[…] Cuando vamos a hablar de la boca en los amplios y complejos marcos de la comunicación no verbal, del lenguaje corporal, de la imagología corporal, de la imagen física, etc., nos referimos, especialmente, a los labios y sus expresiones (James, 2002: 143-145), a las sonrisas (Davis, 1995: 72-81), a la risa (Holden, 1999; García, 2003; García, 2007) y los tipos de risa: risa de afiliación, risa de agresión, risa de empatía, risa de ansiedad, etc., a los gritos y sus tipos: grito de agresión, grito de dolor, grito de alarma, etc., a la tos y a los tipos de tos, a los carraspeos y a los tipos de carraspeo, a los suspiros y los tipos de suspiros: suspiro de placer, suspiro de nostalgia, suspiro de alivio, etc., a las contorsiones bucales o muecas, todos ellos en relación con el contacto visual y a la onicofagia. También nos referimos aquí al sentido del gusto, que se produce en la boca y a la función simbólica de la boca en relación con la intimidad y los objetos (Morris, 1994: 179-194).
La boca es un orificio presente en la mayoría de los animales, a través del cual se ingiere el alimento y se emiten sonidos para comunicarse. Muchos protozoos, como las amebas, ingieren el alimento envolviéndolo e incluyéndolo en su interior. Otros protozoos, como el paramecio, tienen varias aberturas bien delimitadas en las que el alimento se introduce por corrientes, provocadas por los cilios. La estructura de la boca comienza a ser más compleja a la par que se desarrolla el tracto digestivo. Como los invertebrados no realizan digestión oral, la boca no es un órgano muy especializado, es sólo una pequeña abertura. Sin embargo, la boca de los vertebrados se caracteriza por la presencia de los labios o pliegues carnosos que bordean la entrada, los dientes y la lengua. En los seres humanos, la boca está formada por dos cavidades: la cavidad bucal, entre los labios y mejillas y el frontal de los dientes, y la cavidad oral, entre la parte interior de los dientes y la faringe. Las glándulas salivares parótidas vierten en la cavidad bucal y las demás glándulas salivares en la cavidad oral. El paladar de la cavidad oral es de hueso, es duro en la parte frontal y fibroso y más blando en la parte posterior. El cielo de la boca termina por detrás, a la altura de la faringe, en varios pliegues sueltos y membranosos […] Con la boca se produce el gusto […] La boca emite el juicio y simboliza la palabra. Y las palabras deben aparecer en la boca en armonía con los movimientos físicos de ésta, y también en armonía con todo el rostro, con todo el cuerpo, de manera natural, en todos los sentidos, según sean las características y particularidades sociolingüísticas de los grupos de hablantes de las lenguas y los dialectos. Cuando las personas no expresan las palabras de manera adecuada y la evidencia de ello llega a ser un problema, con frecuencia se recomiendan técnicas y ejercicios que desde varias ópticas pueden resolver esta disfunción discursiva. Hace mucho tiempo ya que, por ejemplo, lingüistas, filólogos, logopedas, foniatras y tecnestesiólogos o especialistas en tecnestesia, disponen de buenos programas y métodos dirigidos al adiestramiento discursivo […] La boca puede simbolizar muchas cosas en el plano artístico y sicoanalítico según los tiempos, las creencias, los mitos y las culturas. Puede representar la tierra, que todo lo devora, o un pasaje al reino del inconsciente y lo desconocido. Con la boca se produce la risa, un acto que no es exclusivo de los seres humanos, es decir que también se produce en otros animales como primates o monos, perros, caballos, ratas, etc., y que es decididamente relevante para el buen estado síquico y físico de hombres y mujeres (Holden, 1999), la sonrisa, “una forma suave y generalmente silenciosa de la risa”, que habíamos dicho anteriormente que existen unos 100 tipos de ésta –según Paul Ekman, y dada ciertas codificaciones anatómicas–, o 9 tipos, según su grado de intensidad; pero, generalmente, se distingue entre la sonrisa social y la sonrisa espontánea o duchenne –fue el anatomista, médico y fisiólogo francés Guillaume Benjamín Duchenne de Boulogne [1806-1895] quien la estudió y la identificó como tal. La importancia de la risa es trascendental para la vida saludable de los seres humanos. La importancia de la risa es tal para la vida y la sana comunicación verbo-corporal que en nuestros días la risoterapia ha alcanzado elevados niveles de popularidad a nivel internacional y en todas las esferas de la vida del hombre, incluyendo, claro está, las esferas médicas o de la salud, siquiátricas, sicológicas, sociológicas, antropológicas, filosóficas, imagológicas y empresariales (Satz, 2003; Elías, 2005). La ciencia que estudia la producción de la risa, la fisiología de la risa, especialmente con fines terapéuticos, se denomina gelotología.
En la boca están los dientes, que aparecen ya en la sexta semana de la formación fetal. En muchas partes del mundo existe el rito de limar los dientes durante la pubertad como signo de belleza y, específicamente entre los aztecas, las incrustaciones de jade y la limadura dental eran signos de belleza y elegancia. En el hombre occidental unos dientes mal atendidos o una boca sin dientes es un signo de degradación, es todo un problema de imagen, como dice el refrán popular: “Boca sin dientes, hace muertos a los vivientes”. En el mundo animal, enseñar los dientes constituye una señal de defensa o amenaza; pero, en la novela Drácula, los colmillos del vampiro le servían para extraer la sangre a sus víctimas. La imagen bucal, el cuidado de los dientes y el aseo bucal en general distinguen a las culturas civilizadas y desarrolladas de las culturas atrasadas y tercermundistas […]
El bostezo es el resultado de abrir la boca involuntariamente y hacer inspiración lenta y después espiración lenta, como si se tuviera somnolencia, cansancio o hambre. El bostezo es una respuesta natural a la fatiga y el cansancio, pero si es excesivo podría ser indicio de un problema cardíaco. Algunos investigadores han planteado que se bosteza con el objetivo de enfriar el cerebro: “En el curso del día, nuestro cerebro se calienta hasta el punto de quemar, él solo, un tercio de las calorías que consumimos. Para lograr funcionar de forma más eficiente, el cerebro necesite que se le enfríe. Por eso, cuando una persona bosteza, se incrementa instintivamente el flujo de sangre que aporta el aire fresco.” Siempre se ha visto el bostezo como una falta de cortesía y respeto. Creo que ya es hora de que cambiemos muchas de nuestras científicamente inexplicables “tradiciones”. No puede ser “anormal” algo que probadamente es normal. Ahora bien, no es lo mismo “bostezar” que “BOSTEZAR”, con mayúsculas. Una cosa es lo que haces en tu casa y otra cosa es que los demás tengan que aguantar tus “hábitos”. Podemos resolver este problema de imagen con un sencillo gesto de cortesía: llevarnos cuidadosamente la mano a la boca, ya sea usted hombre o mujer; mucho más elegante si es con un pañuelo, limpio por supuesto.
De esta manera resolvemos perfectamente el problema, no quedamos mal con nadie y nuestra imagen sigue en perfectas condiciones. Otra cosa es estar en un ambiente aburrido, cansón, que no nos agrada, en donde sencillamente no nos sentimos a gusto. Y es ahí donde aparecen los bostezos como disparos de ametralladora, unos tras otros. Si es el centro laboral, pues ni modo, tenemos que buscar alternativas; si estamos en una junta con el típico director chistosito y en lo absoluto carismático (Ruano, 2000), pues también estamos en un problema: ahí tendrás que poner a funcionar a toda velocidad tu inteligencia emocional, aparte de la “resignación”. Si es una reunión informal, una fiesta, pues entonces ahí sí depende de ti hacer el ridículo o no, inclusive en casos de “alto compromiso”. Aquí el dicho popular lo expresa todo: “Boca que se abre, o quiere dormir, o está muerta de hambre”. En este caso, usted puede resolver fácilmente la situación: “El acto de bostezar indica infaliblemente sueño o fastidio […] Cuando no podamos dominar el sueño o no nos sintamos ya animados en el círculo en que nos encontremos, retirémonos inmediatamente y sin esperar a que nuestros bostezos vengan a expresarlo, lo cual es siempre desagradable y aun ofensivo a los demás. Y en cuanto al hábito de bostezar, pensemos que aquél hace insoportable la compañía de la persona más culta y más amable” (Carreño, 1968: 425).
Claro que esto no es fácil en México, si tomamos en cuenta que por investigaciones comparativas realizadas acerca de los hábitos de consumo de alcohol, el mexicano promedio no toma habitualmente, no pertenece a las llamadas “culturas mojadas”, en donde las personas, especialmente los hombres, pueden tomar todos los días, pero una copa o dos solamente. Aquí en México, cuando se va a tomar, se toma “hasta morir”, por lo que no es fácil que un bostezo, o dos, o tres, o una metralleta de bostezos le obligue a cualquiera a irse del “reventón” […]
El aliento o aire espirado es uno de los signos de aceptación-rechazo más importantes de la persona. Su cuidado es decisivo para la imagen personal y las relaciones interpersonales. La probabilidad de que en México las personas puedan tener mal aliento es grande. Todas las encuestas de opinión arrojan que el mal aliento, halitosis, fetor ex ore o fetor oris es un factor que afecta decidida y grandemente las relaciones sociales, laborales y, peor aún, las sexuales. La imagen de una persona con mal aliento es totalmente negativa. La causa de este padecimiento, que ya desde antes de Cristo era objeto de comentarios, es bacteriana, y está relacionada en mucho, y entre otros factores, con la gingivitis, una afectación que padece más del 90% de la población mexicana, y con ciertos hábitos alimenticios, el cigarro, el tabaco y las pipas. En varias ocasiones hemos hablado de las culturas antiolores, como es el caso de los Estados Unidos y algunos países europeos. Recomendamos controlar en la medida de lo posible y lo conveniente nuestros hábitos de hablar muy cerca con las demás personas, tanto en público, como en la actividad laboral. Cuando se habla muy cerca se siente totalmente el aliento, lo que no está mal, por ejemplo, en las relaciones íntimas o en los países donde es habitual y correcto relacionarse muy cercanamente, como es el caso de la mayoría de los países árabes y Japón:
Como los japoneses, los árabes también son propensos a pegarse los unos a los otros […] La diferencia entre el amontonamiento árabe y la proximidad japonesa es algo profundo. A los árabes les gusta tocar a su compañero, sentirlo y olerlo. Rehusar el aliento del amigo es avergonzarse. Los japoneses, en su proximidad, conservan una formalidad y una distancia. Consiguen tocar y sin embargo guardar límites rígidos, los árabes dejan de lado esos límites. Con la cercanía hay en el mundo árabe además el empujar y el compartir que los norteamericanos consideran desagradable. Para un norteamericano hay límites en un lugar público. El árabe no tiene concepto alguno de algo privado en un lugar público (Fast, 1999: 34). En Occidente esto es diferente, especialmente en las áreas, comunidades y empresas pluriculturales. Para muchas personas el sentir el aliento del otro de cerca, tan cerca, sería una invasión del espacio vital y, por supuesto, una gran molestia.
En ciertos casos, sobre todo en los países y culturas en donde el aseo bucal es prácticamente inexistente y las visitas al dentista se producen solamente de Pascua a San Juan, es decir solamente en casos de urgencia, el mal aliento es masificado, es decir aparece en la inmensa mayoría de las personas, sobre todo en los adultos y viejos. ¡Y por supuesto que en la cultura occidental, en los grupos civilizados, el mal aliento es insoportable!, como dice el gran escritor mexicano Carlos Fuentes (2009: 95) en su novela Adán en Edén: “[…] sospecho que Adán Góngora sufre de un caso alarmante de halitosis: le precede un tufo de indigestión maloliente, como si al miserable la mierda le saliese por la boca y en el culo habitasen sus palabras […]”
La salivación se produce en la boca. La saliva es una mezcla homogénea del conjunto de secreciones de las glándulas de la mucosa bucal y de las que vierten en la boca. Las glándulas productoras de la saliva son tres pares principales –parótidas, submaxilares y sublinguales– y otras llamadas menores, repartidas de modo difuso en la mucosa de la boca y de la lengua. La saliva normal se presenta en forma de líquido claro, alcalino, algo viscoso, que contiene un 95% de agua, un 3% de sustancias orgánicas y un 2% de sales minerales –cloruros, fosfatos, y bicarbonatos de metales alcalinos–. Se puede segregar mayor cantidad de saliva debido a la excitación de las terminaciones sensitivas del sentido del gusto o del olfato. No todas las personas segregan la misma cantidad de saliva, es variable. Se consideran como normales las cantidades que oscilan entre los 300 y los 1000 cc diarios. Esta segregación se modifica según los alimentos. En las culturas habituadas al ayuno –especialmente debido a la religión–, o en donde es común la humedad ambiental baja, el smog, las gripes, fiebres, etc., es común ver a las personas con una cierta resequedad en los labios, los labios partidos, a veces con un color desagradable a los ojos del hombre occidental. Estas causas originan una sensación de boca seca, muy desagradable para el que la padece y para el que le observa. También puede aparecer el caso inverso, la secreción excesiva, que recibe el nombre de ptialismo o sialorrea, que es muy evidente en algunos individuos, muy desagradable también a los ojos del observador occidental, por lo que se debe consultar a un médico si se presentan estos síntomas. Las causas de estas patologías van desde el estrés y las afectaciones síquicas en general, hasta la estomatitis y la faringitis. En la comisura de los labios también puede aparecer un proceso inflamatorio llamado boquera, bocera y vaharera. Es una forma de quietitis marginal, que se caracteriza por la presencia de restos de alimentos o saliva que quedan pegados alrededor de los labios o en sus comisuras, para lo que Manuel Antonio Carreño, ya en siglo XIX, recomendaba: “También limpiaremos con el pañuelo tres o cuatro veces en el día los ángulos de los labios, donde suele igualmente depositarse una parte de la humedad de la boca que el aire congela, el que hace muy mala impresión a la vista” (Carreño, 1968: 64).
[…] Otro problema muy frecuente en los labios es el llamado “fuego”. Este fuego está relacionado con el virus del herpes simplex. Nos referimos a esas pequeñas ampollas que aparecen en los labios, se rompen, derraman, y después cicatrizan lentamente con formación de costras desagradables. Los ciclos duran alrededor de una semana, y las ampollas aparecen de tiempo en tiempo. Puede ser una sola ampolla; pero más a menudo son varias, que terminan uniéndose cuando se agrandan. Usualmente aparecen en donde los labios se encuentran con la piel; pero también pueden aparecer en el mentón o la piel.
El “fuego labial” también se llama úlcera dolorosa, calor de estómago, ampollas de fiebre…, pero esta condición molesta y a menudo crónica y dolorosa es causada por el mismo virus: herpes simplex. En México es bastante común ver esta afectación: más de un sesenta por ciento de los mexicanos está afectado por este virus, y en EE. UU. ocho de cada diez adultos están infectados por él. Una vez infectada, la persona tendrá el virus del herpes simplex por el resto de su vida. Cuando está inactivo, el virus permanece latente en un grupo de células nerviosas. Algunas personas nunca tienen síntomas del virus, otras tienen brotes periódicos de infecciones. Caracterizado por lesiones parecidas a las ampollas que ocurren por un período de ocho a diez días alrededor de los labios, la mucosa oral o la lengua, el virus es altamente contagioso y puede diseminarse fácilmente por contacto directo de piel a piel. Las dos formas más comunes del virus son el herpes simplex de tipo 1 –SHV1, su sigla en inglés es HSV1– y el herpes simplex de tipo 2 –SHV2, su sigla en inglés es HSV2–. El SHV1 se asocia más a menudo con las infecciones de la cavidad oral, mientras que el SHV2 se asocia más a menudo con las infecciones de herpes genital. Sin embargo, las investigaciones sugieren que los dos tipos de SHV pueden infectar tanto la boca y los genitales como el ombligo y todo el cuerpo. Todo esto no sólo afecta biológicamente al cuerpo, la salud, sino que afecta sicológicamente a la persona, el comportamiento “normal” del individuo y su imagen pública.
Cuando las personas arrojan saliva o flema por la boca, entonces estamos hablando de escupir. Esa secreción, que generalmente llamamos escupida, escupitajo, escupidura, escupitina, escupo, tiene un nombre menos popular, más científico, llamado esputo. Con la saliva y el salivazo están relacionadas ciertas necesidades, protocolos, tabúes y leyes, convenios, reglas. Independientemente de que esputar sea normal en el consultorio dental y en aquellas personas que reciben el tratamiento, de la misma manera que es un acto directamente relacionado con el proceso de gestación, el acto de escupir en sociedad, delante de otras personas, se puede clasificar de la siguiente manera […] 1. Hábitos generalizados o conductas grupales generalizadas. Nos referimos aquí a ciertos comportamientos que hace todo el grupo o la mayoría del grupo, y que es un comportamiento “normal”, que no está censurado o prohibido […] 2. Legislación, etiqueta y protocolo. Nos referimos aquí a normas que se han establecido con el objetivo de limitar, condicionar, prohibir, censurar, comportamientos habituales, ordinarios, etc. […] 3. Hábitos de grupos especializados o profesionales. Catadores; deportistas: ballet acuático, nadadores, inmersionistas, clavadistas, beisbolistas, futbolistas… Es bastante común ver escupir a estas personas […] 4. Religión, magia, brujería o protección mágica. En la religión católica “escupir al cielo” es una acción injuriosa contra Dios. Entre los musulmanes también se cuida el acto de escupir. Según el Imán Malik ibn Anas, jurista musulmán (Medina 715-id. 795), que escribió Kitab al-Muwatta (El camino allanado), está establecido: 14.3 La prohibición de escupir hacia la Qibla [es decir, el sur, en la dirección hacia la cual los musulmanes deben situarse durante la oración ritual, que en las mezquitas está indicada por el mihrāb –nicho abierto en el muro de cierre de las mezquitas–]:
[…] 4. Yahya me relató de Malik, de Nafi, de Abdullah ibn Umar, que el Mensajero de Allah, que Allah le bendiga y le conceda paz, vio un escupitajo en la pared de la Qibla y lo raspó. Después se dirigió a la gente y dijo: ‘No escupáis al frente cuando estáis rezando, porque Allah, el Bendito, el Exaltado, está en frente de vosotros cuando rezáis.’; 5. Yahya me relató de Malik, de Hisham ibn Urwa, de su padre, de A’isha, la esposa del Profeta, que Allah le bendiga y le conceda paz, que el Profeta, que Allah le bendiga y le conceda paz, vio un escupitajo, o moco o flema, en la pared de la Qibla y lo raspó.
Sobre este tema, nos dice James George Frazer:
El mismo miedo a la hechicería que ha llevado a muchos pueblos a ocultar o destruir sus recortes de pelo y uñas, ha inducido a otros pueblos y aun a los mismos a tratar su saliva de manera semejante. Dado los principios de la magia simpatética, la saliva es parte del hombre y todo lo que a ella se haga tendrá en él un efecto correspondiente. Un indio chilote [o veliche. Antigua tribu amerindia que ha habitado el archipiélago de Chiloé, en Chile] que recoge el salivazo de un enemigo lo pone en una patata y expone ésta al humo, diciendo al mismo tiempo ciertos conjuros, en la creencia de que su enemigo se irá consumiendo a medida que el humo va secando la patata. También, pone el salivazo dentro de la boca de una rana y arroja al animalito a un río inaccesible e innavegable, lo que hará que la víctima humana tiemble y se estremezca de calentura. Los nativos de Urewera, comarca de Nueva Zelanda, gozan de gran reputación como hábiles brujos. Se decía que hacían uso de la saliva de la gente para embrujarla. Por esto, los visitantes tenían buen cuidado de ocultar sus esputos, temiendo proveer de material a estos brujos para trabajar en su daño. Del mismo modo, en algunas tribus africanas meridionales no se atreverá a escupir ningún hombre cuando el enemigo está cerca; podría encontrar su escupitina y entregársela a un brujo que la mezclaría con ingredientes mágicos para dañar de este modo a la persona que la escupió; aún en su propia casa la saliva es cuidadosamente barrida y destruida por igual razón. Si la gente vulgar es tan cauta, natural será que los reyes y jefes lo sean mucho más. Los jefes de las islas Sandwich iban acompañados de un sirviente de confianza que llevaba una escupidera portátil y lo depositado en ella se enterraba cuidadosamente todas las mañanas para ponerlo fuera del alcance de los hechiceros. En la Costa de los Esclavos, y por la misma razón, siempre que un rey o jefe expectoraba, se recogía el esputo con sumo cuidado y se ocultaba o enterraba. Las mismas precauciones, y por la misma razón, se toman con los escupitajos del jefe de Tabali en la Nigeria meridional.
Con la boca se dan los besos. En posible que el origen del beso se encuentre en los momentos en que madres e hijos juntaban sus labios cuando históricamente la madre trituraba la comida y la introducía directamente con su boca en la boca del bebé, cuestión que se ha observado en nuestros días en algunas comunidades tribales.
Hoy podemos clasificar a los humanos por el mismo acto de besar. De esta manera, podemos considerar los siguientes grupos:
1. Grupos que no besan o que generalmente no besan. En Gran Bretaña o Japón no es común ver a las personas besándose en sus saludos habituales.
2. Grupos que se besan con un solo beso. Como en México o Cuba.
3. Grupos que se besan con dos besos. Como en Francia.
4. Grupos que se besan con tres besos. Como en Bélgica.
5. Grupos que se besan con seis besos o más. Como en algunas regiones de Eurasia.
Los latinoamericanos, los iberoamericanos, así como los españoles y portugueses, los latinos en general: http://knol.google.com/k/por-qué-nos-llaman-latinos-quiénes-son-los-latinos-y-cuál-es-su-origen-y-el# , somos una “macro cultura” del beso; siempre o casi siempre besamos en nuestros saludos habituales, inclusive en situaciones de presentación social. Este es un acto de afecto, cariño y respeto. Los labios fruncidos en un beso son símbolo de amor; el beso marcado con creyón de labio aparece en muchas cartas de amor. Esto mismo en la camisa de un hombre significa infidelidad.
Acerca del beso nos dice Desmond Morris:
El beso. Llegamos ahora al último derivado del contacto primario, a saber, el beso, acción de curiosa y complicada historia. Si cree usted que el beso es un acto bastante sencillo, piense un momento en las muchas maneras en que lo da, incluso en la sociedad presuntamente informal de nuestros días. Besa a su amante en la boca, a un viejo amigo del sexo contrario en la mejilla, a un niño en la coronilla; si un hijo suyo se corta un dedo, se lo besa «para que se cure»; si se enfrenta con un peligro, besa una mascota «para que le dé suerte»; si es jugador, besa el dado antes de arrojarlo; si es padrino de una boda, besa a la novia; si es persona religiosa, besa el anillo del obispo en señal de respeto, o la Biblia al prestar juramento; si se despide de alguien que está ya fuera de su alcance, se besa las puntas de los dedos y le envía el beso con un soplo. No; el beso no es materia sencilla, y, para comprenderlo, debemos atrasar de nuevo las manecillas del reloj.
La función de los labios se inicia con el acto de succionar el pecho de la madre, que proporciona, además de alimento, una satisfacción táctil. Esto se ha demostrado con el estudio del comportamiento de niños nacidos con el esófago obstruido y que tenían que ser alimentados por medios artificiales. Se observó que si se les daba a chupar una tetilla de goma [tete, teté, chupón] esto les tranquilizaba y dejaban de llorar. Como nunca habían tomado alimento por la boca, la satisfacción de tener una tetina entre los labios no podía tener nada que ver con el placer de la absorción de leche que es resultado normal de tal acción. Tenía que ser un caso de contacto, por sólo el contacto. Así, pues, el hecho de tocar algo blando con la boca es, por sí mismo, una importante y primaria intimidad.
Como el niño crece y cambia contactos de cabeza a cabeza con la madre, sintiendo los labios de ella sobre su piel, y los propios sobre la de ella, es fácil comprender cómo este primitivo contacto oral puede convertirse en un elocuente acto de saludo amistoso. En el abrazo infantil, los labios suelen tocar la mejilla o el lado de la cabeza del padre. Como ya he mencionado anteriormente, en tiempos antiguos, cuando el abrazo total se prodigaba con mayor libertad entre adultos de ambos sexos, el beso en la mejilla era la forma corriente de contacto bucal entre iguales. Era, en cierto sentido, el primitivo beso infantil transferido con pocas variaciones a la vida adulta, costumbre que a través de los siglos ha perdurado hasta nuestros días. En nuestra sociedad, amigos y parientes, varones y hembras, se besan aún de esta manera cuando se encuentran o se despiden, y es un acto que puede realizarse sin la menor implicación sexual. Lo propio puede decirse de las mujeres adultas entre ellas. En los varones adultos, la situación varía considerablemente según los países; Francia, por ejemplo, conserva la antigua costumbre mucho más que Inglaterra.
El beso directo de boca a boca siguió un curso diferente. En diversas épocas y lugares, fue empleado, hasta cierto punto, como saludo no sexual entre amigos íntimos; pero esta unión de dos orificios del cuerpo pareció, en general, un acto demasiado íntimo, incluso entre buenos amigos, y, hablando en términos generales, su uso fue cada vez más exclusivo de los novios y los cónyuges.
Dado que los senos femeninos son señales sexuales, además de órganos de alimentación, el beso en el pecho de una mujer por un varón adulto es una acción enteramente sexual, a pesar de su similitud con la primitiva acción infantil de succionar el pecho. Inútil decir que el beso en los órganos genitales es también exclusivamente sexual, así como en otras muchas partes del cuerpo y, en especial, en el tronco, los muslos y las orejas. Sin embargo, ciertas partes específicas del cuerpo fueron consideradas formalmente como cosa aparte, a los efectos de una clase especial de beso no sexual, que podríamos llamar beso de subordinación o de reverencia. Éste difiere categóricamente del beso amistoso y del sexual, y, para comprenderlo, debemos observar la manera en que el ser humano subordinado se presenta frente al dominador.
Sabido es, por los estudios del comportamiento animal, que una manera de aplacar la ira de un animal dominante es empequeñecerse y parecer, por ende, menos amenazador. Si no se le amenaza, es probable que aquél no sienta desafiada su autoridad y no emprenda una acción perjudicial para el apaciguador. Se limitará a prescindir de éste, como ser que esté por debajo de él, metafórica y literalmente, que es precisamente lo que quiere el animal más débil (al menos de momento). Por eso vemos en numerosas especies de animales toda clase de encogimientos y encorvaduras, y mucho arrastrarse y doblar el cuerpo, y bajar los ojos y la cabeza.
Lo propio ocurre con el hombre. Donde no hay formalidades, la reacción toma la forma animal de arrastrarse por el suelo, pero, en muchas situaciones, la respuesta del hombre inferior se estilizó en grado sumo, estilización que varió considerablemente según los lugares y las épocas. Sin embargo, esto no la excluye del campo del análisis biológico, pues todas las reacciones, sin excepción, siguen revelando características fundamentales que la relacionan como el comportamiento de sumisión de las especies animales.
La forma más extrema de sumiso rebajamiento que se haya visto en el hombre es la postración total, en la que todo el cuerpo yace plano en el suelo, en posición decúbito prono. Uno no puede llegar más bajo, salvo cuando lo entierren. Por otra parte, el hombre dominante puede –y muchas veces lo hizo– aumentar el efecto del rebajamiento observándolo desde una plataforma elevada o trono. Este acto de servilismo absoluto fue cosa corriente y muy extendida en los antiguos reinos, y lo realizaban los prisioneros frente a sus vencedores, los esclavos frente a sus amos, y los siervos frente a sus señores. Entre este acto y el de permanecer erguido, hay toda una gama de sumisiones convencionales, que examinaremos brevemente por orden ascendente.
Después de la postración total, viene la reverencia del mundo oriental, en que el hombre no se tiende en el suelo, sino que se arrodilla y después inclina el tronco, hasta tocar el suelo con la frente. Un peldaño más arriba está la genuflexión total, con ambas rodillas en el suelo, pero sin inclinar el cuerpo hacia delante. Esto fue también frecuente en el mundo antiguo, cuando uno se presentaba ante un gran señor; pero en los tiempos medievales, derivó hacia la genuflexión sencilla, con una sola rodilla tocando el suelo. Se dijo a los hombres que debían reservar la genuflexión total para Dios, que, en aquella época, era más respetado que los gobernantes. En los tiempos modernos, es raro que nos arrodillemos ante cualquier hombre, en cualquier momento, salvo en ciertas ceremonias de Estado y en presencia de la realeza; pero los devotos no han cambiado la antigua costumbre de hincar ambas rodillas, con lo que Dios consiguió lo que no han logrado los gobernantes actuales.
Subiendo otro peldaño, llegamos a la reverencia (o cortesía), que no es más que un movimiento intencional de genuflexión. Se echaba ligeramente una pierna atrás, como si la rodilla fuese a bajar y tocar el suelo y, después, ambas rodillas empezaban a doblarse, pero sin llegar nunca al nivel del suelo. Entonces se inclinaba el cuerpo hacia delante. Hasta los tiempos de Shakespeare, tanto los hombres como las mujeres hacían esta clase de reverencia. Al menos en este aspecto, se respetaba la igualdad de sexos. Con la llegada de la reverencia, se redujo aún más la actitud de servilismo, y la genuflexión sencilla empezó a desaparecer, reservándose exclusivamente para la realeza.
En el siglo XVII, los sexos se dividieron: los hombres doblaron el cuerpo por la cintura, mientras que las mujeres siguieron haciendo reverencias. Ambas acciones rebajaban el cuerpo frente al individuo dominante, pero lo hacían de un modo completamente distinto. Desde entonces hasta hoy, la situación ha permanecido igual en el fondo, aunque se ha reducido la amplitud de los movimientos. La florida inclinación masculina del período de la Restauración dio paso a la más sencilla y estirada inclinación de los tiempos victorianos, y la reverencia pasó a ser poco más que una breve cortesía. En la actualidad, y salvo en presencia de poderosos gobernantes o de personas reales, las mujeres hacen raras veces reverencias, y la inclinación masculina, si se hace, consiste únicamente en bajar y levantar la cabeza.
La única excepción a esta regla se produce al final de las representaciones teatrales, cuando, por alguna razón, los actores retroceden varios siglos en el tiempo y hacen profundas reverencias y complicadas cortesías. Es curioso que aquí vemos también una tendencia completamente nueva: las actrices se inclinan igual que los varones. Parece como si esta vuelta a la igualdad sexual en un acto de subordinación reflejase la nueva tendencia a la igualdad femenina en todas las demás cuestiones, pero si es así, los varones pueden alardear al menos de que fueron las mujeres quienes adoptaron la actitud del varón, sin que éste tuviera que volver a las cortesías medievales. Pero es también posible que exista otra razón de la reverencia de la actriz, que nada tenga que ver con la masculinización de la mujer moderna en nuestra sociedad. Puede deberse a todo lo contrario y derivarse de los primeros tiempos del teatro, cuando todos los personajes eran representados por varones y la mitad de los hombres tenían que disfrazarse de mujer. Tal vez la actriz moderna, al inclinarse, lo hace por la fuerza de la tradición, imitando a sus predecesores masculinos. Sin embargo, aun admitiendo la persistencia de antiguas tradiciones, esta explicación parece muy improbable y es más lógico pensar que la mujer tiene la impresión de equipararse al hombre.
Todas las inclinaciones y zalemas [salutaciones, reverencias, cortesías] del saludo cotidiano de antaño han sido casi universalmente remplazadas por el más breve y digno apretón de manos. Al menos, para realizar esta acción no hay como inclinar el cuerpo. Permanecemos erguidos, y, al hacerlo así nos hallamos en el polo opuesto de la antigua postración total. Actualmente, no todos los hombres «nacen iguales»; pero, al menos en el saludo entre adultos, se presume lo contrario.
Me he extendido un poco en estos formulismos del saludo, a pesar de que, hasta que llegamos al apretón de manos, nada tienen que ver con las intimidades del contacto corporal. Pero esta digresión era necesaria, debido a su importancia en relación al beso de cortesía. Diré, ante todo, que, en los antiguos tiempos, dos iguales se besaban en la mejilla, es decir, a igual altura del cuerpo. Pero esto habría sido inconcebible en el beso de un inferior a un superior. Si aquél tenía que demostrar su amistad con un contacto de sus labios, debía hacerlo a un nivel lo bastante bajo para que fuese reconocimiento de su inferioridad. Los subordinados más humildes lo hacían besando el pie de su señor. Y, como esto era aún demasiado bueno para el vencido prisionero, se obligaba a éste a besar la tierra junto al calzado del vencedor. En los tiempos modernos, estas acciones son muy raras; pero, incluso ahora, el monarca de Etiopía, pongo por caso, puede recibir este homenaje en público por parte de uno de sus súbditos. Y ciertas frases como «morder el polvo» o «lamer las botas», permanecen aún para recordar las humillaciones de antaño.
Aquellos que no se hallaban en una posición tan acusada de inferioridad podían besar el vestido o la rodilla del individuo dominante. Los obispos, por ejemplo, podían besar la rodilla del Papa; en cambio, los fieles de menor categoría tenían que contentarse con besar la cruz bordada en su zapatilla derecha.
Subiendo un poco más, llegamos al beso en la mano. Este se daba antiguamente a muchos varones eminentes; pero en la actualidad, aparte de los sacerdotes de alta categoría, lo empleamos únicamente como señal de respeto a una dama, y sólo en ciertos países y en determinadas ocasiones.
Había, pues, cuatro regiones del cuerpo en las que era permitido, por decirlo así, el beso no sexual: la mejilla, para la igualdad amistosa; la mano, para el profundo respeto; la rodilla, para la humilde sumisión, y el pie, para el abyecto servilismo. La acción de tocar con los labios era idéntica en todos los casos, pero cuando más abajo se aplicaba el beso, más baja era la posición social expresada por éste. A pesar de la pompa y la ceremonia, nada podía parecerse más a las acciones de apaciguamiento típicas de los animales. Si las despojamos de todos los desorientadores detalles impuestos por la variación cultural y las consideramos en un conjunto, incluso las más refinadas normas de comportamiento humano siguen la pauta de comportamiento de los animales que nos rodean.
Anteriormente, me referí a una serie de formas modernas de beso, que tal vez dejé sin la debida explicación: por ejemplo, besar un dado antes de arrojarlo, besar un amuleto o besar un dedo herido para curarlo. Estas y otras acciones similares, todas ellas básicamente encaminadas a llamar la buena suerte, guardan relación con el beso reverencial que acabo de describir. Es imposible besar a Dios, que es el Ser Supremo, y por eso los fieles besan símbolos de Dios, como la cruz, la Biblia y otros objetos similares. Como el acto de besarlo simboliza besar a Dios, trae buena suerte, sencillamente porque aplaca a Dios. Por consiguiente, cualquier amuleto es tratado como una reliquia sagrada. Puede parecer extraño que un jugador de Las Vegas pretenda besar a Dios cuando sopla sobre sus dados en una desenfrenada partida, pero esto es lo que hace realmente, de la misma manera que, cuando cruza los dedos para tener suerte, hace la señal reverencial de la cruz para protegerse del enojo divino. Cuando, en las despedidas, nos besamos los dedos y enviamos el beso con un soplo al amigo que se va, realizamos otro acto muy antiguo, pues, en los viejos tiempos, era más servil besarse la propia mano que la de la persona dominante. El beso en la mano, en el moderno aeropuerto, es el único superviviente de esta costumbre, aunque en la actualidad es la distancia y no el servilismo la que nos impulsa a realizar este movimiento (Morris, 1994: 119-125) […]
El acto de fumar. Fumar es una de las tantas tradiciones; pero también es un hábito que se relaciona con situaciones sicológicas especiales, con la “succión no nutritiva” y los llamados “pezones ciegos” (Morris, 1994: 180-183). La historia del tabaco (Llanos, 1985) y el acto de fumar están ligados directamente con la historia del Continente Americano, en donde se registra la planta de tabaco hace unos 8000 años aproximadamente. La historia del tabaco también está estrechamente ligada a la historia de la Conquista, a la historia de Latinoamérica, a la historia de las religiones, de la Inquisición, de la brujería, de la santería, a la historia de los más exclusivos, exquisitos y elevados protocolos y etiquetas del mundo entero, tanto entre hombres como entre mujeres…:
Una de las plantas estimulantes que más importancia tiene en el mundo actual es el tabaco, otra solanácea del género Nicotiana, nombre dado por Linneo en honor del embajador francés en Portugal, Jean Nicot, quien introdujo el tabaco en Francia, para unos en 1560 y para otros en 1579. Si bien es cierto que existen varias especies del género utilizadas como fumatorio y masticatorio, solamente dos se difundieron en el resto del mundo: Nicotiana rustica y Nicotiana tabacum. La primera especie fue la enviada por Francisco Hernández al rey Felipe II en 1558, alabando sus virtudes medicinales. En el siglo XVI también alcanzó Europa la otra especie, es decir Nicotiana Tabacum, la de cultivo más común en todo el mundo […]
La práctica de fumar se inició entre los aborígenes americanos, quienes también inhalaban el humo despedido de las hojas quemadas, o masticándolo. En Europa se empezó a fumar hacia 1586; era consumido en forma de rapé por los franceses y en pipa [recordemos que desde la prehistoria se registra el uso de las pipas por los suramericanos, y que en México también se registra el uso de las pipas por los nativos mucho antes de la llegada de los europeos del siglo XV] por los ingleses (Martínez, 1988: 49) […]
El tabaco no solamente se ha fumado y se fuma; también se ha aspirado, masticado, tomado, comido, untado en el cuerpo, usado como colirio y empleado como lavativa, lavado anal o enema. Éstos han sido los usos que, tradicionalmente, los indígenas de América y los ciudadanos de otros continentes le han dado a los puros. Pero, al parecer, el tabaco o puro también puede ser empleado en otros “actos fantasiosos”, como nos ha mostrado la prodigiosa imaginación sexual del brillante ex-presidente estadounidense Bill Clinton –al respecto puede consultarse la siguiente página en Internet: http://www.yatv.com/video/yatv2_video_n_219894_1.html# […] La inmensa mayoría considera que los tabacos, puros o habanos sólo sirven para fumarlos; pero todo depende de “LA PRODIGIOSA IMAGINACIÓN Y LAS FANTASÍAS”. Así, por ejemplo, según http://www.elmundo.es/internacional/clinton/puntosmaspolemicos.html :
El presidente [Bill Clinton] y Mónica Lewinsky mantuvieron 10 relaciones sexuales, ocho mientras ella trabajaba en la Casa Blanca y dos después. Normalmente, las relaciones sexuales tenían lugar en el estudio privado del Despacho Oval o en sus inmediaciones; y casi siempre en el recibidor sin ventanas que daba al estudio. Durante muchas de sus relaciones sexuales, el presidente se mantenía apoyado en la puerta del cuarto de baño, al otro lado del estudio, porque según explicó a Mónica Lewinsky, esto le aliviaba el dolor de espalda. La ex becaria testificó que su relación física con el presidente incluía sexo oral, pero no el acto sexual. Según Mónica Lewinsky, ella le hacía felaciones al presidente, pero la relación no era recíproca. En un principio, según la ex becaria, el presidente no le permitía llevar el sexo oral a su término. En opinión de Lewinsky, su negativa se debía a la “confianza; no me conocía lo suficiente“. Durante sus dos últimas relaciones sexuales, ambas en 1997, eyaculó. Según Mónica Lewinsky, hizo felaciones al presidente en nueve ocasiones. En todas ellas, el presidente le acariciaba y le besaba los pechos desnudos. También le tocaba los genitales, a través de la ropa interior y directamente, llevándola al orgasmo en dos ocasiones. En una ocasión, el presidente le introdujo un cigarro puro en la vagina.
Los cubanos, que toda la vida hemos sido excelentes fumadores de puros, además de chismosos, siempre nos hemos preguntado qué hizo Bill Clinton, “después del show”, con ese puro… ¿Se lo fumó? ¿Se lo regaló a Mónica como prenda de amor? ¿Se lo dio a Hillary? ¿Lo guardó para reciclarlo en cualquier “otra oportunidad”? ¿Lo guardó en el Tesoro Norteamericano? ¿Se lo va a fumar ahora si gana Hillary las elecciones de Estados Unidos?… ¡Y eso que nosotros los cubanos pensábamos que “en cuestión de puros” nos las sabíamos todas! ¡Ahhhhh, con estos gringos!
[…] Todos conocemos las estrictas restricciones acerca de fumar y las actitudes cada vez más hostiles contra las tabacaleras, los productores de tabacos y cigarros, los fumadores, etc., más los daños que ocasiona este hábito a la salud de los fumadores activos y los fumadores pasivos –incluyendo al feto–: “El consumo del tabaco, planta estimulante de origen americano, está sólidamente arraigado entre los usos y costumbres sociales de muchos países que desconocían sus propiedades hace solamente cuatro siglos” (Martínez, 1988: 46). No obstante, es muy frecuente que en determinadas ocasiones, especialmente las grandes ocasiones, según las esferas sociales y sus tradiciones y protocolos, los hombres y algunas mujeres fumen puros, lo que se considera entre muchos grupos un signo de distinción, de elegancia, de poder, de bonanza y de buena imagen. En estos casos, recomendamos consultar las normas de la etiqueta del fumador de puro, porque es evidente que la mayoría de las personas que fuman puros en sociedad en muchos lugares, y en este caso concreto en el Distrito Federal, no conocen en parte o en lo absoluto esta exquisita tradición y sus rigores. En lo tocante a la etiqueta del fumador de puros, de la misma manera que para cualquier otro fumador de cigarros, es necesario tener en cuenta que no en todos los países y culturas está bien visto o es de buen gusto el encender el cigarrillo o puro al otro o la otra: vecino o invitado, funcionario o nuevo colega, asistente al evento o transeúnte, salvo ciertas circunstancias como cuando un mesero o sirviente se acerca para prender o encender tu cigarro, puro o tabaco. En algunos lugares, esto puede ser visto como una invasión a la privacidad y al espacio personal, como una violación al protocolo personal del acto de fumar, puede ser visto como una ofensa o un desconocimiento del acto de fumar, especialmente si lo que se va a fumar es un puro y más concretamente un excelente puro. De aquí que recomendemos que tanto funcionarios como ejecutivos, que constantemente están en estrecha relación con otros grupos culturales, con otros grupos sociales, se asesoren de manera correcta al respecto de los protocolos del puro, y tomando en cuenta también que el tabaco se cultiva en muchos países, en más de 125 países, entre los cuales los mayores productores son China, India, Brasil, Estados Unidos, Turquía, Argentina… (Mackay y Eriksen, 2002).
Los mejores puros son los de Cuba, y también son agradables –pero jamás comparables– los puros de Santo Domingo e Indonesia. En Cuba hay 3 provincias en donde crece el buen tabaco: Oriente, Las Villas y Pinar del Río […]Justamente la tierra roja del lugar llamado Vuelta Abajo, en la provincia cubana de Pinar del Río, hace al tabaco cubano inigualable. Además, Cuba está situada muy cerca del Trópico de Cáncer, con una humedad relativa del 79% y una temperatura media de 25 grados, lo que hace el ambiente ideal para mantener a los puros, tabacos o habanos frescos, en perfectas condiciones […]Dentro de las restricciones más severas en cuanto a la fuma de puros, en este caso solamente de puros cubanos, están las leyes estadounidenses, que prohíben terminante la compra-venta y la fuma de puros cubanos en territorio de ese país, y que pueden llegar a sancionar hasta con 250 000 dólares de multa y/o 10 años de cárcel a una persona, y un millón de dólares de multa a una empresa o institución que violen esta ley. Por esto, justamente, los cubanos le llamamos al puro cubano en Estados Unidos “El Fruto Prohibido”. Como es conocido por todos, estas leyes estadounidenses que prohíben el consumo de puros cubanos en ese país son infringidas constantemente, a todos los niveles y en todas las esferas sociales, con todo y el alto riesgo que la infracción trae consigo. Con frecuencia se observa que muchos estadounidenses burlan las leyes de su país para asistir a las célebres reuniones de fumadores de habanos en Cuba, y para asistir también a los postgrados que sobre los protocolos del puro, tabaco o habano se imparten en cuba.
“Tabaco” es palabra que proviene del árabe tubāqe. En Cuba, por su tamaño y grosor, generalmente se les conoce a los puros o tabacos por once nombres. Si usted quiere impactar, hacerse notar, en una reunión social, lleve un Cohíba, que los que conocen de puros le envidiarán. Si es hombre, puede llevar un “Espléndido”, un “Corona Especial”, un “Siglo V”, etc.; si es mujer, éstos no le quedan; en este caso para usted es mejor un “Panetela” o un “Exquisito”; son de más caché entre las mujeres. Los puros cubanos han alcanzado en el mercado internacional el precio de 400 y 500 dólares por unidad, cada puro. ¿¡Por qué será!? […]En los lugares en donde hay muy poca humedad, los puros, tabacos o habanos deben ser guardados en un humidor, es decir una caja de madera especial que guarda la humedad y que la mantiene adecuadamente, a unos 21 o 22 grados de temperatura y entre 70 y 72% de humedad, lo que es medido por el higrómetro […] Muchas personas cortan los puros. Aclaramos aquí que no es habitual que nosotros los cubanos cortemos los puros con cortapuros, sino que lo hacemos con la boca, con los dientes; pero si es de su agrado cortar los puros con cortapuros, le recordamos que puede hacerlo de variadas maneras […] Los puros también están relacionados con la historia del smoking. En Inglaterra aparece en el siglo XIX esta prenda exclusivamente para ir a los clubes de billar y fumar puros […]
La onicofagia es el hábito de comer, masticar o roer uñas, que generalmente son las de las manos, pero también pueden ser las de los pies, y que generalmente son las propias, pero también pueden ser las de los demás, en especial en situaciones de intimidad afectiva y sexual. Muchas personas se muerden, mastican o comen las uñas en la intimidad, cuando están solos, pero la mayoría de los onicófagos hacen –o tienden a hacer– este acto antisocial, enfermizo y traumático en sociedad, mostrando así ante los demás su estado de desasosiego, nerviosismo, estrés u ociosidad. Las personas afectadas por la inactividad, por el hambre, por el estrés, por el miedo y por síndromes relacionados con desórdenes mentales, sociopáticos y psicopáticos, tienden a la onicofagia. Esta afectación es más común en los hombres que en las mujeres. Esta manía de comerse las uñas tiene muchas más afectaciones –tanto para el mismo cuerpo como para la imagen social o pública– que lo que habitualmente imaginamos.
Cuando en la cara se combinan la forma de la boca y el ángulo de las cejas, entonces aparecen muy variados estados de ánimos y sentimientos, porque el rostro es la parte más expresiva de una persona. Veamos los siguientes ejemplos […]
Finalmente, no debemos olvidar estas palabras de Carreño: “El juego de la boca, que tanto contribuye a la expresión de la fisonomía, debe ser enteramente propio y natural. Las personas que apenas separan los labios para despedir la voz, las que los separan demasiado, y las que dan a la boca movimientos estudiados y extravagantes, no sólo se ridiculizan, sino que renuncian [a] todo el atractivo que este importante órgano está llamado a comunicar a la conversación” (Carreño, 1968: 218) […]
SELECCIÓN DE DIAPOSITIVAS PRESENTADAS EN EL SEMINARIO:
Filólogo e imagólogo Fernando Antonio Ruano Faxas
Philologist and Image Consultant Fernando Antonio Ruano Faxas
Филолог и консультант Фернандо Антонио Руано Факсас
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