Abstract
PARTE II. APUNTES DE CONFERENCIAS, SEMINARIOS, DIPLOMADOS, TALLERES Y ASESORÍAS DEL PAISÓLOGO, IMAGÓLOGO, FILÓLOGO Y LINGÜISTA CUBANO FERNANDO ANTONIO RUANO FAXAS. ESTADOS UNIDOS DE AMÉRICA
IMAGOLOGÍA, IMAGOLOGY, ИМАГОЛОГИЯ
1. La palabra o lexía que se selecciona para designar cualquier realidad, fenómeno, cosa, etc. Es necesario tomar en cuenta, sobre todo entre comunicólogos, periodistas, funcionarios de organizaciones globalizadas y aparatos gubernamentales de primer nivel, la diversidad léxica, las variantes léxicas, los dialectos geográficos y sociales y las ideas afines. Para designar una misma realidad, por ejemplo ese animalito coleóptero de cuerpo blando, cuya hembra carece de alas, y que está dotado de un aparato luminiscente, solamente en el idioma español hablado en México se emplean más de 30 nombres, entre los cuales se encuentran: luciérnaga, cocuyo, cucayo, locuyo, etc. Las ideas afines, es decir, las asociaciones de palabras por tratarse de sinónimos, antónimos, relación ideológica o conexión asociativa o ambiental, son un tema de consideración en este punto.[26] Los desaciertos en este sentido pueden crear ambientes malsanos y tensar las relaciones sociolingüísticas.
2. El vehículo del signo o significante. En la teoría saussuriana del signo, el significante es la forma concreta perceptible para el oído (la imagen acústica), que remite a un concepto, el significado. Se trata, pues, de un sonido o de una serie de sonidos, que secundariamente pueden estar representados mediante símbolos gráficos. El significante lingüístico es siempre lineal, es decir, que sus elementos se suceden los unos a los otros y no pueden ser simultáneos (Mounin, 1982: 165). El signo lingüístico es complejo. Es la unión del lado fónico, con el que algo es designado, con el lado semántico, es decir, con el concepto designado. El revestimiento fónico –pronunciación– de la palabra es muy importante. Los individuos instruidos, pero especialmente los comunicólogos, los periodistas, los traductores, los intérpretes, que constantemente están en relación con extranjeros hablantes de su mismo idioma o de los idiomas que dominan, tienen que considerar seriamente que debido a las variantes dialectales de los idiomas, debido a la historia, una misma letra puede pronunciarse de diferentes maneras. El lenguaje hablado está en primer lugar y la escritura en esencia no es más que un recurso para representar el habla por otro medio. El principio de la prioridad del lenguaje hablado sobre el escrito implica, en primer lugar, que el habla es anterior y más ampliamente desarrollada que la escritura. Los sistemas de escritura más antiguos datan de seis mil o siete mil años. Todos los grupos humanos conocidos poseen la capacidad del habla, sin embargo son centenares las lenguas que han carecido de un sistema de escritura hasta que misioneros o lingüistas los han inducido a escribir. El hablar se remonta a los orígenes de la sociedad humana. Debido a razones históricas –normalmente resultantes de un cambio fonético o de un préstamo de otras lenguas que disponen convenciones ortográficas distintas–, ciertas palabras pueden distinguirse por su forma escrita, pero no hablada: casos de tales palabras, tradicionalmente llamadas homófonas, lo son:
Bacilo: microbio.
Vacilo: de vacilar, titubear
Bello: bonito.
Vello: pelo.
Bota: calzado.
Vota: de votar, dar uno su voto.
Barón: título nobiliario, apellido.
Varón: hombre, apellido.
Basar: asentar, apoyar.
Bazar: tienda.
Vasar: anaquelería para vasos, platos, etc.
Bajilla: de poca estatura.
Vajilla: conjunto de platos.
Bale: de balar.
Vale: de valer, documento comercial.
Bienes: riqueza, patrimonio.
Vienes: de venir.
Biga: carro de caballos.
Viga: madero largo y grueso.
Cabo: extremo.
grado militar.
lengua de tierra que penetra en el mar.
Cavo: de cavar, levantar y mover la tierra.
Cabe: de caber.
Cave: de cavar.
Estevado: de piernas arqueadas.
Estebado: estebar, entintar.
Había: de haber.
Avía: de aviar, disponer algo para el camino, arreglar.
Nabal: tierra de nabos.
Naval: referente a la navegación.
Rebelar: sublevar.
Revelar: comunicar, descubrir.
Ribera: orilla del mar o río.
Rivera: arroyo, riachuelo.
Silba: de silbar.
Silva: composición en verso.
3. El interpretante –o reacción que el significante produce en el intérprete.
La semiótica, según Morris, se subdivide en tres partes:
1. Pragmática: estudia las relaciones de los signos con los participantes de la comunicación.
2. Sintaxis: estudia los modos de relación de los signos entre sí.
3. Semántica: estudia los modos de relación de los signos con las cosas.
Para el estudio de la zoosemiótica humana o antroposemiótica se toma en cuenta que en el encuentro entre individuos se valoran muchos elementos, no sólo el idioma. Entre los elementos de carácter no verbal más importantes que se consideran en la intercomunicación humana están:
1. Cabeza.
2. Contacto visual.
3. Postura o cinestesia.
4. Ademanes o gestos. Los brazos y las manos en acción.
5. Piernas y pies.
6. Sincronía interaccional u orientación del cuerpo.
7. Boca.
8. Voz.
9. Pelo.
10. Ropa, adornos y joyería.
11. Proxémica o distancia corporal o distancia física.
12. Olfato y aromas.
13. Piel o nivel áctico o sentido del tacto o comunicación táctil o comunicación háptica.
14. Tiempo.
15. Medio ambiente o lugar.
16. Las relaciones sociales y la cortesía en público, en el trabajo y en la intimidad.
17. Las formas de alimentarse como objeto de análisis en la comunicación no verbal (Ruano, 2003a; Ruano, 2003b; Ruano, 2005).
Muchos de los problemas que trata la semiótica pueden ser vistos a través de otras ciencias, como la hermenéutica, que:
[…] en sentido normal y corriente (y no semiótico), designa por lo general la interpretación de textos esencialmente filosóficos y religiosos. Se trata de una disciplina relativamente próxima a la semiótica (de la que ésta toma, a menudo, bastantes elementos) [y a la imagología], en la medida en que –como dice Paul Ricoeur[27]– articula una teoría general del sentido con una teoría general del texto. Debe anotarse, empero, que el dominio de su ejercicio es muy específico y, por otra parte, que pone en juego la relación del texto con el referente, dedicándose en particular a los datos extralingüísticos de los discursos y a las condiciones de su producción y lectura. A diferencia de la aproximación semiótica –para la que, por ejemplo, la enunciación puede reconstruirse según un simulacro lógico-semántico elaborado partiendo del texto–, la hermenéutica hace intervenir el contexto sociohistórico, incluido el de la comprensión actual, e intenta –mediante este juego complejo– desprender los sentidos admisibles: presupone, pues, una posición filosófica de referencia como criterio de evaluación.[28]
y también pueden ser vistos por la etología, ciencia que estudia los comportamientos de las especies animales desde un punto de vista biológico dinámico. Este término fue introducido en el siglo XIX por Isidore Geoffroy Saint-Hilaire, (1805-1861). Para este entonces esta palabra tenía una significación semejante a lo que hoy se entiende por ecología. Los estudios etológicos, limitados durante mucho tiempo a las especies animales en sentido estricto, se orientan después al análisis de los comportamientos humanos. Esta tendencia, aparecida hacia 1970, se opone a las aproximaciones anteriores que intentaban adaptar al hombre los modelos de comportamiento de los animales. En etología humana predominan actualmente dos vías de investigación: el comportamiento del niño –aparición, estructuración, evolución–, en especial dirigidas por H. Montagner, y el análisis de los procesos de comunicación, en especial de las comunicaciones no verbales.
Uno de los problemas más frecuentes en el análisis semiótico está relacionado con la clasificación que hacen los especialistas en torno a las variantes sígnicas, las clasificaciones del signo, que es una forma de expresión cualquiera, encargada de traducir una «idea» o una «cosa» (Greimas y Courtés, 1990: 377), “todo objeto, forma o fenómeno que representa a algo distinto de sí mismo” (Mounin, 1982: 165), “algo que representa una cosa. El signo adquiere significado según el resultado del uso para el cual se ha planteado, por el modo en que lo comprenden quienes lo observan, y por asociación con el objeto al que se refiere. Un signo no tiene significado intrínseco propio. Adquiere significado únicamente como resultado de uno o más individuos que se lo adscriben” (Ellis y McClintock, 1993: 114-115). El conjunto de todos los sistemas de signos humanos –códigos– se puede dividir en tres grupos diferenciados atendiendo a sus funciones:
1. Sistemas de signos lógicos o códigos lógicos (Guiraud, 1994: 61-86; Aicher y Krampen, 1991: 14). Deben proporcionar una descripción, explicación y pronóstico –racionales– del entorno y una efectiva regularización de los modelos de comportamiento y operaciones, así como un aumento de la función lingüística.
Algunos ejemplos de sistema de signos al servicio de la comprensión del entorno son los procedentes del campo científico, pero también los precientíficos –por ejemplo la astrología, la fisionomía, etc.–. Los sistemas de signos “prácticos” cuyo fin es la regularización de los modelos de comportamiento con las “señales” –en el sentido del lenguaje corriente–, las instrucciones para el manejo y los programas –por ejemplo programas de ordenadores, planos como programas de construcción y montaje, etc.–, así como los sistemas de signos que deben procurar un aumento del rendimiento de la lengua que ésta, por sí misma, no sería capaz de alcanzar. A estos sistemas pertenecen, por ejemplo, los códigos para la transmisión de lo hablado con independencia del tiempo y del espacio –escritura morse, alfabeto de las banderas, Braille–, traducciones de la lengua a otras modalidades sensoriales –en casos en que se carece de las capacidades sensoriales normales en el hombre: Braille, el lenguaje de los sordomudos con los dedos–, o los métodos auxiliares de la lengua como la gesticulación y la mímica. En el tratamiento cartográfico la presencia de signos no lingüísticos con las disímiles formas, tamaños y colores, que varían y mucho según los tiempos, las culturas y las especialidades, ayudan a la comprensión funcional y lógica de los textos:
Alfabeto Morse Braille Banderas
Existen textos que han sido registrados, escritos, según los aparentemente “códigos lógicos” de los idiomas o los dialectos; pero, en realidad, esos textos son comprensibles solamente para la persona que los creó o para el grupo que secretamente los creó. Es decir, se pueden emplear los “códigos conocidos”, las “palabras conocidas”, pero se les da una significación exclusiva, particular, secreta, íntima. Ejemplo de esto son los diarios de Leonardo da Vinci (Gombrich, 1995: 291-303), algunos de los lenguajes de los negros esclavos en los tiempos de la Colonia y muchos textos religiosos y de la literatura artística. A estos tipos de códigos personales, de textos personales, se les llama idiolecto (Ruano, 1984).
2. Sistemas de signos que se utilizan como fórmulas de comportamiento en el marco de las relaciones sociales o códigos sociales (Guiraud, 1994: 107-126; Aicher y Krampen, 1991: 14). Éstos podrían denominarse códigos socio-lógicos. Con frecuencia toman las formas de modelos de comportamiento en los cuales es imprescindible la presencia física del “emisor” del mensaje. Son generalmente muy limitados en su radio de acción. Están ligados a grupos, clases, naciones, entorpeciendo, por tanto, el entendimiento internacional. En países pluriculturales y plurilingües, como es el caso de la India, España, México y Brasil, esta situación se complica extremadamente. También es bastante frecuente ver rupturas de estos códigos en áreas laborales, en empresas, en instituciones en donde conviven individuos de muy diversas esferas socioculturales (Ruano y Rendón; Ruano, 2002; Ruano, 2003a; Ruano, 2004). Recordemos los códigos del protocolo, la etiqueta, la gastronomía –en este sentido es muy ilustrativo el video Protocolos en la mesa–, especialmente las variantes de modales en la mesa según los contextos gastronómicos: formales, informales, familiareas, empresariales, diplomáticos, religiosos, nacionales, internacionales, etc. Recomendamos la lectura de algunas partes de los siguientes materiales:
· Manuel Antonio Carreño. Manual de urbanidad y buenas maneras.
· Jean de La Bruyère. Los caracteres.
· Ikram Antaki. El manual del ciudadano contemporáneo.
· Jorge Ibargüengoitia. Instrucciones para vivir en México.
· Guadalupe Loaeza. Manual de la gente bien.
· Arantxa G. de Castro. Manual de las buenas maneras.
· Claus Møller y Paul Hegedahl. Las personas primero.
· Víctor Gordoa. El poder de la imagen pública. Plan maestro para inspirar confianza y ganar credibilidad.
· Víctor Gordoa. Imagología. Todo lo que necesita saber para crear su Imagen Pública.
Para considerar específicamente el comportamiento general de los mexicanos, al nivel general y al nivel empresarial, en comparación con el comportamiento de los estadounidenses promedio, recomendamos:
· Octavio Paz. El laberinto de la soledad • Postdata • Vuelta al laberinto de la soledad.
· Alan Riding. Vecinos distantes. Un retrato de los mexicanos.
· Eva Simonsen de Kras. Cultura gerencial México-Estados Unidos.
· Iván Zavala. Diferencias culturales en América del Norte.
· Fernando Antonio Ruano Faxas. Qué entender por calidad y calidad de vida en el trabajo en un mundo globalizado.
Cuando las culturas se juntan con tal fuerza y tal tiempo, como ha ocurrido en América, entonces ¿dónde no aparece el sincretismo, en la medida que sea?, ¿qué códigos dejan de alterarse, de cambiar?, ¿qué se libra del sincretismo?, ¡nada!:
¡Qué engañados viven los que a estas alturas de la historia no saben lo que hay detrás de los mestizajes religiosos, de los sincretismos religiosos! ¡Qué engañados viven los que a estas alturas de la historia no conocen lo que existe en realidad luego de las uniones y las “supuestas conciliaciones” de las religiones entre sí! En América, así como sucede en España y Portugal, las religiones de los orígenes más variados, los cultos de los orígenes más variados, han estado y están a la orden del día, y entre las masas poblacionales más diversas. Entre los cubanos y sus descendientes, entre los haitianos y sus descendientes, entre los dominicanos y sus descendientes, entre los portorriqueños y sus descendientes, entre los panameños y sus descendientes, esto es más que evidente; pero en países como Venezuela, Colombia, Perú, Argentina, Chile, etc., y sobre todo Brasil y México, habría que ser disfuncional social –o muy ignorante o mojigato, que también son otras opciones de clasificación en este sentido– para no ver esta realidad, ¡basta echarle una ojeada a la historia, a, por ejemplo, el arte indocristiano […] al tequitqui […] a la arquitectura indocristiana mexicana, al arte tributario mexicano, entre cientos de manifestaciones mestizadas de la comunicación humana… Y, como sabemos, cada día aparecen junturas nuevas de religiones, sincretismos nuevos de religiones. ¿Qué es, por ejemplo, New Age o Nueva Era? ¿Qué es, por ejemplo, el culto a la Santa Muerte o a la Santísima Muerte? ¡Sorpresas! […]
Pese a la importancia que tienen ciertos motivos de la iconografía prehispánica para nuestro arte del siglo xvi, no habían recibido la atención de un estudio detenido. Este descuido u olvido se explica por las dificultades que entraña, puesto que no todos los signos y símbolos son tan ostensibles como los espejos de obsidiana de algunas cruces atriales, como la del convento franciscano de Tajimaroa, hoy Ciudad Hidalgo, en Michoacán, o las vírgulas de la palabra que aparecen en la boca de algunos personajes y de algunos animales, como se examinará páginas adelante […]
Pero un diseño que para los frailes era puramente decorativo podía encerrar un concepto religioso para el indígena, y esto condujo al sincretismo religioso: así, tanto el fraile como el indígena quedaban satisfechos […] (Ruano, 2005).
La clasificación del “signo” ha sido tarea ardua, compleja, difícil, por lo menos para los que intentan entender los criterios de los especialistas en estos temas. Así, por ejemplo, solamente el norteamericano Charles Sanders Pierce elaboró durante cuarenta años toda una clasificación con 66 variedades de signos, además de sus intermedios e híbridos. En la actualidad, sólo unos 6 tipos de signos se identifican con regularidad y se utilizan comúnmente. Por el momento, nosotros preferimos trabajar la sencilla clasificación del signo que nos da Thomas A. Sebeok (1996: 31-56):
1. Señal. La señal es un signo que mecánica –naturalmente– o convencionalmente –artificialmente– provoca alguna reacción en un receptor. “Se denominan señales a formas intencionalmente creadas o usadas para representar, figurar, enunciar, advertir, etc. Los signos lingüísticos son señales. Las señales no lingüísticas se organizan también formando sistemas: señales de tráfico, señalización aérea, señalización ferroviaria, señalizaciones marítimas, fogatas y sus respectivas columnas de humo (Mounin, 1982: 164). Esto está en consonancia con el punto de vista de que “las señales pueden… ser proporcionadas por la naturaleza, pero también pueden ser producidas artificialmente” (Kecskemeti, 1952: 36). La señal es todo elemento que se origina exclusivamente para la transmisión de mensajes. El receptor recoge la señal y la “descifra” asignándole un único mensaje de entre los muchos que tiene en su haber. El proceso de comunicación es correcto cuando el receptor asigna a la señal el mismo mensaje que el emisor quería transmitir (Aicher y Krampen, 1991: 9).
2. Síntoma. Es un signo compulsivo, automático, no arbitrario. Indicio de una cosa que está sucediendo o que va a suceder. Es un signo que es constituyente del referente.
· La fiebre es un síntoma de la enfermedad.
· El origen de la antropología moderna fue un síntoma del colonialismo.
3. Icono. Un signo es icono cuando hay una similitud topológica entre un significante y su denotado. Es lo que exhibe la misma cualidad, o la misma configuración de cualidades, que el objeto denotado. “Es un signo en la relación signo-objeto. Opera por la similitud entre dos elementos, por ejemplo, el dibujo de un objeto y el objeto dibujado. Se refiere al objeto denotado en virtud de caracteres que le son propios por una cualidad o propiedad que lo vuelve capaz de ser un representamen, cualidad que el signo posee independientemente de la existencia del objeto, si bien se requiere la existencia del objeto para que se establezca la convención conforme a la cual el icono actúa como signo; ya que lo que designa al reproducirlo o imitarlo, es similar al objeto” (Beristáin, 1994: 455-457). Solamente los objetos reconocidos “por una cultura” pueden funcionar como iconos:
· El plano de una casa es un icono de la casa.
· Una mancha negra por el color negro.
· Las onomatopeyas –creación de palabras a partir de una fuente natural de sonidos–: guau, tic-tac, murmullo, chirrido, borboteo…
· Los diagramas que reproducen relaciones entre propiedades.
· Cualquier cosa –cualidad, individuo existente o ley– es un icono de alguna otra cosa en la medida en que es como esa cosa y en que es usada como signo de ella, pues un signo es un icono cuando existe semejanza parcial entre el representante y el representado, es decir, cuando existe una relación de semejanza entre la estructura relacional del icono y la estructura relacional del objeto representado.
Las representaciones figurativas de enunciados se llaman iconogramas. Son muy usados en los textos mixtos o textos icónico-verbales de las series cómicas, en que una aureola dibujada en torno a la cabeza de un personaje significa que es un santo o que se le conoce como “El Santo”; o bien sapos y culebras, surgiendo de la boca de un personaje, significan que éste pronuncia vulgaridades u obscenidades.
4. Índice. Un signo es indexical cuando su significante es contiguo a su significado, o es una muestra de él. El índice está ligado a personas o seres vivos; no es arbitrario, sino que remite a objetos que son cosas o hechos concretos, reales, singulares, de los que depende su existencia, que no depende en cambio de la existencia del interpretante:
· La estrella polar es un índice del polo norte.
· Aparición de un síntoma de enfermedad.
· Descenso del barómetro.
· Humo con respecto al fuego.
· Veleta que indica la dirección del viento.
· Ademán de señalar, también llamado deíxis corporal.
· En la lengua todo lo que proviene de la deíxis –referencia, mostración– es un índice: yo, tú, aquí, ahora, etc.
5. Símbolo. Es un signo sin semejanza ni contigüidad, sino solamente con un vínculo convencional entre su significante y su denotado. Es la única clase de signos que se basa en una convención. Es una norma o ley que determina a su interpretante; designa a su objeto independientemente de su parecido o concordancia con él, pues depende de que el interpretante elija un medio para designar el objeto y lo utilice de manera convencional:
· Alegorías.
· Insignias.
· Marcas.
· Emblemas.
Acerca del símbolo nos dicen Serrano Simaro y Pascual Chenel (2003: 3):
Nada más comenzar a trabajar en el proyecto que nos llevaría a elaborar este Diccionario de símbolos detectamos el primer gran obstáculo en nuestro camino: la magnitud de lo simbólico, lo inabarcable de la tarea a realizar. Si entendemos como símbolos cualquier objeto o imagen cuyo significado trasciende al obvio, éstos aparecen por doquier, sobre numerosos soportes y bajo diversas formas. Los encontramos en cuadros del siglo XVI y en los nuevos billetes de la Unión Europea. En gorrión en un verso de Machado es un símbolo, al igual que lo es una escena de lucha en un cuadro de Goya, un búho en la película de David Lynch o un reloj en la fachada del ayuntamiento. Existen voluminosas tesis dedicadas, por ejemplo, al ojo y, si pretendiésemos agotar los sentidos ofrecidos por un símbolo, nos veríamos abocados a un maremágnum imposible.
La extensión de los significados simbólicos resulta casi increíble. Para llegar a elaborar una explicación irreprochable, deberíamos entremezclar continuamente conceptos de todo tipo de disciplinas: de la teología a las matemáticas, de la antropología a la física, de la historia a la astronomía. Además, los significados prácticamente nunca son unívocos, lo que unas sociedades interpretan en un sentido, adquiere el contrario para otras […] un pequeño matiz invierte el sentido de una imagen; en el arte cristiano medieval, por ejemplo, un león suele ser un símbolo de Cristo, pero si se le representa rugiendo se convierte en Satanás. Y no olvidemos el tiempo; en la tradición occidental podemos englobar tanto lo que creó un artesano del año 1000 como los productos de un publicista actual. Así nos encontramos con casos como el de la esvástica, conocida por todos como símbolo nazi, pero que ya aparecía en estandartes hititas del segundo milenio antes de Cristo.
6. Nombre. Es un signo que tiene una clase extensional para su designado. Como ejemplo tenemos a los nombres propios. La importancia de los nombres es inmensa. Todo tiene un nombre, tanto lo animado como lo inanimado, tanto lo animal como lo vegetal como lo mineral:
La admiración que dio origen a la lingüística, no se dirigió primeramente al hecho de que los hombres, en general, hablan –esto era demasiado evidente–, sino que se preguntó, y por cierto independientemente entre sí en los distintos sitios, por qué las cosas se llamaban como se llamaban. Es decir, no que las cosas en general tengan un nombre fue lo que causó asombro a los hombres, sino que quisieron saber por qué llevaban precisamente este nombre, o sea por qué la mujer se llama “mujer” y la cuchara “cuchara”. También aquí había la respuesta del mito, que ahoga preguntas ulteriores: las cosas se llaman como se llaman porque así las llamó el primer hombre por encargo y con pleno poder de Dios (Gén. 2, 19-20). En otras partes son los antepasados quienes, en su sabiduría, han dado nombres a las cosas. Pero al lado de esto hallamos intentos de rastrear los motivos de esta denominación primera. Adán llama a la mujer ischa (hebr.: “mujer”), porque adivina y siente que ha sido tomada de él, del hombre (hebr.: isch) (Gén. 2, 23). Tales derivaciones de un nombre de otro, por las cuales se afirma algo sobre la relación de dos cosas, sobre el origen o la función de las cosas así nombradas, se encuentran, pues por todas partes cuando se presta atención al lenguaje y se empieza a reflexionar sobre él.
Con esto se les abre a los hombres un nuevo camino para entender el mundo, para explicar sus fenómenos. En los nombres ha manifestado la divinidad o la sabiduría de los antepasados la verdadera esencia de las cosas. Pero mientras por todas partes del mundo, dondequiera que se siguió este camino, también de esta fuente del saber bebieron en primera línea los sacerdotes para afinar la interpretación religiosa del mundo, en un solo lugar entró la cuestión acerca de la denominación en el campo de fuerzas de un movimiento espiritual muy diferente. Fue en Grecia, en el siglo V antes de la era cristiana. Los nombres de las cosas son bienes transmitidos por los antepasados, exactamente como los usos y costumbres, el derecho y la religión. Como tales vive uno con ellos, procura comprenderlos e interpretarlos si tiene pretensiones intelectuales, mas no los pone en tela de juicio. Pero precisamente fue esto lo que ocurrió en aquel memorable tiempo bajo los griegos, cuando hombres audaces dieron en investigar la tierra madre sobre la cual vivía la sociedad griega […] (Porzig, 1986: 15-16).
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[26] Recomendamos leer la “Introducción” del Diccionario de ideas afines de Fernando Corripio. Nosotros hemos empleado la edición de Barcelona, Herder, 1997, y las páginas son 11-19.
[27] Paul Ricoeur. Filósofo francés (Valence 1913). Profesor en la Sorbona y después en Nanterre, en sus trabajos aúna la descripción fenomenológica y el análisis reflexivo. Su obra es una filosofía de la voluntad, que va de una fisiología del querer, en Lo voluntario y lo involuntario (1950), hasta una ética y una metafísica del querer, en Finitud y culpabilidad (1960). El ha creado, entre otras, obras como Karl Jaspers y la filosofía de la existencia (1947, en colaboración con M. Dufrenne) y ha tenido una activa participación en la revista Esprit. En 1965 publicó De la interpretación. Ensayos sobre Freud, en la que estudia el problema del símbolo, y en esa línea personalista de superación por la acción de la dicotomía Eros-Thanatos se mueven El conflicto de las interpretaciones: Ensayos de hermenéutica (1969), La metáfora viva (1975) y El discurso de la acción (1977). En la trilogía Tiempo y relato (1981-1987) analiza la relación entre historia y narración.
[28] A. J. Greimas y J. Courtés, op. cit., 205.