CUBA Y LOS CUBANOS A TRAVÉS DE IMÁGENES Y DE TWITTER. LA GENTE OLVIDA, ESPECIALMENTE AQUÉLLOS A LOS QUE NO SE LES ENSEÑA A RECORDAR. Parte I.
CUBA Y LOS CUBANOS A TRAVÉS DE IMÁGENES Y DE TWITTER. LA GENTE OLVIDA, ESPECIALMENTE AQUÉLLOS A LOS QUE NO SE LES ENSEÑA A RECORDAR. CONTINUACIÓN DE Parte I.
CUBA Y LOS CUBANOS A TRAVÉS DE IMÁGENES Y DE TWITTER. LA GENTE OLVIDA, ESPECIALMENTE AQUÉLLOS A LOS QUE NO SE LES ENSEÑA A RECORDAR. Parte II.
CUBA Y LOS CUBANOS A TRAVÉS DE IMÁGENES Y DE TWITTER. LA GENTE OLVIDA, ESPECIALMENTE AQUÉLLOS A LOS QUE NO SE LES ENSEÑA A RECORDAR. Parte III.
CUBA Y LOS CUBANOS A TRAVÉS DE IMÁGENES Y DE TWITTER. LA GENTE OLVIDA, ESPECIALMENTE AQUÉLLOS A LOS QUE NO SE LES ENSEÑA A RECORDAR. HISTORIA DE CUBA. Parte V.
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[…] Ok, hablemos entonces de “la literatura de mierda” […] En absolutamente todos los lugares en donde he estado, de una manera u otra, siempre me preguntan, entre otras cosas, que para qué me ha servido la literatura […] siempre contesto lo mismo […] que la literatura me ha servido para muchas más cosas que lo que habitualmente la gente cree […] ya con Castro en el poder a Cuba no entraban los libros de la inmensa mayoría de los autores famosos en el mundo, y me refiero a los famosos de antes y a los famosos de ahora, me refiero a los muertos y a los vivos, fueran de donde fueran y de la época que fuera, muchos de ellos estaban prohibidos, la inmensa mayoría de los autores que todo el mundo leía en los demás países en Cuba ni se conocían, ¿¡y cómo conocerlos si no existía Internet!?, ahora esos autores sí los pueden conocer los cubanos de Cuba, porque aunque estén prohibidos en Cuba, aunque no se vendan en Cuba, aunque no estén en las bibliotecas de Cuba, el cubano “que puede” entra a Internet y ahí se da “el banquetazo” […] entonces cuando yo lograba tener una copia de uno de esos libros, de uno de esos autores, lo disfrutaba al máximo, y tan es así que todavía recuerdo los detalles de cómo leía a “los más prohibidos en Cuba”, y lo recuerdo perfectamente inclusive ahora, después de 40 años, una buena cantidad de esos libros prohibidos, o de copias, me llegaba a través de los hijos o familiares o amigos o “tracatanes” o “guatacas” de “los pinchos”, a los que siempre agradeceré su “gran traición a los principios castristas”, si no hubiera sido por ellos y “su generosa y amable traición” yo nunca habría podido leer a aquellos autores, aquellos libros, aquella literatura […] siempre había que estar “con la guardia en alto”, atentos, porque en Cuba se publicaban los libros, la literatura, de “los amigos de Cuba”, pero en cuanto ese “supuesto” amigo o amiga de Cuba, escritor o periodista, o las dos cosas (que era lo casi común) entraba en conflicto con Fidel Castro, es decir con “los principios de Cuba”, en automático retiraban sus libros, su literatura, hasta de las bibliotecas, o sea “finish”, “caput” […] había que ser algo así como un brujo para leer el futuro de la cultura en Cuba, y si te imaginabas que un autor se iba a conflictuar con Fidel castro, repito, “sólo de imaginarlo”, entonces tenías que ahorrar rápidamente los kilitos que pudieras y comprar sus libros antes de que llegara el conflicto. De lo contrario, “¡adiós libritos!”, algo así como que “hoy sí, mañana no”. Y eso era constante, fueron tantos casos, con la literatura y la música, con los autores, con los músicos, con los artistas, con los deportistas, ¡qué barbaridad! No era fácil “predecir” el mundo de la literatura y el arte en Cuba, y menos en provincia: en Cuba todo lo que sabía el pueblo era a través de lo que decía Fidel Castro, ¡y ya! Claro, teníamos aquellos magníficos radios de onda corta soviéticos, gracias a los cuales oíamos todos los días la información que daban “los gusanos”, “los contrarrevolucionarios”, y gracias a ésos “los malos” podíamos tener una idea lo que pasaba realmente en el mundo “en un amplio sentido”, fuera de Cuba ¡Y TAMBIÉN DENTRO DE CUBA! Gracias a “la gusanera” podíamos conocer los detalles de todo lo que pasaba dentro de Cuba, inclusive en las más altas élites del Castrismo, porque cuando la gente se iba de Cuba, en especial los “ñángaras” (altos jefes), entonces “soltaban la sopa” completa y decían lo que era y, también, de paso, lo que no era […] sigo creyendo que los cubanos son la gente más buena del mundo. Aquí en Miami, en la Florida, vas por la calle, por cualquier calle, y ves a un montón de gente, hombres y mujeres y tercer sexo, que en Cuba eran ñángaras, chivatones, y ahora son gusanos, y nadie les hace nada. Es más, hay cubanos aquí en las calles que en Cuba estuvieron implicados en delitos graves, es decir delataron, “chivatearon”, a gente que fueron encarceladas y hasta fusilados, ¡y mírenlos!, van por ahí como por su casa, y nadie les hace nada, tal vez en alguna ocasión alguien les ha gritado en la calle “chivatón”, o tal vez “asesino”, y de ahí no pasa el asunto. Y conste que no me refiero solamente al ámbito militar, a los que fueron policías en Cuba, del G2, del “Ministerio” o “MinInt”, no, me refiero aquí a gente del arte, a artistas, a escritores, a periodistas, a deportistas, a científicos […] Y también, que conste, que esto que estoy diciendo todo el mundo lo sabe muy bien, aunque el tema no se toque, creo que serían muchos los implicados. Algunos de estos “cubanos implicados” prefirieron no llegar a Estados Unidos, mejor se quedaron por ahí, por España, por México, por cualquier lugar de esos, para “evitar”, porque ¿¡qué tal si sí…!? Otros esperaron un “tiempo prudencial”, para que la gente olvidara… ¡Y tuvieron razón! […] y debido a la censura la mayoría de los libros y autores que se vendían en Cuba, que estaban al alcance de los cubanos promedio, eran de temas de socialismo, comunismo y de “lavadera de coco”, y esos libros, esa literatura, también yo los adquiría, los compraba, los guardaba, porque eran imprescindibles en mi vida. Yo, por mi gusto, no leía esos libros de “coco wash”, pero los compraba, creo que casi nadie los leía “por el gusto de la lectura”, aunque también recuerdo aquí que tuvimos que leerlos en la escuela, en la universidad: “¡no había de otra!”, “¡a cojones!”, “¡a güevos!”, “¡o le entrabas o le entrabas!” Afortunadamente, nunca recordé esos libros, los olvidaba en el mismo momento en que yo hacía el examen en la escuela o en la universidad. ¡Qué gran poder tiene el cerebro, la mente, la memoria humana, para expulsar la mierda tóxica y contaminante! […] ¿que entonces para qué compraba esos libros, esa literatura?, bueno, eso todos los cubanos de Cuba lo saben muy bien: ¡para limpiarme el culo! Claro, si no había papel higiénico, si no había papel de baño, teníamos que limpiarnos el culo con lo que se podía, o lo hacíamos con ese papel de libros, periódicos y revistas o te tenías que limpiar el culo con la mano: “¡a elegir según las circunstancias!” Y si los cubanos nos tuvimos que limpiar el culo alguna vez, o muchas veces, con las manos, “a lo musulmán”, pues entonces nos quedaba la tranquilidad (¿o “resignación”?) de que ni éramos los únicos ni los primeros que lo hacíamos en el mundo. En este sentido “ya había llovido mucho” en la tierra […] a veces el papel de esa “literatura coco wash” era muy duro, carrasposo, con tinta mala, por lo que al pasar por el culo era como una tortura, “culo rallado”, había que hacerlo con mucho cuidado, y humedecer el papel, y eso cuando había agua disponible […] a veces se agarraba cualquier página de una revista soviética para limpiarse el culo, pero a veces había que elegir, porque si la página tenía una imagen con mucho color, entonces no podía usarla, tenía que dársela a mis hermanas, porque con ese papel hacían collares y pulsas, claro tampoco había collares y pulsas, y las cubanas algo tenían que ponerse en el “cocote”, para una cubana salir a la calle sin algo que le cuelgue en el “cocote” es como salir desnuda, había que “agenciárselas en contexto”. Si estabas en la casa, a veces era más fácil echar mano a cualquier papel, porque era casi seguro que al baño hubieran llegado las revistas ya revisadas por mi mamá, mis tías, mis hermanas, mis primas y “semejantes”…, y entonces ya todas las páginas que tenían más colores habían sido arrancadas. Hasta mi papá y mis tíos, hombres mayores, viejos, sabían que tenían que ser muy “selectivos” con las páginas de las revistas soviéticas con las que se limpiaban el culo, si querían que las mujeres de la familia se vieran bonitas, hermosas, adornadas, con sus “joyas papeleras”. En realidad, si el periódico o revista eran cubanos, te podías limpiar el culo con todas las páginas. Ninguno tenía colores bonitos y, por otro lado, eran de mejor calidad para absorber la mierda, porque los soviéticos lo que hacían eran regar la mierda, no eran buenos para esos fines, había que usar el doble y el triple de hojas, y eso para que quedara “medio limpio” el culo, ¡y los periódicos cubanos eran excelentes! […] Siempre dijeron que los cubanos tenían los culos más ilustrados del mundo, porque “leían” […] Si mal no recuerdo, en algún momento hubo un intento por hacer en Cuba algo parecido a lo que hacían los soviéticos, pero en eso de competir en hacer periódicos y revistas llamativos, coloridos, bonitos, que al fin final de cuentas iban a terminar en el culo de la gente el gobierno de Cuba no pasó de ahí, de “intento”. La Unión Soviética siempre fue la mejor en editar periódicos y revistas “bonitos” para limpiarse el culo […] Pero, cuidado, que si por alguna de esas coincidencias en mi casa agarrabas una revista que no estuviera ya puesta en el baño, es decir “revisada”, y te limpiabas el culo con “una página de las bonitas”, ¡ay, mi madre, lo que te esperaba!, ¡un escándalo! No podías emplear en el culo lo que las mujeres emplearían en su cuello y sus muñecas. Y la regla era tajante para todos […] como decía mi tía Carmen: “al culo lo que es del culo, a los collarcitos y a las pulsitas lo que es de los collarcitos y de las pulsitas”. Por las noches, aquellas mujeres montaban su “taller de collarcitos y pulsitas”. ¡Qué imaginación!, ¡qué creatividad! Los de la NASA, la CIA, el FBI se quedaron cortos […] los varones de la familia tenían que participar del “taller” porque en aquel “trabajo en equipo” había que hacer algunas “cosas duras” como darle forma a cordeles de metal y “lo que se presentara” […] con respecto a la limpiadera del culo con papeles duros y de mil colores, nunca me pude ver el culo después de limpiarme con ese tipo de papel duro y con tintas coloridas malas, tipo publicaciones comunistas soviéticas, nunca lo pensé, no se me ocurrió, como era tan normal entre nosotros los cubanos, no imaginé que en el mundo podían existir personas que no se limpiaran el culo como nosotros los cubanos, ahora creo que debí haberle tirado una foto al culo después de “aquello”, aunque sólo hubiera sido en blanco y negro, no teníamos camaritas en colores (ésas sólo las tenían los “pinchos”), esa foto pudo haber quedado como imagen exótica o algo así, no creo que haya muchas imágenes de culos después de haberse limpiado con un papel de revista colorida rusa con textura lisa tipo “regador de mierda”, o sea, que imagino que el culo en algunos casos debió haber quedado así como, más o menos, cara de geisha japonesa, cuerpo pintado de indígena nubio, o algo semejante, según fueran los colores de las tintas que tenían los papeles lisos del papel con el que te limpiabas el culo […] y esto es para que vean la gran importancia de “la literatura de mierda”. ¿Qué habría sido de nuestros culos cubanos sin los periódicos y revistas comunistas? No quiero ni pensarlo, ¡TERRIBLE! […]
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