Abstract
Lingüística, Linguistics, Лингвистика, Языкознание, Языковедение, Sprachwissenschaft, Linguistique, 语言学
COMUNICACIÓN VERBAL, VERBAL COMMUNICATION, ВЕРБАЛЬНОЕ ОБЩЕНИЕ
COMUNICACIÓN NO VERBAL, NONVERBAL COMMUNICATION, НЕВЕРБАЛЬНОЕ ОБЩЕНИЕ
, es texto parte del libro: Fernando Antonio Ruano Faxas. El lenguaje corporal humano. Un enfoque imagológico en base a criterios verbales y no verbales, con 808 páginas, disponible a través de
http://openlibrary.org/a/OL807084A/Fil%C3%B3logo_e_imag%C3%B3logo_Fernando_Antonio_Ruano_Faxas y de http://openlibrary.org/b/OL21783353M/El_lenguaje_corporal_humano._Un_enfoque_imagol%C3%B3gico_en_base_a_criterios_verbales_y_no_verbales .Por consiguiente, no debemos pensar […] que estos hombres [hombres primitivos, los Colectores de Alimentos] […] originaron el lenguaje bajo la presión de la guerra, o que aprendían a hablar al enfrentarse con peligros que encontraban al descender de los árboles para vivir en el suelo. Debemos coincidir, sin embargo, en la verdad evidente de que el lenguaje se produjo cuando fue preciso, y no antes, y que se produjo para llevar a cabo los objetivos para los que era necesario. A lo largo de toda su vida conocida el lenguaje se ha desarrollado para expresar las necesidades del hombre en sociedad, y estas lo han moldeado. Por esta razón no podemos imaginar que el lenguaje existía –y sería una conjetura sin base suponer su existencia– hasta que estas necesidades lo hicieron preciso, y debemos creer que apareció cuando hizo falta.
Entonces ¿cuándo y para qué fines se hizo preciso el lenguaje? No para los fines del hombre como miembro de su familia. No para las relaciones entre un hombre y su esposa: el hombre corteja todavía a la mujer y se casa con ella, y los esposos viven juntos todavía, sin apenas decir una palabra. Lo mismo puede decirse de las relaciones entre padres e hijos como tales. El sustento y comodidad físicos, los gritos de alarma y los ejemplos visibles, estas cosas y no palabras, son las que se necesitan para sacar adelante la familia. Entonces ¿para qué es necesario el lenguaje en una comunidad tan simple [la comunidad de los hombre primitivos, de los Colectores de Alimentos]? Sólo queda una cosa: obtener por medio de otros una acción que nosotros no podemos realizar solos: pedir al prójimo que nos haga algo.
Está claro que ésta es una necesidad diaria. Puede surgir entre dos personas cualesquiera del grupo local, en todo tipo de ocasiones, aunque es también el resorte del comportamiento que hace marchar a toda sociedad, la argamasa que mantiene unida toda estructura social […] el uso fundamental del lenguaje, y (a lo largo del tiempo) el más común, su función primigenia, es la exigencia de acción dirigida a una persona […] en su origen las exigencias de acción se dirigían a los hombres […] los que dieron origen al lenguaje fueron los hombres […] el lenguaje tuvo su origen en mandatos (o ruegos) entre hombres […]
Para este fin es necesario el lenguaje: para conseguir que un hombre hiciera lo que otro no podía hacer por sí mismo […]
El origen del lenguaje […] puede explicarse si suponemos que, entre los innumerables sonidos emitidos por los miembros de una comunidad primitiva, había algunos que se usaban primordial y definitivamente con este fin –es decir, como exigencias de acción– y este uso en último término definió y fijó en la mente que los sonidos de tales características tenían este sentido. ¿Qué tipo o tipos de acción se exigirían entonces primordialmente, es decir, más frecuente y urgentemente? […]: acciones que un hombre no podía hacer por sí mismo. Sin duda las circunstancias de las exigencias serían innumerables, pero entre todas las demás se repetiría una circunstancia en particular: que el que así hablaba no tenía fuerza suficiente para llevar a cabo la acción él sólo. Por lo tanto, podemos suponer que las acciones apuntadas eran acciones que requerían el máximo esfuerzo corporal: exigencias de aplastar, romper, cortar, machacar, matar, destruir. «¡Rómpelo!», «¡Mátalo!». El Rasgo común de todos ellos es el acto de golpear con el máximo esfuerzo, y de romper o cortar (Diamond, 1974: 180-183).
Antes que la escritura existió el lenguaje, alguna clase de lenguaje: un sistema de entendimiento recíproco cuyo desarrollo cursó durante millones de años y que al principio consistía en parte sólo de ruidos, aunque ciertamente apoyados por otras formas de expresión que no se «dirigían» exclusivamente al sentido del oído. Todas las especies animales emiten y reciben señales cuyo efecto tiene lugar en todo el sensorio: vista, oído, tacto, olfato, gusto. Es de suponer, por lo tanto, que un “habla” primitiva no consistiera solamente en ruidos sino de una multiplicidad de gestos, contactos, olfateos, etc. De esta reflexión surge la pregunta de hasta qué punto esos acompañantes corporales del habla no pudieron ser parte del origen de la expresión escrita.
Por necesidad interna aún hoy refuerza el orador sus manifestaciones mediante figuras o gestos figurativos; y cuando se encuentra en la playa no puede resistirse a la tentación de trazar sobre la misma arena figuras que aclaren o subrayen su imaginería verbal (Frutiger, 1985: 77).
[1]El escribir, según los diálogos platónicos, no pasa de ser una diversión. La escritura, accidente del lenguaje, pudo o no haber sido: el lenguaje existe sin ella. Pero la escritura, al dar fijeza a la fluidez del lenguaje, funda una de las bases indispensables a la verdadera civilización. Al menos, lo que nosotros entendemos por tal […] A medida que las clases modestas alcanzan la moda, la moda deja de ser moda. La clase superior, que la creó, la sustituye entonces por otra, en un maratón desenfrenado […] La palabra –humo de la boca en el jeroglifo chino– quiere deshacerse en el aire; se la lleva el viento. Verba volant, scripta manent. Para que persista la palabra, para que ligue y comprometa la conducta del que la profiere, nació el derecho burocrático que, mientras llegaba el derecho constitucional, por lo menos obligaba al soberano a no desdecirse constantemente […]
El hombre mudo, anterior al lenguaje ¿acaso se comunica con sus semejantes mediante cierta radiación que va de una mente a otra, emitida y recibida a través de las antenas nerviosas? Dejémoslo así como metáfora […] Esta comunicación anterior a la palabra sería, para el hombre, el “rayo adánico” de Lacordaire: vestigio, según su doctrina, de los poderes divinos (o angélicos) que el hombre perdió por sus pecados.
Singular, en un escritor religioso, el olvidar que, según el Génesis –II, 19-20–, Adán se vio en el trance de inventar nombres para los animales antes de incurrir en el pecado. Para los modernos comentaristas del texto bíblico, aquella tradición no tenía precisamente por fin explicar el origen del lenguaje, sino apartar al catecúmeno del vicio de la bestialidad referido en el Levítico –XVIII, 23–. Los animales que Adán declaró animales, animales serán; “mas para Adán no halló [el Señor] ayuda que estuviera delante de él” [o compañera digna]. De aquí la creación de Eva. Pudo existir la tradición de hombres ayuntados con animales y que venían a producir animales. Los judíos supusieron después que, antes de la expulsión, los animales hablaban, como la misma serpiente […]
A ese rayo adánico le llamamos hoy telepatía […]
Los sistemas de comunicación van extinguiendo el rayo adánico y, conforme se hacen indispensables como ayuda de la facultad venida a menos, se desarrollan cada vez más. Y nacen los gestos; en general, la mímica. Las abejas se comunican mediante una danza el hallazgo de una nueva fuente melífera. La voz humana, a gritos primero y gradualmente articulada en los órganos bucales, representa la especialización más sublime de la mímica, y la llamada a los más altos destinos. Pero antes de llegar al estilo oral, explica Marcel Jousse, hay que comenzar por la psicología del gesto. El hombre tiende a imitar cuanto ve, con todo su cuerpo, y singularmente con las manos. A pesar de las reglas de la urbanidad, este impulso mímico se abre paso constantemente en el hombre que conversa o perora. Es notorio en el orador, quien, si es de buen estilo, tiene que luchar contra la tendencia a los excesivos ademanes (y hay concertistas que se obligan a cantar con un papel en las manos, para corregir la inclinación mímica). El orador norteamericano suele subrayar sus énfasis con palmadas. El orador entre los gallas, de que habla D’Abbadie, lleva en la mano una correhuela [planta de tallos largos] y la hace chascar más o menos para señalar pausas, inflexiones y exclamaciones. Los ademanes, el estilo manual de que el sordomudo usa como de un lenguaje completo, son anteriores, en teoría, al estilo oral, y nunca lo abandonarán del todo. De los signos manuales proceden los signos numéricos romanos y los llamados arábigos. El ademán hasta ofrece singularidades nacionales y regionales. El cine norteamericano ha difundido, con intención humorística, los gestos del italiano y del judío. En su Guía de México, Terry describe un conjunto de ademanes con que el pueblo mexicano matiza y aun contrarresta el efecto de sus palabras. Así también la “pontinha” brasileña, que acentúa la excelencia de una cosa pellizcando el lóbulo de la oreja. Así el molinete del pulgar con que el argentino pone en duda lo mismo que está afirmando. Los gestos injuriosos sustituyen, como un eufemismo, a la palabra soez: el palmo de narices, el “corte de manga” español, el “violín” mexicano; hasta ciertos silbidos especiales y ciertos toques con la trompa del auto. A cada objeto, por su rasgo más saliente, el hombre atribuye un gesto estable, lo imita como puede, y esta imitación viene a ser el nombre gestual de aquel objeto […] Por un juego cada vez más complicado de signos visibles, se llega a simbolizar un poco de lo invisible que el hombre lleva adentro del alma. La serie de sombras chinescas que este hombre mímico proyecta sobre un muro ideal nos darían entonces el primer jeroglifo, el mimograma. El estilo manual debió de ser muy rico en su hora. Si tal estilo comenzó ya a absorber las virtudes del rayo adánico, tal estilo será a su vez absorbido por la fuerza imperial del estilo por excelencia: el estilo oral, el lenguaje.
Sobre tales extremos, recuérdense las etapas teóricas anteriores al lenguaje según Giambattista Vico: primero, “señas y cuerpos”; después, “empresas heroicas”: semejanzas, comparaciones, imágenes, metáforas y descripciones naturales […] (Reyes, 1989: 10-14).
En los principios del nacimiento del lenguaje verbal humano también está la fantasía, la “gran metáfora”, la poesía, el lenguaje tropológico, el pensamiento por imágenes, el lenguaje traslaticio o lenguaje figurado:
En el principio –un principio que se ciñe al desarrollo del lenguaje articulado y del pensamiento humano indagador de la realidad circundante– era la Gran Metáfora.
Hay que aceptar, con Giambattista Vico, que en el principio, el camino de la mente humana hacia el conocimiento tuvo un punto de partida poético: “que el Mundo y toda la naturaleza es un vasto cuerpo inteligente, que habla con palabras reales, y con tales voces extraordinarias avisa a los hombres cosas en que, con aumentos de religión, quiere ser entendido” […]
Cuando los hombres comenzaron a hablar […] no comenzaron por la gramática y la lógica. En la historia de la sociedad humana los productos de la fantasía preceden a los de la razón lógica; y por eso la poesía fue el resultado natural de la conciencia social que se iniciaba.
Esta poesía, incuestionablemente, no era imitación; y carecía de toda intencionalidad re-creadora de la realidad. Era solamente el reflejo de lo real en la mente humana, en un instante en la que ésta no podía atribuir a la realidad más que fantásticas razones de ser. Y no era rasgo adivinatorio depositado en el hombre por la divinidad, ni era innato conocimiento a recordar, sino eco muy terreno de lo concreto real: producto histórico-psicológico.
La fantasía primitiva procedía de lo sensorial, del contacto del hombre ignorante con el mundo que lo rodeaba. Las cosas carecían de nombre y era preciso dárselo por semejanza […] El primer lenguaje fue, pues, figurado. Y la figura es […] lo que inicia la poesía, lo que constituye su vehículo privado expresión […]
Si los tropos [es decir “figuras”, palabras, que alteran el significado de las cosas que se dicen; uso de la palabra en un sentido no habitual pero con alguna conexión, correspondencia o semejanza; dar vuelta a algo, emparentar una cosa con otra por analogía u otro tipo de conexión] sirven de ornato al discurso, no brotaron por lujo, sino por necesidad, debido a que en la naturaleza “hay más cosas que palabras”. Hecho que era patente, más que nunca, en los inicios del lenguaje.
Los tropos derivaron de escasez de vocabulario y de proximidad o semejanza de las cosas. El tropo es fantasía, pero fantasía necesaria y venida de lo real. Los primeros poetas fueron, pues, los hombres primitivos, los niños del género humano. “Poetas teólogos”, dice Vico; y poetas políticos, “todos sentido y fantasía” o, si se prefiere, todos fantasía de los sentidos. Y es de inferir que los primeros pueblos “tuvieron en la lengua poética, la lengua de las religiones y la de las leyes”. De ahí que la mitología ha de ser considerada como historia de los “tiempos oscuros”. Si no verdadera, al menos verdadera para los hombres de su tiempo (Aguirre, 1979: 7, 39-40).
Y, ¿qué es la fantasía?
Es fuerza conformadora de imágenes. Por la fantasía el hombre imagina dioses. La fantasía “unas veces cambia las formas de las cosas, otras las compone y otras las determina”. La fantasía enlaza cosas dispersas, no aproxima lo que está alejado de nuestros sentidos, aclara las cosas abstrusas y supera las inaccesibles, construyendo caminos a través de selvas impenetrables. Y tiene que ver con la memoria, porque es la memoria la que conserva las ideas de lo percibido por los sentidos, y no se puede recordar sino lo que éstos han percibido.
Pero la fantasía no es memoria. La poesía no es memoria. No es la historia de la Iliada, sino lo que de ella se desprende: una idea nebulosa expresada a través de recursos concretos. Por eso la poesía fue, antes que ninguna otra cosa, en los albores de los “poetas teólogos”, Ciencia de Auspicios, de interpretación imaginativa de señales naturales; que es como decir sabiduría inicial de hombres primarios: una especie de metafísica sentida e imaginada, no razonadora y abstracta como fue después, a la altura de criaturas de poco raciocinio y dotadas, en cambio, de “robustos sentidos”. Y fue teología, porque esos hombres “imaginaban las cosas que sentían y las admiraban como dioses”, de modo similar a como los niños otorgan consideración viviente a las cosas inanimadas:
Las fábulas, por lo tanto, son géneros fantásticos o unidades imaginarias a las cuales los hombres primitivos reducían las cosas particulares que sentían o imaginaban, al no poder abstraer de los sujetos las propiedades y las formas.
Esto era poesía. Y por serlo no se puede vacilar en admitir que la poesía nació unida al lenguaje y, como éste, por necesidad social; y que cumplió, como él, funciones de utilidad social.
Los tropos, las figuras, los trasbordos fantásticos, encerraban “el lenguaje de las cosas históricamente más importantes de la primeras naciones”. Cuando los hombres comenzaban a serlo plenamente, la expresión poética sirvió para “presentar las cosas grandes a las mentes de los pueblos niños” […] lo tropológico había sido, como aún es, una manera necesaria de expresarse, venida de una manera ineludible de pensar, ya que en determinadas circunstancias de hombres y pueblos, el poético es el único medio posible a entender, así como de expresarse a sí mismo […] símbolos y metáforas constituyen la médula primigenia de toda lengua (Aguirre, 1979: 42-47).
[Y así fue que un día, en ciertas circunstancias] un mono dotado de condiciones que otras especies no poseían, bajó del árbol, logró colocarse erguido sobre sus extremidades posteriores y mantener libres las anteriores; lo que le enderezó la cabeza, le permitió un determinado desarrollo de la laringe y un uso de lo que después hemos llamado manos, que contribuyó al desarrollo de su cerebro. En ese instante, aquello que ya no era mono pero que tampoco era aún del todo hombre, aquel homínida, empezó a desarrollar el lenguaje articulado. En un proceso que duró siglos, formó sonidos cada vez más claros y precisos, ligó esos sonidos a ideas cada vez más precisas y claras y, en suma, consiguió dotarse de habla, a la vez que iba desarrollando y perfeccionando su coexistencia social.
Naturalmente, durante mucho tiempo fue grande lo que un famoso pensador italiano [Vico] llamó la “la pobreza de los hablares”. Si todavía hoy existen más cosas y situaciones que palabras y cada día tenemos que estar inventando vocablos para nuevas circunstancias y nuevos descubrimientos, no puede dudarse de que, en tiempos en los que el vocabulario era muy escaso, y torpes los resortes para manejarlo, no quedaba más remedio que nombrar a todo lo nuevo que iba tropezándose, por medio del vocablo o giro de vocablos que servía para designar a cualquier otra cosa o situación conocida y que ya poseía una designación.
De ahí brota lo que denominamos lenguaje traslaticio; o sea, un lenguaje que traslada las palabras a otras zonas diferentes a aquellas que les dieron nacimiento, pero que tienen con ella alguna relación de parecido o cualquier otro tipo de conexión. Y este lenguaje traslaticio, se llama también figurado porque se basa en figuras, en cuerpos, en cosas concretas: en lo que se puede ver, oír, oler, tocar. O sea, en lo que hiere directamente a los sentidos: en especial, a la vista y al oído.
[…] [La conciencia] no pudo adquirirla el hombre primitivo con facilidad. Para que el pensamiento y el lenguaje arribasen a ese punto, fue necesario que las fuerzas productivas y las relaciones de producción, el trabajo, en fin, y la organización social, evolucionasen hasta etapas relativamente superiores. Entre tanto, el hombre pensó, habló y actuó sobre lo concreto que le era más inmediato; y, naturalmente, pensó, habló y actuó en relación a lo que constituía sus necesidades más urgentes. De ahí que lo abstracto proceda siempre de lo concreto y que si bien los conceptos –las ideas generales– son subjetivos, producto del pensamiento humano, sean siempre objetivos en su origen y punto de partida. Porque como bien se sabe hace muchos siglos, “nada hay en el pensamiento que no haya pasado antes por los sentidos”.
El hombre primitivo que así hablaba, pensaba y actuaba, era un hombre de ignorancia extrema, que vivía sumido en una naturaleza y en una convivencia social que constituían hechos que él era incapaz de descifrar científicamente; pero como lo que define el pensamiento humano es, justamente, la inquietud del porqué, la necesidad de explicarse aquello con lo que entra en contacto, ese hombre primitivo, que para lograrlo no podía aún recurrir a la ciencia, recurrió a la fantasía; y como lo primero que logró conocer mejor, así fuese superficialmente, fue su propio cuerpo, sus propias acciones y sus propios sentimientos, basó en eso conocido sus explicaciones de ese desconocido mundo en el que se movía. Dio nombre a las cosas, partiendo de los que había dado a su propio cuerpo; y se explicó los fenómenos de la naturaleza y aun los de la sociedad, partiendo de sí mismo, y de sus particularidades experiencias. Así, insensiblemente, brota el primer hecho poético, la primera gran metáfora: la de creer que la naturaleza es un inmenso ser invisible, capaz de pensamiento, de voluntad y de realización de acciones deliberadas: un ser animado, es decir, dotado de espíritu. La naturaleza es personificada, concebida como un ser capaz de actos inmensos: desatar tormentas, favorecer o perjudicar las cosechas, etcétera. Y si la naturaleza es persona, lógicamente ha de ser capaz de oír, de ver, de hacer daño o favores, por lo que nada tiene de raro dirigirle ruegos o quejas, hacer bailes en su honor y, a fin de cuentas, crearle todo un mundo de seres –los dioses, semidioses, etcétera– imaginados a semejanza de los hombres, sólo que a talla mucho mayor y dotados de poderes muy superiores a los de éstos. Lo que es ya estar en el mundo de la poesía: un traslado de lo real a lo fantástico, producto de la ignorancia de la humanidad primitiva […]
Volviendo al punto de la experiencia y la denominación de lo desconocido a través de lo conocido y de la tendencia del hombre a explicárselo todo, en sus días de total ignorancia científica, a través de sí mismo; y recordando lo que habíamos dicho sobre la pobreza e los hablares, uno comprende por qué tantas cosas se nombran en relación al cuerpo humano: por ejemplo, todos proseguimos hablando de una “mano” de plátanos, de una “lengua” de tierra, de un “brazo” de mar, de los “dientes” del rastrillo, de la “falda” de la montaña, de un “ojo de agua, de la “boca” de la bahía, de una “ceja” del monte, del “cuello” de la botella, del “pie” del árbol, etcétera, etcétera, etcétera. Cosa que aunque nos parezca muy natural, viene de etapas prehistóricas y forma parte de los mecanismos de la expresión poética: porque eso es tropo, eso es traslación de significados, eso es nombrar una cosa por medio de otra: que es lo que ha hecho que alguien –sin confesar que tomaba la idea de Aristóteles– haya dicho que la poesía “consiste en nombrar lo que no tiene nombre”.
[…] Todo lo cual es un hablar figurado, traslaticio y, aunque por común y corriente nos parezca imposible, un hablar poético. Porque esta manera de hablar fue la primera, la espontánea, la nacida de la necesidad de expresar muchas cosas cuando las palabras y también las ideas, escaseaban; y es, en suma, el hablar común: al punto de que si se nos prohibiera el lenguaje traslaticio, de hecho todos nos quedaríamos mudos e incapacitados para comunicarnos (Aguirre, 1979: 68-76) […]
Aguirre, Mirta (1979). Los caminos poéticos del lenguaje. La Habana, Letras Cubanas.
Boas, Franz (1992). La mentalidad del hombre primitivo. Argentina, Almagesto.
Diamond, A. S. (1974). Historia y orígenes del lenguaje. Madrid, Alianza Editorial.
Frutiger, Adrian (1985). Signos, símbolos, marcas, señales. Barcelona, Gustavo Gili.
Reyes, Alfonso (1989). La experiencia literaria. México, FCE.
Philologist and Image Consultant Fernando Antonio Ruano Faxas
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[1] Los posibles procesos que originaron y trasformaron las acciones y sonidos de los primeros humanos en verdaderos lenguajes verbo-corporales pueden verse en filmes como 2001: Odisea del Espacio, del director Stanley Kubrick, filmada en 1968, disponible en http://www.youtube.com/watch?v=QcNbUD1-Bqo&feature=related ; en Cavernícola, del director Carl Gottlieb, filmada en 1981, disponible en http://www.youtube.com/watch?v=p-zlxu6SY7o y en una buena cantidad de filmes, documentales y series televisivas de corte científico que tratan el origen y la evolución de las especies, de la Humanidad, de los mamíferos y en particular del ser humano, algunos de los cuales se trasmiten por el canal National Geographic.