CAPÍTULO XII. OLFATO Y AROMAS. Este capítulo en algunas versiones de las ediciones anteriores de mi libro EL LENGUAJE CORPORAL HUMANO. UN ENFOQUE IMAGOLÓGICO EN BASE A CRITERIOS VERBALES Y NO VERBALES. APUNTES PARA EL CURSO, con varias ediciones para la docencia universitaria, comenzando en 1991, aparece a partir de la página 551. Puede consultarse también https://ruanofaxas.com/2015/02/04/comunicacion-no-verbal-comunicacionnoverbal-nonverbal-communication-nonverbalcommunication-comunicacao-nao-verbal-comunicacaonaoverbal-%d0%bd%d0%b5%d0%b2%d0%b5%d1%80%d0%b1%d0%b0%d0%bb%d1%8c/
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“Su sentido del olfato [de los ciegos] era extraordinariamente sutil; podían distinguir las diferencias de cada individuo con la misma facilidad que un perro” (Herbert George Wells, 1904, The Country of the Blind o El país de los ciegos o Страна слепых). E inclusive para los que pueden ver, pero que no tienen ante sus ojos a las personas, animales en general y objetos, y que sólo pueden distinguir y clasificar en determinados casos gracias al olfato, las sorpresas que pudieran recibir son mucho más grandes de lo que imaginan, y si lo duda, vea por ejemplo los siguientes videos:
Olor corporal e inmunotipo, disponible en http://www.youtube.com/watch?v=iUbq7g7y_GU&feature=related y en http://www.youtube.com/watch?v=iUbq7g7y_GU&feature=related
Olor corporal y elección de parejas, disponible en http://www.youtube.com/watch?v=ImGUG0Xq6w8&feature=related
Olor corporal y atracción sexual, disponible en http://www.youtube.com/watch?v=q9UOZmqaZ1A&feature=related
“El sentido menos considerado, el más injustamente ninguneado, el elemento ambiental del que muy pocos se acuerdan al estar diseñando sus escenarios, resulta que es uno de los más importantes: el olfato” (Gordoa, 2002: 254). Y si tomáramos que el olfato es justamente el más emocional de nuestros sentidos y la función que desempeña éste, el olfato, en nuestra autodefensa y en nuestro bienestar diario, entonces otro sería nuestro criterio al respecto. El olfato es uno de los cinco sentidos, con el cual se perciben los olores. La nariz, equipada con nervios olfatorios, es el principal órgano del olfato. La nariz es el órgano del sentido del olfato, que también forma parte del aparato respiratorio y vocal. Desde el punto de vista anatómico, puede dividirse en una región externa, el apéndice nasal, al cual se restringe el término en lenguaje coloquial, y una región interna, constituida por dos cavidades principales, o fosas nasales, que están separadas entre sí por un tabique vertical. Las fosas nasales se subdividen por medio de huesos esponjosos o turbinados, llamados cornetes, que se proyectan desde la pared externa. Entre ésta y cada cornete queda un espacio llamado meato; por estos meatos se comunican varios senos de los huesos maxilar superior, frontal, esfenoides y etmoides, a través de conductos estrechos. Por lo general, los bordes de los orificios nasales están recubiertos de pelos fuertes que atraviesan las aberturas y sirven para impedir el paso de sustancias extrañas, tales como polvo o insectos pequeños, que podrían ser inhalados con la corriente de aire que se produce durante la respiración. Una parte del esqueleto, o armazón, de la nariz está constituida por los huesos que forman la parte superior y los laterales del puente, y la otra parte está constituida por cartílago. En cada lado existe un cartílago lateral superior y un cartílago lateral inferior. A este último están unidas tres o cuatro placas cartilaginosas pequeñas, que reciben el nombre de cartílagos sesamoides. El cartílago del tabique nasal separa las fosas nasales entre sí y, asociado a la placa perpendicular del etmoides y al vómer, da lugar a una división completa entre la fosa nasal derecha y la izquierda. Las cavidades nasales son altas y muy profundas, y constituyen la parte interna de la nariz. Se abren en la parte frontal por los orificios nasales y, en el fondo, terminan en una abertura en cada lado de la parte superior de la faringe, por encima del paladar blando, y cerca de los orificios de las trompas de Eustaquio que conducen a la cavidad timpánica del oído. En la región olfativa, que es la región de la nariz responsable del sentido del olfato, la membrana mucosa es muy gruesa y adopta una coloración amarillenta; constituye la llamada pituitaria amarilla. Está formada por células epiteliales y células nerviosas, cuyos axones atraviesan la lámina cribosa del hueso etmoides para llegar hasta los bulbos olfatorios y establecen conexiones o sinapsis con las neuronas situadas allí. De los bulbos olfatorios parten las vías olfatorias que llegarán a la corteza cerebral, donde se generará una respuesta. Las células nerviosas o receptores olfatorios sufren un proceso de acomodación: para ser excitados necesitan cantidades muy pequeñas de una sustancia olorosa, pero pierden esta capacidad muy pronto y dejan de percibirla; cantidades mayores de esta sustancia o la exposición a otra distinta consiguen estimularlos de nuevo.
Los nervios olfatorios son también importantes para diferenciar el gusto de las sustancias que se encuentran dentro de la boca. Es decir, muchas sensaciones que se perciben como sensaciones gustativas, tienen su origen, en realidad, en el sentido del olfato. Las sensaciones olfatorias son difíciles de describir y de clasificar. Sin embargo, se han realizado clasificaciones fijándose en los elementos químicos asociados a los olores de las sustancias. Ciertas investigaciones indican la existencia de siete olores primarios:
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Acre –avinagrado.
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Alcanfor
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Almizcle.
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Éter –líquidos para limpieza en seco, por ejemplo.
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Flores.
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Menta.
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Podrido.
Estos olores primarios corresponden a siete tipos de receptores existentes en las células de la mucosa olfatoria. Las investigaciones sobre el olfato señalan que las sustancias con olores similares tienen moléculas del mismo tipo. Estudios recientes indican que la forma de las moléculas que originan los olores determina la naturaleza del olor de esas moléculas o sustancias. Se piensa que estas moléculas se combinan con células específicas de la nariz, o con compuestos químicos que están dentro de esas células. La captación de los olores es el primer paso de un proceso que continúa con la transmisión del impulso a través del nervio olfatorio y acaba con la percepción del olor por el cerebro.
En el ciclo novelesco formado por siete obras que se intitula En busca del tiempo perdido, el novelista francés Marcel Proust describió lo que le aconteció después de beber una cucharada de té, en el que había remojado un pedazo de bizcocho:
[…] apenas había tocado mi paladar el tibio líquido mezclado con las migas, un estremecimiento recorrió todo mi cuerpo y me detuve, atento al extraordinario fenómeno que me estaba sucediendo […] Un exquisito placer había invadido mis sentidos… sin sugerir su origen […] Repentinamente el recuerdo se reveló a sí mismo. El sabor era el de un pequeño pedazo de magdalena, que en las mañanas de domingo solía darme mi tía Leona, sumergiéndolo primero en su propia taza de té… Inmediatamente la antigua casa gris sobre la calle, donde estaba su habitación, se elevó como un decorado… y el pueblo entero, con su gente y sus casas, sus jardines, su iglesia y sus alrededores, fue tomando forma y solidez, cobró vida desde mi taza de té […]
El sólo ver la magdalena no había devuelto estas memorias, notó Proust. Tuvo que probarla y olerla: “Cuando nada más subsiste del pasado –escribió–, después que la gente ha muerto, después que las cosas se han roto y desparramado… el perfume y el sabor de las cosas permanecen en equilibrio mucho tiempo, como almas […] resistiendo tenazmente, en pequeñas y casi impalpables gotas de su esencia, el inmenso edificio de la memoria”. Proust se refería tanto al sabor como al olor; y hacía bien en hacerlo, porque la mayor parte del sabor de los alimentos proviene de su aroma, que va flotando hacia arriba por las fosas nasales hasta alcanzar las células presentes en la nariz, y también llega a estas células, a través de un corredor que se encuentra en la parte trasera de la boca. Nuestros botones gustativos sólo nos proporcionan cuatro sensaciones claras:
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Dulce.
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Salado.
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Agrio.
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Amargo (Morris, 1996: 211-215).
Los otros sabores provienen del olfato, y cuando la nariz es bloqueada por un resfriado, la mayoría de los alimentos parecen suaves o insípidos. Tanto el olor como el sabor requieren que incorporemos –inhalando o tragando– las substancias químicas que realmente se unen a los receptores presentes en nuestras células sensoriales. En etapas tempranas en la evolución, los dos sentidos tuvieron el mismo precursor, un sentido químico común, que le posibilitó a las bacterias y a otro tipo de organismos unicelulares localizar los alimentos o estar prevenidos de substancias perjudiciales. Cómo percibimos tales substancias químicas como si fueran olores es un misterio que, hasta hace poco, derrotaba a la mayoría de las tentativas para resolverlo. Estudios anatómicos mostraron que las señales de las células olfatorias presentes en la nariz alcanzan el área olfatoria de la corteza después de sólo un único relevo en el bulbo olfatorio. La corteza olfatoria, en cambio, se conecta directamente con una estructura fundamental llamada hipotálamo, que controla la conducta sexual y maternal. Se dice que el humano promedio puede reconocer hasta 10000 olores por separado. Estamos rodeados por moléculas odoríferas que proceden de los árboles, las flores, la tierra, los animales, el alimento, la actividad industrial, la descomposición bacteriana y también de los humanos. No obstante, cuando queremos describir estos innumerables olores, a menudo recurrimos a las analogías crudas: algo huele como una rosa, como el sudor o como el amoníaco. Nuestra cultura coloca al olfato en tal bajo valor que nunca hemos desarrollado un vocabulario apropiado para describirlo. En Una historia natural de los sentidos, la poeta Diane Ackerman nota que es casi imposible explicar cómo huele algo, a alguien que no lo ha olido. Existen los nombres para toda una gama de matices de colores, escribe. Pero ninguno para los tonos y los tintes de un olor. “Pensamos que olemos con la nariz, pero esto es como decir que oímos con el lóbulo de la oreja”, escribe Gordon Sheperd, profesor de neurociencia en la Universidad de Yale. “De hecho, la parte de la nariz que podemos ver desde el exterior sirve sólo para recibir y encauzar el aire que contiene a las moléculas odoríferas”. Las neuronas que perciben estas moléculas se encuentran en la profundidad de la cavidad nasal en una porción de células llamada el epitelio olfatorio. Recordemos que la capacidad para percibir, para detectar, para sentir, los sabores dulces y amargos está relacionado directamente con la herencia, con la genética: “una de cada cuatro personas o tiene dificultad para percibir el sabor amargo, o no lo percibe en absoluto,[430] y de aquí se desprende la representación de agrado o desagrado en el cuerpo humano, en la cara, por tales sabores, a través de los gestos. Recuerde cómo son los gestos de agrado o desagrado de los bebés, de los niños, de los ancianos, de las personas discapacitadas, de los enfermos, de los grupos humanos desinhibidos, de las personas extrovertidas o muy comunicativas, de las personas que no se reprimen en el ejercicio de sus facultades o hábitos, al saborear cosas dulces o cosas amargas.
El olfato también desempeña una función primordial en las relaciones amorosas y sexuales, en la atracción entre los individuos, ya sean heterosexuales u homosexuales. En ocasiones al olfato se la llamado “brújula del amor”. De tal manera, se habla del olor del amor para referirnos a las feromonas, que son señales químicas utilizadas como sistema de comunicación:
[Por qué muchas personas, especialmente de cultura occidental] subestiman la importancia de la nariz como receptora de mensajes. En realidad, somos tan reacios a olernos unos a otros que podemos llegar a suprimir el sentido del olfato. Es innegable que somos una sociedad superdesodorizada, y parece como si cada año los agentes de propaganda descubrieran un nuevo olor a desterrar. Vivimos temerosos del mal aliento, del olor corporal, de los olores en el hogar, de los olores genitales –a pesar de que cualquier animal que se respete sabe que este tipo de olor es agradable y resulta favorable en las relaciones sexuales. También parece una tendencia decidida a reemplazar los olores naturales por otros elaborados por el hombre, es decir, perfumes, lociones para después de afeitarse y otras cosas semejantes–. Debemos admitir que hay algo grotesco en el empeño que muestran las mujeres en librarse de sus propios olores biológicos y desodorizar hasta el último rincón de su cuerpo, para volver a untarse luego con un perfume elaborado con la almizclada fragancia sexual de algún otro mamífero más sabio. ¿Por qué [nos preocupamos] tanto por los olores humanos? Probablemente es nuestra inclinación antisensual: sospechamos de los placeres de los sentidos porque forman parte de los placeres del sexo. Sin embargo, de todas las experiencias que nos afectan, el ruido y el olor son los dos más irresistibles. Un individuo puede cerrar los ojos, puede negarse a tocar o a comer, pero le costará mucho trabajo evitar los ruidos producidos por los demás, y le será imposible cerrar la nariz a sus olores (Davis, 1995: 164-165).
Las feromonas, al igual que las hormonas, afectan la conducta reproductiva o la fisiología de otros animales de la misma especie. Por ejemplo, las feromonas pueden atraer a parejas potenciales, excitarlas sexualmente, inhibir su agresión y alterar la actividad de su sistema endocrino. Las feromonas son sustancias bioquímicas liberadas al entorno junto con el sudor, la orina o la secreción de glándulas especializadas. La mayor parte de las feromonas es detectada por el olfato, pero algunas son ingeridas o absorbidas por medio de la piel. La primera observación acerca de la utilización de señales químicas en la comunicación animal se realizó en 1870 cuando el naturalista francés Jean Henri Fabre observó que las mariposas macho volaban muchos kilómetros para visitar a una hembra que el investigador tenía en su laboratorio. Todos nosotros gastamos una gran cantidad de dinero en perfumes, maquillaje, champús, jaleas para el cabello, cremas para el acné, etc., todo para la belleza, para la buena imagen. También ahora ya se venden muchos productos que al ser olidos por otras personas despiertan el amor pasional. En la actualidad se conocen más de medio millón de sustancias olorosas y 1500 aceites etéreos, muchos de los cuales son usados en los negocios para crear una atmósfera que influya sobre el cliente, relajándole, motivándolo para quedarse en la tienda y despertándole así las ganas de comprar. El famoso siquiatra Sigmund Freud escribió que al reprimir el sentido del olfato el ser humano ha reprimido su sexualidad. Nuestro propio cuerpo genera el más potente de los afrodisíacos. El olor corporal se deriva en gran parte de los fluidos desprendidos de las glándulas sudoríparas que los humanos tienen en las axilas, alrededor de los pezones y en las ingles. Cada uno de nosotros posee además una marca odorífica particular, como si se tratara de una huella dactilar. Este carácter excitante de los aromas personales es conocido desde la antigüedad. El órgano del olfato, la nariz, desempeña un papel importante en el amor. Si no nos gusta el olor de una persona tendemos a rechazarla. Sin embargo, una vez que nos acostumbramos al perfume del otro, éste actúa como un estimulante y permite que continúe la relación. La antropología contempla casos curiosos del folclor de los distintos pueblos como es el caso de las costumbres de las muchachas inglesas del siglo XVII de dar a oler al pretendiente una manzana pelada que previamente se habían colocado un buen rato debajo de las axilas. El escritor Luis Thomas atribuía su éxito con las mujeres a que impregnaba su pañuelo con olor a axila. Durante la ovulación, la mujer tiene más sensibilidad para captar las fragancias sexuales que desprenden humanos y animales. Para que la comunicación bioquímica se dé entre los humanos tiene que existir, obviamente, una corta distancia, cosa que no sucede entre otros animales (Ostrosky-Solís, 2000: 180-197; Davis, 1995: 167-173).[431]
El olfato también condiciona el comportamiento de los seres humanos a través de la aromaterapia[432] y la aloterapia, tratamientos que desarrolla la biotecnología. Mediante ciertos tratamientos de aloterapia, el individuo puede reducir sus impulsos o deseos de consumir comida y de esta manera llevar una dieta “natural”.
La perfumería o arte de la elaboración de perfumes o fragancias o aromas apareció trascendentalmente en Egipto, India, China…, y luego entre árabes, griegos, romanos, etc., extendiéndose posteriormente a toda Europa. La América prehispánica ha dejado muchas y variadas muestras del tratamiento de las fragancias en todas sus culturas más relevantes. El tratamiento de las fragancias está relacionado directamente con la historia de las religiones, la mística, los cultos mágico-socioconfesionales y, por supuesto, con la belleza y los cuidados del cuerpo humano, ejemplo de lo cual es el tratado de belleza que escribió la famosa emperatriz Cleopatra, y que, aunque desaparecido este tratado, sabemos de él por las referencias que al respecto hacen el médico griego Galeno, el general romano Aecio y el médico bizantino Pablo de Egina.
En nuestros días el perfume más caro del mundo está relacionado con el nombre de Clive Christian. Este perfume, en su variante No. I Imperial Majesty, tiene un costo, el frasco de 500 mililitros, de unos 260,000.00 dólares, es decir unos 195,000.00 euros ó unos 2,600,000.00 pesos mexicanos. Existen variantes de perfumes de Clive Christian más baratos, como el 1872, con un precio de unos 30,000.00 pesos mexicanos.
Son muchas las personas que no están de acuerdo con las características que presenta su nariz; pero “cambiar la nariz no es algo que pase desapercibido. Es el rasgo más marcado de la personalidad […] [Cambiarla siempre conlleva la posibilidad] de un choque de identidad [Por eso] la rinoplastia es más exitosa entre los jóvenes, que tienen más facilidad para asimilar una nueva fisonomía” (Kalil, 2001: 84).
[430] http://www.bbc.co.uk/mundo/ciencia_tecnologia/2009/08/090812_neandertal_amargo_rg.shtml , http://noticias.prodigy.msn.com/bbc.aspx?cp-documentid=21139404 , http://www.elimparcial.es/carles-lalueza-fox-investigador-del-csic-45718.html .
[431] Para considerar los alcances imaginarios del lenguaje olfativo del amor, pueden verse los siguientes filmes: Perfume, del director Tom Tykwer y Perfume de mujer (Profumo di donna), del director italiano Dino Rosi o del director estadounidense (Scent of a Woman) Martin Brest.
[432] Gill Martin (2002). Aromaterapia. Introducción a la técnica y sus beneficios. Barcelona, ONIRO.
- A través de la historia, y mucho más en la nueva situación de “globalización”, los seres humanos han mantenido una muy estrecha relación con los aromas gratos, con los perfumes, según los tiempos, las modas, los estilos, los gustos, los fines u objetivos…
- Perfumes ha habido y hay miles, millones, y todos han desempeñado en su momento su función, según las preferencias femeninas, masculinas y del tercer sexo. ¿No recuerda usted la novela El perfume, historia de un asesino (Das Parfum, die Geschichte eines Mörders), del escritor alemán Patrick Süskind, y el film homónimo, del director alemán Tom Tykwer.
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