Abstract
Lingüística, Linguistics, Лингвистика, Языкознание, Языковедение, Sprachwissenschaft, Linguistique, 语言学
1. España, 6 de julio de 1713. Director actual: Víctor García de la Concha.
Correspondientes:
2. Colombia, 10 de mayo de 1871.
3. Ecuador, 15 de octubre de 1874.
4. México, 26 de junio de 1875. Director actual: José L. Martínez.
5. El Salvador, 19 de octubre de 1876.
6. Venezuela, 26 de julio de 1883.
7. Chile, 5 de junio de 1885.
8. Perú, 5 de mayo de 1887.
9. Guatemala, 30 de junio de 1887.
10. Costa Rica, 19 de octubre de 1923.
11. Filipinas, 25 de julio de 1924.
12. Panamá, 12 de mayo de 1926.
13. Cuba, 19 de mayo de 1926. Director actual: Salvador Bueno Menéndez.
14. Paraguay, 30 de junio de 1927.
15. República Dominicana, 12 de octubre de 1927.
16. Bolivia, 25 de agosto de 1927.
17. Nicaragua, 31 de mayo de 1928.
18. Honduras, 23 de diciembre de 1949.
19. Puerto Rico, 28 de enero de 1955.
20. Estados Unidos de América, 5 de noviembre de 1973. N. Y.
Asociadas:
21. Argentina, 13 de agosto de 1931.
22. Uruguay, 10 de febrero de 1943.
Desde finales del siglo XVIII la situación lingüística quedó modificada completamente por uno de los acontecimientos más importantes de la historia de la lingüística: el descubrimiento de la lengua y del pensamiento de la antigua India sánscrita. Pero tenemos que destacar que los efectos de este hecho, de este descubrimiento, pertenecen a los siglos XIX y XX, debido a que en estos siglos fue que se analizaron más cuidadosamente los datos obtenidos y se divulgaron muchas de las conclusiones a las que habían llegado los científicos que trabajaron en los estudios comparados.
Intelectualmente fue el siglo XIX testigo del nacimiento de los condicionamientos modernos, los cuales aparecieron especialmente en las aulas universitarias. En cuanto a los centros de educación superior, a las universidades –que en realidad son los lugares donde mayormente se generan las ideas científicas más importantes–, recordemos que éstas son una creación de la edad media occidental, y que las primeras aparecieron en el siglo XIII y ya en el siglo XIX, gracias al movimiento de reforma que invadió casi todos los países y tras la decadencia de estos centros en los siglos XVII y XVIII, se fundaron en Europa y en América nuevas universidades y los modelos de ellas fueron la francesa, la alemana y la inglesa. En especial queremos destacar el papel de las universidades alemanas en el tratamiento de los estudios lingüísticos comparados, en vista de que la renovación universitaria alemana de esta época –siglo XIX–, a un nivel general, se centró en el fomento de la investigación y esto tuvo gran influencia en otras universidades del mundo. Otro punto a destacar es la interacción entre las ciencias y las letras de Europa y América, lo que comenzó en forma seria en este siglo, en el siglo XIX. La educación popular se hizo cada vez más amplia y por primera vez los gobiernos se marcaron el objetivo de hacer la instrucción primaria universal para todos. El intercambio de artículos y libros, así como lo conocemos hoy, como un rasgo fundamental de la vida académica moderna, se da en este siglo gracias a las facilidades de la comunicación.
Tal y como expusimos más arriba, a partir de los primeros años del siglo XIX comienza a investigarse la relación de parentesco del sánscrito con otras lenguas como, por ejemplo, el latín y el griego, sobre todo en las estructuras gramaticales, para tratar de clasificar las lenguas con un criterio científico. Estos estudios comparativos de las lenguas, que se realizaron considerando el sánscrito y la mayoría de las lenguas europeas, establecieron como conclusión que las lenguas analizadas poseían muchas analogías, sobre todo léxicas y estructurales. El descubrimiento y tratamiento de la gramática sánscrita fue decisivo para los trabajos lingüísticos y filológicos posteriores, no sólo por ser textos fundamentales para el estudio de los manuscritos sánscritos, sino porque los investigadores occidentales comenzaron a conocer nuevas técnicas de descripción del lenguaje que estaban muy alejadas de la tradición grecolatina, y prestaban una gran atención a la forma de la lengua y a su descripción exacta. Fue así, a través de esta comparación, que surgió la llamada Gramática Comparada o Comparatismo,[2] cuyo desarrollo tuvo lugar sobre todo en Alemania durante la primera mitad del siglo XIX. Los principales investigadores en este campo fueron Franz Bopp (1791-1867),[3] los hermanos August Wilhelm von Schlegel (1767-1845) y Friedrich von Schlegel (1772-1829), Jacob Grimm (1785-1863), August Schleicher (1821-1868) y el danés Rasmus Rask (1787-1832). La cuestión principal común en todos ellos es que aseguraron la existencia del parentesco entre las lenguas indoeuropeas y que poseían para su estudio un método comparatista, en el sentido en que ante todo procuraban establecer correspondencias entre las lenguas ubicadas en este grupo y, más que nada, en el aspecto gramatical. Y es de tal manera que, poco a poco, los investigadores de la primera mitad del siglo XIX fueron estableciendo las relaciones de las lenguas indoeuropeas y comenzaron los estudios especializados sobre grupos de lenguas emparentadas.[4]
El término indoeuropeo se emplea para designar a un conjunto de sociedades que entre 2000 y 1500 a.J.C. ocuparon el suroeste de Europa y el occidente de Asia por sucesivas oleadas de tribus. Este término se refiere a una lengua de la que no se tienen testimonios directos, pero que ha sido reconstruida a partir de diversas lenguas que derivan de ella y que se hablan, o se han hablado, en Europa y Asia.
Los estudios comparativos que se han realizado al nivel del léxico de los pueblos indoeuropeos han permitido confirmar que éstos constituían tribus guerreras bien organizadas que conocían el caballo y la metalurgia del hierro. En especial, el estudio comparativo del léxico de los grupos indoeuropeos ha permitido determinar su modo de vida –agricultura y ganadería–, sus estructuras sociales –organización patriarcal, jerarquización de los estamentos religiosos, guerrero y agricultor– y su religión –culto a los antepasados, adoración al dios celeste–. De los estudios lingüísticos y filológicos comparativos indoeuropeos se han conocido algunos de los valores e ideas de nuestros antepasados hace miles y cientos de años. Por ejemplo, luego de analizar comparativamente muchas fórmulas poéticas del Veda, libros sagrados de la India, que se remontan a los años 1800-1200 a.J.C., de Homero, el poeta épico griego que vivió en el siglo IX a.J.C. –La Ilíada y La Odisea–, y también de dos colecciones de poemas islandeses del siglo XIII, llamadas Edda de Snorri Sturluson y Edda de Saemund, los cuales tratan acerca de leyendas heroicas y mitología nórdica, y de otros textos, se ha llegado a la conclusión de que existió una literatura oral indoeuropea que servía de vehículo a una ideología jerárquica, patricia –noble, privilegiada– y masculina, cuyos valores más importantes eran el heroísmo conquistador de una espiritualidad viril frente a lo plebeyo y lo femenino, y que subordinaba el individuo a la comunidad y ésta a la estirpe eterna, que es su principio trascendente. En lo tocante a este tipo de investigaciones tenemos que destacar a la llamada paleontología lingüística,[5] que opera partiendo del conocimiento de la palabra y entonces va al conocimiento de la cosa. La paleontología lingüística nos proporciona indicaciones sobre las técnicas, el hábitat y el marco de vida de los grupos humanos.
Es de destacar, en este período, un material llamado Gramática de las lenguas románicas, que aparece en 1836 y que fue escrito por uno de los hombres más relevantes de la lingüística de todos los tiempos, el filólogo alemán Friedrich Diez (Giessen 1794-Bonn 1876). A este investigador se le considera el fundador de la romanística, que es la ciencia que estudia las lenguas y las literaturas románicas. Él fue el primero en aplicar un método histórico al estudio de las lenguas romances, lo que no le fue difícil debido a sus amplios conocimientos sobre el provenzal[6] y, posteriormente, de las lenguas románicas en general. En lo tocante a las lenguas y las literaturas románicas, es bueno tomar en consideración que todo este campo es todavía hoy el que reúne condiciones únicas para las investigaciones especializadas. Nos referimos sobre todo a la existencia de una rica documentación histórica que permite seguir paso a paso la reconstrucción de cualquiera de ellas; por ejemplo: del castellano en el siglo XI, del francés en el siglo XVI, del español de México, de Cuba o de Chile en el siglo XVI o XVIII, etc., cuestión que no ocurre con otras muchas lenguas del mundo, de las cuales podemos desconocer gran parte de su historia o de las que no poseemos ningún documento escrito, como ha sucedido con muchas de las lenguas indígenas de América y África.
En cuestiones de lingüística general aparece ante nosotros uno de los pensadores más profundos del siglo XIX. Nos referimos a Wilhelm von Humboldt (Potsdam 1767-Tegel 1835),[7] lingüista y político alemán. Este investigador realizó estudios muy diversos de lenguas como el sánscrito, el chino, el vasco –viajó a este país entre 1801 y 1802 para aprender su idioma–, el húngaro, el birmano, el japonés y las lenguas semitas o semíticas.[8] De aquí que sostuviera que cada lengua era un reflejo y una proyección de la visión del mundo del pueblo que la habla: “La lengua de un pueblo es su espíritu, y su espíritu es su lengua”. Este lingüista ejerció una gran influencia entre filólogos y lingüistas hasta que apareció el período de auge del siglo XX.
Otro momento importante de la lingüística en el siglo XIX es la aparición, hacia 1875, de un grupo de jóvenes investigadores alemanes a los que se les dio el nombre de los jóvenes gramáticos. A estos jóvenes, posteriormente, se les llamó neogramáticos. En síntesis, ellos, entre los cuales podemos mencionar a Georg Curtius (1828-1885), Hermann Paul (1846-1921), Karl Brugmann (1849- 1919) y Hermann Osthoff (1847-1909), planteaban, entre otras cosas, que toda la lingüística que hasta el momento se conocía, aquella lingüística histórica, debía ser explicativa, debía ser positiva, en el sentido en que no debían existir vastas explicaciones filosóficas, que debían tomarse períodos limitados para los análisis de los cambios que se tratarían; se preocuparon además, y de hecho fueron los primeros en hacerlo, por el lenguaje infantil y por la adquisición de las lenguas para estudiar la problemática de los cambios lingüísticos.
En Francia se destaca para esta época –s. XIX– un gran escritor y famoso filólogo: Ernest Renan (Tréguier 1823-París 1892). Influido por el pensamiento alemán, renunció al sacerdocio. A partir de entonces inició su carrera universitaria y prosiguió sus trabajos de filología. Obra importante suya en este campo es: Ensayo histórico y teórico sobre las lenguas semíticas (1847).
El siglo XIX también recoge en los estudios lingüísticos el nombre de un famoso lingüista suizo. Nos referimos a Ferdinand de Saussure (Ginebra 1857-id.1913). Como ustedes conocen, independientemente del libro Memoria sobre el sistema primitivo de las vocales en las lenguas indoeuropeas, publicado en 1879, obra muy revolucionaria debido a sus planteamientos, se atribuye a este especialista el genial material intitulado Curso de lingüística general, que no publicó él, dado que su edición data de 1916 y su redactores fueron unos discípulos suyos: C. Bally y A. Séchehaye, a partir de notas manuscritas, de apuntes de clases. La influencia de este libro no fue inmediata, pero sí considerable. En este libro se hacen distinciones entre la lengua[9] y el habla;[10] se aborda el signo lingüístico como una combinación de un significante y un significado; se menciona la sincronía[11] y la diacronía[12] de la lengua; se considera a la lengua como un sistema;[13] se plantea que el signo lingüístico es arbitrario[14] y se aborda el tema de las relaciones sintagmáticas y las relaciones paradigmáticas, cosa ésta que brindaría las principales aportaciones a la lingüística moderna y que constituyeron el punto de partida de otra corriente lingüística llamada Estructuralismo,[15] cuyo auge se destaca en la lingüística del siglo XX.
Como dijimos anteriormente, el Curso de lingüística general, de Ferdinand de Saussure, tuvo una repercusión considerable, pues, y no sin razón, a veces se considera esta publicación como el acta de nacimiento de la lingüística moderna. Y es de tal manera que algunas de las opiniones dadas en este libro se han tornado en temas de largas y fecundas discusiones, como casi siempre pasa en todas las ciencias y con todos los científicos a la hora de debatir cuestiones de interés.
Llamamos la atención del alumno en este momento para que tenga muy en cuenta que los estudios lingüísticos del siglo XX no se desprenden exclusivamente de las ideas expuestas por Saussure, sino que también se desarrollaron investigaciones independientes que pasaron por alto el pensamiento expuesto en el Curso de lingüística general, y en otros casos aparecieron refutaciones a estas consideraciones. Esta no es una cuestión exclusiva ni de la lingüística, ni de los investigadores lingüistas del siglo XX. Es un fenómeno que se da al nivel de cualquier ciencia y en cualquier momento histórico concreto, es decir, en cualquier época.
En este mismo siglo XIX vivió una de las glorias más grandes de la lingüística latinoamericana: Andrés Bello (Caracas 1781-Santiago de Chile 1865), jurista, poeta y filólogo. Él publicó, entre otras obras, Ortografía castellana, Reglas de acentuación, Principios de ortología y métrica de la lengua castellana (1835) –objeto de obligada referencia para los modernos tratados– y su obra maestra: Gramática de la lengua castellana destinada al uso de los americanos (1847), más tarde refundida en diversas ocasiones hasta alcanzar la titulada Gramática de la lengua española (1898). Otra personalidad destacada del momento es Vicente Salvá Pérez (Valencia 1786-París 1848), político, lexicógrafo, escritor y gramático, procesado por la Inquisición en 1818.
En lingüística es muy común el que se hable de una Escuela Ginebrina. Cuando nos referimos a este término hacemos alusión a un grupo de investigadores que, de modo general, han tomado a pecho ser los más fieles a las enseñanzas y al espíritu de Saussure. Ante todo, podemos destacar entre ellos a los lingüistas suizos Charles Bally (1865-1947) y Albert Séchehaye (1870-1946), los mismos que se encargaron de editar el Curso de lingüística general. Se hace alusión también en los estudios lingüísticos al Círculo Lingüístico de Praga. Personalidades de este Círculo son los checos Vilem Mathesius (1882-1945), Bohuslav Havranek, B. Trnka, J. Vachek y los rusos Roman Jakobson (Moscú 1896-Boston 1982), Serge Karcevskij y Nikolái Serguéievich Trubetzkoi (Moscú 1890-Viena 1938). Este Círculo, que se fundó en 1926, ha investigado sobre fonología y ha constituido uno de los conjuntos más importantes para las investigaciones de lingüística teórica y también para el desarrollo de la filología de las lenguas eslavas. En la actualidad se considera a la fonética y la fonología como los dos costados de una misma cosa.[16] Otro grupo importante es el Círculo Lingüístico de Copenhague. Los países nórdicos, o lo que es lo mismo países escandinavos: Suecia, Noruega y Dinamarca, siempre tuvieron una excelente tradición en los estudios del lenguaje. De aquí que los especialistas que se juntaron en el llamado Círculo Lingüístico de Copenhague –capital de Dinamarca–, tuvieran un elevado nivel cultural y profesional. Los nombres de sus participantes más relevantes, cuyas obras en uno u otro momento serán consultadas por los alumnos, son los de los daneses Viggo Bröndal (1887-1942), que se esforzó por llegar a una discriminación lógica de las partes de la oración, Louis Trolle Hjelmslev (1899-1965), principal impulsor del Círculo, y H. J. Uldall (1908-1957). En lo tocante al lingüista danés –o dinamarqués, que es lo mismo– Louis Trolle Hjelmslev, formado en la tradición neogramática y situado en la línea de Saussure, y que consideraba a la lengua como una estructura, como un sistema, el alumno debe consultar su obra El lenguaje. Louis Hjelmslev creó los principios de una teoría llamada glosemática, la cual propone un aparato conceptual riguroso, capaz de describir el conjunto de las lenguas naturales en la variedad de sus usos. La glosemática, además, fue un intento de formalización de las estructuras lingüísticas y de profundización de determinados conceptos saussurianos –expresión, contenido, forma, sustancia–. De las teorías estructuralistas, es la glosemática la más vigorosa, la llevada más adelante en los detalles y también la que ha tenido mayor resonancia. La glosemática, que trata de sustraer la ciencia lingüística de cualquier apreciación subjetiva, se esfuerza por establecer una especie de álgebra del lenguaje, es decir, una red de definiciones que habría de formar un sistema que pudiese servir de modelo a la descripción de idiomas en particular.
La Escuela Sociológica. Cuando hablamos de la escuela sociológica en lingüística, hacemos alusión a una teoría que entrelaza los problemas sociales y lingüísticos. Esta teoría, tan importante para los imagólogos, traductores, intérpretes, comunicólogos, periodistas e ingenieros en imagen pública, que a grandes rasgos plantea que una lengua aparece como el espejo de la actividad de los hombres que la hablan, tuvo su centro de relevancia en gran medida en Francia. No obstante, podemos darnos cuenta de que, salvo en el caso en que sea tratada por especialistas muy versados en estas cuestiones, en áreas muy concretas, donde el nivel científico permite hacer diferenciaciones más o menos específicas, encontramos una serie de disciplinas y postulados que en mayor o menor grado tratan esa relación entre lenguaje y sociedad. Y es por eso que se nos presenta un conjunto de posiciones y de investigaciones cuya incoherencia se refleja en la multitud de denominaciones dadas para tratar el fenómeno sociedad-lenguaje. La interrelación entre la sociedad y el lenguaje, entre las “sociedades” y los “lenguajes” –no solamente los lenguajes verbales sino también los no verbales, y dentro de éstos últimos principalmente los corporales– es considerada por la sociología del lenguaje, la sociolingüística, la etnolingüística, la antropología lingüística, la lingüística antropológica, la semiótica o semiología, la pragmática, la traductología, la imagología, y en cierto grado por la paisología. Pero lo que sí debemos tener claro es que, en todos o casi todos los casos, se establece la existencia de dos entidades separadas: lenguaje y sociedad –o cultura–, y se estudia la una a través de la otra. Se considera uno de los términos, cualquiera que sea –sociedad o cultura y lenguaje–, como causa y otro como efecto, y entonces se estudia el efecto en los términos del conocimiento de la causa, o a la inversa. Casi siempre lo que sucede es que se conoce la sociedad –o uno de sus sustitutos– y luego se trata el problema del lenguaje. Estos problemas de la interrelación lenguaje-sociedad serán vistos más adelante, en las conferencias que tratan los problemas de la sociolingüística, dado que, por ejemplo, el grupo de hablantes de la lengua española, y en especial el grupo de México, presenta gran interés social y lingüístico. Las investigaciones sociolingüísticas han tratado problemas tales como la influencia de las cortes, los gobiernos, los salones, el pueblo, los grupos culturales y artísticos, los maestros de escuela, las corrientes políticas y sociales, los grupos extranjeros, en el comportamiento lingüístico de una sociedad o grupo en un momento determinado. Entre los exponentes de esta corriente sociológica en la lingüística podemos mencionar al francés Joseph Vendryes (1875-1960), el norteamericano Edward Sapir (1884-1939), que se dedicó a la descripción de las lenguas y culturas amerindias, y el alemán Walter Porzig (1895-1961), autor del libro El mundo maravilloso del lenguaje, el cual recomendamos a los alumnos, dado que a través de su lectura podrán analizar los problemas generales de las comunidades idiomáticas, las clases sociales y sus lenguajes, las lenguas vulgares y especiales, las lenguas cultas y técnicas, el por qué se llaman las cosas como se llaman, los préstamos o adopciones y sus tipos, etc.
Otras personalidades destacadas de la lingüística moderna son: Iorgu Iordan (Rumania 1888-1986), gran estudioso de la lengua española y la romanística; Jerzy Kurylowicz (Polonia 1895-id. 1978), uno de los teóricos más significativos de la lingüística europea; Zellig Sabbetai Harris (1909-1992), lingüista norteamericano de origen ruso (Balta 1909), uno de los primeros en trabajar la traducción automática; Eugenio Coseriu (Rumania 1921, nacionalizado alemán-2002), pensador dotado de una intuición y una profundidad proverbiales y pertrechado con una extensa formación filosófica, clasista e histórica, amén de un excepcional dominio de lenguas. Su copiosa obra se caracteriza por la variedad temática y la coherencia latente de su pensamiento. Uno de los libros clásicos de la lingüística contemporánea es Sincronía, diacronía e historia (1958), y Bernard Pottier (París 1924), autor de las conocidas Gramática del Español e Introducción al estudio de la morfosintaxis del español.
En las investigaciones lingüísticas y filológicas de los últimos dos siglos de España y América se destacan los siguientes nombres: Esteban Pichardo (Santo Domingo 1799-Cuba 1879), destacado lexicógrafo, el primero en publicar en América un diccionario de provincialismos o regionalismos:[17] Diccionario provincial de voces cubanas (1836) y Diccionario provincial casi razonado de voces cubanas (1849); Rufino José Cuervo (Bogotá 1844-París 1911), filólogo y lexicógrafo, creador de las célebres anotaciones a la novena edición de la Gramática de la lengua castellana (1874) de Andrés Bello, con el que a partir de entonces compartió la autoría del tratado gramatical sin duda más clásico de la lengua española; Rudolf Lenz Danziger (Halle 1863-Santiago de Chile 1938), filólogo, dialectólogo, indigenista chileno de origen alemán; Pompeu Fabra i Poch (Barcelona 1868-Francia 1948), gramático y lexicógrafo; Ramón Menéndez Pidal (Galicia 1869-Madrid 1968), figura señera de la filología española de su tiempo, puede asegurarse que hasta hoy nadie como él ha creado en España tanto empeño e inspiración por esta disciplina, sus estudios de gramática histórica han caracterizado decisivamente la lingüística de su época y aun la posterior, sobre todo con la publicación de los Orígenes del español (1926, ampliado en 1951) y el Manual de gramática histórica española (1904), con el que todavía se forman inexcusablemente las actuales generaciones de estudiantes de filología y lingüística hispánicas; Pedro Henríquez Ureña (Santo Domingo 1884-La Plata 1946), filólogo y crítico literario, creador, junto con Amado Alonso, de una magistral Gramática castellana (1938), utilizada reiteradamente en todas las universidades hispánicas, estudioso y oponente del andalucismo del español americano; Tomás Navarro Tomás (Albacete 1884-EE. UU. 1979), filólogo y crítico, su principal obra es en el campo de la fonética; Dámaso Alonso y Fernández de las Redondas (Madrid 1891-1990), poeta, crítico y filólogo; Amado Alonso García (Navarra 1896-EE. UU. 1952), filólogo y lingüista; Ángel Rosenblat (Polonia 1902-Caracas 1984), filólogo y lingüista de origen polaco que vivió desde los seis años en Argentina y otras partes de América Latina; Francesc de Borja Moll i Casasnovas (Menorca 1903-Mallorca 1991), lexicógrafo y gramático; Marcos Augusto Morínigo (Paraguay 1904-1985), indigenista y lexicógrafo; Joan Corominas Vigneaux (Barcelona 1905-1997), filólogo y lingüista, creador, en colaboración con José Antonio Pascual (1949), de la maravillosa obra: Diccionario crítico etimológico de la lengua castellana; Rafael Lapesa Melgar (Valencia 1908–Madrid 2001); su personal intelectualidad constituye uno de los más fieles exponentes de lo que alguna vez se ha dado en llamar la escuela lingüística española, se destacan sus obras El andaluz y el español de América (1963) y Estudios de historia lingüística española (1985); Antonio Tovar Llorente (Valladolid 1911-Madrid 1985), filólogo, lingüista e historiador, una de las mentes más universales de la filología hispánica, véase su obra Catálogo de las lenguas de América del Sur; Ana María Barrenechea (Buenos Aires 1913), filóloga, lingüista y crítica literaria; Yakov Malkiel (Kiev 1914–1998), romanista e hispanista norteamericano de origen ucraniano; Victoriano Luis Michelena Elissalt (País Vasco 1915), destacado especialista en estudios vascos; Luís Flórez (Colombia, Armero 1916-Bogotá 1985), dialectólogo, geolingüista; Ambrosio Rabanales (Santiago de Chile 1917), filólogo y semiólogo, con interesantes incursiones en temas como “literolingüística” y “somatolalia” o lenguaje de los gestos; Antoni Maria Badia Margarit (Barcelona 1920), lingüista y filólogo; Emilio Alarcos Llorach (Salamanca 1922-Oviedo 1998), destacado gramático y crítico literario; Guillermo Luís Guitarte (Buenos Aires 1923); Manuel Alvar López (Castellón de la Plana 1923), filólogo y lingüista; Fernando Lázarro Carreter (Zaragoza 1923), creador del conocido Diccionario de términos filológicos (1953); Juan Manuel Lope Blanch (Madrid 1927), destacada figura de la lingüística en México y América.
Finalmente, queremos destacar una de las personalidades más relevantes que ha dado la lingüística de nuestros días. Nos referimos a Avram Noam Chomsky. Este lingüista norteamericano, nacido en Filadelfia en 1928, ha tratado con una óptica muy particular los problemas de las estructuras sintácticas, de la gramaticalidad, de la relación de las lenguas nativas y las estructuras de las diferentes lenguas, de las relaciones del lenguaje con el entendimiento y, a su vez, de los posibles estudios psicológicos y filosóficos del lenguaje. Pero Noam Chomsky no sólo es conocido por sus relevantes estudios de lingüística, sino también por sus posiciones políticas radicales y sus estudios de filosofía. Para Chomsky la definición de gramática incluye todo aquello que se refiere al estudio formal –de formas– de las oraciones: fonología, morfología, sintaxis y semántica. Algunas de las obras escritas por Chomsky son: Estructuras sintácticas (1957); Aspectos de la teoría de la sintaxis (1965); La lingüística cartesiana (1966); Estructura profunda, estructura superficial e interpretación semántica (1971). Como pensador político y filosófico pueden consultarse sus obras: La responsabilidad de los intelectuales (1966); América y sus nuevos mandarines (1969); La guerra de Asia (1970); Conocimiento y libertad (1971); Por razones de estado (1973); Derechos humanos y política exterior norteamericana (1978); Baños de sangre (1979) y La segunda guerra fría (1982).
BIBLIOGRAFÍA
Philologist and Image Consultant Fernando Antonio Ruano Faxas
Филолог и консультант Фернандо Антонио Руано Факсас
ЯRConsultores de Imagen Social®
Hacia la calidad integral sin fronteras
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[1] Academia francesa. Fundada por iniciativa del cardenal Richelieu (Armand Jean du Plessis) (París 1582-id. 1642) en 1634, reconocida oficialmente por Luís XIII en 1635. Tuvo por origen un cenáculo de aficionados a las letras que se reunía en parís, en la casa de Valentín Conrart (París 1603-id. 1675). Su lema es A l’immortalité (A la inmortalidad).
[2] También se le conoce con el nombre de comparatística, lingüística comparada, filología comparada, lingüística comparativa y filología comparativa. El comparatismo es un método lingüístico destinado a inferir la existencia de formas, sistemas y aun lenguas no documentadas por medio de la comparación de datos documentalmente atestiguados o directamente observables.
[3] Fue especialmente Franz Bopp, por medio de su libro Sobre el sistema conjugacional de la lengua sánscrita en comparación con el de las lenguas griega, latina, persa y germánica, en 1816, quien confirmó científicamente la certeza que veinte años atrás, en 1786, había expresado W. Jones en el sentido de que el sánscrito guardaba tantas analogías léxicas y estructurales con la mayoría de lenguas europeas que no podía deberse a mera casualidad, sino a que todas estas lenguas debían haber compartido un mismo origen en algún momento más o menos remoto del pasado. Así, a partir de datos histórica y documentalmente muy heterogéneos se sentaron las bases del método comparativo que durante mucho tiempo se dedicó, en su empeño más ambicioso, a reconstruir los rasgos de la hipotética lengua originaria, llamada al principio indogermánico o indoario y más tarde, ya definitivamente, indoeuropeo, así como a completar en lo posible el inventario de sus lenguas derivadas (Cerdà Massó 1986:52-53).
[4] Véase al final de esta conferencia la tabla de las familias lingüísticas del mundo, en especial la familia indoeuropea.
[5] La paleontología lingüística reconstruye la situación cultural de un grupo a partir de datos lingüísticos. El término y el método se remontan al lingüista suizo Adolphe Pictet (Ginebra 1799-id. 1875), con su obra Los orígenes indoeuropeos o los arios primitivos, ensayo de paleontología lingüística, escrito en dos volúmenes, entre 1859 y 1863. El término ha caído ya en desuso y, en todo caso, se prefiere el término reconstrucción cultural o reconstrucción lingüística.
[6] El provenzal es una lengua romance. También llamada occitano o lengua de oc. Con frecuencia se le considera dialecto de Occitania, denominación del conjunto de regiones de lengua de oc, situadas al sur de Francia, entre los Pirineos, el Mediterráneo, los Alpes, el macizo Central y el Atlántico. El nombre parece haberse acuñado en los siglos XVI y XVII, a partir del latín medieval –partícula oc–, pero su empleo entre los escritores de lengua de oc sólo se popularizó en el siglo XX. El provenzal que se habla en la actualidad presenta cuatro variedades principales: el rodaniano, a ambos lados del Ródano; el marítimo, de Martigues y Marsella a Cannes y de Apt a Draquignan; el nizardo, y el gavot, de Forcalquier a Castellane y de Sisteron a Allos, aunque se encuentran otras clasificaciones dialectales (Lázaro Carreter, 1990: 339-340). Provenza es una región histórica del sur de Francia, integrante de Occitania. El monumento más antiguo de la literatura provenzal es un fragmento de un poema en endecasílabos, fechado entre 1000 y 1030 y basado en una biografía de Boecio (Roma c. 480-542), político y filósofo latino, pero lo más importante de esta literatura es la poesía cultivada por el trovador, primer caso de poeta culto y de personalidad conocida en las literaturas románicas. La poesía trovadoresca está constituida por un conjunto de algo más de 2500 poesías escritas en los siglos XII y XIII en la zona provenzal, que se extendió a países vecinos, principalmente el norte de Italia y de Cataluña, donde muy rápidamente surgieron trovadores que adoptaron el provenzal para el cultivo de la poesía.
[7] Su hermano Alexander von Humbolt (Berlín 1769-Postdam 1859), naturalista y viajero por excelencia, bautizó a la Ciudad de México como “La Ciudad de los Palacios”, al principio del s. XIX, entre 1803 y 1804 (Vázquez, 1995: 12).
[8] Las lenguas semíticas se dividen en tres subgrupos: uno oriental, compuesto por una sola lengua, el acadio, ya extinto desde la era cristiana, que era hablado en Mesopotamia, región repartida entre los actuales Irán e Irak; el grupo occidental del norte, compuesto por el ugarítico, hablado en un territorio que ocupa la actual Siria; el fenicio, hablado en Tiro, Biblos, Sidón y en las que fueran colonias fenicias: Chipre, Cerdeña y Sicilia; el moabita, que se habló en una región de la actual Jordania; el hebreo, lengua oficial del actual Israel y, finalmente, el arameo, con sus numerosas variantes, hablado en Siria, Irán e Irak. El tercer subgrupo es el occidental del sur, que comprende el árabe y el surarábigo, que está relacionado con las lenguas etiópicas –de Etiopía–, que se dividen en dos grandes grupos.
[9] La lengua es un sistema organizado de signos apto para la interacción comunicativa dentro de una sociedad. Es un conjunto de elementos significativos y de señales arbitrariamente asociados así como de reglas combinatorias con cuya realización en cadenas pueden expresarse pensamientos, emociones y deseos.
[10] El habla es la capacidad de realización de la lengua en un contexto espaciotemporal, entre interlocutores inidentificables y con una intención expresiva determinada, donde se manifiesta, por tanto, la creatividad individual y el dinamismo histórico de los cambios. El habla presupone la lengua, pero ésta no presupone el habla.
[11] Sincronía. Principio teórico por el que se describe una lengua sin atender a los continuos cambios que experimenta con el tiempo. El hablante tiene conciencia sólo de la sincronía; no puede ni necesita saber que detrás de la “lengua” a la que se refiere se extiende una larga sucesión de modificaciones en el tiempo, que es la diacronía.
[12] Diacronía. Es la perspectiva histórica en el estudio de la lengua, en oposición a la sincronía. También Saussure habla de la pancronía: (gr. pan, todo + jrónos, tiempo) se considera no sólo coexistente, sino también metodológicamente inseparables los fenómenos sincrónicos y diacrónicos.
[13] Sistema. Un conjunto de elementos ordenado y regido por relaciones internas. Para la lingüística estructural la lengua es un sistema cuyas partes, los signos, están conectados por relaciones de solidaridad e interdependencia que las definen y delimitan.
[14] Arbitrariedad del signo lingüístico. Éste es un rasgo universal de las lenguas naturales que consiste en la independencia intrínseca que hay entre los signos y su canal de transmisión, los mecanismos psicológicos y fisiológicos que los generan o las funciones semióticas que están destinados a desempeñar. No existe una relación causal entre el hecho de que en nuestra lengua se delimite un cierto conjunto vegetal respecto de otro y el hecho de que se llame uno pino y el otro abeto; el vínculo es convencional. Aquí podríamos hablar también del convencionalismo, concepción filosófica sobre todo de la Gracia clásica, según la cual las lenguas se han originado a partir de una mera convención entre los hombres. Los convencionalistas, opuestos a los naturalistas, sostienen que no existe ningún vínculo natural o necesario entre las palabras, el pensamiento y el mundo. Por otro lado, el naturalismo, que una concepción filosófica opuesta al convencionalismo, sostenida por los primitivos gramáticos griegos, entre ellos Cratilo, plantea que la lengua es una emanación de la naturaleza como cualquier otro ser existente. La lengua, en su manifestación primitiva, tiene una estructura diáfana, adecuada y “veraz”, pero con el uso a lo largo de los siglos se degrada y desfigura. La etimología clásica se proponía, en último término, recomponer las formas originarias y restituir con ello el vínculo necesario que une a las palabras con el pensamiento y el mundo.
[15] Estructuralismo. Se llama así a un movimiento fraguado durante el primer cuarto del s. XX en diversos núcleos europeos y norteamericanos, aun cuando sea el ginebrino Ferdinand de Saussure su fundador más reputado. Para algunos, no obstante, el nacimiento del estructuralismo no se produjo hasta 1928, cuando N. S. Trubetskoy, R. Jakobson y S. Karchevski presentaron sus tesis fonológicas en el Primer Congreso de Lingüistas celebrado en La Haya. Una de las características esenciales del estructuralismo es la consideración inmanentista de la lengua, es decir, la atención a la lengua en sí misma y por sí misma, como reza precisamente la última frase del Curso de lingüística general (1916) del propio Saussure. En este aspecto, el inmanentismo se opone al universalismo, que trata de encontrar estrategias de estudio y leyes de comportamiento válidas, a ser posible, para todas las lenguas existentes (Cerdà, 1986: 108-109). Al estructuralismo también se le conoce como lingüística estructural, es decir, método u orientación de análisis lingüístico basado en la determinación del carácter estructural de la lengua (Raimondo, 1991: 173).
[16] Para considerar las diferencias entre fonética y fonología véase, por ejemplo: Revolución en la lingüística, p. 92 y siguientes.