Abstract
[…] De aquí que el conocido dicho de “a mal tiempo, buena cara” no sea muy eficaz en las relaciones sociales; hay quienes sí podrán detectar “tu mal tiempo”, especialmente los que ya pasaron por él, o también los que están en él. Con el rostro llevamos múltiples “caras”, todo depende de qué tan buenos seamos en el arte de fingir, y aquí, obviamente, son las mujeres las que se llevan el triunfo. En el proceso de las emociones intervienen los sexos, masculino o femenino o masculino-femenino o femenino-masculino […]
IMAGOLOGÍA DEL LENGUAJE CORPORAL HUMANO. ¿QUÉ NOS DICEN LA CABEZA, LA CARA Y EL CUELLO?, es parte de mi libro registrado con los siguientes datos: Fernando Antonio Ruano Faxas. El lenguaje corporal humano. Un enfoque imagológico en base a criterios verbales y no verbales, con 808 páginas, disponible a través de http://openlibrary.org/b/OL21783353M/El_lenguaje_corporal_humano._Un_enfoque_imagológico_en_base_a_criterios_verbales_y_no_verbales .
En la cabeza está el cerebro, que es diferente en hombres y mujeres, y que es en donde surge la actividad mental y el comportamiento. El cerebro es el centro de control del movimiento, del sueño, del hambre, de la sed y de casi todas las actividades vitales necesarias para la supervivencia. Todas las emociones humanas, como el amor, el odio, el miedo, la ira, la alegría y la tristeza, están controladas por el cerebro. Todas las señales que se producen dentro del organismo y también las señales que llegan desde el exterior son recibidas, procesadas, interpretadas, traducidas por el cerebro. El cerebro tiene dos hemisferios, y cada uno se encarga de determinadas funciones, como nos muestra la siguiente figura […]
En la cabeza está la cara, “que es nuestra tarjeta de presentación más importante. Nuestro rostro es la causa predominante de la atracción o rechazo que provocaremos en los demás” (Gordoa, 2002: 122), y en ella se ponen los maquillajes y afeites. La cara tiene sus particularidades, que se estudian en la carametría y la caramorfología (Gordoa, 2002: 122-126):
[…] La cara es, sin duda, la región más expresiva de todo el cuerpo humano capaz de trasmitir mensajes increíblemente variados y sutilmente emocionales. Contrayendo y relajando músculos especiales, y en particular los que rodean la boca y los ojos, podemos expresarlo todo, desde alegría y sorpresa hasta y tristeza y furor […] Una cara suave y sonriente, o alerta y provocativa, nos atrae vivamente. Un rostro triste y desesperado, o angustiado, puede estimular también el acercamiento y el consuelo. Si es tenso, duro o enfurruñado, produce el efecto contrario […]
En lo que atañe a nuestras expresiones faciales, podemos hablar de caras «amañadas» y de caras «libres». La cara amañada es la que empleamos en nuestras relaciones sociales. Decimos «poner cara satisfecha» o «poner buena cara» y tratamos de «no perder la faz en público». Si queremos mostrarnos amistosos, adoptamos una expresión dulce y sonriente. Por el contrario, en ocasiones más graves, hacemos una mueca o adoptamos un gesto pomposo. Sin embargo, cuando estamos solos y no nos ve nadie, dejamos a nuestros rostros en libertad. En este caso, la cara adopta por sí misma la actitud típica de nuestro humor a largo plazo […] Podemos sentirnos deprimidos por la mañana y de nuevo alegres por la noche, y, en nuestros momentos de soledad, la actitud facial variará en consecuencia. En cuanto a los individuos que viven en un estado más o menos permanente de angustia privada, su situación es diferente. Éstos corren el peligro de que su cara auténtica se inmovilice para siempre. En estos casos los músculos faciales parecen moldearse en una sola expresión fundamental. Las arrugas de la frente, alrededor de la boca y a los lados de la nariz se vuelven casi permanentes […]
Miramos a la cara buscando esa “espiritualidad ideal”, anhelada, que tanto nos calma especialmente en momentos difíciles; pero no olvidemos que esa “espiritualidad” que supuestamente se refleja en la cara depende en mucho de las culturas, de los pueblos, de las filosofías y de las religiones.[7]
También la frente nos habla acerca del individuo, especialmente cuando se es hombre y frente y cabeza se unen para crear la calva.
En la cara están la boca –tema que que tratamos en este libro más adelante–, el bigote, el bozo, la barba, las patillas, que también mandan sus mensajes.[8] La boca refleja hasta cien tipos de sonrisa.
La mandíbula y el mentón marcan diferencias sexuales entre hombres y mujeres: “El varón corriente tiene la mandíbula y barbilla ligeramente más fuertes que la mujer corriente” (Morris, 1994: 62). Problemas de la imagen personal son el prognatismo –inclinación hacia delante del perfil de la cara– y el ortognatismo –cualidad del cráneo con gran ángulo facial–. El acné, que es una enfermedad de la piel debida a la infección de los folículos pilosos y glándulas sebáceas, muy común entre los 13 y los 25 años, en hombres y mujeres, es otra causa de problemas de imagen y descompensación sicológica y conductual.
Las orejas, de forma ovalada, tienen una función estética en el hombre, pero más importante aún es el sentido de la audición, el oído.
ATENCIÓN
En este momento usted debe remitirse a algunos videos que tratan al oído y la audición, disponibles en: http://www.youtube.com/watch?v=o3CUiltfCXA&feature=related , http://www.youtube.com/watch?v=rd6_zrvwk7U&feature=related , etc.
[…] Cualquier sonido o ruido del medio que nos circunda –ya sea de objetos, elementos naturales, animales o sonidos especiales de una determinada cultura humana– nos hace reaccionar de una u otra manera. Y una vez conocidos esos sonidos y ruidos, también crean en nosotros un determinado comportamiento a través de la lectura. Cuando en una novela, cuento, teatro, poesía, etc., se dice que se produjo uno u otro sonido o ruido, si los conocemos, si estamos relacionados con ellos, si podemos interpretarlos, entonces también reaccionamos: “El hombrecito sentado miraba a Manuel. –Pensé que te habían matado –dijo. Manuel golpeó con sus nudillos en el escritorio.”[9] Imaginemos el rostro de los esquimales o siberianos que pueden detectar el más leve sonido que aparece al resquebrajarse el hielo, lo que implica un inminente desastre y posiblemente la muerte, o el sutil ruido del mar cerca de una isla, que presagia tormenta, lo que generalmente pasaría inadvertido para las culturas de altiplanos. También el rostro de un indígena selvático al detectar los sutiles sonidos que hace un animal, una serpiente o tigre, serán diferentes en comparación con un occidental de área urbana; pero seguramente a ese indígena lo mataría un coche o carro o máquina en una ciudad, porque no puede interpretar el sonido de un claxon o el ruido de uno u otro tipo de coche y su tamaño. Es interesante ver el rostro de susto y pánico que aparece en los extranjeros y turistas que visitan la Ciudad de México cuando sienten los sonidos de las lágrimas o gotas de cristal de las lámparas por el movimiento creado al pasar por la calle un camión o rastra o guagua o equipo de transporte pesado (recordemos los sismos o temblores de tierra tan habituales en México), las sensibles alarmas de los carros sonar a un mismo tiempo, cuando sienten que el “suelo se mueve”, y piensan que es un temblor, cuando en realidad , como hemos dicho ya, no es otra cosa que un gran camión o rastra que acaba de pasar y ha movido el asfalto, y aquí se desata todo esto en cadena. Claro que sos turistas, en su mayoría, no están relacionados habitualmente con estos tipos de sonido, con este tipo de movimiento, pero sí saben que en esta ciudad tiembla mucho, y rápidamente infieren el “desastre” […]
Las orejas pueden ser de varios tipos: “En la antigüedad, los reyes y príncipes de Oriente llevaban largos pendientes. Buda se suele representar con largas orejas, tal vez estiradas por el peso de los pendientes que llevaba en su juventud de príncipe. Los lóbulos alargados significan realeza y autoridad espiritual” (Bruce-Mitford, 1997: 73). Entre las evidencias más visibles de una mala cirugía estética de la cara está la forma anormal o desproporcionada en que quedan las orejas.
Las arrugas crean también problemas de personalidad, de ahí la existencia de millones de personas que en todo el mundo recurren a la cirugía plástica y otras técnicas para eliminarlas.
El cutis “puede revelar muchos datos sobre el comportamiento y los valores de una persona, sobre todo si esa persona intenta cambiar su cutis” (Dimitrius y Mazzarella, 1999: 330-331).
En la cara está la nariz, cuestión que analizamos en este mismo libro más adelante, en la parte que trata acerca del olfato, los olores y los aromas.
[…] No todo el mundo nace con belleza, como si fuera un regalo de las hadas buenas, pero sí que todo el mundo puede adquirir un cierto encanto, como prenda de seducción. El encanto es una atracción que no aparece tan marcada, tan agresiva, tan inquieta como la seducción pura y la sexualidad. Para que se establezca una relación de encanto, es preciso que un individuo sienta una cierta necesidad, que otro colme y que exista complementariedad entre ambos seres. Esta relación es, indiscutiblemente, una relación de seducción, que se ejerce en todos los aspectos: el amor, el comercio, la política e incluso los escritos (hay estilos que poseen encanto y otros no). Tal relación suscita un hechizo difuso e impreciso: crea un momento privilegiado durante el tiempo en que se encuentra uno «bajo los efectos del encanto». El caparazón cultural y social, en el que se encierran las personas, se viene abajo, estableciéndose una relación muy espontánea y muy natural.
«Irradiar encanto» es corresponder a las exigencias y gustos de una base cultural ligada a una época determinada. El encanto cultural corresponde a unos arquetipos concretos que varían según el medio, el tiempo y el espacio. No es el mismo «encanto» el que seducía en la Edad Media que durante la Revolución Francesa (Bourdoiseau y otros, 1982: 392).
Y el encanto puede ser femenino, masculino, unisex y más… El ser encantador tiene sus grandes ventajas; pero también sus grandes desventajas, sobre todo en “situaciones sociales complejas” (Ruano, 1996b; Ruano, 2003a).
Y qué es la armonía: “Un rostro bello es el más hermoso de todos los espectáculos; y la armonía más dulce, el sonido de la voz amada” (la Bruyère, 1998: 57). Armonía es el arte de combinar, y cuando digo “combinar” me refiero a todo, a la “conveniente proporción y correspondencia de unas cosas con otras”, incluyendo los más sutiles detalles que no todos los ojos humanos pueden observar. Cuando las personas son capaces de combinar todo en su cuerpo y en su entorno para que las cosas armonicen, entonces estamos hablando del camino del triunfo social. La armonía se logra cuando de manera propioceptiva guiamos hábilmente nuestro cuerpo, nuestros actos corporales, nuestras posturas; cuando tenemos una correcta conciencia corporal que nos permite rearmonizar las posiciones corporales reajustándonos a las particularidades y exigencias de los entornos.
Pocas veces en la historia de la Humanidad la belleza, la galanura, la elegancia y la coquetería masculinas (Ruano, 2006c) han estado tan ligadas a la manipulación, a la maldad, a la traición, al odio y a la perversión como en el caso del rey Felipe IV de Francia, “El Hermoso” (1268-1314) y del aristócrata, escritor y filósofo francés Marqués de Sade, es decir Donatien Alphonse François de Sade (1740-1814).
Pocas veces en la historia de la Humanidad la belleza, la distinción, la elegancia, la gracia, la coquetería, el buen gusto y la exquisitez femeninas (Ruano, 2006c) han estado tan ligadas a la inteligencia, a la cultura, a la manipulación, a la maldad, a la traición y al odio como en el caso de Cleopatra Filopator Nea Thea, es decir Cleopatra VII, reina de Egipto (69 a.C.-30 a.C.) y Mata Hari, es decir la legendaria bailarina-espía llamada Margaretha Geertruida Zelle (Países Bajos, 1876-1917).
No creo que nadie tenga dudas acerca de la importancia del atractivo físico: “la primera impresión basada en el atractivo físico ejerce una influencia poderosa sobre el resto de las opiniones que tengamos de esa persona. Posiblemente opinemos de ella que es más amable, o mejor cualificada cuanto más atractiva físicamente nos resulte. Incluso, nuestro juicio acerca de sus capacidades para las relaciones sociales se verá «contaminado» por esa impresión” (Gauquelin, 2001: 25). Afortunadamente ya no vivimos en la Roma antigua, porque allí, y según el Derecho Romano, se establecía que en caso de dudas entre dos acusados, se debía condenar al más feo… Hoy también “se condena” de cierta manera a los feos (?), a esas personas que no poseen, por múltiples y variadas causas, los parámetros físicos, corporales, los rasgos de belleza, que exigen para la raza humana las culturas en cada momento de su evolución sociohistórica. Este asunto se ha tornado un gran problema social y médico en las sociedades mestizas modernas. Ejemplos de esto podrían ser las tendencias en pueblos no caucásicos a buscar estructuras corporales que genéticamente no les pertenecen, y las aspiraciones metrosexuales y übersexuales de muchos hombres.
Por otro lado, está claro que una persona que no puede triunfar por su belleza se vea obligada, tienda, busque, a redoblar sus esfuerzos en la cultura, en la ciencia, en el deporte, en la religión, en la esfera militar, en el liderazgo, en la retórica o discurso verbal, en sus estrategias de conquista amorosa, hasta en la traición, la mentira y la perversión, etc., para destacarse y pasar de manera “notable” por esta vida, para hacerse notar de alguna manera, para “subsistir socialmente”. ¡Así justamente es la vida! Los ejemplos han sido y siguen siendo cientos. Si usted cree que es feo, entonces en realidad lo es, y si piensa que a través de algunos cambios de imagen, incluyendo la cirugía plástica,[10] puede variar de manera favorable su imagen física y, por añadidura, elevar su autoestima y sentirse mejor social y sicológicamente, pues adelante: haga todos los cambios favorables que estime pertinente. Nada más que asesórese con buenos especialistas y tome esta vida con un poco de calma: “a Zamora no se puede atrapar en una hora”.
Los gestos, las expresiones faciales, también se reflejan en la escritura en computadora, en los correos electrónicos, en la comunicación a través de Internet. Ya no basta con que se transmitan mensajes escritos, no bastan las palabras. Hoy los cientos de iconos gestuales, “dibujos”, “monitos”, “muñequitos”, de la misma manera que en muchas de las escrituras antiguas, muestran a los internautas los estados de ánimo de los usuarios de la red, nos permiten ver más allá de las palabras.
En el cuello del hombre que usa traje, lo que más debe destacar es la corbata o moño –también llamado “bigote de gato” y “pajarita”–, anudada en cualquiera de sus cuatro formas habituales: four-in-hand, semi-Windsor, Windsor y el moño tradicional, y puesta en el cuello de una camisa con la talla adecuada, ni más grande ni más pequeña. El cuello de la camisa debe lucir impecablemente planchado, sin arrugas. Por ningún motivo deben aparecer a la vista ni cadenas ni escapularios por encima de esas corbatas y moños, por lo menos entre los grupos cultivados.
La cara del ganador dice:
· Trabaja más duro y tiene más tiempo.
· Va directamente al problema.
· Contrae compromisos.
· Sabe cuándo pelear duro y cuándo abandonar la pelea.
· Se siente lo suficientemente fuerte como para ser amistoso.
· Escucha.
· Respeta la capacidad de los demás.
· Aprende de los otros.
· Explica.
· Se siente responsable más allá de su propio trabajo.
· Establece su propia marcha.
· Invierte tiempo en mejorar.
· No tiene miedo de cometer errores.
· Se concentra en las posibilidades y las soluciones.
La cara del perdedor dice:
· Siempre está muy ocupado.
· Le da vuelta al problema y nunca lo soluciona.
· Promete con ligereza cualquier cosa.
· Deja a un lado los asuntos importantes y se mete en cosas que no valen la pena.
· Pocas veces es amistoso y, a veces, puede ser un detestable tirano.
· Espera su turno para hablar.
· Se concentra en las debilidades de otros.
· Se resiste a los demás.
· Da excusas.
· Dice: “¡Eso no es mi trabajo!”.
· Sólo tiene dos velocidades: a toda velocidad hacia adelante o desesperadamente baja.
· Busca la ocasión para evadir las críticas.
· Tiene miedo de cometer errores y de lo que dirán los demás.
· Vive aterrorizado por los rumores y comentarios de pasillo, pero siempre contribuye con esto, siendo con frecuencia el mayor generador de estos rumores y comentarios negativos.
· Es incapaz de dar sus propios pasos sin preguntarle a todos lo que creen y qué piensan que dirán los demás.
· Se concentra en los problemas y en cuestiones que no tienen solución (Møller y Hegedahl, 1983: 19-25).
La comunicación que se produce a través de la cabeza, concretamente a través de la cara, es decir la comunicación facial, es diferente no solamente según los grupos y subgrupos de usuarios de los lenguajes verbo-corporales, sino también en cada persona en concreto, debido a:
· Particularidades genéticas, ontogénicas o debido a la misma formación fetal o herencia.
· Particularidades culturales o particularidades sociales o particularidades comunicacionales relacionadas con las reglas de demostración.
· Particularidades relacionadas con el temperamento.
· Particularidades relacionadas con la sincronía interaccional o con las variantes de interacción en las que intervienen los usuarios de los lenguajes.
En esta comunicación que se produce a través de la cara existen diferentes rasgos evidentes (Poyato, 2003):
· Rasgos permanentes, es decir dimensiones craneales y características de los ojos, nariz, labios, mejillas, barbilla, dientes, etc.
· Rasgos cambiantes, es decir edad, sufrimiento, traumas, dolencias, trabajo, etc.
· Rasgos dinámicos, es decir rasgos que se activan a la hora de hablar y gesticular.
Hacia la calidad integral sin fronteras
[1] Véanse al respecto los siguientes materiales: Julio Caro Baroja (1988). Historia de la fisiognómica. El rostro y su carácter. Madrid, Alianza; Julio Caro Baroja (1993). La cara, espejo del alma. Barcelona, Galaxia Gutenberg. En inglés puede consultarse: Naomi Tickle, publicado por primera vez en 1997, It’s All In The Face. The Key To Finding. Your Life Purpose. José Antonio García Andrade, profesor de Psiquiatría Forense del Instituto de Criminología de la Universidad Complutense, ex decano de los forenses de Madrid, dice que “el espíritu no flota sobre el agua”, y que por eso “el hombre necesita un sustrato físico, la morfología se interacciona con los afectos… Claro que se puede saber la personalidad de un individuo a través de su cara, la cara del tonto es distinta de la del sabio”. Para considerar las particularidades sociales y físicas en el tratamiento de la conducta criminal, del criminal y de la víctima, de los terroristas, véase: Boris Danilóvich Ovchínnikos (1988). Problemas teóricos de la criminología. Trad. del ruso de Fernando Antonio Ruano Faxas. Cuba, Ministerio de Educación Superior; Giusseppe Amara (1998). Cómo acercarse a la violencia. México, CONACULTA; Luis Rodríguez Manzanares (1990). Victimología: estudio de la víctima. México, PORRÚA; Michael Burleigh (2008). Sangre y rabia: una historia cultural del terrorismo. Madrid, Taurus.
[2] Miguel Ángel Asturias (1997). El señor presidente. México, Alianza Editorial, 88. Este texto lo recomendamos para el tratamiento de la imagen política en América Latina.
[3] Para considerar los comportamientos de las mujeres y de los hombres recomiendo leer los interesantes capítulos III, “De las mujeres”, y XI, “Del hombre”, del libro Los caracteres, de Jean de la Bruyère.
[4] Para considerar los procesos de la intuición, consúltese, por ejemplo, a Dimitrius y Mazzarella, op. cit., 281-284 y 287-292.
[5] Acerca de la depresión y sus síntomas en la mujer, véase: María Asunción Lara. ¿Es difícil ser mujer? Una guía sobre depresión. México, Pax.
[6] Norberto Levy (2001). La sabiduría de las emociones. España, Plaza y Janés.
[7] Ikram Antaki (2002). Filosofía/espiritualidad. México, Joaquín Mortiz, 309-411.
[8] Gloria Kalil (2001). Chic hombre. Manual de moda y estilo. México, Limusa, 66-67.
[9] Ernest Hemingway (1977). Hombres sin mujer. Buenos Aires, Fausto, 9.
[10] La cirugía plástica en nuestros días tiene una importancia trascendental, como lo muestra el llamado “turismo bisturí” o “turismo de bisturí”, es decir los viajes “todo incluido” con “paquetes quirúrgicos”, que realizan muchas personas con el objetivo de realizarse cualquier tipo de cirugía estética. Estos “paquetes” pueden encontrase fácilmente en Internet. Entre los países que ofrecen este tipo de tratamiento están Brasil, Argentina, Colombia, México, Cuba, Túnez, Marruecos, etc. ¡Pero cuidado…!, hay países en donde en cuestión de cirugías plásticas y tratamientos estético-corporales todo lo terrible y horrendo puede pasar, verdaderas pesadillas. Antes de someterse a un tratamiento estético-corporal, a una cirugía plástica, primero investigue hasta lo más mínimo, y si vive en México, extreme sus precauciones. Recuerde lo que en este país le ha sucedido a artistas reconocidos mundialmente como Alejandra Guzmán y Lucha Villa. Y si estas cosas horrendas les han sucedido a estas personalidades, millonarias, imagine lo que le ha sucedido, le sigue sucediendo, y por supuesto le seguirá sucediendo, a la “gente del pueblo”.