaban a las 9 de la mañana y podían terminar a las 5 de la tarde… ¡Sí…, muchas gracias! Yo también me compadecí y todavía me sigo compadeciendo por aquellos dos terribles años […] ¿Y usted ya se preguntó que si no voy a hablar de mí en este episodio? Sí, claro… Yo aquí, en este episodio, soy el extranjero…, y soy el que cuenta el “episodio”… Además, yo siempre llevaba a las juntas unas pastillas de menta, de eucalipto o de lo que fuera, que repartía sin restricciones, y mis colegas, felices, las disfrutaban y me daban las ¡“mil gracias”! Una vez hasta llevé un ventilador… ¡Así, todos quedábamos contentos, felices, e ignorando ciertas “realidades”…! ¡Usted no sabe lo que esto ayudó en aquellas siniestras juntas! ¿Que esta empresa es tercermundista y de gente pobre y atrasada? ¡No, para nada! Justamente, todo lo contrario, o eso es lo que se supone…: se trata de una de las empresas más conocidas, sobre todo por sus escándalos internacionales de pederastia, y ubicada en uno de los lugares más exclusivos. ¡Así es! Pero, como dice el dicho, ¡al que Dios se lo dio, San Pedro se lo bendiga! […]
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Filólogo e imagólogo Fernando Antonio Ruano Faxas
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Филолог и консультант Фернандо Антонио Руано Факсас
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[432] Gill Martin (2002). Aromaterapia. Introducción a la técnica y sus beneficios. Barcelona, ONIRO.